LOS  TRÁNSITOS  DE  LOS  PLANETAS
TRANSATURNINOS




        Los tránsitos de Urano, Neptuno y Plutón despiertan una especie de recuerdo, una evocación de imágenes y símbolos tanto personales como colectivos. Aunque pueda parecer que las experiencias asociadas con los tránsitos no tienen precedentes, el hecho de que se las sienta como apropiadas y correspondan por completo al carácter implica que son la manifestación de una conciencia ya existente, pero en estado naciente o embrionario. A muchos individuos, estos tránsitos les resultan arduos, inquietantes y difíciles de soportar, principalmente porque el proceso engendrado por su repetida acción desentierra respuestas psíquicas latentes y no exploradas. Casi todos nos sentimos más cómodos con lo conocido que con lo misterioso. El miedo y la angustia son reacciones humanas naturales ante el lento e inexorable redoble de un planeta exterior que se aproxima. Mientras estarnos en mitad del proceso de gestación de un aspecto nuevo de nosotros mismos, tenemos muy poca idea de cómo terminará siendo finalmente. La semilla no se parece en absoluto a la flor o al fruto en que inevitablemente ha de metamorfosearse, y en este mismo principio fundamental se basa la evolución gradual de la transformación a largo plazo propiciada por un planeta.
Los planetas transaturninos activan zonas no racionales, y los acontecimientos relacionados con sus tránsitos suelen provenir, sin una advertencia previa, de ámbitos insospechados, con lo cual perturban la pauta lógica de nuestra vida. Pero en su despliegue de los contenidos del inconsciente hay una lógica. No quiero pecar de excesivo optimismo y falta de realismo diciendo que estos tránsitos tienen siempre su lado bueno, porque a menudo al principio parece que no lo hay. De hecho, es frecuente que lo primero sea la vivencia del lado sombrío, es decir, de los aspectos primitivos y no evolucionados de nuestra naturaleza, que no ocultan en sí ninguna maldad intrínseca, aunque solemos considerar a lo desconocido como una fuerza maligna.
        Con frecuencia nos sentimos exhaustos durante el tránsito retrógrado, porque el inconsciente trabaja horas extras, y ni siquiera el sueño parece ser un descanso.
        Los ciclos de retrogresión de los planetas transaturninos se producen muchas veces. Su extensa permanencia en cada casa crea una historia de experiencias asociadas con el ciclo retrógrado, comenzando por el tránsito inicial sobre un punto sensible. La coincidencia de los tránsitos de los planetas exteriores con experiencias de transformación subraya hasta qué punto son profundamente inconscientes nuestros motivos en la vida, porque a menudo el "golpe" inicial es un verdadero impacto.
        Cuando soportamos repetidos ciclos retrógrados de Urano, Neptuno y Plutón sobre puntos sensibles de nuestra carta natal, en realidad estamos experimentando una necesidad de desarrollar más los aspectos profundamente personales de nuestra propia naturaleza, y de hacerlos evolucionar hasta integrarlos en nuestra personalidad, para así cultivar una estructura del yo más fuerte y más específicamente característica del Sí mismo interior profundo.
        Los planetas exteriores exigen siempre más esfuerzo consciente para integrarlos en la totalidad del sistema del sí mismo, y a eso se debe que tengan tan mala prensa. Es tremenda la energía que se requiere para transformar características subdesarrolladas o primitivas de una manera útil e integrada. Los tránsitos de los planetas producen constantemente importantes transiciones vitales, que necesitan años para desplegarse, y puesto que se pasan casi la mitad del tiempo en movimiento retrógrado, la mitad del “trabajo” psicológico se realiza durante el tránsito retrógrado. Con frecuencia, todas las estructuras ajenas y superficiales de contención del yo se desintegran en el proceso de salvar nuestra vida o nuestra alma: a la persona que pasa por el tránsito retrógrado se la acusa a menudo de "comportamientos raros", de locura o de irresponsabilidad lisa y llana, cuando en realidad lo que muestra se parece más a una "necesidad".
        Cuando el planeta retrógrado se vuelve directo y pasa de nuevo por el grado en el que se volvió retrógrado, la visión del mapa planetario ha cambiado totalmente, y la relación del planeta con el Sol y con los demás planetas se ha alterado por completo. No hay, en modo alguno, un "retorno", sino simplemente otra visión desde la misma localización zodiacal. Esta relación alterada -con el marco de referencia en su totalidad, pero especialmente con el Sol- es muy importante, porque implica más bien un proceso de evolución que una revelación o un acontecimiento súbito.
        Cuanto más distante del Sol está un planeta, más pequeño es el arco de su movimiento retrógrado -apenas unos pocos grados- y más prolongado su período retrógrado. En el caso de los planetas exteriores, se crean ciclos en los que puede haber tres tránsitos por un mismo grado, lo cual intensifica ese grado y concentra la atención en un punto en particular (que a veces puede ser un planeta) del horóscopo natal. Para ser exactos, el tránsito de Urano por un único grado se produce tres veces, en el caso de Neptuno, puede darse cuatro veces, y en el de Plutón, si el planeta está en los signos de Libra Escorpio y Sagitario, el tránsito se puede repetir cuatro veces, y cinco o seis si se encuentra en Aries o en Tauro.
        Los planetas más distantes (Urano, Neptuno y Plutón) tienen ciclos distintos entre su primer tránsito por un grado específico y el tránsito final por ese mismo grado. Urano emplea diez meses. Neptuno también tarda exactamente diez meses. Plutón, cuando está en Escorpio y en Sagitario, emplea nueve o diez meses, y durante un período de dieciocho meses pasa exactamente cuatro veces por el mismo grado, minuto y segundo. El resultado de la órbita sumamente excéntrica de Plutón y de su inclinación de 17º sobre la eclíptica es que se pasa 11 años en Escorpio y 32 en Tauro, es decir que su permanencia en cada signo es muy diferente.
        Un tránsito repetido por un determinado grado del horóscopo ocupado por un planeta natal, o por uno de los ángulos, alerta una y otra vez al nativo sobre algo que está sepultado desde hace mucho tiempo y que hay que explorar desde una nueva perspectiva. La exhumación de recuerdos profundamente enterrados se siente primero como una conmoción, pero a la larga conduce a que el nativo vea con claridad algún aspecto hasta entonces no desarrollado de su propia naturaleza interior. El grado en cuestión no es territorio virgen; ya antes ha dado cabida a múltiples y diversas experiencias. Encerrados en el interior de ese grado hay niveles de memoria tanto personales como arquetípicos, que se agrupan para formar prejuicios conscientes o actitudes inconscientes. Cuanto mayor es uno, más material acumulado hay cubriendo la pureza del grado. Por lo tanto, cuanto más profundamente nos apoyamos en nuestros prejuicios conscientes, más chocante nos parecerá la aparición de materiales inconscientes primarios. Lo que a primera vista parece ilógico es, en realidad, muy lógico, porque aquello que aflora a la superficie se relaciona con nuestras propias necesidades inmediatas y está asociado de un modo manifiesto con circunstancias y acontecimientos del momento actual. Es existencialmente apropiado, y vale la pena examinarlo como mínimo en este nivel. Los tránsitos se vuelven aún más previsibles cuando investigamos cuáles son las experiencias y las relaciones significativas previas asociadas con el planeta o con el grado en cuestión.
        Los ciclos retrógrados son importantes porque en el proceso de autodespliegue, señalado por un retiro hacia el interior de uno mismo para digerir y asimilar lo que sucede, hay una animación intensa y periódica.
        Los planetas natales cuyo futuro ha de verse repetidamente escudriñado se cargan -prácticamente se saturan- de rasgos psicológicos complejos, que serán la principal fuerza de motivación inconsciente subyacente en todos los demás aspectos de la vida. Cuando llegue el momento prometido, y se inicie la acometida de los tránsitos, el complejo empezará a desenmarañarse, y aunque pueda parecer que sólo involucra a un aspecto, éste terminará por ser el eslabón que se conecta con la totalidad del ímpetu consciente del individuo.
        De las dos maneras en que un tránsito retrógrado puede afectar al grado de un emplazamiento en el horóscopo natal, la más común es cuando el planeta transita primera por ese punto en movimiento directo, luego en la fase retrógrada, y finalmente en movimiento directo después de haber completado el ciclo retrógrado. Si este grado está ocupado por un planeta natal, la acción repetida del tránsito altera de un modo permanente la predisposición del planeta; los resultados a largo plazo de los tránsitos retrógrados por los puntos sensibles del horóscopo tienden más bien a alterar la vida que a ser algo transitorio o incidental.
        La concepción, la gestación y el nacimiento asociados con el tránsito de un planeta exterior en contacto con uno interior o con un punto medio reflejan la evolución prenatal de una persona. Cuanto más conscientes seamos de la secuencia temporal de estos ciclos, con más inteligencia llegaremos a entender cuál es su función en la continua evolución de nuestra naturaleza. No puedo decir que la conciencia de un tránsito de un planeta exterior nos permita evitar o desviar lo que está escrito desde el nacimiento, pero es indudable que ayuda a manejar los acontecimientos del proceso. El reconocimiento de que estamos llenos de algo que es necesario reduce el miedo y la angustia que con frecuencia generan los planetas exteriores.
        La naturaleza profundamente inconsciente de los planetas transaturninos y la información, a menudo sorprendente, que sacan a la superficie provocan corrientes de profunda agitación alrededor de su tránsito. Es muy típico y frecuente que un tránsito de un planeta exterior coincida con revelaciones súbitas y con una toma de conciencia cada vez mayor de aspectos hasta entonces no comprendidos de una característica o de un rasgo psicológico profundamente personal. Pero lo que de manera pragmática e inmediata es útil para el astrólogo es el movimiento previsible, y el posterior desarrollo lógico observable en cada paso vacilante a lo largo del ciclo retrógrado a través de los grados del zodiaco.
        Al indagar cuál es la experiencia previa de un cliente con respecto a un punto de la carta, sus antecedentes en relación con el planeta en tránsito, y la situación actual y sus potenciales, se vuelve totalmente posible entender qué está llevando a la superficie el proceso evolutivo del tránsito retrógrado.




