SOBRE LOS SIGNOS Y LOS ELEMENTOS

POR


OSCAR  ADLER



Si, llegados al final de su vida terrestre, los portadores de las cuatro lentes (terrestre, agua, aire y fuego) pudieran echar una ojeada retrospectiva sobre lo hecho, de modo de poder reconocer qué pareció a cada uno de ellos lo principal de esta vida, lo que ya quedó atrás, 
obtendríamos cuatro respuestas distintas.


El portador de la lente "terrestre" tendría que reconocer lo siguiente: en primera línea "fue importante en mi vida la manera en que actúe en el mundo exterior; fueron importantes todas las relaciones con lo objetivo de este mundo y, sobre todo, mi obrar y mi actuar, en tanto por ello haya podido transformar el acaecer material; insignificante sería todo lo que no llegó a la realización o quedó en intención trunca. Sólo el actuar determina mi lugar en el mundo. Frente a la importancia de lo que pude lograr con mi actuar, logrando finalmente dejarlo como legado material, palidecen todas las valoraciones de la vida, resultan insignificantes todos los sentimientos, pensamientos y planes no llevados a cabo".

El hombre con la lente de "Agua" diría lo siguiente; si tuviese que resumir su vida, no consideraría que lo principal de su vida fue' lo inmediatamente real del mundo material; todo actuar, y las transformaciones resultantes de ello en el mundo circundante, serían secundarios frente a las experiencias psíquicas, que ocupan el lugar primordial para él. No cómo vivimos nuestra acción, sino cómo vivimos nuestros sentimientos es lo principal de su vida. ¿Cómo soporté y me conduje en el placer y el dolor, y cómo hice gozar y sufrir a otros? ¿Cómo me he transformado interiormente por el placer y el dolor? No fueron los bienes materiales lo que me hicieron valiosa la vida, no su posesión, ni tampoco mi rendimiento en lo material; todas estas realidades palidecen frente al inundo de mis sentimientos y de mis afectos, que, en mi actual ojeada retrospectiva, me resultan tan dulces como los placeres que gocé mucho después. ¡Sólo por ellos valió la pena vivir esta vida!

Y el hombre de la lente de "Aire" también él ha "actuado" y ha "sentido", lo mismo que el hombre de Tierra y el hombre de Agua, pero el contenido de este actuar y este sentir palidece frente a la importancia que cobró en su vida el "pensar" palidece frente a la pura felicidad de aquellas horas en que pudo retraerse en su mundo mental, y contemplar, desde ese puerto asegurado contra todas las tormentas de la vida, el actuar y el sentir y, consecuentemente, las alegrías del ser humano, más o menos como desde la butaca del teatro, para extraer de este espectáculo su filosofía de la vida; y el poder permanecer sin ser molestado en tal actividad filosófica constituye el contenido de su felicidad. La máxima y más pura alegría de la vida va unida a la actividad mental, a la embriaguez entusiasta del crear o del conocer recreativo.
        Si el Hombre de Aire, llegado al fin de su vida, sacara la conclusión de lo que fue su vida terrestre, no preguntaría por resultados materiales que haya podido dejar en el mundo circundante su existencia en la Tierra, como tampoco preguntaría por el contenido de sus placeres y dolores del alma. Lo único que valió la pena vivir fue el pensar, la búsqueda espiritual -mental-, el conocer, el crear, la aspiración a la verdad, no importa si equivocada o lograda cabalmente.

¿Y el hombre de la lente de Fuego? Para él el mundo sería ante todo como un inmenso campo de batalla donde desplegar su fuerza de voluntad. Detrás de todo lo que se manifiesta en el acaecer terrestre, material, en el dolor y el placer del alma y detrás de toda aspiración mental, el Hombre de Fuego vería, como primera y última realidad "verdadera", la dirección fundamental de una voluntad, frente a cuya claridad palidece todo lo otro.
        Los valores supremos, por los cuales vale la pena vivir la vida, y que a la vez lo justifican a él, solo frente al tribunal de su propia conciencia, van unidos a su naturaleza moral. El haberse apartado, fuere por lo que fuere, del mandamiento de la propia voluntad consciente, es el peor reproche, la acusación más dura que podría formular contra sí mismo; el haber llevado al triunfo a su voluntad esclarecida moralmente es su única justificación, la única compensación por lo arduo de la lucha que le impuso la vida.


