LA FUNCION INFERIOR
POR RICHARD IDEMON



Una función que falta es aquella en la que no hay ningún planeta. Lo que tiende a pasar en este caso es que en un nivel u otro se siente una gran carencia interna. Es algo que en muchos sentidos actúa psicodinámicamente como un planeta aislado, pero con una diferencia. El planeta aislado, por lo menos, tiene un lugar donde centrarse, porque allí hay una entidad. Hay planetas que están en unas casas, hay energías psicodinámicas, hay un lugar al que pueden ir, por más exagerado que estén. En cambio, una función que falta dice: "¿A dónde voy para colocar esto? No parece haber ningún lugar donde "engancharlo" (...)
        Las funciones inferiores, los planetas aislados y las funciones que faltan se reúnen en lo que llamamos mecanismos de defensa psicológicos. ¿Qué es lo que invocamos para que nos ayude a enfrentarnos con estas carencias, estos dominios que nos hacen sentir terriblemente incómodos? Yo utilizo cinco de estos mecanismos de defensa: la negación, la represión, la proyección, la sublimación y la compensación. (A esta última nos referiremos a veces como "sobrecompensación", pero para lo que aquí nos interesa, son términos equivalentes.)
   La negación dice que voy a enfrentarme con esto negándome incluso a reconocer su existencia: "¿Qué Neptuno? No sé de qué me estáis hablando", "¿Qué rabia? No sé a qué te refieres. Yo nunca me enfado". Es decir que la negación es una negativa radical a admitir la posibilidad de que semejante energía arquetípica exista siquiera.
La represión va un paso más allá, en lo que se refiere a la toma de conciencia. Esto es lo que dice: "Sí, yo sé lo que me pasa por dentro, pero no lo voy a dejar salir porque es peligroso". La negación y la represión tienen dos cosas en común. Tienden a manifestarse con mayor gravedad en el mundo de los acontecimientos o en la salud física. Permitidme que explique lo que entiendo por acontecimientos. Todos sabemos que los sueños simbolizan nuestro proceso interior, es decir que son simbólicos. Comprendemos que la mayor parte de lo que soñamos no es literal. Si sueño que me como una casa con mi madre dentro, no me lo tomo al pie de la letra ni pienso que probablemente quiera comerme el chalet de ladrillos rosados y a mamá al mismo tiempo. Uno aprende a ver los sueños simbólicamente. Yo veo de la misma manera lo que sucede cuando estamos despiertos. Los acontecimientos son simbólicos, como los sueños. Ya lo dijo Calderón: "La vida es sueño". El mundo de los acontecimientos es un sueño, de la misma manera que lo es el mundo de nuestro sueño nocturno. Debemos considerar lo que nos pasa de forma simbólica: "¿Qué significa metafóricamente esto, para mí y para mi proceso?". Así pues, la negación y la represión con como un grave estreñimiento psicológico que termina por estallar bajo la forma de problemas físicos o psíquicos, o bien como lo que llamamos "acontecimientos". El coche se estrella, la casa se nos quema hasta los cimientos... De alguna manera, nosotros lo invocamos, lo atraemos en cierto modo del universo o del colectivo.
        La proyección dice: "Me doy cuenta de que esto está sucediendo, pero no lo hago yo, lo haces tú". O bien: "Sí, admito que lo hago, pero es porque tú me obligas a hacerlo". Una vez le dije a un cliente: "Parece estar siempre muy enojado". El me respondió: Sí, pero es porque todo el mundo me resulta exasperante. ¿Por qué me irritan todos de esa manera?". La proyección se da tanto en un sentido positivo como negativo. A menudo proyectamos cosas al exterior de manera positiva, con el deseo de "importar" material del cual nos sentimos carentes, pero cuando nos lo hemos traído a casa y deshacemos el paquete, es probable que no nos guste demasiado. Este es el motivo, y de modo muy interesante, de que en la sinastría sean las funciones inferiores las más psicodinámicas en lo que se refiere a mostrarnos hacia qué nos vemos compulsivamente atraídos. Por ello queremos "importar" el material de esa otra persona, pero cuando volvemos a casa y lo miramos, retrocedemos horrorizados. Es el caso del hombre a quien le gustan las mujeres dulces, pasivas y desvalidas, porque hacen que él se sienta fuerte. También podemos proyectar cosas sobre el colectivo, "toda esa gente de ahí fuera". Quizás aquellos a quienes les falta la función de tierra se obsesionen con la sensualidad ajena, con "toda esa gente que sólo pies en el sexo" o "todos esos materialistas que andan por ahí". Y "toda esa gente" tanto puede ejercer una atracción enorme sobre ellos como parecerles repulsiva.
        Esto nos lleva a un importante concepto. Las cosas tienen tendencia a convertirse en sus opuestos. Hay un vacío producido por aquello que nos falta en la carta natal. Es algo que nos atrae; empezamos por atraer a nuestro opuesto, y después surge una necesidad interior de convertirnos en ese opuesto, de incorporárnoslo. Y una de las formas de hacerlo son nuestras relaciones de amor erótico. Todos conocemos ese tipo de relación tan intensamente apasionada que no podemos vivir sin esa persona... ni con ella. La situación tiene un matiz compulsivo, que no nos deja saber si lo que queremos es besarla o morderla. Es un tipo de relación que, en un nivel u otro, suele estar basada en una proyección de las funciones inferiores. Lo que sucede muy a menudo es que cuando una de las personas reclama su función inferior, la relación empieza a deteriorarse, porque al romperse el contrato, el equilibrio desaparece.
        La sublimación dice: "sí, reconozco que tengo esta energía, pero no quiero dejarla fluir por donde ella quiere ir, sino que la encauzaré por donde yo quiero que vaya". Así, por ejemplo, un sacerdote católico dice: "Sí, reconozco que tengo deseos sexuales, pero como eso no es aceptable en el marco de la Iglesia, me enfrento a ellos mediante la oración, la enseñanza y las buenas obras". Todos podemos sublimar la energía. Una persona que prefiera el estilo oriental, meditará, hará yoga, y así no dilapidará su kundalini ni su esencia vital. Está bien tener los sentimientos, pero no permitirles aflorar ni expresarlos; hay que encauzarlos en otra dirección. Muchos psicoterapeutas subliman sus propios problemas psicológicos en su práctica profesional.
