LA UNDECIMA CASA




De la total inconsciencia de ser alguien al logro del reconocimiento de serlo efectivamente: tal ha sido la ruta que lleva de la Primera casa a la Décima. Preguntémonos ahora qué sucede cuando ya el ego se encuentra firmemente establecido y ha recibido el debido reconocimiento.
        En su nivel más- profundo, la casa once (que, asociada con el signo de Acuario, tiene como corregentes a Saturno y Urano) representa el intento de trascender nuestra identidad en cuanto ego, para llegar a ser algo mayor de lo que somos. La principal manera de lograrlo es identificándonos con algo más vasto que el sí mismo, - ya sea con un circulo de amigos con un grupo, un sistema o una ideología.
        De acuerdo con la Teoría General de los Sistemas, no hay nada que se pueda comprender aisladamente, sino sólo como parte de un sistema. A los componentes del sistema y sus atributos se los considera como funciones de la totalidad del sistema. El comportamiento y la expresión de cada variable influyen sobre cada una de las otras y están influidos por ellas. En lo que se conoce como una sociedad de "alta sinergia", los objetivos de los individuos armonizan con las necesidades del sistema en cuanto tal. En un sistema de "baja sinergia", al satisfacer sus propias necesidades los individuos no actúan necesariamente en cuanto partes de un sistema.
        Como corresponde a su doble regencia, el concepto de conciencia de grupo que lleva implícito la casa once se puede entender de dos maneras distintas. Saturno busca mayor seguridad y un sentimiento de identidad más sólido por mediación de la pertenencia a un grupo (lo que los psicólogos denominan "identificación por pertenencia"). Ser miembro de un grupo determinado, ya sea social, nacional, político o religioso, realza el sentimiento de quiénes somos, y el número nos da una sensación de seguridad. En alguna medida es una actitud de explotación, puesto que se pone al resto del mundo al servicio del reforzamiento o la intensificación de la identidad. La prueba de ello se ve con toda claridad en las personas que se preocupan manifiestamente por tener los amigos "que hay que tener"' hacerse ver en los lugares "donde hay que estar" y no creer en otra cosa que "lo que hay que creer". El rostro más negativo de esta influencia oculta de Saturno en la casa once se manifiesta cuando un grupo es amenazado por otro, como cuando los gitanos se mudan a un barrio donde los rechazan.
        El lado uraniano de la casa Undécima representa aquel tipo de conciencia grupal que en repetidas ocasiones han respaldado los maestros espirituales, místicos y visionarios de las más diversas épocas y culturas. En vez de insistir en el típico paradigma (o modelo de sí mismo) del "yo aquí dentro", frente al "tú allá fuera", esos hombres hablan de la unidad del individuo con la totalidad de la vida, afirman que formamos parte de un todo más vasto, que nos hallamos interconectados con el resto de la creación. Y, como un espejo de la percepción mística de la unidad de toda vida, los adelantos científicos más recientes nos demuestran la existencia de esa red de relaciones subyacente en la totalidad del universo. Por ejemplo, el físico británico David Bohm propone la teoría de que el universo debe ser entendido como "un todo único e indiviso, en el cual las partes separadas e independientes no tienen ningún status fundamental". En la obra El Tao de la física, del eminente investigador de la física de alta energía Fritjof Capra, se encontrará un minucioso análisis de los paralelos entre la física moderna y el misticismo oriental. Algunos de los paralelos que enumera el autor son tan impresionantes que es casi imposible determinar si ciertos enunciados referentes a la naturaleza de la vida han sido formulados por científicos modernos o por místicos orientales.
