LA SEGUNDA CASA




No se puede demostrar y probar a los otros lo que somos, más que utilizando lo que poseemos.

Alexander Ruperti


Los únicos bienes cuya privación nos es dolorosa son aquellos a los que creemos tener derecho.

Rousseau




Con la casa Uno, se ha manifestado la chispa de la identidad individual y se ha definido nuestro enfoque general de la vida. La tarea que hay que encarar ahora es la de elaborar más detalladamente quiénes somos, consolidando más el sentido del “yo”, o del ego personal. Necesitamos más definición, más sustancia, más sentido de nuestro propio valor y de nuestras capacidades. Necesitamos cierta idea de qué es lo que poseemos y que podemos llamar propio. También debemos tener alguna noción de lo que valoramos, de qué es lo que nos gustaría asimilar u obtener para, de acuerdo con ello, estructurar nuestra vida. La casa Dos, asociada con el signo terrestre de Tauro y con el planeta Venus, a la que habitualmente se describe como la casa de "los valores, las posesiones, el dinero y los recursos", abarca esta etapa del viaje.
        Este rótulo que tradicionalmente se le adjudica puede crear la impresión de que la casa Dos no abarca más que cosas concretas y tangibles, que pueden interesar a los inspectores de Hacienda, pero no hay que dejarse engañar: bajo su techo hay muchas más cosas de las que se ven a simple vista.
        Por más que el nacimiento sea el comienzo de nuestra evolución como individuos aparte, generalmente se necesitan unos seis meses para que podamos "reconocer" que tenemos un cuerpo, y más tiempo aún, para que seamos capaces de diferenciar claramente lo que somos de lo que no somos. Damos un gran paso adelante en cuanto al establecimiento de nosotros mismos como entidades distintas de todo lo demás, cuando nos damos cuenta de que Mamá (que para nosotros es el mundo entero), en realidad no es nosotros. Antes de ese momento, la hemos visto como una mera extensión de lo que somos. Gradualmente vamos desarrollando el sentimiento de habitar una forma física que no es la de ella ni la de nadie más: "Estos dedos son míos, no son los dedos de mamá; éstas son mis manos, no las de ella: me pertenecen, me definen, son lo que yo soy y lo que yo poseo". Pero el descubrimiento de nuestro cuerpo como entidad aparte nos despierta también el sentimiento de nuestra vulnerabilidad y de nuestra finitud, que hasta entonces no se había hecho presente. Con esta comprensión aterradora surge la necesidad de defender ese ser aparte, el sí mismo, de la destrucción y la muerte. Y anhelamos hacer de nosotros mismos algo más estable, permanente, sólido y perdurable.
        El cuerpo es aquello por lo cual empezamos nuestra definición de nosotros mismos, pero ahora ya está pavimentado el camino conducente a una mayor definición del sí mismo, a medida que vamos inscribiéndonos más y más cosas, de las cuales derivamos nuestra identidad yoica, y merced a las cuales le damos sustancia. Con el transcurrir del tiempo llegaremos a tener la sensación de otras cosas que poseemos además del cuerpo: una mente lúcida, una buena capacidad de expresión, una naturaleza simpática, capacidades prácticas, dotes artísticas, etc. La segunda casa describe tanto lo que poseemos o esperamos poseer como aquellos recursos o atributos que, una vez desarrollados, nos darán el sentimiento de sustancia, valor, dignidad y seguridad que antes obteníamos gracias a nuestra identificación con Mamá. Para la mayoría de las personas, se trata del dinero, aun que su persecución desatinada no conduce a la definición de sí mismo, sino a la desesperación: basta con recordar la cantidad de estadounidenses que se arrojaron por la ventana del décimo piso cuando la crisis del año 1929. En un sentido más positivo, el deseo de tener dinero puede servir como acicate para cultivar ciertas cualidades y facultades que de otra manera podrían mantenerse latentes. Aunque la segunda casa se asocie tradicionalmente con el dinero, es menester señalar que otras cosas pueden satisfacer la necesidad de seguridad, y hacer más sustancial nuestro sentimiento de identidad, además de fortalecer nuestra cuenta bancaria.
        En un nivel más básico, la casa Dos es una indicación de lo que constituye nuestra seguridad personal. Aquello que puede representar la seguridad difiere para las diferentes personas. Por ejemplo si Géminis o Mercurio están en la Segunda casa, la posesión de conocimientos puede ser lo que haga sentir segura a la persona, y es probable que quienes tienen a Piscis o a Neptuno en la casa Dos deriven su seguridad de una filosofía "espiritual" o de una religión. Si hay algo que nos hace sentir más seguros, es natural que hayamos de querer adquirirlo.
        Los signos y los planetas que se hallan en la Segunda casa sirven también como orientación indicadora de la clase de facultades y capacidades inherentes que podemos cultivar y concretar, y mediante las cuales intensificamos el sentimiento de nuestro propio valor. La casa Dos representa nuestra riqueza innata, a la cual podemos recurrir y que constituye nuestra sustancia, el suelo que podemos trabajar para que produzca. Por ejemplo, si Marte o Aries están en ella, las cualidades potenciales valiosas que la persona podría actualizar estarían en la línea de lo que representan este planeta y este signo: franqueza, coraje y la capacidad de saber lo que se quiere y cómo conseguirlo. Venus y Libra en esta casa pueden otorgar como ventajas un buen gusto natural, talento artístico, diplomacia y savoir faire, o atractivo físico. Cualquier emplazamiento en cualquier casa nos da indicios de la senda que es más natural para nosotros en ese aspecto de la vida, ¿Por qué no prestarles atención?