        La compensación dice, en algún nivel interior: "Tengo tanto miedo de ser incapaz de funcionar en este ámbito que me voy completamente al otro extremo, y me dedico a ello en exceso. En mayor o menor grado, temo perderme algo debido a esta carencia, y siempre me siento inseguro. Entonces me voy totalmente en la dirección opuesta y termino por dedicarme en exceso a ese campo". Es una compensación por reacción.
        Por ejemplo, si no tengo ningún planeta en signos fijos, me vuelvo yo mismo excesivamente "fijo", que fue de hecho lo que le sucedió a Elizabeth Barrett Browning, que durante doce años estuvo inmovilizada por una parálisis histérica que la mantuvo atada a un sofá. Las piernas no le respondían, no podía hacerlas funcionar..., pero se levantó con bastante rapidez del sofá cuando conoció a Robert Browning. ¿Y por qué no quería levantarse del sofá? Porque estaba atada a su padre por una relación de amor y odio, y él la necesitaba. Su madre murió, y en cierto sentido, ella se convirtió también en la mujer de su padre. Abandonarlo era salir de ese territorio básico, huir de él. Ella sabía que tenía que dejarlo para sobrevivir. Si se quedaba, se moriría; si se iba, se moriría. Y no podía resolver el dilema. ¿Cómo lo consiguió? La función que le faltaba vino en su auxilio, y ella sintió que su problema se había resuelto. Si no podía caminar, ¿cómo podría dejar a su padre? Y su padre, ¿qué decía? "Oh, mi pobre, encantadora y desvalida hija, te tendré aquí conmigo para siempre." Y así se convirtió en el ogro que guardaba la puerta para ahuyentar a todos los hombres, porque ella era tan frágil, desvalida y vulnerable que necesitaba su protección.
        Quizá os preguntéis si se puede mirar una carta y ver cuáles son los mecanismos de defensa que utiliza esa persona. Pues no, no es posible. Estamos continuamente en proceso, y todo eso cambia a lo largo de la vida. Podemos echar mano de varios mecanismos al mismo tiempo. ¿Y acaso hay alguien que esté tan perfectamente integrado que no los utilice? No. Cuando nos vemos sometidos a una gran tensión, recurrimos a la regresión. Lo hacemos tanto personalmente como colectivamente. También las sociedades lo hacen cuando se ven sometidas a una gran tensión. Y si no os lo creéis, ahí tenéis a Alemania y a Hitler y todo lo que sucedió. Cuando estamos sometidos a una gran cantidad de tensión, regresamos a la forma básica en que aprendimos a funcionar, y cualquier mecanismo de defensa puede aparecer inesperadamente.
        La negación y la represión configuran una situación muy grave, que requiere la intervención de un terapeuta con la formación adecuada, y es aquí donde el astrólogo tropieza con problemas, porque dice: "Bueno, yo sólo le expliqué lo que veía en su carta". Pero si la persona no está preparada para oír esas cosas, se dará un diálogo de este estilo:
        -No, ¡yo no hago caso!
        -Tú tienes una gran cantidad de energía sexual, con la Luna y Marte en conjunción con Plutón en la casa cuatro; tienes sentimientos edípicos hacia tu madre -insiste el astrólogo.
        -No, qué va!
        -Claro que sí, se ve aquí mismo, en la carta. Aunque los suprimas, ahí están.
        La negación y la represión son señales de advertencia. La persona se está enfundando la armadura porque hay algo tan frágil en su interior que no es capaz de afrontarlo. Por eso, es necesario que quien quiera dedicarse a la práctica de la astrología se someta a terapia y reciba formación psicológica para poder enfrentarse a este tipo de problemas cuando se le presenten.
        Las proyecciones son más fáciles de ver. ¿Por qué? Porque todos tendemos a proyectar en nuestras relaciones. Lo que no vemos es que eso tenga algo que ver con nosotros, y decimos: "¿Cómo puede ser que yo siempre me encuentre con hombres tan infantiles?": O bien: "Siempre me tocan mujeres dominantes y devoradoras, y no veo que yo tenga algo que ver con eso, así que, por favor, examine mi carta y explíqueme la razón". El astrólogo tradicional le diría a una persona así que no es raro que haya mujeres dominantes en su vida, ¡teniendo a Marte en conjunción con Saturno en la casa siete! Pero eso, a ese hombre, ¿qué le diría? Pues, no mucho.
        A primera vista, parece un poco más fácil convivir con la sublimación y la compensación, porque apuntan a cualidades que son aceptables en nuestra sociedad, en la que prima el logro. Empecemos por señalar que nuestra religión predominante, el cristianismo, predica la sublimación. El propio San Pablo, que fue en realidad el fundador de la Iglesia cristiana, dijo: "Lo mejor es que, como yo, os arregléis sin ello (aludiendo a la sexualidad y el matrimonio), pero vale más casarse que abrasarse". El prefería la sublimación. Vivimos en una sociedad que, además de fomentar la sublimación, es capitalista, estimula el logro individual y favorece la compensación. O sea que la persona que ha aprendido a sublimar y compensar cuanta con un gran apoyo de la sociedad y de sus amigos. "Qué bien, te has comprado un nuevo apartamento, estupendo", "¿Has conseguido perder cinco kilos más, señorita Anorexia? ¡Fantástico! Ahora te verás mucho más moderna", "Ganas más dinero. Has tenido otro éxito. Has batido un nuevo récord. ¿Vas a dar otra conferencia? ¡Qué maravilla! Supongo que ya estarás preparando la próxima". ¿Qué sucede entonces con la persona que tiende a sublimar o compensar cuando ya no puede hacerlo? Los niños de mamá crecen y se van de casa y el marido se le muere. El hombre que compensa mediante sus logros y triunfos en los negocios, ahora ya tiene sesenta y cinco años y lo obligan a jubilarse. No puede seguir siendo el señor Ejecutivo. Beethoven se queda sordo; el poeta se queda ciego; el artista pierde la vista. Entonces, ¿qué sucede? El castillo de naipes se desmorona. Cuando el mecanismo de compensación o sublimación falla, aparece la crisis.


