“¿Dé dónde a mí este favor de haber dado a luz a Quien siendo simple se multiplica por doquier, a Quien siendo inmenso tengo pequeñito entre mis brazos, es enteramente mío, y está también enteramente en todas partes? El día en que Gabriel bajo del cielo hasta mi pequeñez, me convertí de esclava en princesa. Tú, Hijo del Rey, hiciste de mí en un instante la hija del Rey eterno. Humilde esclava de tu divinidad, me convertí en la madre de tu humanidad, ¡Señor mío e hijo mío! De toda la descendencia de David viniste a elegir a esta pobre doncella y la has llevado hasta las alturas del cielo donde reinas.
¡Oh! ¿Qué es lo que veo? ¡Un Niño más antiguo que el mundo cuya mirada está buscando el cielo! Sus labios no se abren, pero en su silencio ¿no está indicando acaso Aquél cuya providencia gobierna el mundo? ¿Y cómo me atrevo a brindar mi leche al que es la fuente de todos los seres? ¿Cómo me atreveré a alimentar a Quien alimenta al mundo entero? ¿Cómo podré envolver en pañales a Quien está vestido de luz?”

San Efrén
San Efrén. In natalem Domini, 5

“¿De dónde a mí este honor que el Hijo del Altísimo me sea dado así por hijo? ¡Ah! Niñito: me alarme, lo confieso, respecto de tu madre; hasta llegué en pensar a dejarla. Mi ignorancia del misterio era para mí una trampa, y sin embargo en tu madre residía el tesoro escondido que haría de mí el más rico de los hombres. David, mi antepasado, se ciñó la corona real, yo había descendido hasta ser un simple artesano; pero la corona que había perdido vuelve a mí cuando tú, Rey de los reyes, te dignas reposar sobre mi pecho.”


San Efrén
San Efrén. In natalem Domini, 5



"Un buen discurso es de plata, mas el silencio es de oro puro."

San Efrén