“A ti, corona de España y luz de todo el mundo, desde los altos godos muy libertada; a ti, que por derramamientos de sangres extrañas, como de las tuyas, cobraste libertad para ti e para tus vecinas ciudades: tu legítimo hijo, Juan de Padilla, te hago saber como la sangre de mi cuerpo se refrescan tus victorias antepasadas. Si mi ventura no me dejó poner mis hechos entre tus nombradas hazañas, la culpa fue en mi mala dicha y no en mi buena voluntad, la cual como a madre te quiero me recibas, pues Dios no me dio más que perder por ti de lo que aventuré. Más me pesa de tu sentimiento que de mi vida; pero mira que son veces de la fortuna que jamás tiene sosiego. Sólo voy con un consuelo muy alegre, que yo el menor de los tuyos muero por ti, e que tú has criado a tus pechos a quien podría tomar enmienda de mi agravio. Muchas lenguas habrá que mi muerte contarán, que aún yo no la sé aunque la tengo bien cerca; mi fin te dará testimonio de mi deseo. Mi ánima te encomiendo como patrona de la cristiandad: del cuerpo no digo nada, pues ya no es mío. Ni puedo más escribir porque al punto que ésta acabo tengo a la garganta el cuchillo, con más pasión de tu enojo que temor de mi pena.”

Juan de Padilla



“Ayer era día de pelear como caballeros, hoy es el día de morir como cristianos.”


Juan De Padilla