LA DUODECIMA CASA



¿Es mi dolor el resultado de la ignorancia o de vivir equivocadamente o es porque estoy en realidad abrazando más de la vida que lo que puedo integrar y controlar en mis términos?




Desde su comienzo en la Primera casa, el crecimiento significó ir distinguiéndonos de la matriz ilimitada y universal de la vida, de la cual emergimos inicialmente. Sin embargo, tal como hemos visto en la casa Once, la distinción entre nosotros y los demás debe enfrentarse con el conocimiento de que cada parte de un sistema se relaciona y se interconecta con las otras partes. Tanto los místicos como los científicos nos dicen que, después de todo, no estamos tan separados. Los demás influyen sobre quiénes somos, y en ellos hay una influencia de quiénes somos. Entre nuestras mentes hay una vinculación recíproca que las afecta en forma directa. La idea de que existimos como entidades aisladas va perdiendo terreno rápidamente a medida que lo gana una concepción del sí mismo de mayor amplitud y de un sentido más colectivo. En la casa Doce, los procesos gemelos de disolución del ego individual y de fusión con algo más vasto que el sí mismo no se vivencian y sienten por la vía de la mente o del intelecto, como en la casa Once, sino con el corazón y el alma. O, como lo expresa Christopher Fry: "El corazón humano es capaz de llegar a los extremos de Dios".
        El poeta Walter de la Mare escribe que “nuestros sueños son cuentos narrados en un oscuro Edén”. En su nivel más profundo, la casa Doce, asociada naturalmente con Piscis, signo de agua, y con el planeta Neptuno, representa el anhelo de disolución que vive en todos nosotros, las ansias de regresar a las aguas indiferenciadas de la matriz, al estado de unidad originario. Freud, Jung, Piaget, Klein y muchos otros psicólogos modernos coinciden en que la estructura inicial de la conciencia del niño es previa a la división sujeto/objeto, y que ignora las limitaciones, el espacio y el tiempo. Los primeros recuerdos son los que calan más hondo. En algún nivel profundo, cada individuo intuye que su naturaleza más íntima e ilimitada, infinita y eterna. El redescubrimiento de esta integridad es nuestro mayor deseo y nuestra mayor necesidad. Desde el punto de vista de la psicología reduccionista, el deseo de reconectarse con el sentimiento perdido de la totalidad originaria puede ser entendido como una regresión que lleva de vuelta al estado prenatal; pero, en términos espirituales, esta misa urgencia se traduce en una avidez mística de unión con nuestra fuente, y en la experiencia directa de ser parte de algo mayor que nosotros, como una especie de nostalgia divina.
        En cierto aspecto, la perspectiva de un retorno a aquel estado suena a extática bienaventuranza, serena y pacífica. Y sin embargo, en nosotros hay algo más -el deseo de autopreservación del yo, y su miedo a morir- que se traba en lucha con esta nostalgia. El ego ha librado una dura lucha para ganarse una vida independiente; ¿por qué habría de renunciar a ella? En el símbolo de Piscis, el signo asociado con la casa Doce, dos peces nadan en direcciones opuestas.
        Los seres humanos nos vemos enfrentados con un dilema fundamental, con dos tendencias opuestas. Cada persona quiere perder su sensación de aislamiento y trascender su apartamiento individual; y sin embargo, a cada una le aterra la desintegración, y contempla con temor la pérdida del sí mismo. Esta doble ligadura existencial -anhelar la totalidad y, sin embargo, temerla y resistirsele- es el principal dilema de la casa Doce.
        Por ser tan aterradora la disolución de la identidad yoica, la gente busca gratificaciones en un intento de satisfacer la avidez de autotrascendencia. Una de las estrategias para reconectarse con la unidad se vale, como medios, del sexo y del amor: "Si me aman, me aceptan o me incluyen, puedo trascender mi aislamiento". Otro recurso para recuperar el perdido sentimiento de omnipotencia y omnipresencia recurre a la posición de poder y el prestigio: "Si puedo extender mi esfera de influencia cada vez a más cosas, entonces el resto de la vida estará conectado conmigo". La inmersión en el alcohol o las drogas es una manera más de derribar fronteras y de flexibilizar rigideces. También es frecuente que los deseos de suicidio, y otras formas diversas de comportamiento autodestructivo, enmascaren el ansia de regresar al estado de mayor bienaventuranza propio de un ser no diferenciado. Hay quienes buscan la trascendencia en forma más directa por medio de la meditación, la plegaria y la devoción a Dios. La Duodécima casa puede plantear cualquiera de estas cuestiones.
        De cualquier manera que se la aborde, la casa Doce absorbe, devora, "desestructura" o engrandece desmesuradamente la identidad individual. Abandonar el paradigma de "yo, aquí dentro" y "tú, ahí fuera" significa que las fronteras entre nosotros mismos y los otros se vuelven inciertas. Por esta razón, una fuerte acentuación en esta casa puede ser indicio de personas que tienen grandes dificultades para formarse una identidad claramente definida; se sienten arrastradas por todo lo que tienen a su alrededor, influidas por cualquier persona con quien establezcan contacto. Otras con la misma característica desfiguran su identidad personal en forma totalmente desproporcionada. Antes que sacrificar el yo para fundirse con algo numinoso y divino, es posible que una persona intente imbuir al propio ego con estas cualidades. En vez de intentar una conexión con Dios, la persona procura representar el papel de Dios, es decir, cae en una forma de engrandecimiento que se relaciona con lo que Abraham Maslow llamaba una "desorientación superior".
        Es frecuente que la confusión de la Duodécima casa respecto de quiénes somos vaya acompañada de una carencia de toda dirección concreta en la vida. Es posible que en algún nivel exista el sentimiento de que, si de todas maneras todo da igual, ¿qué importancia tiene nada? Tan pronto como se distingue claramente una identidad, o se impone una estructura a la vida, sucede algo que nos mueve el suelo bajo los pies y la nebulosidad suprema vuelve a reinar. Tan pronto como el individuo siente que ha capturado algo sobre lo cual puede apoyar su sentimiento de un "yo", ese algo se le escapa o desaparece misteriosamente. La capacidad de mantener una coherencia entre las cosas o de sacar adelante sus propios objetivos personales se disuelve, sin saber cómo, bajo la influencia de un poder mucho mayor sobre el cual se tiene un control muy escaso.
