“Antes ser rico era tener una cultura determinada, una concepción de la tierra, una concepción de París y de Europa. Ser pobre era tener una concepción de la clase obrera. Ahora no hay más concepciones. Las clases son posibilidades adquisitivas. Ahora ser rico es poder ir a tal lado y ser pobre es no poder ir. Ser pobre es que te traigan al Patio Bullrich, como los traen de los colegios, a que vean lo que no van a tener nunca. Y ser rico es poder tenerlo. Ahora es una cuestión adquisitiva. Un pobre no tiene una mentalidad diferente, sabe lo que no tiene, pero yo creo que el consumismo y el liberalismo han logrado cautivar hasta el deseo. Entonces lo que el pobre quiere es lo mismo que el rico: todos participamos ahora del mismo deseo. Entonces ser de una clase u otra es poder mudarte a la Av. Del Libertador. La clase social ya no es una mentalidad, es un acceso económico. Nadie le pide a un rico que sepa sobre música clásica, si ahora es todo guita. Antes era vulgar hablar de dinero. Ahora si no hablás de plata de qué vas a hablar.”

Hugo Mujica



“Creo que hay algo que no se trató lo suficiente en la Argentina, y es que la Iglesia no colaboró con el Proceso: la Iglesia fue el Proceso. Si tomas que la Iglesia es, por definición, el pueblo de Dios, Videla era Iglesia. Hasta se hizo una capilla para rezar en la Casa Rosada. O sea: todo milico es católico. Y todo milico es formado religiosamente. Entonces el proceso fue hecho por la Iglesia. Lo que pasa es que la gente identifica a la Iglesia con cuatro obispos. Pero la Iglesia somos los bautizados que de alguna forma obramos acorde.”

Hugo Mujica




“De lo que soy consciente es lo ya muerto. Soy consciente de que ya morí todo hasta este instante. Soy consciente de que soy como una llama que se va quemando. Y que ya morí toda la edad que tengo. En ese sentido tengo mucha conciencia de la muerte como la necesidad de abrir espacio, para que lo nuevo nazca, gracias a haber muerto tanto, todavía con vida y juventud. Y la muerte hacia adelante es un asombro más que una preocupación. Me asombra tener que morir.”

Hugo Mujica



Hace apenas dí­as 

Hace apenas dí­as murió mi padre,
hace apenas tanto. 

Cayó sin peso,
como los párpados al llegar
la noche o una hoja
cuando el viento no arranca, acuna. 

Hoy no es como otras lluvias
hoy llueve por vez primera
                 sobre el mármol de su tumba. 

Bajo cada lluvia
podrí­a ser yo quien yace, ahora lo sé,
                                 ahora que he muerto en otro.

Hugo Mujica



“La palabra ya no es un lugar donde se interpreta la realidad.”

Hugo Mujica




Nace el dí­a 

Nace el dí­a
bajo un cielo despejado,
la claridad en la que todo
se muestra,
lo que hacia ella brota
                y lo que su misma luz marchita. 

Todo nacer pide desnudez,
                                  como la pide el amor,
                                                             como la regala la muerte.

Hugo Mujica




Orillas
(fragmento)

Afuera ladra un perro
a una sombra, o a su eco
o a la luna
para hacer menos cruel la distancia
siempre es para huir
que cerramos una puerta,
es desierto la desnudez que no es promesa
la lejanía
de estar cerca sin tocarse
como bordes de la misma herida
adentro no cabe adentro,
no son mis ojos
los que pueden mirarme a los ojos,
son siempre los labios de otro
los que me anuncian mi nombre. 

