"Casi le envidiaba la fluidez libre y vigorosa de su discurso y el fuerte sentido que demostraba todo lo que decía, y, sin embargo, no la envidiaba, pues aunque de vez en cuando lamentaba por él mis propias deficiencias, me proporcionaba un enorme placer estar allí sentada escuchando a los dos seres que quería y honraba más que nada en el mundo charlando tan bien, con tanta amabilidad y sensatez."

Anne Brontë



El penitente

Lloro contigo, y aún me regocijo
Que te deba doler tanto;
Con un coro de ángeles acompaño mi voz
Para bendecir la aflicción del pecador.

Aunque te hallas alejado de amigos y familiares,
Y rías con desdén de tu profundo dolor;
Oigo al gran Redentor decir;
“Te bendeciré aunque llores”.

Manten tu curso, no consideres extraño
Que los hilos terrenales estén divididos:
El hombre puede lamentar el cambio maravilloso,
Pero “¡hay alegría en el cielo!”


Anne Brontë

"Imposible describir la frescura y pureza del aire. Ninguna otra cosa se movía, ningún otro ser a la vista, solo yo. Mis pisadas eran las primeras que hollaban aquella arena virgen; ninguna señal sobre ellas desde que la última marea borrara las marcas más profundas del día anterior, y la dejara lisa y uniforme, salvo en las partes en que el agua había dejado algunos charcos y pequeños arroyos. Refrescada y vigorizada por la brisa, feliz, caminaba por la playa, olvidando todas mis preocupaciones, como si mis pies tuvieran alas y pudiese caminar cuarenta millas sin fatiga, y experimentando una sensación de entusiasmo que no recordaba desde los días de mi juventud. A alrededor de las seis y media, sin embargo, empezaron a acudir los caballerizos para ejercitar los caballos de sus amos, primero uno y luego otro, hasta una docena de caballos y cinco o seis jinetes, pero no tenía que preocuparme porque no llegarían has¬ta las rocas a las que yo me acercaba en aquel momento. Cuando las hube alcanzado y pasado por encima de las húmedas algas resbaladizas (a riesgo de caer en alguno de los muchos charcos de clara agua salada que había entre las rocas) hasta un pequeño promontorio musgoso salpicado por el mar, miré atrás de nuevo para ver quién más estaba. Todavía se veía sólo a los madrugadores mozos con sus caballos y a un caballero con la oscura mota de un perro corriendo delante y un carro que venía de la ciudad para cargar agua para los caños. Dentro de un minuto o dos, las lejanas máquinas de agua se pondrían en funcionamiento: y entonces los caballeros mayores de regulares costumbres y las sobrias damas cuáqueras acudirían para dar sus paseos matutinos curativos. Pero por muy interesante que fuese tal panorama, no podía esperar para presenciarlo, pues el sol y el mar me deslumbraban tanto que sólo pude echar un vistazo en aquella dirección. Por lo tanto, me giré de nuevo para deleitarme con la vista y el sonido del mar lanzándose contra mi promontorio, sin una fuerza desmedida, porque las enmarañadas algas y las invisibles rocas de debajo rompían la oleada; si no, pronto me hubiera visto anegada por el rocío."

Anne Brontë
Agnes Grey


“… La hierba alta se marchitó bajo la mirada del sol ,
Los árboles desnudos lanzan sus ramas a lo alto;
Las hojas muertas, debajo de ellos, están bailando alegremente,
Las nubes blancas se deslizan por el cielo azul.


Anne Brontë