        El oscurecimiento de las fronteras entre el sí mismo y los otros puede crear confusión en lo referente a dónde comenzamos y dónde terminan los demás, pero también confiere un grado mayor de empatía y de compasión hacia aquellos con quienes compartimos la Tierra. Así abrumadas por el sufrimiento que las rodea, algunas personas que tienen una configuración fuerte en la casa Doce buscarán cualquier medio de escaparse del mundo o de apartarse totalmente de él. Otras, que sienten como propio el dolor "de afuera", se esforzarán, naturalmente, por aliviarlo de alguna manera. En grados diversos, la casa Doce describe a la personalidad que ayuda, "repara" o rescata; al mártir o salvador que "toma sobre sí" las necesidades y las causas de otros.
        El significado original de la palabra sacrificio es "hacer sagrado". Algo se hacia sagrado ofreciéndoselo a los dioses o a las fuerzas superiores. En todos los niveles de significado de la Duodécima casa reverbera la suposición de que el individuo se redime mediante es sacrificio de si, mediante el ofrecimiento del sí mismo a algo más elevado. Esto es verdad en la medida en que, hasta cierto punto, debernos renunciar al sentimiento de un si mismo separado y autónomo con el fin de fundirnos con el todo omnímodo. Por mas que con frecuencia el sacrificio y el sufrimiento sirvan para ablandar el ego y para dar origen a un grado mayor de empatía y de conciencia espiritual, es muy fácil que el valor del dolor y la naturaleza del sacrificio se deformen, convirtiéndose en "Tengo que sufrir para encontrar a Dios", o en "Se ha de renunciar a cualquier cosa que pueda constituir una satisfacción personal". Sin embargo, tal vez no sean las cosas mismas lo que se ha de sacrificar, sino más bien el apego que sentimos por ellas. En la medida en que derivamos nuestra identidad o nuestro sentimiento de realización de cosas tales como relaciones, posesiones, ideologías o sistemas de creencias perdemos el contacto con nuestra naturaleza ilimitada, más profunda y más básica.
        Incluso es posible que algunas personas consigan adquirir o realizar los sueños y deseos de su casa Once para luego descubrir, en la Doce, que todavía siguen sintiéndose estafados por la falta de una felicidad más completa. Lo que creyeron que les daría satisfacción definitiva no fue suficiente, o después se dieron cuenta de que no era todo. Los romanos solían decir: "Quod hoc ad aeternitatem?", o sea “¿Qué es esto comparado con la eternidad?”. De manera similar, la Duodécima casa es un recordatorio constante de que todos los gozos sueñan con el infinito.
        Tradicionalmente, la casa Doce (junto con las otras casas de agua, la Cuarta y la Octava) revelan pautas, impulsos, urgencias y compulsiones que actúan desde debajo del nivel de la percepción consciente y, sin embargo, influyen significativamente sobre nuestras opciones, actitudes y orientación en la vida. Almacenadas en nuestra memoria inconsciente, las experiencias pasadas condicionan la forma en que vemos el mundo y nos enfrentamos con él. Pero cabe preguntarse a qué distancia en el pasado se remonta el origen de tales influencias.
        En algunos casos, los planetas y signos de la casa Doce pueden estar relacionados con lo que los psicólogos llaman "efecto umbilical". De acuerdo con este concepto, durante su desarrollo el embrión no solamente es receptivo a las sustancias físicas que ingiere la madre, sino que también resulta afectado por el estado psicológico general de ella durante la gestación. Las actitudes y vivencias de la madre se transmiten al feto a través del cordón umbilical. La naturaleza de lo que en esta forma "se le pasa" al niño se ve en los emplazamientos en la casa Duodécima. Si en ella aparece Plutón, es probable que la madre haya soportado una época traumática durante el embarazo. El niño nace entonces con la sensación de que la vida es peligrosa, y con una aprensión obsesiva de que hay algo ominoso al acecho. No hay recuerdo consciente del origen de esta actitud, sino sólo un vago sentimiento de que la vida es así. Por ejemplo, tropecé recientemente con el caso de una embarazada a quien le diagnosticaron un tumor cerebral. Su hijita nació con Plutón en la casa Doce, y la madre murió poco después.
        ¿Qué hay de épocas anteriores a la vida intrauterina? Muchos astrólogos consideran que la Doce es la "casa del karma". Los reencarnacionistas creen que el alma inmortal del hombre está en un viaje de perfeccionamiento y retorno a sus fuentes que no se puede cumplir en el breve término de una vida. Más que el azar, existen leyes definidas cuya operación determina las circunstancias de cada lapso vital o de cada etapa del viaje. A cada nueva encarnación, traemos con nosotros la cosecha de experiencia proveniente de vidas anteriores, y también capacidades latentes en espera de ser cultivadas. Causas que se han puesto en movimiento en existencias previas influyen sobre lo que encontramos en la actual. El alma escoge un determinado momento para nacer porque el diseño astrológico se adecua a las experiencias que necesita tener en su estadio actual de crecimiento. En este sentido, toda la carta es una imagen de nuestro karma, tanto de aquello que hemos acumulado como resultado de acciones pasadas como de lo que necesitamos despertar para seguir avanzando. Más específicamente, la Duodécima casa nos muestra "lo que traemos" del pasado, y que actuará en esta vida ya sea en la columna de débito o en la de crédito de nuestra cuenta.
        Los emplazamientos difíciles en la casa Doce pueden indicar viejos "puntos de fricción" y energías que no hemos sabido usar en vidas anteriores, y que en ésta todavía necesitamos aprender a manejar con prudencia. Los emplazamientos positivos en esta casa sugieren que hay cualidades profundamente situadas que, en esta vida, nos servirán con ventaja como resultado del "trabajo" realizado sobre ellas en el pasado. En relación con esta teoría, algunos astrólogos dicen que la Doce es la casa de la "propia salvación o de la propia perdición". Por ejemplo, si en esta casa se encuentra Marte o Aries, podría ser que el egoísmo, la impulsividad o la temeridad hayan sido un problema en el pasado, y una continuación de semejante comportamiento podría ser causa de una "caída" en la vida presente. Por otra parte, una casa Doce con Marte bien aspectado sugiere que las cualidades positivas de Marte, tales como el coraje, la fuerza y la sinceridad, ya han sido aprendidas y que apoyarán al nativo en momentos difíciles, pasando a primer plano precisamente cuando sean más necesarias. Cuando los aspectos de los emplazamientos en la casa Doce son mixtos, el efecto de ese planeta o esa energía está de alguna manera en la balanza, como si nos viéramos sometidos a una prueba de cómo manejamos ese principio. Si lo usamos con prudencia seremos recompensados; si nos descontrol amos con el planeta o con el signo en cuestión, es probable que las consecuencias sean graves.