        Una teoría reciente, propuesta por Rupert Sheldrake, especialista británico en fisiología vegetal, viene especialmente al caso ahora que hablamos de la casa Once. Sheldrake sugiere la posibilidad de campos de organización invisibles que regulan la vida de un sistema. En 1920, William McDougall, de la Universidad de Harvard, estaba estudiando la rapidez con que las ratas aprendían a escapar de un laberinto lleno de agua; al mismo tiempo, en Escocia y en Australia, otros investigadores que estaban repitiendo los experimentos descubrieron que su primera generación de ratas, provenientes de un linaje diferente de las de McDougall, realizaban la tarea con el mismo grado de capacidad que las de la última generación de aquél. De alguna manera, la habilidad adquirida era "captada" por las otras ratas, pese a que éstas se encontrasen en otra parte del mundo. De este tipo son las ocurrencias que llevaron a Sheldrake a formular la teoría de que si un miembro de una especie biológica aprende un comportamiento nuevo el campo de organización invisible (el campo morfogenético) de esa especie cambia. Las ratas que dominaban la tarea hicieron posible que, a muchas millas de distancia, otras ratas hicieran lo mismo. En algún nivel profundo, estamos todos interligados. La teoría de Sheldrake está bellamente resumida en una observación que formuló una vez el sacerdote jesuita Pierre Teilhard de Chardin, nacido con Mercurio, Júpiter y Saturno en la casa Once: "Una vez que ha sido captada, aunque sea por una sola mente, una verdad termina siempre por imponerse a la totalidad de la conciencia humana".
        En la conspiración de Acuario, Marilyn Ferguson escribe: "No es posible entender una célula, una rata, una estructura cerebral, una familia o una cultura, si la aislamos de su contexto". También Carl Rogers, uno de los fundadores de la psicología humanística, observó en una ocasión que cuanto más profundamente ahonda el individuo en su propia identidad, tanto más descubre a la totalidad de la raza humana. Nuestra identidad tiene una dimensión de pertenencia mucho más amplia de lo que es capaz de admitir el ego, "encapsulado en su piel". Vista bajo esta luz, la evolución de la conciencia de grupo tal como se nos da en la casa Once no se dirige exclusivamente a agrandar o reforzar la identidad yoica. Más bien, la conciencia de ser parte de algo más amplio nos permite trascender los limites y limitaciones de la individualidad, y tener la vivencia de nosotros mismos como células pertenecientes al cuerpo de la Humanidad. En la comprensión de ello se genera un sentimiento de fraternidad con el resto de los habitantes del planeta, que va mucho más allá de los vínculos obligatorios de la familia, la nación o la iglesia.
        La sintropia -la tendencia de la energía vital a encaminarse hacia un grado mayor de asociación, comunicación, cooperación y conciencia- es el más importante de los principios sobre los cuales opera la casa Once. Tras habernos reconocido como individuos separados y distintos podemos escuchar la llamada a reconectarnos con todo aquello de lo cual antes nos hemos diferenciado. Así, como la materia se organizó en células vivientes, y éstas se reunieron para formar organismos pluricelulares, es posible que en algún estadio de su evolución los seres humanos se integren en alguna forma de superorganismo global. Ya en un nivel saturnino, la interdependencia y la interconexión de la vida en el planeta se están haciendo cada vez más obvias. La tecnología de las comunicaciones ha incrementado de manera espectacular la rapidez de la interacción global, y el concepto de McLuhan del mundo como una "aldea global" no está lejos de convertirse en realidad. Las empresas y conglomerados multinacionales entretejen inextricablemente las economías del mundo entero. El colapso del sistema monetario de un único país se propagaría como una onda de efectos desastrosos a muchos otros. El aislacionismo y el nacionalismo ya no son prácticamente viables. En otro nivel, los pequeños grupos, las redes de comunicación, los movimientos y sistemas de apoyo proliferan por todo el mundo, procurando reunir a la gente para la promoción de causas comunes. Dicho brevemente, de manera muy semejante a como crece y se desarrolla nuestro cuerpo, también el cuerpo de la humanidad está creciendo y evolucionando. La forma en que podemos participar en la evolución y el progreso de este sí mismo colectivo, y ponernos a su servicio, se expresa en los emplazamientos de la Undécima casa.