        Además de proporcionarnos un inventario de capacidades potenciales, la casa Das designa también nuestra relación con la esfera del dinero y de las posesiones: es decir, nuestras actitudes hacia el mundo material y las condiciones con que nos encontramos en este ámbito. Es en esta casa donde se ve si adoramos al dios de la riqueza o si consideramos que el mundo de las formas no es más que maya, ilusión. También indica la manera, el estilo o el ritmo -ya sea ávido, letárgico o esporádico- con que encaramos la necesidad de ganar dinero y el cultivo de habilidades y recursos. ¿Nos aferramos a las cosas con tenacidad o dejamos que se nos escurran entre los dedos? ¿Debemos hacer un tremendo esfuerzo en este campo de la vida, o tenemos la bendición del toque de Midas? ¿Seguimos valorando lo que tenemos una vez que lo hemos conseguido?
Por ejemplo, Marte o Aries en la casa Dos podría indicar una avidez por hacer dinero y, al mismo tiempo, la propensión a gastarlo imprudentemente. Puede haber una tendencia a asociar cuán "macho" uno es con la capacidad de amasar riquezas y de adquirir posesiones. Es posible que el dinero se gane mediante el ejercicio de profesiones asociadas con Marte, y que pueden ir desde la colaboración laboral con el poder militar establecido a la instalación de una ferretería. En esta casa es muy diferente el estilo de Venus, que en vez de clamar por el dinero, puede atraerlo insidiosamente, y percibir las riquezas como una manera de aumentar su seducción y su atractivo. Es probable que el nativo con esta configuración se gane la vida mediante profesiones asociadas con Venus, y que pueden ir desde las bellas artes hasta trabajar en el departamento de cosmética de unos grandes almacenes. Liberace, el popular pianista que hace escandalosa ostentación de sus riquezas y de sus gustos extremados, tiene a Urano en Piscis en la casa Dos. Maquiavelo, el que creía que el fin justifica los medios, había nacido con Marte en esa casa. Carlos Marx, cuyas teorías políticas y económicas han cambiado la historia, nació con el Sol y la Luna en Tauro en la casa Dos.
        En términos más amplios, los emplazamiento en la Segunda casa designan aquello que valoramos y que esperamos obtener en la vida, cosa decisiva en grado sumo, porque sobre tales criterios basamos toda nuestra existencia. Cuando nuestros valores cambian, es posible que el enfoque que tenemos de la vida, en su totalidad, se altere de manera espectacular.
        La Segunda casa muestra lo que deseamos. La energía del deseo es una fuerza potente y misteriosa: de hecho, lo que deseamos, valorarnos o apreciamos determina en gran medida qué es lo que atraemos a nuestras vidas. En lo referente a este principio cabe una alegoría. La gente de un pequeño pueblo tenía tal aprecio por cierto artista mundialmente famoso y aclamado que escribieron s su agente para preguntarle si el ilustre personaje se dignaría visitar el pueblo. La respuesta del agente fue inequívoca: el famoso artista no disponía de tiempo para viajar a un ayuntamiento tan insignificante como aquél. En vez de desanimarse, las gentes del pueblo se organizaron en sociedades para estudiar la vida, la obra y la filosofía del artista que amaban, e incluso hicieron erigir una estatua de él en la plaza del ayuntamiento. Finalmente, a oídos del artista llegó la noticia del entusiasmo y del amor que sentía aquella gente por su obra. Naturalmente, lo asaltó la curiosidad de ir hasta el pueblecito donde tantas cosas giraban en torno a él. Por último, no sólo visitó el pueblo, sino que se sintió tan bien acogido que decidió establecerse allí. Contra todas las probabilidades, la profundidad y la riqueza del deseo y el aprecio del pueblo por el artista habían conseguido, literalmente, atraerlo hacia ellos. Si lo entendemos de esta manera, mediante la valoración y la apreciación de las cualidades asociadas con un planeta que caiga en la casa Dos tendremos la probabilidad de crear situaciones que acerquen a nosotros ese principio o lo traigan a primer plano. Los tránsitos y las progresiones en la Segunda casa indican esos períodos de cambios y alteraciones en la naturaleza de los deseos.
        Todos tendemos a formar nuestro sentimiento de identidad y de seguridad a partir, principalmente, de lo que tenemos, poseemos o consideramos con apego, ya sea el cuerpo, el hogar, la cuenta bancaria, el cónyuge, los hijos o una actitud filosófico-religiosa. Sin embargo, derivar una identidad de cualquier cosa externa o relativa es, en última instancia, algo precario y condicional. Cualquiera de esas cosas puede sernos arrebatada en cualquier momento, o perder súbitamente importancia. Incluso nuestro cuerpoque fue lo primero que rotulamos como propio, y mediante el cual obtuvimos nuestro sentimiento inicial de "yo", es algo de lo que finalmente debemos "desprendernos" y que hemos de sacrificar. Tal vez nuestra única seguridad real provenga de una identificación con aquella parte de nosotros que permanece cuando nos vemos despojados de todo aquello que creíamos ser. Parafraseando a Jung, digamos que solamente descubrimos qué es lo que nos soporta cuando todo lo demás, que creíamos que nos soportaba, no nos soporta ya más. Vale la pena reflexionar sobre la sabiduría de ciertas tribus de indios de América del Norte, que exigían que, al término de cada año, el hombre más rico de la aldea -el que había conseguido apropiarse con éxito de la mayor cantidad de riquezas- renunciara a todo aquello que había acumulado