        Ya sea que nos refiramos al "efecto umbilical" o a la teoría del karma y de la reencarnación, los emplazamientos en la casa Doce describen influencias que han descendido hasta nosotros por obra de causas y fuentes que evidentemente no podemos recordar ni 'ver. Por mediación de la casa Cuatro, de agua, heredamos o conservamos vestigios de nuestro pasado ancestral. En la Doce es posible que estemos receptivos a la influencia de una reserva de memoria aún más vasta, que Jung llamaba el inconsciente colectivo: la memoria entera de la raza humana en su totalidad. Jung definió el inconsciente colectivo como "la condición previa de cada psique individual, así como el mar es el portador de cada ola". En cierto modo, tal como lo demuestra la casa Doce, cada uno de nosotros esta, ligado al pasado y es portador del recuerdo de experiencias que van mucho más allá de lo que personalmente hemos conocido.
        Sin embargo, además del residuo del pasado, el inconsciente colectivo alberga también los potenciales latentes que esperan que echemos mano de ellos. Colin Wilson escribe que "es probable que la mente inconsciente incluya todo el pasado del hombre, pero incluye también su futuro". La mente inconsciente es algo más que un mero receptáculo de pensamientos, impulsos y deseos reprimidos o sepultados; es también la fuente de "potencialidades de conocimiento y experiencia" con las cuales el individuo aun' no ha entrado en contacto. Dicho de otra manera: en la casa Doce se encuentra tanto nuestro futuro como nuestro pasado.
             Algunas personas con emplazamientos en la Duodécima casa sirven como mediadores y transmisores de imágenes universales, míticas y arquetípicas que pertenecen al nivel del inconsciente colectivo. En diverso grado, ciertos artistas, escritores, compositores, actores, líderes religiosos, sanadores, místicos y profetas actuales conectan con este ámbito y se convierten en vehículos que transmiten a otros la inspiración de lo que ellos han "sintonizado". Pulsan el acorde adecuado, que resuena entonces con algo que hay dentro de nosotros y nos permite compartir su experiencia. Hay numerosos ejemplos de cartas con emplazamientos en la casa Doce que ejemplifican este fenómeno: el compositor Claude Debussy, que tenía en esta casa la sensualidad de Venus; William Blake, con la imaginativa y sensible Luna en Cáncer el poeta Byron, que con su manejo lúdico y expansivo de la palabra, la rima y la forma fortaleció todo el movimiento romántico, tenía a Júpiter en Géminis en la casa Doce, y el visionario Pierre Teilhard de Chardin, con el sol, Neptuno, Venus, Plutón y la Luna reunidos en la misma casa Doce, son otros tantos casos que lo demuestran.
        Es como si las energías de la Duodécima casa no estuvieran destinadas a ser usadas con fines exclusivamente personales. Quizá lo que se nos pide sea que expresemos ese principio en interés de otros y no solamente en el nuestro. Por ejemplo, es probable que quien tenga a Marte en esta casa asuman el papel de ser quien libra una batalla o defiende una causa en nombre de otras personas. En este sentido, es como si cediéramos nuestro Marte, o se lo "ofrendásemos", a otros. En esta misma casa, es posible que Mercurio enuncie lo que otra gente piensa o se convierta en portavoz de sus ideas.
        Hay personas que, por mediación de los emplazamientos en la casa Doce, llevan lo que podríamos llamar una "vida simbólica", es decir, que los problemas de su vida individual reflejan las tendencias o los dilemas existentes en la atmósfera colectiva. Por ejemplo, el Mahatma Gandhi, con el Sol en Libra en la Doce, se convirtió, para millones de personas, en la encarnación viviente del principio libriano de la coexistencia pacífica. Hitler tenía en esta casa a Urano, que lo condicionó especialmente para abrirse a ideologías que en aquel momento pueden haber estado en el aire. Bob Dylan tiene a Sagitario en la cúspide de la casa Doce, y a Júpiter -su regente- en la Quinta, que es el sector de la carta que se relaciona con la expresión creativa. Gracias a su música, Dylan fue a la vez el portador y el inspirador de muchas de las tendencias contraculturales de la década de los años sesenta. En una región de Inglaterra donde apenas si hay gentes de color, nació y se crió una mujer negra con Urano en Cáncer en la casa Doce. Al tener que integrarse en la vida de la ciudad estaba no sólo resolviendo su propio dilema, sino también luchando por la causa de muchos otros negros.
        A la Duodécima casa se la ha llamado la casa de los "enemigos secretos" y "de las actividades entre bastidores". Esto se podría tomar literalmente, en el sentido de personas que conspiran o traman algo en contra de nosotros. Sin embargo, es más probable que tenga que ver con las debilidades o fuerzas que se ocultan en nosotros mismos y que sabotean la realización de nuestras metas y objetivos conscientes. En pocas palabras, que los impulsos y compulsiones inconscientes que aparecen en los emplazamientos en la casa Doce pueden desviarnos del logro de nuestros objetivos conscientes. Por ejemplo, si un hombre tiene a la Luna y Venus en la casa Séptima, eso crea una fuerte urgencia de relación íntima con otra persona. Pero si el mismo nativo tiene también a Urano en la casa Doce, el hecho nos lleva a pensar que, inconscientemente, puede haber un deseo tan intenso de libertad e independencia que lo lleve a sabotear, sin darse cuenta, cualquier intento de establecer vínculos que lo limiten. Generalmente, cuando se produce algún conflicto entre objetivos conscientes e inconscientes, el que gana es el inconsciente. En este caso, es probable que el sujeto sólo se sienta atraído habitualmente por mujeres que, por no ser libres, no pueden casarse, o que por alguna razón no están dispuestas a responder favorablemente a sus propuestas. De esta manera, la compulsión inconsciente a mantener la independencia (Urano en la casa Doce) puede triunfar sobre las necesidades más conscientes. Si tenemos conciencia de las urgencias que llevamos dentro, podemos hacer algo por alterarías y regularlas, si ése es nuestro deseo. Si hay ciertas tendencias o impulsos de los que no tenemos conciencia, ellos tendrán su propia manera de dominarnos y controlarnos. Aquello de lo que no tenemos conciencia en nosotros mismos tiene especial habilidad para cogernos por la espalda y acertarnos con un golpe en la cabeza. Por eso, si pese a todo nuestro empeño hay algún objetivo consciente que sigue estando continuamente bloqueado, haríamos bien en buscar en la Duodécima casa algún indicio del porqué son así las cosas.
