Deprisa

Hagamos una pausa. Si se te pudiera salvar entonces sí, vale. Si se te pudiera contener en la vida entonces sí.
Pero diligente, ridícula, tacho las fechas -tus días tus respiraciones-
como si esta desconfianza de lo natural no bastara-
buscando el punto de partida-
una de estas será tu última palabra-
¿qué habremos acabado de decir cuando te pares?-
¿cuál será la frase interrumpida por tu último aliento?-
¿nos advirtieron de esta libertad?-
que no hay regulaciones-
que no se nos agota la paciencia, se nos agota el tiempo-
ellos nos arrancan la vida, justo así-
todo es entraña y luego deja de serlo-
que un día esto dejará de ser tu hogar-
también que no queda espacio, tu espacio se consume-
el siguiente paso es que no hay paso-

Jorie Graham


Esto

Luna llena, y las ramas del árbol vacío—corrección—las ramas
del árbol,
la exponen y rescatan, de repente, la dejan fluir y aumentar un poco, después
la envuelven otra vez,
tratándola como algo sin valor, ningún tesoro allí arriba se torna más
azul e incandescente,
cuando el viento agavilla las altas y extendidas ramas con in-
teligencia
en su nerviosa continuidad—de este minuto, de aquel—
Toda la luz de allí
toca estas ramas como cuerdas hasta que
puedes
escuchar la
helada ofrenda del invierno que es el viento entre los árboles que velan y
desvelan la luna, y hace
frío y
dentro de la casa alguien
manda instrucciones. Alguien cree que la muerte se puede
reparar.
Dentro hay magia, las huellas de pisadas nunca se hacen
visibles. La luna extiende su fluido en este ir y venir
humano sin dejar ahí huella. La luna
por toda la
idea de que ese “todo”
podría ser (y a nadie le importaría) un
juego. Ruido, sacerdotes, provincias, códigos postales,
se enroscan en la hierba
en torno a él. Los colectivos
toman el poder. El honor existe. El castigo justo existe. El sonido de
esclavos que no
son liberados. A los que se dice: queda otra vez pospuesto. La esperanza tal
como ahora existe en
ellos. Los que una vez vivieron cómo no están
aquí en esta
luz de luna, y cómo hay cosas en ella de las que uno se avergüenza
al instante, y también, al con-
templarla, el sentimiento de una lengua materna en la boca—y cómo, al mirar más lejos, puedes
hacer que esos árboles se apoyen, argentados, en
la idea de lo universal—apoyarse realmente—los extremos de sus ramas intentan
arañarla—
Hasta que crepita en uno: cómo podría uno engendrar, es lo que dice el
resplandor, y que no existen países
lejanos, sí los enemigos, y como si buscases el gran manto de
individualidad (luminoso) y de
inocencia y de fortuna—levanta tu mirada: el torturador bosteza esperando que termine
su día—se apoya en
los árboles para descansar, el instrumento destella, él levanta su mirada.

Jorie Graham




“… Estoy escuchando en este silencio que precede. Olvida
todo, empieza a escuchar…”

