“Durante el siglo XX la ciencia ha llegado a un conocimiento de la fábrica del mundo, que aun siendo muy incompleto (probablemente nunca dejará de serlo), permite comprender que ni el origen del cosmos, ni el de la vida, ni el de la aparición de las especies requiere un principio sobrenatural. Se ha comprobado que las cosas se producen sin motivación, al azar y por necesidad, que decían los atomistas griegos. La ciencia no puede probar la existencia o la inexistencia de Dios. Lo que sí demuestra, de un modo fehaciente, es que Dios es un concepto inútil como explicación de las cosas del cosmos.”

Antonio López Campillo


“Los científicos no tratan de demostrar la existencia o la inexistencia de Dios. No es su tarea, por fortuna. Se limitan a indagar cómo funciona el mundo, en sus múltiples aspectos. Lo que descubren suele contradecir los dogmas imperantes. Y, como los creyentes ven en todo acto una finalidad, creen que el fruto de la acción de los indagadores del mundo es obra de unos malignos que quieren ponerlos en ridículo, cuando lo que sucede es, simplemente, que lo encontrado no coincide con lo que ellos imaginan.”

Antonio López Campillo


“Los creyentes aprovechan la circunstancia de que no se conoce el origen exacto del Universo para ver en dicho origen la mano de Dios. Es bastante ridículo, pues están comparando a Dios con una fluctuación cuántica del vacío, no como generador de la fluctuación, ya que ésta se produce, en nuestro planeta, de un modo espontáneo y sin que sea necesaria la hipótesis de un Creador de fluctuaciones, y además de ha medido. Hoy por hoy, en los medios científicos, la hipótesis del vacío cuántico y su fluctuación como origen sigue siendo materia de discusión. En los medios teológicos, la existencia de Dios no está en discusión. Esa es la diferencia.”

Antonio López Campillo