El astrólogo debe pedir a la Dos que le enseñe como utilizar lo que posee de la manera más individual, más creativa, más generosa, más noble y la más responsable posible. De hecho, es secundario querer saber, si se va a poseer mucho o poco, si se puede derrochar su riqueza, o si se debe luchar duramente por cada áéntimosi se tiene un cuerpo sano que permite satisfacer todos sus deseos o un cuerpo enfermo que obliga a economizar su energía... los planetas que se encuentran en la Dos no se refieren a la cantidad, pequeña o grande, de las posesiones, sino a la actitud que se deberá tener hacia lo que se posee... así un planeta en la Dos indicará la manera más adecuada que un individuo tendrá para desarrollar y utilizar sus capacidades y su riqueza para hacer efectivo el poder que dará sustancia y cuerpo a su personalidad. La mejor manera individual, porque todas las otras formas aportarán una realización menos compleja o permitirán una forma de expresión personal menos única, menos significativa.

Alexander Ruperti, pág. 74-7576
La Rueda de la Experiencia Individual


El Signo en la cúspide de la Dos indica la actitud de base que debe tener el individuo hacia lo que posee "por derecho de nacimiento". El planeta que rige este signo indica el género de actividad o medio por el cual esta actitud de base debe exteriorizarse normalmente de la mejor manera. El o los planetas en la Dos se refieren al género de actividad que el individuo, al madurar, puede utilizar para adquirir riqueza, posesiones o capacidades.

Alexander Ruperti, pág 76
La Rueda de la Experiencia Individual


Las Casas representan los 12 "campos de experiencias" fundamentales que nos permiten a cada uno llegar a la madurez psicológica y de esta manera realizarse en tanto que individuo. De esta manera, podemos decir que no estaremos jamás en plena posesión de nuestros poderes y facultades (sentido de la dos) si no nos atrevemos a realizar plenamente la experiencia de todo lo que la vida nos presenta y encontramos la solución a los problemas que nos plantean. Esta "plena posesión" es el objetivo final de todas las experiencias de la Dos. Los bienes materiales o el dinero, los inmuebles y una cuenta bancaria no garantizan esta “plena posesión” de los poderes y capacidades personales; de hecho, a veces, ocultan el problema principal de la Dos y el medio de resolverlo. La "plena posesión" no se consigue más que a través de un empleo significativo, intencional, creador o transformador.

Alexander Ruperti, 76-77
La Rueda de la Experiencia Individual


Cuando la Dos está acentuada en el tema natal y/o por progresiones y tránsitos las experiencias de la vida nos inducen a volvernos más objetivos frente a nuestras diversas posesiones, bien sea en uno u otro plano. Nuestra actitud habitual se cuestiona o puede hacernos sufrir. Uno se individualiza en la forma y en la medida en que se intenta escoger conscientemente lo que se quiere aceptar como perteneciente a uno mismo. Y esta elección puede hacernos sufrir porque no se quiere lo que se posee o se quiere lo que no se posee. En efecto, sin las tradiciones, los conceptos, los sentimientos y los hábitos adquiridos y enraizados en las sangres de la raza, la mayoría de las personas creerían que no existen. La Dos deberá sin embargo enseñarnos que es necesario hacer una separación personal con un solo objetivo: el de un empleo deliberado y creador de aquellas, entre nuestras posesiones, que pueden servir verdaderamente al objetivo de nuestra vida, y solamente aquellas... lo que importa espiritualmente, es el empleo que se hace de estas posesiones, empleo que no depende ni de la cantidad, ni de la naturaleza de estas posesiones; es la calidad del empleo lo que cuenta.


Alexander Ruperti, pág 74
La Rueda de la Experiencia Individual


La segunda se relaciona con la autonomía material y la formación de aquellos valores personales que nos proporcionan una estabilidad y una continuidad interiores.

Liz Greene, Neptuno


La naturaleza de cualquier planeta que se encuentre en la segunda casa es valorada porque son ésas las cualidades que nos ofrecen seguridad.

Howard Sasportas
Las Doce Casas


Cualquier planeta en Casa II puede ser interpretado como un recurso. Implica un talento, una aptitud innata, un fondo interior positivo desde donde se puede extraer capital para transitar por la vida.

Liz Greene
Urano en la carta natal, pág. 81