Jorie Graham


Los amantes

Ellos se han estado viendo fijamente el uno al otro desde hace
                   [mucho tiempo.
Alrededor de ellos los objetos (circa 1980).
Luego los pasillos, ventanas, un prado, el _____________ .
Ellos se han estado viendo fijamente al final de cada uno
         [al otro desde hace mucho tiempo.
Ella trata de recordar pero es inútil.
Ella trata lanzar fuera lo otro –Esperanza– un poco,
oh pero le cuesta tanto.
Una de dos, ellos están viniendo hacia nosotros ahora o no se
                  [están comunicando el Amor.
Alrededor de ellos objetos, minutos, No dicen rápidamente al pasar.
Aquí está, aquí, el fin de la belleza, el presente.
Lo que la vista alimentó en ella. Lo que quería surgir de algo,
                [trepador, suculento. …
No No dice la voz localizando el corazón de esos canales.
Se corre se corre la cortina ahora.
Tú estás ahí en tu asiento, estás ahí.
Aquí está la mirada, entre ellos, rápido, el incendio.
Aquí está la mirada a flote –¿detrás de qué, querida nada?
Aquí está, aquí–
Ellos han decidido que alimentarán todo esto y así lo verán.
Ellos han decidido que quieren las sobras estrechas
      [rodeándolos como ahora.
Ellos quieren pertenecerse, es todo lo que pueden poseerse.
La mirada, la mirada finalmente libre de cualquier búsqueda,
la prisa finalmente se desapega del apresuramiento,
algo ardiente alrededor como el polvo o un jurado.
Tú estás ahí. Ellos se realizan al hablar.
Ellos se realizan al esperar.
Una de dos, ellos están o no están, ella piensa, todavía sujetos.
Algo ardiente alrededor –deja que se decida.
Se necesitará de nosotros para formarlo (¿no es así?)   todavía sujetos.
Y el llanto incrementándose       todavía sujetos.
Como un ______________ esta mirada entre nosotros      
                      [todavía sujetos.
Si, dentro, una aterrorizada felicidad pequeña comienza,
como una idea de color,
como una idea de color que se hunde al teñir una instancia, una cosa,
como un brazo que sujeta una vela en una puerta que se quiebra,
si, oh si – desvanecida.
Escucha, esto es lo que puede atraparla ahora –la mirada–
la aullante e hiriente grieta–
y nuestras dos caras levantadas
que nada comienza (no mires hacia otro lado),
que no haya otro lugar,
que no haya otro lugar para sembrar en él,
sólo esto entre nosotros, esta mirada (¿puedes verme?),
[esta mirada a flote en falta,
este pequeño ángel delgado cuyo cuerpo es un tallo, libre de raíz,
                                                                          [libre de florecimiento,
cuyo cuerpo estamos haciendo, cuyo cuerpo es un ____________
(sólo rápido, muy rápido, una conflagración)
un ángel, el último, el único que puede permanecer vivo aquí
(mientras en el corredor ellos están retirando nombres)
(mientras en el corredor los zapatos le ronronean a la grasa)
el único, realmente el único,

vivo, sí–sí–pero sin alas esto entre, sin alas–

Jorie Graham




Me enseñaron tres

nombres para el árbol frente a mi ventana
casi al alcance de la mano, elástico

de ardillas, bancos de memoria, hogares.
Castagno se lo tomó a pecho, sus vainas

como huérfanos se aferraron allí donde aterrizaban
apoderándose de cada pedacito de sombra

en el ruedo. Chassagne, en días de más viento,
nervioso en su vestido de tafetán,

susurrante, a punto de volverse
anárquico, aunque bien educado.

Y finalmente castaño, pálido y limpio por los golpes
de todas las reservas internas

llamadas a efectuar su parte justa del trabajo.
No era la clase de árbol

que se aborda por descarte—imagínense—, ni uno
en el que sólo la última hoja

era leal. No, éste
era todo primera persona, y yo

era el tallo, sostenía entero en mí misma
el ramo de los tres,

a la vez dando y recibiendo: los más pequeños mapas
de rutas de la coincidencia. ¿Cuál es la idea

que gobierna el florecer? El árbol humano
vestido con sus sustantivos, o éste

justo al lado de mi ventana, prometiendo con más firmeza
de la que es posible

que alguna vez alcanzará mi alféizar, las hojas
silenciosas como deseos suprimidos, y yo
un nombre entre ellos.

Jorie Graham


Rompiente

Llega el verano, ha llegado, llegó.
Los pájaros aumentan menos que las hojas
aunque canten, vuelen en picado, tracen arcos.
Se escucha a través de la alta valla
la voz de un invisible vecino que llama a su hijo
y éste oye a su vez el ánimo secreto que contiene
y por el que desciende la llamada.
Uno oye en el silencio posterior el gran deseo
de aprobación y amor que el verano alza en el aire,
toda la humedad drenada de él,
como algo que flota en una frágil
y perfecta punta de una rama.
Luz que parece oscurecerse en ella aunque relumbre.
Por favor, dice.
¡Pero no con la impaciencia de la primavera! 

Jorie Graham