"Consultando mis notas y diarios íntimos, me doy cuenta de que he poseído a mujeres de veintisiete imperios, reinos o países, de más de ochenta nacionalidades, incluyendo todas las de Europa, salvo Laponia. He follado con negras, mulatas, cuarteronas, griegas, turcas, egipcias, hindúes y otras criaturas completamenta depiladas; incluso he conocido bíblicamente a squaws del Canadá y Estados Unidos, allí donde la civilización no ha penetrado todavía. Ojalá pueda seguir vivo para desarrollar hasta el infinito las variaciones del glorioso tema que es la mujer."

Antonio Escohotado
Retrato del libertino



"Dejar que el otro sea libre es la gran asignatura pendiente de la humanidad."

Antonio Escohotado
Tomada del libro El rebaño: Cómo Occidente ha sucumbido a la tiranía ideológica de Jano García, página 238


"Detesto el victimismo y pago sin vacilaciones el peaje de la independencia."

Antonio Escohotado


"Dios es la autoconciencia del hombre y la autoconciencia del hombre es la conciencia de Dios, y nos obligamos a considerar ambas perspectivas en cuanto tales, es decir, como siendo una sola e idéntica verdad, el problema ha sido, al menos, planteado a nivel superior, porque no se piensa el abstracto discurrir de los extremos, sino el movimiento donde estos extremos mismos llegan a aparecer como extremos. Humanismo y religiosidad se ofrecen entonces en una perspectiva nueva, pues unidos como si fueran uno el corolario del otro, es la tesis teológica la que acaba revistiendo la forma de una rotunda afirmación humana y la humanista aquella que se aproxima al teísmo. En efecto, al formular el pen­samiento anterior -la conciencia de Dios es la autoconciencia del hombre y la autoconciencia del hombre es la conciencia de Dios­ lo que se indica es una tautología, un A=B luego B= A, pero de la posición de estos términos, de la posibilidad de que su relación sea alterna y no dotada de una sola dirección, depende la posibilidad de un concepto de lo humano y lo divino que no se limite a apartar lo uno en beneficio de lo otro. Si el saber de Dios es únicamente saber acerca del hombre, saber relativo a un otro dife­rente del sujeto del saber, al saber efectivamente el hombre de sí mismo se desvanece su Dios, pues era solo el recipiente de la ignorancia humana, de su ser sordo y mudo, y cuando la revelación se agotó, cuando las Escrituras se cerraron sobre sí mismas y llegó el tiempo del silencio divino, el hombre había dejado de ser un misterio y una extrañeza para el hombre; el concepto de Dios queda así reducido a una ilusión históricamente necesaria, semejante a la creencia en el alma de lo inanimado o en los milagros del chamán, mantenida en la antigüedad por aquellos que desconocían la potencia del espíritu humano y su facultad de des­cubrirse a sí mismo. Si, por el contrario, el saber del hombre es únicamente saber de Dios o de su voluntad, saber lo humano de lo sobrehumano, la autoconciencia del hombre es solo la concien­cia de su propia nada frente al absoluto de la fuerza y la creati­vidad, y en esta intuición de su verdad como mera criatura que podría no haber sido, el hombre se degrada al estatuto de una cosa entre otras, condenada, por añadidura, a saber eternamente de aquello que no es ni podrá ser ella misma."