        En la casa Cinco usamos nuestra energía para distinguirnos de los otros y para aumentar el sentimiento de nuestro valor individual y de nuestro carácter "especial"; en la Once, podemos invertir nuestra energía en la promoción y realización de la identidad, los propósitos y la causa de cualquier grupo al cual pertenezcamos, independientemente de que se lo entienda como la totalidad de la raza humana o como un sector de ella. En la casa Quinta, hacemos lo que queremos hacer por nuestros propios fines. En la Undécima, podemos optar por renunciar total o parcialmente a nuestros preciosos deseos personales, a nuestras inclinaciones e idiosincrasias, con el fin de adherirnos a aquello que el grupo considera mejor.
        La conciencia social es una nota clave en la casa Once. Una sociedad (casa Diez) se estructura según ciertas leyes y principios (casa Nueve). Es fácil que tanto la sociedad como las leyes se cristalicen y se endurezcan, invariablemente ciertos elementos de la sociedad se vean favorecidos por el sistema, en tanto que otros resulten oprimidos. Los grupos que se sienten descuidados o traicionados por las leyes existentes pueden hallar expresión mediante el tipo de reformas que van asociadas con la casa Undécima. Es frecuente que quienes tienen en ella emplazamientos fuertes actúen por mediación de organismos humanitarios o grupos políticos para llevar a la práctica los cambios sociales necesarios. Sin embargo, no es menos común encontrar a otros que también tienen acentuada la casa Once y que van pasando de un compromiso social festivo a otro: el hipódromo esta semana, un torneo de tenis la siguiente y después un día de compra por las mejores boutiques para poder lucir bien en la función de ópera de la noche.
        En algunos casos, los emplazamientos en la casa Once pueden apuntar a la clase de grupos hacia los cuales gravitamos. Por ejemplo, Neptuno podría interesarse por las sociedades musicales y los grupos espiritualistas; Urano por los de astrología, y Marte por el equipo de rugby local. Sin embargo, también aquí, más que limitarse a describir el tipo de grupos, es más probable que los planetas y signos que se hallan en la casa Once simbolicen el estilo con que nos conducimos e interactuamos en las situaciones de grupo. Es probable que el Sol o Leo en esta casa tengan necesidad de liderazgo y deriven buena parte de su dignidad y de su identidad a partir de su compromiso con el grupo. Mercurio o Géminis podrían aparecer como el secretario o secretaria del grupo, o como uno de sus más hábiles portavoces. Como alguien tiene que preparar el té, la Luna o cáncer pueden estar encantados no solamente de hacerse cargo de este servicio, sino de ofrecer también su casa para las reuniones. Además, la casa Undécima nos da la pista de lo cómodo que nos sentimos -o no- en situaciones de grupo. A Venus o Libra no les cuesta nada incorporarse a un grupo y hacer en él muchos amigos nuevos. En el caso de Saturno ó Capricornio, lo más probable es que se retraigan y se sientan incómodos o torpes en el contacto con los otros. Oscar Wilde, que alcanzó las cumbres del éxito en los círculos artísticos y sociales de Londres, tenía la Luna en Leo en la casa Once. Paul Joseph Goebbels, el propagandista oficial del partido nazi que controlaba las informaciones públicas y los medios de comunicación, tenía en esta casa a Plutón en Géminis, en conjunción con Neptuno.
        La amistad se adapta claramente al ideal de la casa Once, de llegar a ser más grandes de lo que somos. Mediante la amistad la gente se vincula, los límites personales se expanden y tanto las necesidades como los recursos de otras personas se entretejen con los nuestros. Así como nosotros presentamos a nuestros amigos ideas e intereses nuevos, también ellos amplían nuestro punto de vista con lo que tienen para compartir con nosotros.