        La vinculación de la casa Doce con las instituciones tiene sentido a la luz de las diversas connotaciones de esta casa que hemos visto hasta ahora. La Doce muestra lo que está oculto o entre telones, tal como lo están, en parte, los hospitales y las prisiones, lugares donde se "aparta" a ciertas personas de la sociedad. Es posible que quienes tengan emplazamientos difíciles en esta casa se "desmoronen" bajo la presión de la vida, o que caigan presas del poder de complejos inconscientes que, al emerger a la superficie, los pongan ante la necesidad de ser atendidos y contenidos. A otros se los "confina" porque se los considera peligrosos para el bienestar de la sociedad. En cualquiera de estos casos a estas personas se les impone la voluntad de una autoridad superior, en congruencia con el principio de la casa Doce de que el individuo se somete a algo mayor que el sí mismo. Es probable que la hospitalización, o un período de reclusión y apartamiento de la vida, sea necesaria para restablecer el equilibrio físico y psicológico, con lo que la persona vuelve a estar entera: otro de los principios de la Duodécima casa. Las experiencias en orfanatos, hospicios y hogares para disminuidos también aparecen por mediaci6n de la casa Doce.
        No es excepcional encontrar gente que tiene emplazamientos en esta casa trabajando en ese tipo de instituciones. Servir a otros menos afortunados que uno es la expresión práctica de la compasión y la empatía que confiere la casa Doce. La Iglesia, las diversas organizaciones de caridad o la vida monástica serán otras esferas capaces de absorber a las personas que sientan que su vocación es sacrificar o dedicar su vida a Dios o al bienestar de sus semejantes. Los reencarnacionistas creen que mediante la buena voluntad y esta clase de servicio es posible borrar el "mal karma" del pasado.
        Como ya se dijo, la casa Doce da acceso al archivo de la experiencia colectiva que va pasando de generación en generación. Por eso no es sorprendente la frecuencia con que los encargados de ese tipo de archivos, es decir, las gentes que trabajan en bibliotecas y museos, tienen emplazamientos en la casa Doce.
        Sería impropio que nos refiriésemos a esta casa sin volver a mencionar las investigaciones realizadas por Michel y François Gauquelin, quienes al analizar las carreras de deportistas de éxito encontraron una correlación con Marte en el sector de la Duodécima casa de la carta. De modo similar, los médicos y los científicos tienden a tener en ella a Saturno, los escritores a la Luna y los actores a Júpiter. De acuerdo con estos estudios, parece que los planetas que se encuentran en la casa Doce (y en cierta medida, en la Novena, la Sexta y la Tercera) determinan significativamente el carácter y la profesión del nativo. Esto sorprendió a muchos astrólogos, que suponían que los emplazamientos en la Primera o en la Décima casa debían ser más fuertes en este aspecto.
        Sin embargo, cabe preguntarse si estos hallazgos son a tal punto sorprendentes a la luz de lo que sabemos de la Duodécima casa. Si hay una urgencia por "entregar" a otros cualquier cosa que acierte a estar en la casa Doce, lo que se infiere es que podríamos hacer nuestra carrera a partir de los principios que en ella se encuentran. Además, si esta casa indica las energías de la atmósfera colectiva a las cuales somos más sensibles, es probable que las reflejemos en nuestro carácter y en nuestra expresión. Los deportistas captan la necesidad colectiva de competir y de ser los primeros (Marte); los escritores sintonizan con la imaginación colectiva (la Luna), y los científicos sirven a la necesidad colectiva de clasificar y estructurar (Saturno).
        Puesto que la casa Doce se relaciona con la reconexión a algo numinoso y divino, es dable que un individuo tenga la vivencia de un planeta emplazado en esta casa como la clave de -o la senda hacia- la grandeza y la trascendencia de sí mismo. Naturalmente, en ese caso querrá cultivar esa influencia. En algún nivel, cada uno puede creer que las puertas del cielo se le abrirán si se destaca en el principio, sea el que fuere, que tenga en la Duodécima casa. La profunda ansia de totalidad e inmortalidad que existe en todos nosotros es el acicate que nos motiva para los logros alcanzados por mediación de los planetas en la casa Doce.
        En algunos casos, la acentuación de la casa Doce contribuye a la falta de una identidad clara y condiciona una vivencia de nebulosidad, una vida de desorientación en que la persona se siente una víctima abrumada por las tendencias y los movimientos inconscientes que hay en la atmósfera, y por un sentimiento desvirtuado del valor del sufrimiento y del sacrificio de sí. Por otra parte, el concepto -característico de esta casa- de renunciar al sentimiento de ser una entidad separada da origen a una empatía y una compasión auténticas, a un espíritu de servicio desinteresado, a la inspiración artística y, en última instancia, a la capacidad de fusión con el gran todo.
        Un viejo relato nos muestra el lado positivo de la casa Doce. A un hombre lo autorizan para visitar el Cielo y el Infierno. En el Infierno ve una gran reunión de personas sentadas alrededor de una mesa larga, puesta con toda clase de manjares deliciosos. Y sin embargo, todos aquellos desdichados se mueren de hambre. El visitante no tarda en descubrir que la razón de tan lamentable estado es que les han puesto cucharas y tenedores que son más largos que sus brazos y, como resultado, no puede llevarse la comida a la boca. Después, el hombre es admitido al Cielo. Se encuentra con la misma mesa tendida, con los mismos cubiertos excesivamente largos. Pero en el Cielo, en vez de tratar de alimentarse, cada persona usa su cuchara o su tenedor para dar de comer a otra, de manera que están todas bien alimentadas y felices.
        Aun sin perder completamente nuestra propia identidad personal ni el sentimiento de nuestra peculiar individualidad, todos necesitamos experimentar y reconocer esa parte o aspecto de nosotros que es universal e ilimitado, y debemos reconocerlo y establecer contacto con él. En última instancia de lo que se trata es de nadar en las aguas de la casa Doce, sin ahogarnos en ellas.
        Empezamos por emerger de la matriz original de la vida, nos establecemos como entidades individuales y finalmente nos encontramos con que, después de todo, en realidad somos uno con el resto de la creación. Ya sea que por mediación de la Duodécima casa tengamos o no la vivencia consciente de nuestra conexión con el gran todo, es inevitable que nuestro cuerpo físico muera y se desintegre. Cuando el cuerpo muere, con él se extingue nuestro sentimiento de tener una existencia física separada. De una manera o de otra, regresamos al trasfondo colectivo del cual habíamos salido. Lo que allí había al comienzo, lo hay al final. Estamos de vuelta en el Ascendente, para volver a empezar en un nuevo nivel de la espiral. 