        Sabemos que, cuando un planeta es retrógrado, la función que éste simboliza no opera del modo que se llama normal. La energía psíquica usada por esta función va en dirección al inconsciente. Lo que le ocurrirá a ella depende de todos los factores del mapa.

Dane Rudhyar, pág. 251
Astrología de la Personalidad






PARADIGMA  A



Cuando un planeta exterior en tránsito llega a una estación retrógrada en conjunción con una posición natal, retrocede, vuelve a pasar por ese punto natal y finalmente llega a una estación directa en ese mismo grado.


        Cuando un planeta exterior llega a una estación retrógrada sobre un emplazamiento natal, terminará por llegar a una estación directa dentro de un grado de ese mismo lugar aproximadamente dieciocho meses después. Por lo tanto, se darían una estaci6n retrógrada y una directa, produciéndose ambas directamente sobre el punto o el planeta en cuestión.
        Se trata de un tránsito muy potente que se puede interpretar de la siguiente manera cíclica.

1.     El planeta en tránsito llega a una estación retrógrada sobre un punto sensible o un planeta. En este caso, el planeta exterior ha estado rondando sobre el grado natal durante algunas semanas previas a la estación, y ha ido avanzando a una velocidad cada vez menor. Esto tiene el efecto de aflojar gradualmente los vínculos -tanto conscientes como inconscientes- del nativo con los principios del planeta o punto afectado. Lo más frecuente es que no haya "sorpresa", sino en cambio una honda angustia, un sentimiento difuso de desorden en lo que respecta a las reacciones y los hábitos más arraigados relacionados con el planeta o el punto sobre el cual se “asienta” el planeta estacionario. Empieza a aflorar un profundo sentimiento de conflicto no resuelto, pero la experiencia es demasiado nueva para que se vislumbre alguna posibilidad de análisis. El periodo de la estación suele ser agotador, porque el principio homeostático interno procura en vano activarse para resistirse al cambio; el agotamiento puede precipitar la subsiguiente depresión de los sentidos y de las emociones que con frecuencia va asociada con este tránsito estacionario. Estos sentimientos se exacerban por el hecho de que el planeta estacionario se pasará casi dos meses suspendido sobre ese grado.

2.     El ciclo retrógrado siguiente se prolonga entre ocho y nueve meses. Una vez que el planeta estacionario “se retira” del punto sensible, es frecuente que el individuo que experimenta el tránsito se sienta inundado por una sensación de alivio. La reacción instintiva es olvidarse de lo que ha sucedido, agradeciendo que haya “pasado”. Durante esta fase es posible, pero desaconsejable, reprimir la angustia que se inició con el contacto original. Este período de descanso durante el cual se podría trabajar mucho en el sentido de distinguir y hacer consciente lo que desea darse a conocer. Es una época muy fructífera, ya que durante un largo tiempo el ciclo natural deja margen para la absorción y la asimilación de una nueva información. Es un buen momento para observar los propios procesos y reacciones ante las antiguas pautas, al mismo tiempo que se mantiene una actitud consciente con respecto a los cambios que inevitablemente se producirán durante más o menos todo el año siguiente.

3.     La oposición del Sol en tránsito con el planeta retrógrado en tránsito. Esto se produce siempre a mitad de camino del ciclo de retrogresión, y puede iluminar esa semana o par de semanas con relámpagos de comprensión información crítica y una frenética reagrupación de la energía, el tiempo y los recursos aparentemente "perdidos" durante la estación retrógrada. Aunque esta es una fase sutil del ciclo, se la puede usar para desmantelar viejos esquemas y recuperar el poder que disminuyó mientras, inconscientemente, el sistema del nativo dedicaba su energía al mantenimiento del orden establecido.

4.     El tránsito en movimiento directo del planeta exterior por encima del grado en el que se estacionó. El planeta pasará exactamente sobre el grado en donde se estacionó, rompiendo así una vieja pauta. Aunque en general no es tan discordante como el "impacto" inicial, hay a menudo una evocación de los ataques de angustia y la aprensión de que "todo eso vuelva a empezar". El hecho de que esto rara vez sea cierto sirve en alguna medida de consuelo, pero el individuo que pasa por esta segunda experiencia puede verse forzado a volver a procesar asuntos que no quedaron resueltos. Esto se debe a que mucho de lo que era necesario llevar a la conciencia se mantuvo amorfo y sólo fue cobrando forma gradualmente durante el período de retrogresión. No es raro que se produzca una revisión de lo que sucedió en el contacto inicial, pero en un estado anímico totalmente diferente. Los “temas” serán similares, es decir, algunos hilos de la experiencia original estarán entretejidos en ésta, pero por lo general ahora con una sensación de perspectiva, control y conclusión.