        Es frecuente que los planetas y los signos que se encuentran en esta casa describan la clase de amigos a quienes tendemos a acercarnos Por ejemplo, un hombre que tenga a Marte en la casa Once puede sentirse atraído por personas que exhiban cualidades evidentemente marcianas, tales como el dinamismo, el impulso y la sinceridad. Sin embargo, los emplazamientos en la Undécima casa también pueden señalar aquellas cualidades que "desconocemos" en nosotros mismos, y que entonces proyectamos al exterior y volvemos a encontrar externamente en nuestros amigos. Si el hombre que tiene a Marte en la casa Once no ha cultivado su propio lado "marciano", y carece de ese cierto "impulso", entonces serán sus amigos quienes le proporcionen esa energía, estimulándolo e instándolo a la acción. Incluso es posible que posea una habilidad inquietante para movilizar esas cualidades en las personas que tiene más próximas, y que en la mayor parte de las situaciones, en compañía de otras personas, pueden ser normalmente más plácidas y retraídas.
        La casa Once sugiere también la forma en que hacemos amistades. Es probable que Marte se precipite impulsivamente a trabarlas, en tanto que en este aspecto Saturno es más torpe, tímido o cauteloso. También la manera en que nos conducimos y las energías que aportamos a la amistad se pueden inferir de los emplazamientos en esta casa. Venus es capaz de hacer amigos fácilmente, pero prefiere mantener la levedad de las cosas (por más que quizás espere que sus amigos "estén a la altura" de ideales bastante elevados). Plutón sugiere asociaciones intensas y complicadas, que nos transforman de manera significativa o en las cuales se ponen en juego elementos tales como ocultamientos, intrigas y traiciones.
        En la Undécima casa se encuentra el deseo de trascender o llegar más allá de las imágenes y modelos ya existentes de nosotros mismos. Nos mueve el anhelo de un ser más ideal o de una sociedad más utópica. Por eso a este sector de la carta se lo ha denominado la casa de las esperanzas, las metas, los deseos y los objetivos. El deseo de llegar a ser algo más de lo que somos debe ir acompañado de la capacidad de representarnos posibilidades nuevas y diferentes. Más que a cualquier otra especie, a los seres humanos el tamaño de su cerebro y la complejidad evolutiva de la corteza cerebral los capacita para imaginar una amplísima gama de alternativas, opciones y resultados. La forma en que nos representamos las posibilidades y en que encaramos la realización de estas esperanzas y deseos se advierte en los emplazamientos en la casa Once. Por ejemplo, Saturno puede tener dificultad para formarse imágenes positivas del futuro, o puede encontrar- bloqueos, obstrucciones o demoras en el camino, para finalmente consolidar sus metas y objetivos. En tanto que Marte se propone un objetivo y se lanza tras él, es posible que Neptuno esté confundido respecto de lo que realmente quiere o simplemente fantasea en una ensoñación sin objetivos realistas. En este contexto es útil recordar que cuanto más claramente podamos imaginar una posibilidad, más la aproximamos a su concreción. Estimular visiones positivas del futuro colabora con el proceso de encaminarnos en una dirección más positiva.
        La evolución nos impulsa hacia niveles de complejidad, relación y organización cada vez mayores. En la primera casa de aire (la Tercera) adquirimos, mediante el lenguaje, la capacidad de distinguir entre el sujeto y el objeto. Nuestra propia mente se desarrolla a medida que nos relacionamos con otros que son parte de nuestro medio inmediato. En la segunda casa de aire (la Séptima) crecemos por mediación del enfrentamiento de nuestra conciencia con las de las demás personas. Sujeto y objeto, diferenciados en la casa Tercera, se encuentran frente a frente en la Séptima. En la última casa de aire, la Undécima, nuestra mente individual se conecta no sólo con la mente de los seres que tenemos más próximos, sino con todas las otras mentes. Los planetas de la casa Once sensibilizan a una persona para las ideas que circulan en el nivel de la mentalidad grupal. No es un fenómeno tan excepcional que a alguien que está en San Francisco, a otra persona que está en Londres y a una tercera que está en el Japón se les ocurra, dentro de un lapso relativamente corto, como en un "relámpago", la misma idea, nueva y brillante. En la casa Once descubrimos que estamos relacionados no solamente con la familia y los amigos, con nuestro país o nuestros seres queridos, sino también con la totalidad de la raza humana.