Antonio Escohotado
La conciencia infeliz


"Durante la era pagana, el vino y las bebidas alcohólicas son las únicas drogas que sugieren degradación ética e indigna huida ante la realidad. Ecos del reproche se remontan al primer imperio egipcio, prosiguen en la vieja religión indoiraní y llegan a la cuenca mediterránea como dilema: ¿quiso Dioniso-Baco regalar a los mortales algo que enloquece o algo que ayuda a vivir? Los usuarios de cualesquiera otras drogas no interesan para nada al derecho ni a la moral, y cometeríamos un error creyendo que eran escasos. En la Roma de Augusto y Tiberio, por ejemplo, había casi 900 tiendas dedicadas de modo exclusivo a vender opio, cuyo producto representaba el 15% de toda la recaudación fiscal, y el opio era una mercancía estatalmente subvencionada, como la harina, para impedir especulaciones con su precio; sin embargo, no hay palabra en latín para opiómano, mientras se acercan a la docena las que nombran al alcohólico, y ni un solo caso de adicto al opio aparece mencionado en los anales de la cultura grecorromana. Lo mismo debe decirse de quien usa marihuana, hachís, beleño, daturas, hongos visionarios y demás drogas antiguas. Las raíces del mundo occidental coinciden con las de otras innumerables culturas en un concepto a la vez profundo y claro de la ebriedad -alcohólica o no-, que en definitiva apunta a un acto de júbilo y abandono, pues -como señalara Nietzsche- es "el juego de la naturaleza con el hombre". Filón de Alejandría, padre de la corriente jónica vincula la palabra griega para ebriedad (methe) con el verbo methyeni, que significa "soltar", "permitir", y define al ebrio como quien se adentra en "liberación del alma". Platón, su maestro, no ignoraba que el ebrio puede caer en patosería, aturdimiento, avidez y fealdad, pero defendió vigorosamente el entusiasmo ebrio como antídoto para aligerar la tirantez del carácter y sus ropajes rutinarios, que suscita la interioridad original y aquella inocencia donde pueden aparecer a una nueva luz las cosas. Como resumiría mucho más tarde Montaigne, "los paganos aconsejaban la ebriedad para relajar el alma". De ahí que el ideal grecorromano no fuese la sobriedad, sino la sobria ebrietas, la ebriedad sobria que faculta para gozar el entusiasmo sin incurrir en necedades. El sobrio no debe ser confundido con el abstemio, porque el primero es racional con o sin drogas, mientras el segundo sólo lo es sin ellas; uno puede penetrar en los pliegues de la desnudez, y el otro ha de rehuirlo para no avergonzarse ante los demás y ante su propia conciencia."

Antonio Escohotado
Sobria ebriedad


"El mundo progresa cuando los políticos duermen."

Antonio Escohotado




"La ciencia es un mito, sólo que es el mito más hermoso, el único generalizable a toda la especie y quizás el más digno de respetarse. La ciencia es un mito, y cuando pretende decir que está más allá del mito está mintiendo. La ciencia es la humildad en la búsqueda de lo verdadero y en cuanto pierda esa humildad ya no es más que una forma de embaucamiento." 