5.     El planeta exterior llega a una estación directa dentro del orbe (generalmente lº) del punto sensible aproximadamente unos dieciocho meses después de la estación retrógrada, cuando se estableció el primer contacto (unos nueve meses después de la etapa 4). Esta etapa libera los materiales inconclusos de la totalidad del ciclo del año y medio. En estos momentos, el lento proceso ondulante ya ha hecho su trabajo, pero aún está por verse cuál ha sido su eficacia, y qué es lo que de hecho ha sucedido exactamente durante la transición. Como regla básica general, en realidad se necesita más o menos un año para incorporar y encarnar transformaciones vitales tan importantes como las que implica la retrogresión de un planeta exterior. Pueden pasar años antes de que el nativo esté realmente enterado de sus procesos. Baste con decir que es algo que sucederá solo una vez, y que idealmente habría que sacarle el mejor partido realizando tantos cambios conscientes como sea posible.




PARADIGMA  B



Cuando un planeta exterior en tránsito pasa por encima de un grado natal, llega a una estación retrógrada y vuelve a transitar por ese grado mientras está retrógrado y luego una tercera vez después de volverse directo.


        Cuando el contacto inicial lo hace el planeta exterior en movimiento directo y a continuación vuelve a pasar por el mismo punto en movimiento retrógrado, para finalmente transitarlo de nuevo en movimiento directo, en cada caso se genera un proceso sutilmente diferente. La secuencia es la siguiente.


1.     Primer contacto (el planeta en tránsito establece contacto con el grado mientras está en movimiento directo). Un despertar o una conmoción de la actividad inconsciente coincide con un espectro de posibles sentimientos desde una preocupación leve hasta un ataque agudo de angustia. Una alarma interior indica que hay interferencias en el sistema y que el cambio es inminente. Es la etapa de la "concepción", y aunque haya una vaga percepción de que algo ha sucedido, es una incógnita embrionaria, y en buena medida un misterio. Es común que el nativo sienta la necesidad de examinarse a sí mismo y de retirarse de los modos habituales de actividad con el fin de explorar sus experiencias, difíciles de localizar y por lo tanto fáciles de proyectar. El tránsito puede coincidir con un acontecimiento inesperado, y a menudo es así, como si recurriera a algo externo para provocar un viaje interior. El planeta en tránsito se sigue moviendo en el grado, dando una falsa sensación de conclusión o como mínimo, provocando la prematura expectativa de haber "cambiado".

2.     Segundo contacto (mientras el planeta está en tránsito retrógrado). En este momento afloran a la conciencia las cavilaciones del último par de meses que el planeta lleva en retrogresión. Lo más probable es que el nativo tome conciencia de lo que realmente se ha ido desarrollando desde el primer contacto. No es un momento de resolución, sino que forma parte de la fase de "gestación", y la madurez del proceso todavía no se ha producido. No está siempre asociado con un acontecimiento, pero si lo está, raras veces es del mismo tipo que el que se generó en el primer contacto. Sin embargo, por lo general hay un motivo implícito, y con un poco de esfuerzo y estableciendo una conexión con los temas simbólicos, el nativo podrá ver claro lo que necesita descubrir y llevar a la superficie. Cualquier secuencia de acontecimientos que coincida con los tránsitos puede parecer totalmente ajena o aleatoria mientras no se llega a la conclusión del ciclo y se alcanza una perspectiva global.


3.     La oposición del Sol en tránsito con el planeta retrógrado en tránsito. Se produce en la mitad del ciclo y tiene un efecto poderosamente esclarecedor. Con frecuencia, aquello que se está desarrollando se activa de forma manifiesta psicológica e intelectualmente, o bien como una vivencia del drama interior que se proyecta en el entorno en forma de acontecimientos, circunstancias y sucesos vividos por otras personas.


4.     El tránsito final (después de que el planeta retrógrado en tránsito se haya vuelto directo, pasando en su movimiento más allá del grado natal). La probabilidad de asociar este contacto con un acontecimiento es aún menor. Es el "nacimiento" de lo que ha ido evolucionando durante los últimos nueve meses. Aunque al llegar a este tránsito final podemos darnos cuenta conscientemente de lo que ha producido el ciclo, todavía tiene que producirse la digestión del nuevo conocimiento antes de poderlo integrar plenamente. Es útil "trabajar" de un modo activo en el inconsciente, mediante la asociación y el análisis de las ideas, las imágenes, los sueños y las fantasías que se van produciendo durante todas las fases de los ciclos, y permanecer agudamente consciente de las pautas de comportamiento. Si se hace un esfuerzo, hay más probabilidad de que se produzca la liberación de un antiguo complejo. La mayoría de las personas sienten en esta última fase que se han liberado de un viejo tirano, generalmente de un tirano interior moldeado, a partir de materiales arcaicos, al estilo de uno de los progenitores, o que encarna los valores parentales.





        A diferencia de los tránsitos directos, que establecen contacto con un grado natal y siguen su marcha, los tránsitos retrógrados operan en un nivel más profundo y menos consciente. Son sutiles e indirectos, y producen con frecuencia respuestas retardadas, que sólo cristalizarán cuando el planeta se vuelva directo, y se manifestarán cuando vuelva a pasar por el grado natal en cuestión. Durante el "período de descanso" es frecuente que haya un vago sentimiento de incomodidad, pero sin reacciones ni respuestas agudas las cosas están más bien implícitas que explícitas, y en todos los aspectos de la vida existe la sensación de que algo está al acecho.
        El movimiento hacia atrás hasta un grado con el que el planeta ya ha estado en contacto desenmaraña el material bruscamente liberado. Se les quita el cerrojo a emociones profundas y de carácter embrionario, dejando que se muevan a la deriva y tiñan indistintamente todos los rasgos de la vida. El material soltado inunda la totalidad del Sí mismo, e inicialmente es absorbido de forma subliminal. Los cambios que se manifiestan más adelante tienen lugar al principio internamente, en secreto.
        Durante el tránsito retrógrado, el potencial para la transformación se interioriza, insinuándose en todas las facetas del ser, convirtiéndose en algo orgánico. El yo se vuelve indefenso, permeable, mientras las fronteras caen, o por lo menos se difuminan. El asimiento del yo se debilita y se vuelve accesible a las alternativas, incluso a los opuestos. Empiezan a concentrarse las polaridades extremas, que dan como resultado una escisión interior y crean una tensión que todavía sigue siendo flotante y amorfa, y que termina por aflorar en forma de alternativas, decisiones y encrucijadas. Un fuerte sentimiento de fatalidad acompaña normalmente al período próximo a la oposición del Sol con el planeta retrógrado. El yo se vuelve esponjoso, y absorbe cantidades crecientes de energía "nueva" proveniente del inconsciente, que lo incapacitan para relacionarse con el entorno de la manera acostumbrada.
        La retrogresión es un viaje liminar, una existencia marginal, durante la    cual se vuelve imposible hacer planes, todo es eventual y provisional. El yo está a merced del Si mismo, que actúa a la manera de un guía hermético durante todo el pasaje que va del lugar conocido al destino incógnito. Hay una compulsión profundamente instintiva que pugna para que el potencial del futuro todavía no vivido emerja de la realidad conscientemente conocida del pasado, a la cual nos aferrarnos. El período de incubación de la retrogresión se ajusta a su propio patrón intrínseco, en gran medida misterioso para la mente consciente. Esto es lo que causa la ansiedad, la depresión y la lucha interior durante los tránsitos retrógrados.
        El verdadero trabajo se hace durante la fase retrógrada, y la puesta en práctica de habilidades, percepciones y conocimientos nuevos, así como la posterior fase experimental de la vida, se inicia con el movimiento directo. Como los planetas exteriores aportan a la experiencia personal posibilidades tan incomprensibles como insondables, uno se siente como un animal en el bosque, amenazado por un cazador desconocido al acecho.
        La crisis de la conciencia no se puede mantener demasiado tiempo, porque entonces el yo se desintegra y deja de contener al individuo. La época de la retrogresión parece durante casi todo el tiempo muy armonizada, aunque muchos de nosotros la hemos sentido como una completa desintegración del yo, que luego se vuelve a integrar en los puntos decisivos. Precisamente en el momento en que uno siente que todo está perdido, el planeta llega a la estación directa. La explosión que esto provoca termina por aplacarse, y con el tránsito directo se inicia una reorganización en el paso final del planeta.
        La estación directa recoge en lo posible el proceso inconsciente y lo expulsa, para exteriorizar y manifestar lo que se ha estado gestando. Cuando el planeta vuelve a pasar por ese grado de la carta natal, marca el final del cambio más intenso. Poco a poco la vida se estabiliza, pero con perspectivas infinitamente más apropiadas y con una nueva e irrevocable dirección.