Cuanto más acierto se tiene en la 10 en hacer cualquier cosa que el grupo encuentre valioso más recompensa y poder se tendrán en la 11. La actitud que se tiene frente a su participación social condiciona los frutos posibles en la Once. Si se vive en el nivel socio-cultural buscando dinero y prestigio, entonces en la 11, se buscarán los placeres mundanos, los ocios como fugas sociales o bien perderá su tiempo en vagas esperanzas de vida mejor, sin tener la voluntad necesaria para llevarlas a cabo. Pero si se vive en el nivel individual o si se aspira a una vida transpersonal, entonces la 11 se vuelve un dominio en el que se desarrolla una visión nueva de sus posibilidades como agente creador obrando con otros agentes creadores para el bien del todo mayor. Se intentan elaborar planes concretos para el mejoramiento de las condiciones sociales existentes, se desea elaborar objetivos socio-profesionales nuevos. Se une conscientemente a otros verdaderos individuos, movidos por el mismo deseo de cambio social, cultural o espiritual. Se vuelve uno intermediario para la realización concreta de los fines de la colectividad superior.

Alexander Ruperti, pág. 189
La Rueda de la Experiencia Individual


En mis cursos ya he hecho observar que lo que pasa en las últimas Casas del tema está cada vez más condicionado por las experiencias vividas en las otras Casas. En un caso dado, su interpretación se hace más difícil y más compleja. No basta con observar simplemente el Signo en la cúspide, el planeta regente del Signo y los planetas que contiene la 11. Así como en la 10 hay que observar las otras tres Casas sucedentes y también la 10 que es el punto de partida de lo que ocurre en el cuadrante Sur-Este. Hay que consultar también las experiencias y actitudes relacionadas con las Casas 7, 8 y 9, ya que las experiencias que se tendrán en la Once dependen en gran medida de nuestra actitud hacia las relaciones humanas y la sociedad en general, en 7. Si se está movido por la avaricia, la avidez o el odio, se tendrá la experiencia del aislamiento social: no se tendrán amigos, se volverá huraño, agrio, introvertido.
   Por el contrario si se es en la Once, capaz de ser un reformador, de actuar en función de una visión futurista, de su fe en el hombre es ciertamente porque se habrá rehusado en la Siete de tomar parte en las relaciones superficiales, fáciles e insignificantes de su medio.
   Se habrá también en la Ocho, rechazado el conformismo, allí donde conformarse significa hipocresía y sumisión a los comportamientos decadentes de la costumbre y de la tradición y se busca una sabiduría más noble y una visión más larga, más inclusiva más universal de las cosas. En la Diez, se habrá intentado solo y sin el apoyo de la familia o de la comunidad, encarnar el poder inherente a la colectividad superior que permitirá arrojar una luz nueva sobre el significado y el objetivo de la vida comunitaria.

Alexander Ruperti, pág. 190-191
La Rueda de la Experiencia individual


La manera más efectiva de que una persona con una Casa XI fuerte consiga la seguridad que busca consiste en establecer un firme objetivo individual que no sólo cubre sus necesidades personales sino también armonice con las necesidades de la sociedad en general.

Stephen Arroyo, pág. 140
Manual de Interpretación de la Carta Natal


La Casa XI no es tanto el ámbito de los amigos como el de lo que yo llamo las empresas compartidas, el lugar donde la gente se reúne para lograr, todos juntos, lo que no puede hacer una sola persona.

Richard Idemon, pág. 91
El Hilo Mágico


En la astrología clásica esta casa se definía como la casa "de las amistades" porque la amistad es precisamente la manifestación más evidente de una afectividad serena y alejada de todo exceso. Pero limitar la definición de la undécima casa a la amistad significa confundir el efecto con la causa. La undécima casa es en cierto sentido la sección áurea del tema zodiacal, indica la posibilidad de realizar un examen objetivo de uno mismo y de las circunstancias, de adaptarse a estas circunstancias y al temperamento de los otros, juzgando con la misma objetividad, pero también con comprensión humana, las necesidades, las debilidades y las virtudes del prójimo. De todos estos elementos nace el arte de la amistad, pero también la habilidad diplomática en el trato con la gente, la capacidad de remontarse por encima de los prejuicios, de evitar la obcecación, las tomas de posición demasiado definitivas o drásticas. La undécima casa es la casa de la tolerancia, de las grandes ideas, de la voluntad contemporizadora y comprensiva. Una casa undécima fuerte opuesta a una quinta casa débil, tenderá naturalmente a reducir la carga vital agresiva a favor de una actitud calma aunque a veces inclinada a la renuncia.

Lisa Morpurgo, pág. 193
Introducción a la astrología