"Esperaban hacerme callar de una vez por todas, eliminarme de la vida pública, borrarme de las mentes y de las memorias. Poco importaba que fuera exiliándome o mandándome ad patres, el objetivo era convertirme en inaudible, expulsado para siempre. ¡Jaque mate! Me las arreglé para que no fuera así. Legué una muerte meditada y elegida para el buen recuerdo de algunos amigos escandalizados y otros más anónimos, hastiados al descubrir de repente la pulsión mortífera que hervía bajo una ciudad de tan buen humor presa de una omerta tan democrática. Último regalo a mi buena ciudad de Atenas: al negarme a huir, al someterme al veredicto, di la lata, incordié, alteré, una inefable última vez, su reposo animal. Ésta es la vocación de Sócrates según Platón, yo despierto «como un tábano estimularía a un caballo grande y de buena raza, pero un poco fofo a causa de su tamaño y al que hay que excitar». ¡Atención, doy picotazos y mi última picada es la buena!
Mientras Antifón me pone en la picota como «pedagogo de infortunio», yo estoy en la gloria, saboreo la situación. ¡Oh, Agamenón!, almirante perdido de los navíos enviscados ante Troya, te veo agonizar por las injurias del adivino Calcas. «¡Silencio!», gritaste, cual animal lleno de rabia, «¡silencio!, ¡profeta del infortunio!». El desprecio del rey de los aqueos tampoco soportaba las malas noticias y los sombríos presagios. Los antiguos griegos, como vosotros, se inclinan al eufemismo; no conviene evocar el mal y sobre todo no hablar mal del mal. Aquel (o aquella) que se arriesga a prever el soplo de las catástrofes o predecir su eventualidad no es ni apreciado ni escuchado. Casandra predica en el desierto. Quien se atreve a denunciar la podredumbre, la corrosión y la corrupción no tiene buena prensa. Cuando Tiresias escruta la peste que se apodera de Tebas, el rey Edipo lo acusa de complot. En cambio, la Civilización –con ce mayúscula– se permite vengar a las Antígonas que defienden lo contrario de las euforias ambientales. Ésta es la línea que yo reivindico. Pasa por Rabelais, Montaigne, Shakespeare y Pushkin."

André Glucksmann
Los dos caminos de la filosofía


"La estupidez es definición, ordenación de ideas en significados fijos, izquierda, derecha. A cada uno su repertorio de estupideces (...) es conveniente que el de la esposa sea el del marido, el de la amante el del amante (...) Existe una armonía preestablecida entre lo que espera el imbécil y lo que ocurre.."

André Glucksmann


“¿No hemos relegado los odios colectivos a los libros de historia y enviado las maldades individuales a que las vean los psicólogos? Todo se explica, se comprende, se excusa. El pedófilo es víctima de una infancia desgraciada; el asesino de ancianas arguye una perentoria necesidad de dinero; los violadores de barriada son hijos de la desocupación.”

André Glucksmann


"Una fuerza nocturna ataca el interior y el exterior de la ciudad, hace estragos entre las divinidades, enloquece al individuo. Aristóteles, el más sobrio de los filósofos, habla entonces de steresis. Hegel lo tradujo por "trabajo de lo negativo".
La nada no es esto o aquello. Los griegos evitaron personificar o cosificar la fuerza oscura que les arrancaba de ellos mismos y les arrojaba a la incertidumbre. No es ni demonio, ni tirano, ni Dios, ni diablo, ni nada. Demasiado ubicua para fijarla mediante un solo nombre. Demasiado omnipresente como para merecer toda una retahíla. No obstante, emerge y se impone un vocablo, antes de convertirse en el eje de una querella más platónica que homérica. Es "Eros".
En la gran tragedia, que no ha dejado de fascinar a los modernos, la Antígona de Sófocles, el corazón se expresa en cinco ocasiones en un canto llamado "stasimon". El corazón teologiza. Nombra a los dioses y más precisamente al que interviene en cada momento crítico del drama. Desde el primer stasimon, el más célebre, los filósofos captan, y con razón, una definición inagotable de la condición humana. El corazón comenta la transgresión que tiene lugar bajo su mirada. ¿La de Antígona que se niega a obedecer las órdenes de Creonte? ¿La de Creonte, que abandona cuerpos sin darles sepultura? ¿La más generalizada, que permite a la humanidad existir trastornando, sin cesar, sus condiciones de vida, lo más sagrado?
Múltiple es lo inquietante
pero lo más inquietante es el hombre. "

André Glucksmann
La tercera muerte de Dios


"«Verdadero o falso», verdad o mentira, poco le importa. Político, religioso o los dos mezclados, el fanático manda la verdad a tomar viento. La verdad es lo que él dice porque él lo dice. El fanático puede infectar no importa qué doctrina, no importa qué religión, nadie tiene la exclusividad sobre ellas. El Gran Inquisidor de Dostoievski refleja el eco cristiano del Mahoma volteriano. En cuanto a los viejos hebreos del Antiguo Testamento, depositarios del «pueblo elegido», el autor de Cándido abomina de ellos más que de los judíos de su entorno. La paternidad del monstruo cristiano les corresponde: «En el fondo, nosotros no somos más que judíos con prepucio». Cuando Voltaire escribe «nosotros», entiéndase «nosotros los católicos», es una simple constatación del origen, de ninguna forma un honor, y todavía menos una reivindicación. Los judíos normales cuentan con el beneficio de circunstancias atenuantes, que no tienen los cristianos, «por mucho que sus famosos rabinos Maimónides, Abrabanel, Aben Ezra y otros dijeran a los cristianos en sus libros: “Nosotros somos vuestros padres, nuestras escrituras son las vuestras, nuestros libros son leídos en vuestras iglesias, nuestros cánticos son cantados en ellas”. Se les respondía con saqueos, cazándolos o haciéndolos ahorcar entre dos perros; en España y Portugal se tomó la costumbre de quemarlos». Si Cándido se carga al judío Isacar no es por antisemitismo. Lo que verdaderamente le molesta es el horrible pacto que el judío había establecido con el inquisidor: el reparto fiftyfifty, por las buenas o por las malas, de los encantos de Cunegunda. Nada más caer por tierra el banquero judío, Cándido atraviesa inmediatamente al poderoso jesuita."

André Glucksmann
Voltaire contraataca