  


LA TIERRA COMO FUNCIÓN INFERIOR



Cuando la tierra es la función inferior, eso significa que la persona tendrá que afrontar algún tipo de problemas con el soma, es decir, con el cuerpo. La sexualidad y la sensualidad se convierten en un problema, así como la comida, el contacto físico y toda clase de gratificación oral. La satisfacción oral es el centro de placer fundamental del elemento tierra, y yo lo llamo "el centro de Tauro". Gira en torno al hecho de recibir, del trato con el dinero, los objetos, las cosas, la tierra, los árboles, la naturaleza y la realidad, por lo menos con la realidad entendida en función de las cosas que nuestros cinco sentidos básicos pueden ver, oler, oír, tocar y saborear. ¿Cómo se enfrenta una determinada persona con todo este material? A priori, no lo sabemos. ¿Negándolo, proyectándolo, sublimándolo, compensándolo? ¿De todos estos modos o sólo de algunos? No lo sabemos. ¿Cómo lo podemos descubrir? Por regla general, media hora hablando con ella nos lo dirá.
        Hay una amplia gama de variaciones con las funciones inferiores o que falta. Con frecuencia, la persona no lo sabe. Quienes tienen la tierra como una función que falta no saben cuándo tienen hambre. Pueden pasarse horas y hasta días sin comer, y de pronto se sienten débiles y se atiborran. También son personas que tienen tendencia a la anorexia. ¿Por qué? Porque no les gusta su cuerpo y no se sienten cómodas en él. O si no, se exceden enormemente de peso. ¿Por qué? Porque no tienen la sensación de saciedad: "No puedo distinguir cuándo es bastante". Lo mismo les sucede en el tema sexual, y con el dinero, y con el contacto físico. También pueden compensar la carencia de este elemento.
         Otro rasgo que suele darse cuando falta tierra es la tendencia a enfrentarse con la incomodidad que produce el propio cuerpo mediante las drogas o el alcohol.