SATURNO  RETRÓGRADO  EN  TRÁNSITO



        Saturno puede transitar dos veces por el mismo grado en el curso de sus fases directas y retrógradas' y de vez en cuando lo hace tres veces. Es importante recordar esta característica cuando se interpreta el resultado a largo plazo de un ciclo de Saturno retrógrado en una carta natal. Las semillas sembradas en el primer contacto pasan por una gestación, una maduración y el consiguiente nacimiento durante el tránsito final por ese mismo grado. Saturno da a la luz lo que había sepultado.

De la estación retrógrada a la oposición con el Sol: Allí donde Saturno esté en tránsito en nuestro horóscopo formamos y configuramos nuevas fronteras y creamos una dimensión y un sistema, pero periódicamente este tipo de evolución se interioriza e inicia una incubación cuyo resultado es un sentimiento de estancamiento e inmovilidad. El ciclo retrógrado verá a Saturno retroceder por los grados con los que ya ha estado en contacto cuando se encontraba en movimiento directo. Entonces se produce la revisión del pasado y de todo lo que lo caracterizó, y se reflexiona sobre su eficacia actual. El proceso de evaluación se moviliza unas dos semanas antes de la estación retrógrada, durante la cual en el inconsciente empieza a germinar una semilla. Si Saturno se estaciona en orbe con un planeta o un ángulo natal, o dentro de uno o dos grados de orbe, afecta directamente al crecimiento en esa área, porque Saturno comienza a encerrar al planeta, sellándolo hasta aislarlo e impidiendo que lo contaminen influencias externas.
        La respuesta inmediata a la estación es, por lo común, una cierta indolencia, y puede pasar inadvertida, aunque es posible que haya insinuaciones de inquietud y frustración con respecto al orden establecido. Según cuáles sean los contactos natales que se formen, lo que finalice en la estación puede representar tanto un alivio como una opresión o una pérdida total. Con frecuencia hay una gran dificultad para determinar qué es lo que ha terminado, y el período suele ir asociado con una forma leve de depresión o de letargo.
        No todos los períodos estacionarios retrógrados de Saturno coinciden con finales. Aunque externamente pueda parecer que lo sean, en verdad son el comienzo de una relación completamente nueva con el entorno y con nuestros propios e íntimos sentimientos de poder y autoridad. La estación inicia un proceso en el que se construye un recipiente, una crisálida dentro de la cual empiezan a metamorfosearse misteriosos procesos inconscientes. En general, esto se centra en un tema; lo normal es que el nativo tenga una sutil conciencia del cambio necesario, pero que instintivamente se resista a él. El principio homeostático sale al rescate, deteniendo cualquier acción manifiesta o inmediata.
        En general, las cuadraturas, semicuadraturas y oposiciones con los planetas natales son los aspectos más obvios, ya que son característicos de la manifestación, y van acompañados por el desagradable sentimiento de encontrarse en una trampa, lo cual genera frustración, angustia y desesperación Nos vemos forzados a aceptar nuestra propia incapacidad para controlar el entorno, y tomamos una aguda conciencia de la disminución del poder de nuestro yo.
        Saturno encierra al yo y restringe sus parámetros, con lo cual, en ciertos momentos, reduce nuestro aparente control sobre determinados aspectos de la vida. Si los planetas están aspectados por el ciclo retrógrado' entonces la reevaluación del poder y de la autoridad es más general, pero sigue estando asociada con los asuntos de la casa por donde transita Saturno, y se refleja en las casas que el Sol en tránsito va ocupando durante la totalidad del ciclo.
        En el caso de un sextil o un trígono, una estación retrógrada puede ganar tiempo para permitir un plan a largo plazo mejor desarrollado.
        Nuestra participación en las relaciones madura durante la retrogresión de Saturno, dando como resultado una mayor seguridad en nosotros mismos y unos valores personales más saludables. Saturno aísla el planeta con el que contacta e invierte sus energías, enterrándolo para la incubación que conducirá luego a un nacimiento. En el proceso de profundización de sus relaciones consigo mismo, el nativo consigue multiplicar su satisfacción en sus relaciones con los demás.

De la oposición con el Sol a la estación directa: Un poco más de dos meses después de la estación retrógrada, Saturno forma una oposición con el Sol, señalando el punto medio del ciclo retrógrado.
        La oposición es el punto decisivo del ciclo, que señala el final de la fase furiosamente resistente y el comienzo de una incorporación gradual de nuevas maneras de experimentar el poder central. Las casas donde se produce la oposición destacan las áreas que han estado sufriendo inconscientemente encarcelamiento y restricciones. Si la oposición cae sobre un planeta o uno de los ángulos la parálisis subsiguiente se produce por obra de la iluminación de la posición solar y la toma de conciencia de lo que se ha roto, y por la incapacidad del nativo para actuar de inmediato al respecto. Saturno persistirá en contener y encerrar nuestro deseo de acción inmediata hasta que el proceso interior haya llegado a su fin. El nativo incluso puede tener el sentimiento interno de estar atrapado, así como el deseo de evadirse antes de tiempo de esa situación apremiante o de reaccionar huyendo de la responsabilidad.
        El período posterior a la oposición Sol-Saturno señala transiciones importantes que apartan al nativo de lo que pare él solía ser un eficaz mecanismo psicológico de defensa, y quizá también de la estructura y el marco de referencia de su propia vida. Esto va seguido por el quincuncio en desaceleración, que marca una época de recuerdos y recapitulación en estos momentos se pueden realizar muchos cambios y ajustes rápidos, y con gran éxito. Sin embargo, nuestro propio cronómetro instintivo sabe que todavía no ha llegado el momento de dar a luz un orden nuevo y más apropiado. Una fuerza interior que se mantiene y maneras más adecuadas de poner en práctica nuestros planes a largo plazo, unidas a la impaciencia y la ansiedad, crean una atmósfera de transición rápida, pero es probable que haya un ajuste en el tiempo.
        El trígono exacto con el Sol produce precisamente cuando Saturno comienza su movimiento retrógrado más lento, antes de llegar a la estación directa, y sólo se moverá unos 6 minutos de arco antes de la estación, doce días después. Esto puede provocar un alumbramiento prematuro, es decir, decisiones tomadas a la ligera, basadas no en la sabiduría del tiempo, sino más bien en la intolerancia y la impaciencia. El Sol recoge la energía del ciclo retrógrado, resultando de ello un sentimiento de tensa y angustiada incertidumbre. Como el ciclo sigue estando activo hasta bastante después de que el planeta se estacione y se vuelva directo, es frecuente que la información consciente de lo que se ha ido gestando no aflore a la superficie hasta que Saturno pase por el grado en el que se volvió retrógrado.

