A ti, dentro de un siglo

"A ti, que nacerás dentro de un siglo,
cuando de respirar yo haya dejado,

de las entrañas mismas de un condenado a muerte,

con mi mano te escribo.

¡Amigo, no me busques! ¡Los tiempos han cambiado
y ya no me recuerdan ni los viejos!

¡No alcanzo con la boca las aguas del Leteo!

Extiendo las dos manos.

Tus ojos: dos hogueras,
ardiendo en mi sepulcro -el infierno-

y mirando a la de las manos inmóviles,

la que murió hace un siglo.

En mis manos -un puñado de polvo-
mis versos. Adivino que en el viento

buscarás mi casa natal.

O mi casa mortuoria.

Orgullo: cómo miras a las mujeres,
las vivas, las felices; yo capto las palabras:

“¡Impostoras! ¡Ya todas están muertas!

Sólo ella está viva.

Igual que un voluntario le ha servido.
Conozco sus anillos y todos sus secretos.

¡Ladronas de los muertos!

¡De ella son los anillos!”

¡Mis anillos! Me pesa,
hoy me arrepiento

de haberlos regalado sin medida.

¡Y no supe esperarte!

También me da tristeza que esta tarde
tras el sol haya ido tanto tiempo

y he ido a tu encuentro,

dentro de un siglo.

Apuesto -dice él- que vas a maldecir
a todos mis amigos en sus oscuras tumbas.

¡Todos la celebraban! Pero un vestido rosa

nadie le ofreció.

¿Quién era el generoso? Yo no: soy egoísta.
No oculto mi interés si no me matas.

A todos les pedía cartas,

para por las noches besarlas.

¿Decirlo? ¡Lo diré! El no-ser es un tópico.
Y ahora, para mí, eres ardiente huésped.

Les negarás la gracia a todas las amantes

para amar a la que hoy es sólo huesos."

Marina Ivánovna Tsvetáyeva




"Algún día, criatura encantadora, para ti seré sólo un recuerdo."

Marina Tsvetáyeva



"Amor significa unión, y nada ya nos une, ni labios ni vida."

Marina Tsvetáyeva



"Aún en el sueño más profundo, saber que eres tú. Y más aún: oír el sonido de tu corazón. Y besarlo."

Marina Tsvetáyeva


"Ayer, a la orilla del mar, le escribí mentalmente una carta, armoniosa, coherente, como todo lo que la pluma no interrumpe. Le envío unos extractos:
Me enternece y me estremece su impaciencia. A mí, que estoy orientada hacia el Reino de los Cielos (allá estaremos -algún día- algún momento), me aterra y me cautiva. Precipitar el ceremonial (aquí) -es acelerar el final. (¡El amor -es como un árbol de Navidad!) Cuando amo a una persona, la llevo a todos lados conmigo, no me separo de ella en mí, la asimilo, la convierto progresivamente en el aire que respiro y de donde respiro, -en todos lados y en ninguna parte. No sé estar juntos, ni una sola vez lo he logrado. Sabría -si fuera posible vivir en ninguna parte, estar siempre de viaje, simplemente- no vivir. Me lo impiden, Salomé, las personas, los números de las casas, los relojes que señalan las 10 o las 12 (a veces enloquecen -entonces todo funciona), me lo impide mi propia ineptitud salvaje, con la que me topo -no, la que vuelvo a descubrir- cuando comienzo (pruebo) a vivir. Cuando estoy sin la persona, ella está más íntegra y más integralmente en mí. Los detalles de la vida y del acontecer cotidiano, todas esas menudencias de la vida (vivir es -desmenuzar) no las soporto en el amor, me avergüenzan, como si hubiera invitado a una persona a una habitación sin arreglar, y ella la considerara mía. ¿Sabe dónde y cómo estoy bien? En los lugares nuevos, en un muelle, en un puente, más cerca de ningún lado, en las horas que limitan con ninguno. (Los hay.)
No soporto la tensión amorosa que en mí es -monstruosa, ese perfecto convertirse en el oído propio, dirigido a otro: ¿se sentirá bien conmigo? Conmigo comienza a dejar de sonar, y eso únicamente significa- ¿se sentirá bien?
Hay desmesuras y rupturas. Y entonces soy muy infeliz, no sé de qué soy capaz, cualquier «juntos» es poco: ¡morir! Entiéndame, mi vida toda - es la negación de mi vida, es mi constante ahuecarla. Estoy ausente. Amar -es estar cada vez más presente, encarnarse al máximo- aquí. ¿Qué me queda a mí, con esta incredulidad, con este desprecio por el -aquí? Por eso -sólo un deseo: llevar la guerra hasta su vergonzoso término- y lo más pronto posible. Una pura paz de Brest."