EL AGUA COMO FUNCIÓN INFERIOR



El agua como función inferior hace que el nivel de la psique relativo a los sentimientos se vuelva problemático. El nativo dirá que no se sabe qué es lo que siente, o que no sabe expresarlo. Es como si el grifo estuviera totalmente abierto o totalmente cerrado, y el agua saliera en los momentos inadecuados. Los sentimientos inspiran miedo. Yo relaciono el agua con la capacidad de afrontar el dolor, y hay múltiples razones para ello. Cáncer, Escorpio y Piscis están en el límite entre una orientación y otra. Recordad que Aries, Tauro, Géminis y Cáncer son los signos personales, y entonces se pasa a los sociales, que son Leo, Virgo, Libra y Escorpio, y este último da paso a los signos universales, que son Sagitario, Capricornio, Acuario y Piscis. Los signos de agua son los que cargan con el peso y el dolor de la transformación, del hecho de pasar de una orientación a otra, o sea que de ellos proviene nuestra capacidad para soportar el dolor.
         Puede suceder que la gente que no tiene agua no entienda en absoluto el dolor o no sepa afrontarlo, o bien que se vaya en la dirección opuesta y se obsesione con él. Además, estos nativos pueden llegar a ser grandes sanadores, pero también seres muy perversos, como Hitler, que no tenía ningún planeta en agua. De alguna manera son incapaces de sentir compasión o dolor, tanto interiormente como exteriormente. En ellos se da a la vez una combinación de proyección y compensación, hasta que llegan a estar obsesionados con la creación de un intenso dolor.
         También puede darse una compensación por reacción y entonces nos encontramos con alguien hipersensible, intuitivo, empático y con dificultad para establecer sus propios límites. El agua es una falta de límites. Tiende a fluir, unirse y mezclarse. Por eso es frecuente que una persona con el agua como función que falta tenga problemas con los límites, y tienda a fusionarse y a fluir en el momento o el lugar inadecuado. Y hay ocasiones en que, de forma muy apropiada, pero compensando, la persona simplemente desaparece. Puede ser que naufrague en la esquizofrenia o que se pierda en la imaginación, la fantasía u otra "persona" interior.
         Otra cosa que pasa cuando el agua es una función inferior es que esta función está todo el tiempo conectada o desconectada. Hay una tendencia a irse desaforadamente de un extremo al otro. El nativo, o bien se está regodeando en la profundidad de sus emociones, o todo eso le resulta demasiado y lo abruma, y entonces cierra el interruptor y prosigue con los otros elementos de su vida: el fuego y la tierra, el entusiasmo, el impulso, los actos, la realización...






EL AIRE COMO FUNCIÓN INFERIOR



Pasemos al caso en que la función que falta es el aire. Se trata de la capacidad para tomar distancia, desapegarse y observar, y esto también puede llevarse a extremos. A quienes les falta aire les resulta difícil dar el paso atrás que se necesita para ver objetivamente las cosas. Como aquellos a quienes les falta agua, tienen problemas con los límites, pero de diferente manera. El agua tiende a fundirse, y el aire tiende a separarse. Cuando el aire es una función inferior, la persona se separa en el momento inadecuado. Por eso Libra, que es el signo del matrimonio, es un signo de aire. Muestra que un matrimonio adecuado ha de incluir una forma de separación, y no ha de ser una fusión. A menudo, quienes tienen el aire como una función inferior se sienten muy desvalidos en algún dominio de la mente racional y tal vez lo compensen en otro, en donde pueden llegar a ser genios. Podemos encontrarnos con personas sumamente intelectuales que no tienen ningún planeta en aire, pero a las que se les ve con claridad el mecanismo de compensación. Me refiero a que tienen un tipo de intelectualidad loca y obsesiva (ni un solo planeta en aire).
         A las personas a quienes les falta este elemento o que tienen un planeta aislado en aire les resulta difícil entender el espacio en las relaciones. Se aproximan demasiado cuando deberían dejar distancia, y se retraen en el momento en que deberían acercarse. No tienen el sentido de la oportunidad. En el momento en que deberían adelantarse al encuentro de alguien, pierden el tiempo preguntándose si no será avanzar demasiado pronto y si no sería mejor dar marcha atrás. Y cuando lo ven claro, ya han perdido la oportunidad, porque esa persona se fue con otro, y entonces se reprochan que "eso" les haya vuelto a suceder. La vez siguiente, se apresuran demasiado y la otra persona retrocede, no está preparada, no es el momento. "¿Qué he hecho?", se dicen, y deciden que les falla el sentido de la oportunidad. O sea que con frecuencia la irrupción del aire se manifiesta en las relaciones, y nos sentimos solos y devastados por la gente que va desapareciendo de nuestra vida. Es el sentimiento de estar solo en ese gran vacío, que puede ser sumamente destructivo y provocar ataques de ansiedad.