De la estación directa al grado de la estación retrógrada: Si la estación se conecta con un planeta o un ángulo de la carta natal, esta época puede resultarnos interminable, ya que Saturno hace que el tiempo pase más lentamente. Cuando se estaciona, se mantiene en el mismo grado durante casi seis semanas a cualquier lado de la estación. Cuando se vuelve directo, sentimos como si nos moviéramos con suma lentitud. Se necesita mucho tiempo para que el mensaje de Saturno quede incorporado a la mente consciente, pero es seguro que el proceso de nueve meses de fecundación, gestación y nacimiento se ha producido.
        El tránsito final por un grado es el más notable, y a menudo señala el nacimiento consciente y manifiesto de lo que se insinuaba nueve meses antes. Generalmente, al algo muy tangible. Si el nativo ha estado trabajando durante ese tiempo en un proyecto a largo plazo, el proyecto se completa, se vuelve factible y toma cuerpo en el tránsito final. Por otra parte, un plan provisional o una fantasía puede convertirse en realidad en las últimas etapas del ciclo; negativamente, pondrá punto final a las relaciones, actividades o proyectos anticuados o improductivos. Es típico de la naturaleza humana entretenerse en el umbral, y aunque luchemos con valentía por aferrarnos a todo ello, finalmente las relaciones y los valores anticuados e incluso dañinos que han pasado ya con mucho su etapa productiva llegarán a su fin. Puede haber una prolongación o un esfuerzo en el último momento, pero también esto tiene que acabar, y si el ciclo retrógrado coincide con nuestras propias fases de retiro, interiorización, gestación y nacimiento, tan claramente delimitadas por Saturno, entonces lo mejor es dejarlo en paz. Cuando Saturno vuelva a pasar por el grado en el que se volvió retrógrado, nueve meses después, estará a cuatro semanas del punto de conjunción con el Sol. Si ha producido un retraso, esto señala la definitiva conclusión del ciclo.




URANO  RETRÓGRADO  EN  TRÁNSITO



        Los tránsitos de Urano nos desvinculan súbitamente de nuestros seguros puntos de referencia. Al vernos catapultados a la profundidad del espacio, no nos queda más que explorar lo que al principio parece un territorio extraño. Con cada sucesivo tránsito directo nos vemos un poco más separados de lo conocido, pero la fase retrógrada subsiguiente nos vuelve a conectar con un aspecto de nosotros mismos del que nos habíamos desconectado y que no sentíamos. El tránsito inicial de Urano en aspecto con un planeta o un ángulo natal suele representar una conmoción y provocar ataques agudos de angustia y miedo. Urano es un despertador celeste, que nos despierta bruscamente a los aspectos interiores de nuestra naturaleza que han estado latentes y todavía no se han puesto a prueba. Los tránsitos sucesivos procuran sacar a la luz rasgos ocultos de los cuales hemos estado conscientemente separados, desde el nacimiento o desde la infancia.
        Puesto que Urano permanece aproximadamente siete años en cada signo, sus ciclos de tránsito retrógrado, como los de los demás planetas exteriores, acumulan una historia de actividad durante los años en que el planeta transita por una casa. Los tránsitos de Urano frecuentemente coinciden con una separación brusca de algo que en su momento tuvo un elevado valor personal. El verdadero peligro que acecha en este período es la alienación potencial de los aspectos más fundamentales de la vida y la concentración en el ideal.
        Los tránsitos de Urano retrógrado provocan una revolución interior en contra de los sistemas que no apoyan la supervivencia holista. Gradualmente reemplazamos los antiguos modelos por otros nuevos a medida que el lento proceso del tránsito de Urano por una casa transforma nuestros puntos de vista; cada año, mientras el planeta está en oposición con el Sol, socavamos lentamente lo viejo y lo reemplazamos por lo nuevo. El modelo "nuevo" que Urano introduce no se puede utilizar en su forma ideal, y el resultado de ello es la frustración y la desilusión que con tanta frecuencia acompañan a los tránsitos de Urano.
        La actitud intrínsecamente desapegada y observadora de Urano puede ser causa de que el tránsito produzca en el nativo la sensación de estar "fuera" de sí mismo, separado de su propio núcleo y escindido en dos partes, es decir, experimentando y al mismo tiempo observándose a sí mismo. El primer contacto trae consigo la súbita percepción de que no todo está "bien", pero con frecuencia a la persona le resulta difícil discernir qué parte de sí misma o de su entorno es la apropiada para el futuro. Empieza a buscar fuera de sí misma la causa de la angustia o de esperanza y una osadía que estimulan al nativo a explorar horizontes nuevos y dan margen a una mayor interrupción de la rutina. El mecanismo homeostático interior, que inconscientemente regula nuestro comportamiento normal, de pronto empieza a vacilar, y lo que antes se consideraba un riesgo ahora puede que no lo parezca tanto.
        Debido a la relación de Urano con lo “ideal”, el tránsito inicial puede inundar al individuo de un sentimiento de insatisfacción. Todo lo que solía ser cómodo y estable se vuelve aburrido y formal, opaco e insoportablemente ridículo. Este sentimiento no siempre es positivo, porque puede introducir el cambio de una manera demasiado radical, involucrando a todo un sistema o una red de ideas o personas interrelacionadas, todas las cuales participaran, de un modo indirecto y sin darse cuenta, en la transformación uraniana del nativo. Gran parte de la angustia que acompaña al tránsito inicial de Urano en aspecto con un planeta u otro punto es el resultado de verse inesperadamente ante posibilidades ilimitadas y horizontes sin fronteras. De pronto uno ya no está contenido ni limitado por la convención, pero tampoco tiene una pauta de reacción alternativa. La falta de contención y la incapacidad de volver a crear seguridad de forma inmediata, normalmente se experimentan como caos. Sin embargo, el caos es la génesis de todas las cosas, y el proceso que caracteriza a largo plazo al ciclo de Urano es la introducción gradual de una nueva perspectiva. Una ansiedad secundaria que siente la gente cuando Urano empieza a operar sobre una pauta natal se relaciona con el grado en que se es responsable de la vida de otras personas, y con la inseguridad a la que, sin darse cuenta, se las puede exponer.
        Urano nos hace tomar conciencia de la imperfección. Esto puede representar un golpe cuando durante años hemos vivido muy felizmente con una actitud, una persona o una situación social sin sentir nunca ningún descontento ni necesidad de cambio alguno. Urano despierta nuestra insatisfacción con respecto a lo superficial, mecánico, habitual, o que está basado en un puro instinto animal de supervivencia. El elitismo de Urano tiene el poder de revelar súbitamente, que una relación o un estilo de vida es algo falso, pretencioso o sórdido, por más que antes hubiera sido perfectamente adecuado. Lo asombroso de todo ello es que antes jamás pareció que fuera así; lo que ha cambiado no es la realidad, sino la percepción. Durante todo el tiempo que Urano se pasa en contacto con un planeta de la carta natal, el individuo se siente cada vez más atónito al percibir lo radicalmente diferentes que se han vuelto sus percepciones. ¿Cómo es que algo que hasta ayer era válido, hoy ha dejado de serlo?
        La gente sufre auténticas desilusiones durante los tránsitos de Urano. Empiezan a desconfiar de sus propias creencias y de su capacidad de discernimiento, porque, ¿cómo es posible que hayan juzgado bien cuando su vida entera ha sido una mentira? Que esto último sea o no-verdad, no viene para nada al caso; lo que resulta tan asombroso es que uno sienta o piense que es verdad. Lo más importante durante los repetidos tránsitos de Urano es que comprendemos que el hecho de que ahora algo se haya vuelto superfluo no invalida todo lo demás, ni significa tampoco que antes aquello no tuviera sentido ni fuera válido. La claridad y la objetividad que aparecen de repente con el tránsito inicial sólo son extremas porque antes no han estado presentes; esta visión no es más “real” que la percepción de ayer. Simplemente, está más actualizada, y por lo tanto, es