La duodécima fase de un ciclo es la de la preparación de un ciclo nuevo. Durante esta fase no es necesario estar hipnotizado por el pasado, por las cosas que están a punto de terminar, sino actuar con vistas al nuevo principio que estará bien pronto allí. Esta duodécima fase contiene todas las condiciones que se heredan de su propio pasado y del de su raza, de sus padres y de la humanidad todas las condiciones y no solamente los elementos negativos o limitantes. Es el suelo, producto del pasado, en el cual la simiente debe ser plantada. El suelo y la simiente son ambos producto del pasado. Pero, al nacer, tenemos el poder divino potencial de utilizar estas condiciones heredadas del pasado con fines nuevos. El Ascendente del tema simboliza este poder que es la Identidad verdadera de un individuo o en las progresiones y tránsitos, el símbolo de la capacidad de utilizar el planeta que acaba de pasar por una duodécima fase, en un nivel de actividad más significativo.
   Es pues en la Doce donde se decide consciente o inconscientemente si se desea o puede utilizar creativamente el pasado con un propósito nuevo, incluso si no se tiene aun' más que una idea muy vaga de la naturaleza de este propósito. Como dijo Rudhyar "La verdadera vida creativa es una síntesis constante del pasado y de futuro en un presente radiante la síntesis de recuerdos y de un objetivo por la intervención de un acto creador".
   No es necesario que el poder colectivo de los recuerdos ahogue el tono del nuevo ciclo, lo que ocurrirá si tan sólo se piensa en los significados negativos de la 12, presentados en los manuales corrientes. La actitud pasiva negativa frente a las experiencias de la 12, hace que el futuro nuevo ciclo no será más que una repetición del antiguo, en el mismo nivel de conciencia y de actividad, a pesar de algunos cambios superficiales.