EL FUEGO COMO FUNCIÓN INFERIOR



El fuego es la fuerza vital, el prana, la energía del universo. Nos hace sentir nuestra unidad con el universo; nos da esperanza, entusiasmo, alegría, fuerza creativa. Es la fuente de la gran energía de la libido, tanto en el estricto sentido freudiano de la sexualidad primaria como en el más junguiano de la fuerza vital: la joie de vivre. Es la idea de que la vida es hermosa y de que somos capaces de arreglárnoslas con ella. Yo formo una unidad con las fuerzas de los dioses porque fluyen a través de mí; estoy conectado con ellas. El temperamento, la pasión, la energía, la vitalidad, todas estas fuerzas están conectadas con los signos de fuego: el romance, la creatividad -la que brota del corazón-, la pasión creativa.
         Es frecuente que las personas que no tienen ningún planeta (o sólo uno) en signos de fuego se depriman si niegan o reprimen la función de este elemento. Se sienten privadas de energía, desvalidas frente al mundo, melancólicas o retraídas. Les falta fuego, les falta la vitalidad del universo, y son personas que se ven invadidas por una sensación fría y húmeda, como si estuvieran en un pantano. Y cuando uno está con ellas, lo que siente es, independientemente d lo que haya previsto, que le están chupando la fuerza vital, hasta el punto de que yo llamo a esa gente "espíritus chupadores".
         El fuego, cuando irrumpe desde el inconsciente, puede emerger bajo la forma de agresividad o rabia. Ahí tenemos a Aries, la imagen del terror, un destructor sin conciencia que sólo se nutre de la pasión. Su más vehemente deseo es matar, destrozar y desgarrar, y ganar, triunfar a cualquier precio. Es un fuego incendiario cuando irrumpe desde el inconsciente; pero en un sentido positivo, es asimismo la brillante llama de la creatividad. Aquí aparece Apolo, que tiene su lado ariano, pero también tiene su propio lado de fuego, porque es el dios del Sol. "¡No sé de dónde me vino esto!" Pues, esta ardiente inspiración creadora irrumpe desde el inconsciente, y con frecuencia da la sensación de que uno se está consumiendo, y así lo expresa: "Me estoy quemando".

Una característica especial de las funciones inferiores es que actúa de forma arquetípica, y muy a menudo de un modo propio de la sombra. En otras palabras, especialmente en el caso de las funciones que faltan y de los planetas aislados, se expresan arquetípicamente asumiendo formas míticas que emergen del inconsciente. Con las funciones inferiores sucede que, en los momentos de crisis o de un profundo cambio o transformación a lo largo de la vida, hacen erupción de forma catártica desde el mundo subterráneo psíquico. Así que con frecuencia surgen de las profundidades en el momento en que menos se las espera, y tienden a manifestarse de diversas maneras.
         Funcionan, como el brujo, arquetípicamente. En otras palabras, nos arrebatan la alfombra cósmica de debajo de los pies, con lo cual aterrizamos bruscamente sobre el trasero, sacudidos por alguna forma de percepción nueva totalmente inesperada. Las funciones inferiores actúan también arquetípicamente como el dios hindú Shiva, el Destructor que incesantemente vuelve a crear. La sensación es de disolución, de romperse en mil pedazos. Y con frecuencia, actúan como el aniquilador. Es el propio Hades quien acude para arrastrarnos a los infiernos. Emerge del mundo de las profundidades, como lo hizo en el famoso mito para seducir a la hija de Deméter, Core, y llevársela al mundo subterráneo, donde se convirtió en Perséfone, la reina de la noche, poderosa por derecho propio.


Richard Idemon, pág. 42 y ss.
El Hilo Mágico