Antonio Escohotado
Verdaderamente, nº 13, septiembre y octubre 1996


"La cuerda que sirve al alpinista para escalar una cima sirve al suicida para ahorcarse, y al marino para que sus velas recojan el viento. Seguiríamos en las cavernas si hubiésemos temido conquistar el fuego, y entiendo que aquí, como en todos los demás campos de la acción humana, hay desde el primer momento una alternativa ética: obrar racionalmente -promoviendo aumentos en la alegría- y obrar irracionalmente, promoviendo aumentos en la tristeza; una conducta irreflexiva acabará haciéndonos tan insensibles a lo buscado como inermes ante aquello de lo que huíamos. De ahí que sea vicio -mala costumbre o costumbre que reduce nuestra capacidad de obrar- y no dolencia, pues las dolencias pueden establecerse sin que intervenga nuestra voluntad, pero los vicios no: todo vicio jalona puntualmente una rendición suya.
Otra cosa es que presentar el uso de drogas como enfermedad y delito haya acabado siendo el mayor negocio del siglo. Llevado a su última raíz, este negocio pende de que las drogas no se distingan por sus propiedades y efectos concretos, sino por pertenecer a categorías excéntricas, como artículos vendidos en tiendas de alimentación, medicinas y sustancias criminales. Una arbitrariedad tan enorme sólo puede estimular desorientación y usos irreflexivos.
Tras lo arbitrario está la lógica económica de dos mercados permanentes, uno blanco y otro negro. Esta dicotomía aleja la perspectiva de que el campo psicofarmacológico se racionalice alguna vez, con pautas de precio, calidad y dispensación que le quiten a las drogas -a las drogas en general- su naturaleza de puras mercancías. Salvo raros casos, como los vinos y licores realmente buenos, apenas hay productos de mercado blanco capaces de subsistir bajo condiciones de clandestinidad; sin embargo, al incluir los más deseables en el mercado negro se aseguran superdividendos para sucedáneos autorizados, mientras se multiplica el margen de beneficio para originales prohibidos. Otra cosa no explotaría a fondo las posibilidades del ramificado negocio, que juega con una baraja en la mesa y otra en la manga.
En nuestra cultura sólo el alcohol, el café y el tabaco se han refinado hasta niveles de artesanía, ofreciendo al usuario un amplio margen de elección entre calidades y variantes. Además de inducir continuas mutaciones genéticas, las bebidas construyen y destruyen, desatan ternura y desatan ira, acercan y alejan a los individuos de lo que son y de sus seres amados y odiados. Más modesto en dones -sin un Dioniso-Baco, generoso y cruel como patrono- el café despierta y apoya el esfuerzo de la vigilia, contrarresta el embotamiento vinoso y sólo pasa factura del insomnio, sumada a trastornos cardíacos, gástricos y hepáticos. El tabaco, quizá la más adictiva de las drogas descubiertas, sigue tentando a quienes lo abandonaron lustros y décadas después, presto a devolver esa imperceptible sedación/estimulación ligada a una coreografía de gestos y pequeñas servidumbres (encendedor, cenicero, paquete, una mano inútil por ocupada) que llenan los instantes vacíos de cada momento vivido.
A lo que aclaré en las páginas iniciales de este libro sólo puedo añadir que rechazar el Index farmacorum prohibitorum me ayudó en el camino del autoconocimiento y el goce, a veces mucho, aunque no lo bastante pronto como para rehuir algunos de los fármacos promovidos. Mi hábito son los cigarrillos; y si falta tabaco en lo antes examinado fue porque no me siento imparcial, sino vicioso. Como las demás drogas me resultan prescindibles, poseen un valor espiritual incomparablemente más alto.
Sólo hace poco comprendía que la nicotina es una droga esencialmente benéfica, eficaz para prevenir o mitigar varios males (entre ellos el de Alzheimer), cuyos efectos adversos no derivan de ella, sino de los alquitranes aparejados a ingerirla en forma de pipas, cigarros o cigarrillos, mediando una combustión.
Lícita o ilícita, toda sustancia capaz de modificar el ánimo altera la rutina psíquica, y rutina psíquica se confunde a menudo con cordura; vemos así que el abstemio acude puntualmente al psiquiatra para recibir camisas de fuerzas químicas -los decentes neurolépticos-, y la sobria dama a recibir como ansiolíticos unos toscos simulacros del opio. Sin embargo, no conozco catadores de vino que sean alcohólicos, ni gastrónomos que devoren hasta la indigestión. Lo común a ambos es convertir en arte propio una simple costumbre de otros.
A pesar de sus promesas y sus realidades, la actual bioquímica no puede por sí sola encontrar o recobrar la vida, como tampoco -o más bien mucho menos- pueden lograrlo la dietética o la gimnasia. Pero esa evidencia no la omite el proyecto de una ilustración farmacológica. La omite precisamente quien alimenta tinieblas, y en su cinismo sugiere como «paraíso» (culpable o inocente) alguna ebriedad. Caras de una misma moneda imaginaria, ni el paraíso ni el infierno hacen justicia a esa humilde pero real aventura de sufrir y gozar los deseos, a medio camino siempre entre la resignación y el cumplimiento.
La ilustración observa ciertos compuestos que -empleados razonablemente- pueden otorgar momentos de paz, energía y excursión psíquica. Su meta es hacerlos cada vez más perfectos en sentido farmacológico, y a quien los usa cada vez más consciente de su inalienable libertad. En otras palabras, su meta es la más antigua aspiración del ser humano: ir profundizando en la responsabilidad y el conocimiento."

 Antonio Escohotado
Epílogo, Aprendiendo de las drogas, páginas 95-96


"La libertad, que en sus etapas iniciales llama a la insumisión, madura como sentimiento de goce ante ella misma."

Antonio Escohotado


"También se ha verificado que la globalización es compatible con un resurgimiento de lo artesanal, allí donde se adapte al estado de la técnica. La sociedad de la información podría tener otro de sus paradigmas en la "especialización flexible", una alternativa a la producción en masa que presenta ventajas de anticipación e independencia para enfrentarse a mercados de consumo como los actuales, muy irregulares, complejos y fluctuantes. De hecho, gran parte de las empresas mayores intentan adaptarse al estado de cosas dotando de iniciativa e incluso total autonomía a amplias partes de su organigrama. Y si no fuera porque el político prefiere la especialización inflexible, taylorizada, un proceso de especialización flexible -apoyado sobre mecanismos telemáticos muy simples- podría aplicarse también a los actos de gobierno, dando testimonio de que la vida política se adapta a un mundo tan irregular, complejo y fluctuante como sus mercados de consumo."

Antonio Escohotado
Caos y orden