Alexander Ruperti, pág. 199-200

La Rueda de la Experiencia individual



Si hay un fuerte acento en la 12, lo que hay que comprender sobre todo es la necesidad de conducir todo lo que se ha emprendido a una conclusión significativa, conclusión que trae consigo la fuerza de un nuevo comienzo. Por ejemplo hay que observar que cada día constituye un pequeño ciclo de vida, que cada experiencia deberá producir su cosecha de semillas, que cada reí ación humana puede terminarse en belleza o encubrir una significación profunda, SI se extrae y SI se comprende conscientemente el valor.
   Con un acento en la 12, hay que plantearse, constantemente, preguntas sobre el valor no solo social sino también personal y espiritual de lo que se hace, se siente y se piensa. A la larga hay que querer proyectar sobre el mundo un valor nuevo, pero también preocuparse de los resultados de esta proyección en la vida de los demás.
   No hay ninguna conclusión que no sea capaz de desvelar un significado y un valor (incluso las conclusiones que parecen más trágicas). El único fin trágico que se ve colmado de fatigas y de molestias, es un estado total de incomprensión.
   Al final de la experiencia de esta duodécima fase sólo el significado y el valor de lo que se ha vivido deben persistir. Que el ciclo se termine con una nota desgraciada o feliz, en la realización de un éxito o un fracaso, hay que aceptar lo que se es y estar dispuesto a actuar mejor en el futuro.
   La 12 no es pues una Casa donde se encuentra el karma y el apremio. Es también un dominio de realizaciones, símbolo del fin perfecto, preludio de mañanas más gloriosos. No dice si se va o no a conseguir ni si se van a dejar muchas cosas no realizadas al final de los pequeños y grandes ciclos de la vida. No dice si se es capaz o no de hacer frente a lo que se ha hecho o no se ha hecho, de aceptar su imperfección y volver a partir para un nuevo intento. Pero nos dice cómo cumplir perfectamente si se es capaz. Nos dice algo sobre la naturaleza de los recuerdos del pasado que nos atormentan, los dominios en que persisten estos recuerdos así como las experiencias no vividas y los problemas que parecen sin solución. Dice también cómo ingeniarse mejor con todos estos factores.

Alexander Ruperti, pág. 200-201
La Rueda da la Experiencia Individual



En la duodécima casa, el individuo consolida sus triunfos en la semilla de un nuevo ciclo de crecimiento, o afronta los resultados acumulados de sus fracasos.

Dane Rudhyar, pág. 148
Las Casas Astrológicas



En la Doce aprendemos que el individuo no vive en un vacío, que forma parte de un todo más grande. Lo que hacemos en la vida como individuos no es la única cosa que cuenta, Hay que tener en cuenta también la actitud de los otros y de la sociedad, con sus instituciones de cara a lo que se hace.

Alexander Ruperti, pág. 202

La Rueda de la Experiencia Individual



Transcender en la duodécima quiere decir que no se desea ya limitarse a los niveles biológicos y socioculturales de la existencia, sino que se desea, por un acto de voluntad y de valor espiritual, identificarse meditando constantemente, a una imagen o a un símbolo universal o al Ego.

Alexander Ruperti, pág. 202
La Rueda de la Experiencia Individual


Lo que la Duodécima casa natal indica es cómo uno podrá alcanzar la realización perfecta, si es que uno puede alcanzarla. No dice si uno la alcanzará o no. No dice si uno dejará o no muchos desechos y muchas cosas sin terminar al final del propio ciclo de vida o de cualquier ciclo más pequeño. No dice si uno podrá desechar o no sus propios fantasmas: desecharlos con una bendición y renovar valientemente la propia mente y la propia vida. Pero, ciertamente, dice algo sobre la naturaleza y la insistencia de los fantasmas con los que uno tiene que tratar; y da un cuadro general del subconsciente: el reino de los fantasmas y el de los restos de problemas que no se resolvieron o de experiencias que no se vivieron. Sugiere el mejor modo de que nos ocupemos de nuestros fantasmas y de los desintegradores productos del subconsciente.

Dane Rudhyar, pág. 157 Las Casas Astrológicas 





El signo de la duodécima cesa y todos los planetas que hay en ella podrá mostrarnos qué clases de emociones, necesidades y acontecimientos pasados Estamos reprimiendo.

Donna Cunningham
Guía Astrológica de Asesoramiento Personal




Las fuerzas que emanan de la Duodécima casa amenazan con inundar, socavar, disolver y desestructurar las fronteras del ego individual.

Howard Sasportas

Las Doce Casas




Sea lo que fuere lo que tengamos en la casa Doce, no esta allí para nuestro propio consumo: es frecuente que debamos y podamos usar esas energías para ayudar o servir a otras personas. 

Howard Sasportas



Lo mismo que en la Cuarta y Octava casa, en la Duodécima se da también la capacidad de actuar de manera encubierta o por razones que para los demás no son demasiado claras.

Howard Sasportas 



Cualquier principio que se encuentre en la Duodécima casa puede ser tanto nuestro sostén como nuestra ruina.

Howard Sasportas 



La casa Doce contiene tanto las semillas del futuro como los remanentes del pasado

Howard Sasportas



La casa Doce representa el mar colectivo del cual todos emergemos.

Howard Sasportas



Cualquier energía que se dé en la casa Doce está como en suspenso; la forma en que usemos ase principio puede ser el determinante del grado de sufrimiento o de gozo que encontremos en la vida.

Howard Sasportas



La Duodécima casa es el receptáculo del pasado y de todo lo que yace debajo de la superficie de la conciencia: sentimientos, pensamientos, imágenes de vidas pasadas. Es lo que nos ocultamos y ocultamos a los demás, y lo que surge dentro de nosotros, amenazándonos y enriqueciéndonos, cuando estamos solos... La Duodécima casa es un depósito dentro de nosotros, en el que residen nuestros demonios y nuestros ángeles interiores. Primero deberemos descender, a fin de ascender luego y tomar contacto con los ángeles, fuentes de nuestra inspiración creadora, de nuestra espiritualidad y de las expresiones más elevadas de amor y servicio a la humanidad.

Tracy Marks, pág. 15
Su Yo Secreto 



La Duodécima casa es tanto la del confinamiento como de la soledad, y puede indicar tanto confinamiento voluntario como involuntario, en algún punto del ciclo vital.

Tracy Marks

Su Yo Secreto



Los planetas que están en la Duodécima casa, al igual que los planetas retrógrados, señalan energías que se vuelven más bien hacia adentro que hacia fuera.