  


NEPTUNO  RETRÓGRADO  EN  TRÁNSITO



        El intento subyacente de Neptuno retrógrado es disolver poco a poco las fronteras del universo conocido y sumergir en una situación prenatal a los planetas con los que va contactando. Cada período de inversión de Neptuno desprende suavemente de nosotros una actitud o una manera de percibir hasta entonces segura, sumergiendo en un mar primordial a los principios planetarios con los que establece contacto por el camino.
        A medida que Neptuno transita por una casa, se van creando fantasías de un mundo perfecto que luego D gradualmente, se deshacen: los ciclos retrógrados cumplen con el ritual de desatar ligaduras. La oposición anual Sol-Neptuno señala el período en que se producen las mayores pérdidas de control del yo y de toda clase de fronteras. Independientemente de que esto se ponga de manifiesto de manera inmediata o no (y es rasgo característico de Neptuno que sea que no), se produce una desintegración de la forma mundana. En cada ciclo sucesivo, el viento barre con algunas ilusiones y otras nuevas vienen a sustituirlas. El mundo sólido de lo que parece ser la realidad oscila y cambia de forma, enriqueciéndonos con imágenes nuevas y más elaboradas de lo que el mundo es realmente.
        Los trígonos y los sextiles que forma Neptuno retrógrado añaden un toque de autenticidad a nuestro mundo de fantasía, y aunque representar fielmente la idea, la relación o el proyecto que uno tiene en mente durante un contacto con Neptuno no suele ser nada fácil, el trígono o el sextil sirve de base a lo que puede ser un momento creativo decisivo a largo plazo. Suele ser frustrante y difícil expresar lo que uno siente o piensa en el año o los años del tránsito de Neptuno, pero en el plano interior se está suscitando una auténtica originalidad creativa. Por el lado negativo de los trígonos y sextiles, hemos de estar más atentos de lo habitual al riesgo de establecer alguna conducta de autoengaño durante el transcurso del tránsito. Su repetido énfasis en un planeta o en un ángulo lleva a que los hábitos arraiguen más profundamente en la persona, y la adicción a fantasías emocionales, ideológicas o espirituales puede afirmarse hasta el punto de que uno se imagine omnipotente y omnisciente.
        La influencia de Neptuno en movimiento directo, a medida que se aproxima a un planeta natal y establece contacto con él, es sutil e hipnótica, y la fascinación que ejerce nos arrastra a sentir o a pensar de maneras nuevas. Cuando Neptuno se aleja e inicia la retrogresión, erosiona y disipa, y puede derribar las barreras interiores. Neptuno envuelve a sus víctimas (cualquier planeta con el cual contacte en tránsito) en un aura exótica, romántica y esquiva, y por eso se lo asocia tan frecuentemente con el engaño y la ilusión. La influencia de este planeta no es siempre siniestra y alucinatoria; también aumenta nuestro sentimiento de la divinidad existente en todas las cosas. Esto se debe en gran parte a que Neptuno ejemplifica la unidad en la totalidad que es la vivencia de la vida intrauterina, el estado embrionario y preconsciente de la existencia, cuando aún somos uno con la fuente de alimento y de vida.
        Neptuno retrógrado nos invita a regresar al estado intrauterino para permanecer en incubación y finalmente renacer. Sus características seductoras pueden teñir la más sórdida de las experiencias con matices luminosos que la exaltan más allá de su realidad. Cuando Neptuno transita en aspecto con un planeta natal tres o cuatro veces a lo largo de un par de años, hasta a los individuos más racionales les resultará difícil confiar en su percepción de la realidad. La erosión de los falsos valores y de los objetivos fantaseados es un resultado positivo de los ciclos de Neptuno, cuyo resultado final es una actitud más realista y práctica ante la vida. Su repetición en contacto con determinados grados a lo largo de períodos prolongados refuerza desde varios niveles las nuevas perspectivas del nativo, porque mientras Neptuno retrocede sobre sus huellas, todos los demás tránsitos continúan con su movimiento, de modo que cuando se produce el siguiente "toque" de Neptuno, la perspectiva del nativo se ha modificado por completo.
        La difuminación de las fronteras crea una situación en la que las definiciones de uno mismo, hasta entonces bien delimitadas, sufren una mutación. A la larga el yo se suaviza y se vuelve menos arrogante, asumiendo un papel más humilde en el conjunto de la personalidad. Esto tiene su lado oscuro, puesto que la inseguridad y la maleabilidad pueden hacer que uno se vuelva demasiado fácil de manipular y susceptible de coacción.
        La proyección sobre el entorno o la fusión con él son los efectos psicológicos colaterales más comunes del tránsito de Neptuno; tal es el caso cuando vemos a otros o, específicamente, a "otro", como un individuo idealizado, proyectando sobre él o sobre ella nuestra propia fuente de divinidad. En el caso de la fusión, podemos encontrarnos indebidamente incorporados a la fantasía de otra persona, hasta el punto de compartir su vivencia como si fuera de nosotros, sin tener para nada en cuenta nuestros propios motivos y necesidades. En el curso de un tránsito de Neptuno es común esperar que otra persona nos sirva de espejo. Neptuno nos pule suavemente los bordes y nos hace percibir la vida a través de una lente que enfoca las cosas de un modo más tolerante.
        La necesidad de otra persona, o de una situación triangular, parece deberse a que Neptuno socava la capacidad de confiar en el propio juicio. Nos volvemos desvalidos e infantiles y necesitamos contar con el apoyo de una figura materna, que con frecuencia aparece bajo la forma de un amante, un psicoanalista o un consejero: cualquiera que nos salve de las asperezas del mundo. Neptuno nos recuerda el estado edénico del ser, en el que dos corazones laten al unísono, y el anhelo de retornar a ese estado puede dar como resultado algunas experiencias bastante autodestructivas. Neptuno nos puede cegar temporalmente a medida que se aproxima a un planeta natal, y toda acción consciente y progresista se interrumpe mientras se inicia una inversión de los principios del planeta. Al principio del ciclo retrógrado hay una sensación de suspensión y de parálisis, y las personas normalmente seguras de sí mismas y controladas pueden caer en la flojedad y la ambivalencia, permitiendo que su juicio se vea influido por otros que, a sus ojos, tienen más claridad mental. La ironía reside en el hecho de que, en estos casos, lo más probable es que la percepción que uno tiene de los demás esté tan deformada como la que tiene de sí mismo.
        Las realidades de Neptuno son indiscriminadas, en ellas todo está fundido en una esfera numinosa, razón por la cual con tanta frecuencia provocan la exploración de las experiencias espirituales, psíquicas y fenomenológicas.