Los cuatro tipos ideales de Tierra, de Agua, de Aire, de Fuego, que mencionamos brevemente, no se hallarán jamas al estado de pureza, pues esto requeriría que en el horóscopo del nacimiento de cada uno de ellos ejerciera influencia astrológica únicamente un solo elemento; a pesar de esto, habrá muchos seres humanos en cuya constelación de nacimiento la influencia de una determinada cualidad elemental sea tan preponderante que dicho ser pudiese reconocerse de inmediato en alguno de los esquemas que acabamos de trazar.

Dr. Oscar Adler, pág. 165-166
La Astrología como Ciencia Oculta





El egoísmo del Hombre de Agua pertenece puramente a la esfera del sentimiento; el Hombre de Agua quiere probar hasta el final el placer y el dolor; en el placer y el dolor, y en la forma en que los experimenta, el Hombre de Agua quiere vivirse a sí mismo lo más intensamente posible, quiere gozarse y olvidar, con ello, la "realidad". Esto convierte al Hombre de Agua en un ser de la irrealidad, en un romántico de la vida, en contraste con el Hombre de Tierra, a quien llamamos el clásico de la vida. El Hombre de Tierra quiere "completar"; el Hombre de Agua huye de toda "terminación", pues esto significaría el despertar de su vida onírica, el fin de su fabuloso mundo mágico.


Dr. Oscar Adler, pág. 193
La Astrología como Ciencia Oculta


El Hombre colocado bajo la radiación exclusiva de Cáncer carece de defensa corporal; su cuerpo psíquico se halla expuesto, indefenso y desnudo. Es por eso que en él se originara bien temprano el sentimiento de la desnudez psíquica y del desamparo. El Hombre de Cáncer nace con este sentimiento, que bien pronto toma la forma de un expreso miedo a la vida. El temor es la primera característica que permite reconocer al carácter de Cáncer (...) La influencia de la madre es durante toda la vida del Hombre de Cáncer la más fuerte (...) El hombre de Cáncer es un diplomático de la vida psíquica, y esta diplomacia se muestra, por de pronto, en la elección de las personas con quienes trata. Pero tampoco es activo en esta elección. El Hombre de Cáncer deja que los demás vayan hacia él y, de entre ellos, conserva solo a aquellos a quienes él tiene algo que brindar, para de ese modo atarlos a él por la gratitud. Tales seres tienen que formar la envoltura protectora que envuelva su cuerpo psíquico desnudo (...) A semejanza de un termómetro extremadamente sensible a cualquier alteración de temperatura, el Hombre de Cáncer responde de inmediato a cualquier alteración de la simpatía o el humor de los suyos, con el correspondiente mal humor; el signo más característico de este cambio de estado de ánimo es el de la "arbitrariedad" la arbitrariedad hace que el Hombre de Cáncer cambie, a capricho, de "favorito", entre las personas que lo rodean. Pero entre todos los estados de ánimo posibles, y en tanto la radiación de Cáncer no haya evolucionado ascensionalmente, es el del dolor el que predomina sobre el de la alegría.

Dr. Oscar Adler, pág. 199-200-202
La Astrología como Ciencia Oculta


De entre los signos de Agua, es el de Piscis el que envuelve más profundamente al ser humano en lo psíquico, y lo mantiene sujeto a la vida psíquica, como a un sonámbulo que no acertara a despertar de su estado onírico, o como un soñador que no puede llegar al estado de vigilia (...) Vive -creyendo vivir una vida propia- una vida psíquica ajena, que le fluye de las corrientes psíquicas del medio, una vida psíquica sugerida, como si fuese la propia. Esta vida psíquica ajena no se convierte, empero, en protectora de la vida psíquica propia, sino que se mezcla con esta, de manera que, en el producto mixto resultante, se esfumen "oníricamente" los límites entre ambas vidas psíquicas. Dijérase que el Hombre de Piscis vive una vida en que otro sueña de él. Vive, por así decir, su vida psíquica en forma pasiva, padece la Vida propia y la ajena (...) El Hombre de Piscis esa en principio, el merodeador innato de la vida (...) El Hombre de Piscis no es más que un "niño", un niño que jamás llegara a ser adulto y, ante todo, un niño indefenso. Sin embargo, no está tan indefenso como parece; lo que ocurre es que tal Hombre de Piscis el menos evolucionado- ha "copiado" su táctica, su estilo de vida, de la táctica de los niños, esto es, ha adoptado la táctica de los débiles, cuya exagerada, recalcada debilidad constituye, a la vez, su fortaleza.