Tracy Marks



Si usted se interroga acerca de cuáles fueron las prohibiciones que prevalecieron durante su niñez -las cuales eran puestas en vigor de manera patente o latente- es probable que descubra que muchas de ellas se relacionan con las energías de su Duodécima casa.

Tracy Marks, pág. 28-29

Su Yo Secreto


Se puede decir de cualquier planeta emplazado en la casa doce que es un poderoso componente de la psique de la familia, algo que no ha sido adecuadamente tratado. Para la persona que tiene planetas en la casa doce, éstos pueden pasar de ser "enemigos ocultos" a transformarse en "recursos ocultos", si es capaz de llevarlos a la conciencia y aprender a trabajar con ellos. Pero esto implica ponerse a trabajar con problemas psicológicos anteriores al propio nacimiento.

Liz Greene, pág. 107
Los Planetas Exteriores



El lado autodestructivo de la casa doce se origina en la incapacidad, la renuncia, la falta de valor o lo que sea, que nos impide integrar el material que esta casa guarda. Un planeta en la case doce es como una espada de doble filo: nos permite matar dragones, paro con ella también podernos suicidarnos.

Richard Idemon, pág. 243
Astrología de las Relaciones


La casa doce es un gran armario psíquico, y si nos fijamos en ella veremos lo que está oculto detrás de nuestra máscara. Como normalmente nos resistimos a integrar o aceptar lo que hay en nuestra casa doce, tendemos a proyectar esas características sobre otras personas, o bien, en nombre de la totalidad y la integridad, las atraemos hacia nosotros por mediación del tipo de personas con quienes establecemos relaciones (...) cualquier signo o planeta que esté en la casa doce indica qué tipo de cosas tomamos o sacamos del inconsciente colectivo. Como cualquier cosa que provenga de él tiende a expresarse de manera arquetípica, mítica y exagerada, podríamos tener dificultades para integrarla en la identidad de nuestro yo de todos los días. Esta es otra razón por la cual los planetas emplazados en la doce (o el planeta que rige el signo que está en esta cesa) representan a menudo energías o características que proyectamos sobre los demás o que atraemos por medio de alguien cercano a nosotros.

Richard Idemon, pág. 232
Astrología de las Relaciones


Los planetas y signos de nuestra duodécima casa pueden señalar aquellas experiencias que dan pábulo a nuestras ansiedades y temores más profundos, vulnerables e inseguros en función de esas energías tememos que las viejas heridas se estimulen, que nuestros egos dañados queden al descubierto, que el sentido del ser que de fuera de control y sea dominado por partes nuestras que nosotros y los demás condenamos y que podríamos condenar otra vez. Nuestro represor interior -el guardián de la puerta de nuestra duodécima casa- nos defiende ardientemente del dolor y de la ansiedad de volver a experimentar las heridas de nuestra duodécima casa.
   El Sol en nuestra duodécima casa teme especialmente a la humillación, el quedar al descubierto y a la pérdida de la autoestima. La Luna en nuestra duodécima casa siente terror a la ansiedad, la vulnerabilidad y la dependencia. Mercurio es aquí sensible acerca de nuestras aptitudes mentales y verbales; y Venus, acerca de nuestro apego al dinero y a los bienes materiales, y a nuestra capacidad para dar y recibir amor. Marte en nuestra duodécima casa se defiende contra experiencias dolorosas que impliquen hacerse valer, ira, control de los impulsos, sexualidad y capacidad física. Nuestro Júpiter teme la confrontación con nuestros modos de ser en los que hay excesos, desenfreno sexual, esperanzas y expectativas, creencias filosóficas y religiosas.
   Saturno en nuestra duodécima casa teme la incompetencia y la competencia en el trabajo, el aislamiento, el rechazo, el abandono y la depresión. Urano está aquí inquieto en función de excentricidad, inconformismo, inconfiabilidad y señales de locura o genialidad. Neptuno en la duodécima casa teme dejar al descubierto sus muy arraigadas vulnerabilidades, sus inspiraciones espirituales o creadoras, sus ideales y fantasías. Finalmente, Plutón en nuestra duodécima casa se aterroriza ante sus oscuras energías prístinas: sus deseos, pasiones, destructividad, afán de poder y preocupación por la muerte.
   Sólo podremos trascender estos temores reconociéndolos, experimentándolos y haciéndoles frente. Unicamente si abrimos las heridas del pasado podremos curarnos y descubrir nuestros recursos ocultos. Sólo podremos desarrollar nuestros egos verdaderos experimentando la ansiedad de separarnos de nuestros padres "internalizados" y negándonos a representar los "libretos" del pasado. Entonces si, probablemente, haremos las paces con nosotros mismos, pues sólo entonces tendremos los egos con los que podremos hacer las paces.


Tracy Marks, págs 209-210-211
Su Yo Secreto


La duodécima casa significa negativamente la desaparición de nuestros ideales sociales y de nuestras esperanzas: un cuestionamiento personal sobre el significado de la vida. Nuestros sueños e ilusiones, encarcelados, nos mantienen confinados hasta que surgimos con una nueva visión, o somos obligados a retroceder, a oscuras, entrando en un nuevo ciclo de esclavitud. O significa el capitulo final de un periodo bien vivido y la transición hacia un nuevo nacimiento en un nivel superior de la personalidad, cuyos cimientos habrán sido nuestra labor altruista en favor de la sociedad y de nuestros amigos, inspirada como estaba por ideales nobles y magnánimos.