        Durante este ciclo puede resultar difícil establecer o mantener relaciones, principalmente porque la intención del sí mismo es dar a luz un aspecto de sí, y no fundirse con otra persona, aunque muy a menudo la tentación sea ésta. A la función de idealización y al sacrificio les cabe un papel significativo durante un ciclo de Neptuno, y podemos renunciar a una parte importante de nuestra libertad y nuestra integridad, perdiéndonos en el ideal de la relación en vez de encontrarnos a nosotros mismos. Verse arrebatado por otro durante un tránsito de Neptuno puede ser una rica fuente de autoexamen, porque en ello hay implícito un cierto elemento de narcisismo.
        Neptuno debilita y agota nuestro caudal de recursos físicos y psicológicos, aun cuando al mismo tiempo nos este- haciendo receptivos para un material proveniente de la inspiración.
        Las diversas etapas del tránsito de Neptuno son procesos graduales de disolución, suspensión y resolución. Un tránsito "único", es decir, el que transcurre sin repetirse en retrogresión, suele ser un ramalazo de profundo autoengaño, del cual uno se despierta asombrado al pensar en las experiencias que tuvo durante los meses de su influencia. Cuando el tránsito se repite tres o cuatro veces, su importancia es mayor, y sus efectos tienden a una total transformación del principio creativo.
        El primer contacto afloja nuestro anclaje en la realidad, distanciándonos de todo sentimiento de convicción sobre nuestra vida o el mundo. En contraste con Urano o Plutón, Neptuno no tiene opiniones. Tiene estados anímicos más o menos variables, sentimientos, sensaciones, imágenes, fantasías, matices, corazonadas y visiones. Tiene un aire de insinuación. Inicialmente, Neptuno lo reduce todo a un estado embrionario en el cual tienen lugar misteriosas actividades a espaldas de la conciencia. A menudo, una angustia existencial se apodera de la conciencia, inundándola de una incierta sensación de preocupación por algo determinado, y el nativo busca con la esperanza de encontrar una razón. Y no sólo se vuelve desconfiado, sino que en realidad sus sospechas pueden estar bien fundadas, aunque al principio parezcan difíciles de precisar.
        En las etapas iniciales de un contacto neptuniano es esencial mantener una visión clara de la realidad que se percibe, ya que si hay atisbos de subterfugio es frecuente que se confirmen. Como es obvio, durante un tránsito de Neptuno es posible que se desarrolle una paranoia - que en si misma sólo es un estado de conciencia intensificado y oscuro - que solamente se podrá disipar con fuertes dosis de verdad y realidad. El nativo quizá crea que está paranoico cuando en realidad no es así. Es esencial determinar cuándo uno de verdad intuye algo y cuándo simplemente se está poniendo nervioso o desconfía. Sin embargo, nuestra inapreciable voz interior suele hablar con mucha más fuerza y seguridad durante el primer contacto con Neptuno, y en el fondo es mucho más fiable que la mente consciente.
        Es probable que todos los tránsitos de los planetas exteriores necesiten manifestarse en el plano racional por medio del contacto directo con personas o acontecimientos que estén directamente relacionados con el planeta en tránsito. Atraemos aquello que estamos experimentando interiormente o en el nivel psíquico. Con Neptuno, congregamos a nuestro alrededor a otros neptunianos, un conjunto de personas escurridizas, evasivas, misteriosas e intangibles, y durante algún tiempo su mundo se convierte en el nuestro. Al "derramarnos" en los demás, expandimos el ámbito de nuestra experiencia; estamos auténticamente "en sus zapatos" y nos involucramos en todas sus pautas. Tomamos cada vez más conciencia de hasta que punto el todo está incluido en cada parte, y aunque parezca que nuestras experiencias provienen del entorno, en realidad son espejos de un aspecto interno de nuestra propia naturaleza, que hasta entonces no había llegado a la conciencia.
        Es totalmente posible tener la vivencia de lo que en uno "no es uno mismo" durante el tránsito de Neptuno. El misterio de la relación simbiótica se desenmaraña cuando exploramos algunos de los ámbitos alternativos bajo un tránsito de Neptuno. El planeta con el que Neptuno contacta se queda sin el apoyo del yo y deja de ser parte integrante de la estructura del resto del horóscopo. Es como si se lanzara a la deriva para explorar ámbitos vagos y nebulosos, renunciando a toda responsabilidad mientras dure el tránsito. El nativo puede sentirse completamente a merced de los demás, atrapado en el dominio de los otros y sin ser dueño del propio. La simbiosis es inherente a todas las relaciones, y compartir y combinar de un modo saludable ideas, objetivos, actividades e incluso personalidades es siempre deseable. Compartir es algo que se identifica conscientemente, y así la individualidad se mantiene. Sin embargo, si el nativo experimenta la disolución neptuniana, puede perder ese sentimiento de independencia e individualidad, y creerse una extensión de otra persona o incluso de ella misma.
        Cuando Neptuno realiza su último tránsito en contacto con un planeta natal, es probable que la realidad del nativo, en su totalidad, se haya alterado para incluir creencias y visiones del mundo que le eran ajenas antes del tránsito. Nuestra visión del mundo se suaviza y se vuelve más tolerante y a menudo más pacífica después del tránsito de Neptuno. Una vez "desatado" por Neptuno, el yo parece no tener contra qué combatir; el tránsito no suele provocar cólera, sino más bien tristeza o nostalgia. El tipo de enfado con que nos pone en contacto Neptuno es global, infantil e indeferenciado. Es prácticamente imposible etiquetarlo, y lo más frecuente es que se vuelva hacia adentro, contra nosotros mismos. Cuando tenemos un tránsito de Neptuno, no somos distintos del mundo, y también podemos experimentar el dolor global, así como la felicidad global.
        Podemos verdaderamente volver al útero, repetir nuestra gestación y renacer durante un tránsito de Neptuno, fusionando el yo y el alma, disolviendo los limites entre lo que era, lo que es y lo que será, y mezclando la totalidad del tiempo en una zona intemporal en donde pueden ocurrir milagros. La ansiedad, el dolor y la nostalgia que acompañan a Neptuno sirven como indicadores de la medida en que nos apegamos al pasado y nos engañamos en mantener el control del yo.
        Nunca podemos saber con antelación cuál será el resultado final de un tránsito a largo plazo. Lo más importante que esto nos enseña es a caminar con los dioses. Nuestro yo se ve debidamente disminuido y tenemos acceso a nuevas visiones de la vida. El grado en que queramos renacer se refleja en nuestra capacidad o nuestro deseo de acabar con el pasado para así crear un futuro nuevo.