Dr. Oscar Adler, pág. 210-212
La Astrología como Ciencia Oculta





El Hombre de Acuario es un monje, un mónakos, un "ermitaño", un "autarca", un ser "fuerte", un ser que logra su poderío máximo cuando esta solo, y que por eso mismo sabe que es en tal soledad que se basa su fuerza, esto es, que dicha fuerza se verá amenazada en cuanto aquél dilapide su soledad y abandone la utopía. Es por eso que su mandamiento máximo puede ser el de mantenerse fiel a sí mismo cueste lo que cueste (...) Esta autarquía no se refiere, empero, más que a lo mental de su vida. En esta fase, la condición principal que se le impone es la de una incondicional originalidad con relación a todo lo que haga; no pisar la huella de nadie, si el camino no fue hallado por los propios medios, debe conservar a cualquier precio su independencia mental (...) El Hombre de Acuario tiene su propia cosmovisión, su propia ciencia, su propia ética, su lógica y psicología propias. Y por eso siente que, para conservar estas propiedades, no sólo debe evitar exponerse a influencias extrañas sino que hasta debe procurar no hablar a los demás acerca de su propio modo utópico, Para no profanarlo, para no tener que sufrir, por ejemplo, la conmoción de este mundo por obra ajena. Tendrá que mantener este mundo alejado de los pasos ajenos; más aún: él mismo tendrá que alejarse lo más posible de los otros.

Dr. Oscar Adler, pág. 235-236
La Astrología como Ciencia Oculta

  

El Hombre de Fuego es un ser de entusiasmo y de alegría, pues no tiene tiempo para los dolores y los sufrimientos. En la voluntad y la consecuente afirmación de la vida se alberga toda la felicidad, y del mismo modo en que todo ser captado en las raíces de su vitalidad tiende hacia adelante, liberándose a cada momento de un pasado moribundo, gozoso de resurgir al encuentro del siempre renovado futuro, tampoco para el Hombre de Fuego puro hay pasados que puedan ligarlo.

Dr. Oscar Adler, pág. 256-257
La Astrología como Ciencia Oculta



  

Tratemos de trazar el tipo del Hombre de Tauro; nos encontraremos frente a la imagen de un hombre que ha nacido con una predisposición Inconsciente a la resistencia pasiva, con la predisposición a conservar y defender como propio y a cualquier precio todo aquello que trae consigo como heredada, sean sus actitudes o la propiedad material que pudo haberle sido legada en virtud de su pertenencia a una determinada familia, sean los conocimientos o prejuicios que adquirió de padres y maestros en su infancia. Llamemos a la cualidad que resulta de esto "fidelidad". Pero por de pronto, esta fidelidad no debe ser entendida en sentido moral. Detrás de ella se oculta únicamente la obsesión del partidismo o, en general, el sentimiento de dependencia absoluta, es decir, otra especie de servidumbre o esclavitud. Esta servidumbre tiene un carácter diferente del de la servidumbre del Hombre de Capricornio. El Hombre de Capricornio nace con la tendencia a dominar; el mas' elevado de entre estos hombres de Capricornio es el que sabe elevarse por rebajamiento voluntario. En cambio el Hombre de Tauro nace con la tendencia a la relación de dependencia que asume para no tener que actuar por propia responsabilidad. De ahí que su deseo fundamental y manifiesto sea el de ser y seguir siendo un subalterno, el de saber que sobre él hay una autoridad protectora en lo moral; esta autoridad es para él ante todo el peso de la tradición, de lo "sobrevenido", de lo heredado, que, en principio, hace las veces del "dueño responsable" (...) La clave para la interpretación del signo de Tauro en sentido elevado surge en tanto tratemos de captar esotéricamente la fuerza de persistencia corno tal; es así que esta fuerza se convierte en poder de la memoria, como guardián fiel de lo pasado. La memoria del hombre es la cámara del tesoro del pasado, y el Hombre de Tauro es el guardián de esa cámara.

Dr. Oscar Adler, pág. 180-181-182
La Astrología como Ciencia Oculta



El hombre, en tanto aparezca como corporización pura de la radiación de Capricornio, no se inclina a ninguna clase de concesión interior pero en cambio se inclina a toda clase de concesiones o compromisos exteriores que le posibiliten la realización de sus propósitos.

Dr. Oscar Adler, pág. 174
La Astrología como Ciencia Oculta


Es totalmente imposible al Hombre de Capricornio tomar la vida con "liviandad", considerar que la vida es "fácil", ni aun cuando nade en la riqueza. Sobre él pesa la dura carga de una responsabilidad: la de tener que obrar. Es por eso que la tónica de su vida esta' dada por una grave seriedad, que parece provenir de una conciencia siempre dispuesta a la responsabilidad, que se extiende a las consecuencias de sus actos en tanto estos actos hayan cobrado realidad.

Dr. Oscar Adler, pág. 176

La Astrología como Ciencia Oculta