Hugo Mujica




"Quien grita en el abismo supera el abismo: su mismo grito lo levanta por encima del abismo” San Agustín.
Es sabida y repetida –lo que no significa suficientemente escuchada- la frase con que Albert Camus da comienzo a El mito de Sísifo: “No hay más que un problema filosófico verdaderamente serio: es el suicidio. Juzgar si la vida vale o no vale la pena de ser vivida”.
Dejemos por ahora a Camus, al abismal humanista que buscaba “ser santo sin Dios”, y retrocedamos. Vayamos hasta casi el inicio de nuestra cultura, cuando lo griego y lo cristiano comenzaban a imbricarse, cuando no se buscaba responder teóricamente a la pregunta sobre la vida sino que se combatía por mantenerla viva. Comencemos por el polo negativo de la dialéctica de este combate: la acedia, el tema que obsesionaba a los escritores espirituales de entonces, a los buceadores de la interioridad humana –alma, espíritu, psique, deseo - o como cada uno prefiera llamarla. Me refiero a todo aquello que precede a la propia conciencia sobre nosotros mismos, aquello que no es contenido de nuestra razón, sino continente de nuestro ser, aquello desde lo cual y gracias a lo cual somos.
En el género literario propio de entonces –el siglo XV de nuestra era- la acedia era considerada un pecado – una falta, algo que faltaba a lo que debimos llegar a ser. El “pecado del mediodía”, como se la denominaba, atacaba cada mediodía, cuando el sol y la pesantez parecieran llamarnos a deponer la energías, cuando el horizonte se vuelve una línea fluctuante, vaporosa y, drásticamente, en el mediodía de la vida, cuando la vida que nos espera reclama un nuevo impulso de nuestro ser para recomenzar, y a la vez, cuando los años parecieran invitarnos a deponer todo proyecto, a confortarnos con lo logrado, a refugiarnos en lo ya vivido, a encerrarnos en la repetición. Un pecado basal, ya que socavaba la voluntad, que vampirizaba la energía vital. Para comprenderlo, comprender la acedia, nada mejor que poner frente a frente a este pecado con la virtud opuesta a él, con la magnanimitas, o también, ponerlos a dialogar."

Hugo Mujica
El hombre errante


"Tantos fragmentos nos parten.
Innúmeros nombres balbucean la misma y única aspiración: felicidad.
La mayoría afirma que sólo es feliz aquel que tiene todo, aquel que al más agrega más... Llamando plenitud a lo mucho se nos escapa todo, se nos escapa lo propio. El omnipotente todo nos empuja de aquí para allí, de una cosa a la otra, de cada cosa tomamos un poco, de ese poco suele no quedarnos nada.
De actividad en actividad comenzamos a sentir el vértigo del vacío, vacíos comenzamos a escapar arrojándonos al tráfago del activismo con el que tratamos de cubrir nuestro vacío. En cada actividad esperamos encontrar lo que la anterior tampoco nos dio, tratamos de cubrir lo que la anterior tampoco cubrió.
Ni en la lejanía del corazón, ni en el desierto de chatura de nuestra cotidianeidad conocemos la paz. Todo lo que nuestras manos tocan, todo lo que nuestros dedos aferran, traduce la impronta de la insatisfacción, de la incisión que parte nuestro corazón.
El desasosiego sube desde el interior al exterior, corre como una marea fangosa que nos arrastra, como un trozo más en una corriente de objetos sin significado, una marea que nos va dejando sin tierra firme donde detenernos, donde reflexionar, donde esperar.
El hombre no escribe ya el diario de su vida, el hombre de hoy llena agendas. Su historia es una retahíla de números, una cifra operatoria sin resultado final, sin factor constante.
El latir de su corazón, el ritmo orgánico y cósmico que lleva en su interior ha sido dejado atrás, desatendido por la urgencia, por los designios del dios Kronos: su tic-tac acompasa y acelera la marcha del desenfreno, el girar que suple al avanzar, la danza de los fragmentos.
Lo esencial, la riqueza de lo propio, es primero relegado y después olvidado; relegado entre las cosas por hacer: las nunca hechas. Lo esencial queda postergado hasta tanto se tenga tiempo, mientras, el tiempo tiene al hombre, el tiempo que le va restando su vida.
Imagen dramática de un siglo que busca su fundamento no en lo perenne y permanente sino, sola y exclusivamente, en lo siempre nuevo, en lo siempre último, no en lo originario sino en lo original, en lo novedoso. No en el éxtasis sino en el vértigo."

Hugo Mujica
Kyrie Eleison



XLVI 

Todo rí­o vuelve
                      a su cauce
                           y el polvo a la tierra.
No es hacia lo alto
               que se despliegan las alas:
                           volar se vuela
                                              en las honduras
                                                                 que las raí­ces cavaron.

Hugo Mujica