  


PLUTÓN  RETRÓGRADO  EN  TRÁNSITO



        Plutón nos exige que descendamos a las más recónditas profundidades de nuestra alma, que nos quedemos solos y en nuestro aislamiento encontremos la integridad, la seguridad y el valor.
        El poder de un tránsito de Plutón reside parcialmente en el hecho de que es una experiencia singular; no hay ensayos, ni hay tampoco ningún tránsito de Plutón en aspecto con un planeta que sirva de preparación para un futuro tránsito plutoniano en contacto con otro planeta. El tránsito de Plut6n en aspecto con un determinado grado de un signo puede producirse hasta cinco veces durante un período de tres años, lo cual en ciertos grados significa por lo menos un lapso de cinco años antes de que el planeta salga del orbe de influencia.
        Plutón actúa como un agente libre, que desentierra aspectos encerrados o segregados de la naturaleza del nativo y los lleva a primer plano para civilizarlos e integrarlos en la totalidad de la persona.
        Los tránsitos de Plutón movilizan circunstancias en las cuales, mediante la experiencia, uno cobra conciencia de todo aquello que alguna vez deseó, sin jamás conseguirlo. El planeta puede llevar consigo pasiones ardientes, deseos insatisfechos y una desmesurada y obsesiva ambición.
        La contención de la frustración que se genera durante el tránsito retrógrado de Plutón es el proceso de construcción del yo, que proporciona a la persona un fuerte sentimiento de identidad personal. Esta nueva sensación de logro pone a prueba cuando Plutón transita por última vez en contacto con el punto, limpiando todo lo inacabado y eliminando cualquier recurso superfluo o inútil.
        Las experiencias obsesivas que se dan bajo los tránsitos de Plutón cesan normalmente después de que el planeta ha reanudado su viaje.
        Posiblemente el enfrentamiento más difícil que afrontamos como mortales es con la muerte, y no sólo con la muerte del cuerpo, sino también con la muerte de la conciencia. Dentro de nosotros nos encontramos con el aislamiento existencial; el hecho evidente de que estamos esencialmente solos se hace inevitable e ineludible bajo la influencia de Plutón.
        Es prácticamente imposible mantener una fantasía o vivir en una ilusión durante los repetidos tránsitos de Plutón. El primer impacto puede traer consigo una situación en la que la realidad del nativo resulta severamente puesta a prueba, saliendo a relucir la capacidad de la persona para controlar su Vida. Podría presentarse bajo la forma de una relación, de un objetivo profesional, de un incidente o un encuentro decisivo que experimenta alguien con quien tenemos una relación de intimidad, o bien como una dolorosa perdida personal. Los recursos que necesitamos para trabajar con un tránsito plutoniano no son los que normalmente empleamos, y lo más probable es que nunca los hayamos desarrollado plenamente, si es que tenemos conciencia de ellos. Estos recursos están profundamente sepultados, y sólo los podemos hallar mediante un tenaz buceo en las profundidades del alma.
        Cuando Plutón experimenta sus ciclos retrógrados y repite un contacto con un grado natal, droga cada vez más profundamente los rincones ocultos del inconsciente, sacando a la luz los aspectos más escondidos de la naturaleza interior del nativo. El hecho de que Plutón pueda transitar por el mismo grado hasta cuatro o cinco veces en dos o tres años demuestra lo meticuloso que es. Gradualmente y por etapas aquello que es necesario eliminar se ve sometido a una muerte ritual. En el contacto inicial se nos alerta de algo profundamente sepultado en los más ocultos rincones de la psique, pero en el caso de que Plutón repita el tránsito en contacto con un planeta o un ángulo, hay una probabilidad cada vez mayor de liquidar una conducta psicológicamente mortífera.
        Cuando nos aterra el hecho de que Plutón pueda "golpear" varias veces a un punto natal, no nos darnos cuenta del valioso intento que subyace en sus movimientos. Si todo nos fuera revelado en un único instante, el resultado sería la locura, de modo que la forma que tiene la naturaleza de afrontar el problema es dar la posibilidad de que los fragmentos de información vayan aflorando separadamente en distintos momentos. La inmersión de Plutón en el inconsciente es muy selectiva; hace aflorar contenidos psíquicos que pueden reflejarse en la experiencia actual del nativo. Quizás el tránsito no coincida con un acontecimiento, sino que se manifieste más bien en la vivencia interior de una prueba" de fe, de voluntad o de coraje. El reconocimiento consciente de las profundidades de las regiones interiores del alma ha sido durante largo tiempo, y con razón, un ritual en la mayor parte de los caminos espirituales. Uno puede liberarse de las pautas emocionales y de conducta habituales y autodestructivas en el curso de dos o tres tránsitos, pero con Plutón también lo inverso puede ser cierto. Como desgasta los limites entre lo consciente y lo inconsciente, se ponen de manifiesto las ideas, acciones y pautas de comportamiento obsesivas. El hecho de que se manifiesten es la importante señal de que hay fuerzas interiores en la psique que están contaminadas por la muerte, y que por consiguiente es necesario expurgar. Algo está muriendo para así poder renacer.
        Las pequeñas muertes que se producen durante el tránsito de Plutón nos preparan para el inevitable término de la vida. La principal lección que aprendemos en este largo proceso es la forma de ir desprendiéndonos de aquello que considerábamos absolutamente necesario para nuestra Vida.
        Tal como pasa cuando se quiere dejar un hábito negativo, para un tránsito de Plutón no hay un "buen" momento, sino sólo un momento apropiado. Cuando el tránsito ha de repetirse varias veces, termina por convertirse en la liberación de una compulsión antigua e implacable que ha paralizado un aspecto de la psique, impidiéndole crecer y experimentar. Lo mejor es abrir la puerta de buena gana y con un mínimo de respeto por nuestra inteligencia interior. El intento de mantener un estilo de vida anticuado causa el agotamiento que es capaz de producir Plutón. La resistencia del nativo se agota, su inmunidad a la invasión se desgasta y el resultado puede ser la enfermedad. El cuerpo no tiene el poder de la psique, y con frecuencia se doblega bajo una presión prolongada. La maduración positiva de la fuerza bruta de Plutón resulta, paradójicamente, de la renuncia a una idea una persona o una meta muy querida, no del intento de forzarlo al sometimiento. En una lucha como ésta, Plutón inevitablemente gana, destruyendo lo que cualquier posible beneficio podría haber aumentado. En el proceso de renuncia surge, aunque son frecuencia a través de medios indirectos, una circunstancia específicamente más adecuada.
        Buena parte del dolor interno que sufrimos bajo los repetidos ataques de Plutón tiene que ver con potencialidades no realizadas, con recursos ocultos que no han hallado formas de expresión adecuadas o con deseos profundamente sumergidos que han permanecido insatisfechos. Nuestra alma frustrada puede llegar a liberarse a través de las apasionadas obsesiones que con frecuencia se desencadenan durante el largo ciclo del movimiento directo y retrógrado de Plutón, pero sólo si nos damos cuenta de que son un vehículo de transmutación. Reconocer conscientemente estas pasiones es una forma de exorcismo, porque aunque de momento detengan el crecimiento, la lucha puede actuar como un ritual de purificación. Sean cuales fueren los acontecimientos que vayan asociados con el tránsito de Plutón, se presentarán con un elevado tono emocional.
        En los períodos retrógrados de Plutón, los aspectos perniciosos de uno mismo se van reuniendo silenciosamente y en secreto, para emerger y ser eliminados durante los ciclos directos.
        Un rasgo común entre los "supervivientes" a los tránsitos de Plutón es su poder acumulado, no reprimido, sino contenido. Natalmente, Plutón suele ser el último planeta que el yo contiene y madura en su interior, y el más difícil de incorporar cuando se encuentra en tránsito. Sin embargo, una vez que se ha conseguido llegar a un acuerdo con él, se convierte en un constante manantial de recursos.
        El punto en el que anualmente se produce la oposición Sol-Plutón ilumina el conflicto. Como es el punto medio de la totalidad del ciclo del Sol y Plutón, ofrecerá cierta información sobre aquello a lo cual el yo se está resistiendo, y en qué dominio se puede obtener un mayor poder gracias a la sinceridad. Si el período de oposición trae consigo luchas de poder y estallidos, esto sirve para vencer el deseo de controlar lo que no se puede controlar. La fuerza que se genera en la confrontación es tal, que se va incorporando lentamente en la fase final del ciclo retrógrado ese mismo año.
        El período de oposición también exige con frecuencia que uno se enfrente con lo inevitable y lo inexorable, profundizando en las cuestiones de la mortalidad y la inmortalidad. La inmutabilidad del alma podría ser un pobre consuelo para la persona que se enfrenta con cuestiones de vida o muerte en las casas donde cae la oposición, pero allí también hay profundas reservas. Los recursos que uno descubre dentro de sí en el transcurso de las oposiciones del Sol y Plutón son auténticos, no adoptados, ni prestados, porque éstos son los primeros en desintegrarse bajo la influencia de un tránsito de Plutón.
        Los tránsitos directos de Plutón marcan la aparición de sentimientos, hábitos y estados anímicos profundamente sumergidos. Aunque todo esto pueda dar la sensación de un descenso, en realidad es el ascenso de nuestro propio inconsciente. Las épocas retrógradas subsiguientes señalan períodos de asimilación gradual de los recursos recién descubiertos y de adaptación al nuevo territorio psíquico. Cuando Plutón vuelve a conectar con el mismo grado por tercera vez, en movimiento directo, el “ascenso al mundo superior” nos exige una gran fortaleza y coraje, además del despliegue de habilidades nuevas, prestando suma atención a nuestra voz interior.