Dane Rudhyar, pág. 196
Astrología de la Personalidad


Quien tiene planetas en la duodécima casa, se siente enjaulado, encerrado y encarcelado por la vida terrena. Le es difícil someterse a las normas del camino, y vivir de acuerdo con ellas. El enemigo está dentro de esa persona. La opción, tan íntimamente vinculada con la duodécima casa, es nuevamente: “Sirve o sufre”. Ahí hay que optar. Sólo mediante servicio. y disolución de la voluntad personal, el individuo se verá libre de usar negativamente cualquier energía en la duodécima casa.

Isabel M. Hickey, pág. 335
Astrología Espiritual 


Un posible efecto del hecho de tener uno o varios planetas en contacto con la casa Doce es una especie de intrusión con ofrecimiento de ayuda. Es como si estas personas usaran su capacidad de ayudar para ponerse a prueba a sí mismas, o para proveerse de una cierta identidad. Para ser más precisos: al imponer su ayuda a alguien tienen una buena ocasión de influir en los demás, de hacer que les deban favores o de ponerlos en una situación de dependencia, todo lo cual halaga su ego. A quienes reciben tales atenciones no les resulta fácil decir qué es lo que está pasando, pero lo que verdaderamente se insinúa es suficiente para que adivinen qué es lo que se oculta bajo la superficie. A este proceder se lo tacha a veces de solapado, pero erróneamente, porque para la gente de la casa Doce es difícil ver a través de su propio comportamiento si desde su niñez han tenido que luchar con ambigüedades (como es el caso cuando las palabras de quienes cuidaban de ellos eran desmentidas por sus actos), o si les falta confianza en sí mismos debido a su situación o a la poca fiabilidad de los padres. Es probable que necesiten años para recuperarse de ese mal comienzo, pero son capaces de cambiar de verdad. 

Karen Hamaker-Zondag, pág. 86-87

La Casa Doce



Un sentimiento de unidad con los demás es una de las cualidades de la casa Doce que podemos emplear activamente con diversos planetas cuando están allí emplazados.

Karen Hamaker-Zondag
La Casa Doce



La casa Doce se refiere al aislamiento y la entrega, a la disolución de la personalidad.



Ultima en el círculo y escondida detrás del Ascendente o comportamiento externo, la Casa XII simboliza tanto los finales como los inicios. Es el final porque representa el sacrificio que, eventualmente, se debe hacer de la personalidad consciente como una unidad aislada. Desde un punto de vista más recóndito, representa el principio porque se refiere a aquellas causas del pasado que, operando a partir del nacimiento y por debajo del nivel consciente, nos arrastran a unas situaciones en las que nos vemos obligados a perdernos y morir para renacer en la conciencia del grupo.

Liz Greene, pág. 36

Saturno


“Cualquier planeta situado en la Duodécima casa es difícil de llevar a la conciencia. Por este motivo, las energías que emanan de la Casa XII pueden originar problemas debido a nuestra ignorancia con respecto a la naturaleza de los planetas allí situados y, es muy probable, que éstos problemas no podamos ni tan siquiera “nombrarlos” por lo que difícilmente podremos nosotros solos resolverlos.”

F. S.



La casa doce es el armario cósmico, porque contiene el material que todavía no está a punto para entrar en la conciencia, o bien que constituye una amenaza para la máscara, para el Ascendente. De hecho, podemos comprobar que cuando caemos en nuestra casa doce, cuando tenemos una vivencia de ese material inconsciente que está suprimido en ella, la máscara se nos hace trizas, igual como nos pasa cuando logramos entrar en la casa siete y entendemos verdaderamente nuestras proyecciones.

Richard Idemon, pág. 242
El Hilo Mágico




Cualquier energía que se dé en la casa Doce está como en suspenso; la forma en que usemos ese principio puede ser el determinante del grado de sufrimiento o de gozo que encontremos en la vida.

Howard Sasportas
Las Doce Casas


En la Casa XII, la experiencia de estar mezclados con la vastedad de la psique colectiva requiere una respuesta de agua. Se nos pide que soltemos esas cosas por las que nos hemos identificado como individuos separados, para poder sentir lo que siente la humanidad en su conjunto. La cocina de la Casa XII disuelve los límites que nos costó tanto trabajo conseguir en la VI. Nos perdemos en la experiencia de la unidad de la psique colectiva (...) La XII es la vida de la psique colectiva, incluida su herencia del pasado. (...) la herencia ancestral, que se extiende más allá de los padres, hasta las raíces nacionales, raciales y religiosas de donde proviene la familias.

Liz Greene
Urano en la carta natal, pág. 130-131


La Casa XII se relaciona con la herencia, aunque en un plano muy sutil. pensamos en la herencia como algo genético o material; no solemos hacerlo en términos de herencia de dioses, de patrones arquetípicos o de conflictos psíquicos.

Liz Greene
Urano en la carta natal, pág. 134


La Casa XII es una de las casas relacionadas con la colectividad.

Liz Greene

El carro de Apolo, El significado del Sol astrológico, página 76


La casa XII está relacionada con los sueños colectivos, deseos y anhelos de redención.


Liz Greene
El carro de Apolo, El significado del Sol astrológico, página 77


La casa XII nos devuelve de golpe a nuestras raíces sociales, raciales y religiosas.

Liz Greene


Todos los planetas en la casa XII finalmente acaban saliendo de ella. Transitan sobre el Ascendente en los primeros días o meses de vida, y la Luna tarda apenas dos días en hacerlo, al final. Incluso si un planeta está retrógrado en la XII, puede ponerse directo por arco solar, o las cúspides de las casas progresadas acaban ubicándolo en la XI. En cierto sentido, siempre hay un movimiento hacia la luz, una urgencia de expresar la individualidad de forma directa y muy visible. Incluso cuando el Sol traspasa la línea del Ascendente, siempre deja el pasado tras él, dado que su viaje comenzó en la casa XII.

Liz Greene

El carro de Apolo, El significado del Sol astrológico, página 82