Automutilación

"No tiene

sino un surco
en la espalda.

Un tajo.

Allí

donde dio cobijo a un sueño.

No tiene dolor

sino memoria
del espanto.

Un hueco

y el recuerdo de su mano

asistida de furias."

Dulce Chacón




… Despierta, no insistas
en esa quietud.
Abrázame otra vez.

Dulce Chacón




La construcción de un sueño

"Siempre hay tiempo para un sueño.
Siempre es tiempo de dejarse llevar
por una pasión que nos arrastre hacia el deseo.

Siempre es posible encontrar la fuerza
necesaria para alzar el vuelo y dirigirse hacia
lo alto.

Y es allí, y solo allí, en la altura, donde
podemos desplegar nuestras alas en toda su
extensión.

Solo allí, en lo más alto de nosotros mismos,
en lo más profundo de nuestras inquietudes,
podremos separar los brazos, y volar."


Dulce Chacón



“Nadie escapa
a la desmesura de la rosa.”

Dulce Chacón




"No le dolieron (los golpes) en la cara, sino al lado del alma, en ese rincón que no se le puede enseñar a nadie."

Dulce Chacón


"Prudencia, hija, deberías haber aprovechado y hablar con el representante, ya ves cómo los hombres no son todos iguales, como dices tú. Contarle tus penas. Porque de mí estás ya un poco cansada y yo de ti, Prudencia. Por eso esta mañana, cuando me dijiste que tú también ibas a morirte, me entró alivio por dentro y no te pregunté de qué.
Todo el día mirándome sin decir nada. Y yo mirándote todo el día. ¿Es tu forma de despedirte? No sé si esperas que te pida que te quedes, para no morir. Yo no sé si quiero que te quedes.
Sólo quiero dormir, Prudencia, dormir.
No te guardo rencor:
No es que no quiera hablarte. Es que cuando te enfadas no sé qué decir. He estado callada toda la semana porque el lunes me diste muy fuerte. Y porque mandaste callar al niño cuando se puso a llorar, le levantaste la mano y casi le pegas también a él, y eso sí que no te lo puedo consentir.
Yo te dije que quería verte algunos domingos, por el chaval, pero que no nos obligaras a estar en la puerta, que no es así como quiero verte. Te supliqué que no me obligaras. Me quedé muda cuando me dijiste de aquella manera: ¿No querías verme los domingos? ¡Pues me vas a ver, pues me vas a ver!, y me llevaste a rastras a la puerta, ¡aquí me vais a ver, aquí, ¿te enteras?!; yo me quedé muda. Sé muy bien que no se te debe hablar si te pones así, porque tienes un pronto muy violento, por eso no te he hablado en toda la semana. Pero ya ves cómo hemos estado en la puerta, no te enfades más, te esperaremos todos los domingos si es lo que tú quieres.
No te enfades.
Fue mi prima la primera que llegó a socorrer a Prudencia. Se quedó muy preocupada después de contarle todo lo que le contó, porque sabía que hay cosas que, aunque se pregunten, no se deben decir. Ella sólo quería ayudar. Nunca hasta ahora le había contado que conocía al niño, porque se arrepintió de haber ido a ver a la tipa nada más salir de su casa. Nunca le contó lo que se decía por ahí, al fin y al cabo ella sólo oyó en la peluquería que se rumoreaba que el suegro de Prudencia se había ido de casa porque no soportaba la forma que tenía su mujer de tratar a su hijo, pero podían ser habladurías. Como también podían serlo los rumores que corrían de que el suegro de Prudencia un día salió corriendo al bar muerto de celos y allí mismo se puso a llorar.
Mi prima se lo contó todo por teléfono a Prudencia para ayudarla. Para hacerle ver que si perdía a su marido no perdía gran cosa y que lo del hijo con otra era lo de menos, por quitarle importancia. Que su marido había provocado los celos hasta de su propio padre. Y que para vivir así lo mejor que podía hacer era separarse. Pero a mi prima no le había contado Prudencia que ya lo había intentado, que su marido no consentía en divorciarse. Ni tampoco entonces se lo contó. Sólo a mí me cuenta sus desgracias. Se quedó muda y colgó el teléfono sin despedirse. Por eso mi prima se quedó preocupada y fue a verla a su casa."

Dulce Chacón
Algún amor que no mate



"Volverá el silencio al patio.
volverán las presas a su labor.
Volverá la angustia de una espera."

Dulce Chacón
La voz dormida, pág. 203


"Ya se había acostumbrado a hablar en voz baja, con esfuerzo,pero se había acostumbrado. Y había aprendido a no hacerse preguntas, a aceptar que la derrota se cuela en lo hondo, en lo más hondo, sin pedirpermiso y sin dar explicaciones. Y tenía hambre, y frío, y le dolían las rodillas, pero no podíaparar de reír.
Reía.
Reía porque Elvira, la más pequeña de sus compañeras, había rellenado un guante con garbanzos para hacer la cabeza de un títere, y el peso le impedía manipularlo. Pero no serendía. Sus dedos diminutos luchaban con el guante de lana, y su voz, aflautada para la ocasión, acompañaba la pantomima para ahuyentar el miedo.
El miedo de Elvira. El miedo de Hortensia. El miedo de las mujeres que compartían lacostumbre de hablar en voz baja. El miedo en sus voces. Y el miedo en sus ojos huidizos,para no ver la sangre. Para no ver el miedo, huidizo también, en los ojos de sus familiares."

Dulce Chacón
La voz dormida