"Excelentísima señora. Ni soy tan necio que pretenda, ni soy tan vano que presuma consolar a V. E. en el justísimo dolor con que la contemplo, y sé que está lastimosamente penetrada por la muerte del Duque mi señor. Tampoco me detendré a persuadir a V. E. que la hago dolorosa y muy sincera compañía en la amargura de tan congojosa pérdida. ¿Qué querrá decir que yo sienta en el alma lo que toda España llorará con lágrimas de sangre, y lo que celebrarán los enemigos de nuestra nación? Ni a V. E. la puede servir de lenitivo el saber que todos los buenos españoles lloran lo que V. E. llora; antes el llanto universal aumenta muy especiales motivos al llanto de V. E. Sólo pido licencia a V. E. para acordarla que ya tiene V. E. la mitad menos que morir después que murió el señor Duque; y que es amorosa providencia de nuestro gran Dios el disponer que vayan antes de nosotros los que con razón o sin ella eran dueños de nuestros corazones, así para que estos se desprendan poco a poco de lo que ha de tener fin, como para tener eso menos que sentir al tiempo de nuestra partida, que al cabo ha de llegar, sirviéndonos entonces de consuelo la esperanza de ir a ver en el país de la felicidad a las personas que amamos en este valle de miserias. Desde hoy en adelante convertiré en sufragios por el descanso eterno del Excelentísimo, bien nos han escrito no sé que batalla de Daun en que derrotó enteramente al rey de Prusia; y aunque yo tengo un nominativo soberanamente respetable, como ni Vd. ni las cartas de Madrid hablan palabra, suspendo el juicio, mas no el ir a comer donde me llaman."

José Francisco de Isla
Carta V, de Cartas Familiares


"Grande es la fuerza de la inocencia, cuando no bastan para oprimirla las máquinas del poder."

José Francisco de Isla de la Torre y Rojo


"Había en el lugar un zapatero, truhán de profesión y eterno decidor, a quien llamaban en el pueblo el azote de los predicadores, porque en materia de sermones su voto era el decisivo. En diciendo el predicador: «¡Gran pájaro! ¡Pájaro de cuenta!», bien podía el padre desbarrar a tiros largos; porque tendría seguros los más principales sermones de la villa, incluso el de la fiesta de los Pastores y el de San Roque, en que había novillos y un toro de muerte. Pero si el zapatero torcía el hocico y, al acabar el sermón, decía: «¡Polluelo! ¡Cachorrillo! Iráse haciendo», más que el predicador fuese el mismísimo Vieira en su mesma mesmedad, no tenía que esperar volver a predicar en el lugar, ni aun el sermón de San Sebastián, que sólo valía una rosca, una azumbre de hipocrás y dos cuartas de cerilla. Este, pues, formidable censor de los sermones estaba tan pagado de los del padre fray Blas (que éste era la gracia del padre predicador mayor), que no encontraba voces para ponderarlos. Llamábale pájaro de pájaros, el non prus hurta de los púlpitos, y, en fin, el orador por Antonio Mesía, queriendo decir el orador por antonomasia. Y como el tal zapatero llevaba en el lugar, y aun en todo aquel contorno, la voz de los sermones, no se puede ponderar lo mucho que acreditó con sus elogios a fray Blas, y la gran parte que tuvo en que se hiciese incurable su locura, vanidad y bobería."

José Francisco de Isla
Historia del famoso fray Gerundio de Campazas alias Zotes



"Sólo hablan mucho los que hablan mal."

José Francisco de Isla de la Torre y Rojo