Marina Tsvetaeva
Confesiones



"Basta de banalidades: basta de viajes, versos, hoteles, tranvías... El amor significa la vida."

Marina Tsvetáyeva


"Cuando a la gente se la despoja de su rostro amontonándola, primero se convierte en rebaño y después en jauría"

Marina Tsvetáyeva


"De Goncharova no se decía ni una palabra, y supe de ella sólo cuando crecí. Ahora que la vida ha transcurrido, aplaudo calurosamente aquel silencio de mi madre. La tragedia burguesa adquirió la grandiosidad del mito. Sí, en realidad, en ese duelo no hubo un tercero. Eran dos: cualquiera y el único. Es decir, los eternos personajes de la lírica de Pushkin: el poeta y la plebe.
La plebe, en esta ocasión, con el uniforme de caballero de la guardia real–mató al poeta. Una Goncharova, como un Nicolás I, siempre pueden encontrarse. —¡No, no, no! ¡Pero tú imagínate!—decía mi madre sin siquiera imaginarse quién era ese «tú»—, herido de muerte, tendido en la nieve, y no renunció a su disparo. Apuntó, acertó y se dijo a sí mismo: «¡bravo!»—mi madre con un tono que a ella, como cristiana, le habría sido natural para decir: herido de muerte, ensangrentado—, ¡y perdonó a su enemigo! Arrojó su pistola, extendió el brazo, devolviendo así, con toda claridad, a Pushkin al África de venganza y pasión de sus antepasados, sin sospechar siquiera qué lección para toda la vida—si no de vengan-za, sí de pasión me daba a mí, una niña de cuatro años que apenas sabía leer.
Negra con blanco, sin una sola mancha de color, la recámara de mi madre; negra con blanco la ventana: la nieve y las ramas de aquellos arbustos; negro con blanco un cuadro. El duelo, en donde, sobre la blancura de la nieve, se lleva a cabo la eterna obra negra: el asesinato del poeta por la plebe.
Pushkin fue mi primer poeta, y a mi primer poeta lo mataron. Desde ese momento, sí, desde el momento en que ante mis ojos en el cuadro de Naúmov mataron a Pushkin, cada día, cada hora, ininterrumpidamente, mataron toda mi niñez, mi adolescencia, mi juventud. Fue entonces cuando dividí el mundo en el poeta–y los demás, y elegí al poeta, tomé al poeta bajo mi protección: defender al poeta de los demás, sin importar ni cómo se vistieran ni cómo se llamaran. Había tres cuadros así en nuestra casa de Trioj Prudny: en el comedor–La aparición de Cristo ante el pueblo, con el enigma jamás resuelto de aquel Cristo absolutamente pequeñito e incomprensiblemente cercano, absolutamen te cercano e incomprensiblemente pequeñito; el segundo, sobre la estantería de las partituras en la sala Los tártaros, tártaros que, en largas túnicas blancas, en una casa de piedra sin ventanas, entre dos grandes columnas blancas mataban al tártaro principal (El asesinato del César) y en la recámara de mi madre El duelo. Dos asesinatos y una aparición. Y los tres eran terribles, incomprensibles, amenazadores y el bautismo con aquellas gentes y aquellos niños, desnudos, con el pelo rizado, negros y de nariz aguileña, que habían llenado tanto el río que ya no quedaba ni una sola gota de agua, no era menos terrible que los otros dos y todos preparaban espléndidamente al niño para el siglo terrible que le esperaba."

Marina Tsvetaeva
Mi Pushkin




El poeta

El poeta trae de lejos la palabra.
Al poeta lo lleva lejos la palabra.

Entre sí y no, por baches indirectos
de parábolas, signos, planetas,
hasta lanzándose desde el campanario
agarra un garfio, pues el camino del cometa

es el camino del poeta. Casuales eslabones
ése es su enlace. Mirar las estrellas
de nada sirve! en el calendario
no se pronostican los eclipses del poeta

él es el que desordena los naipes,
falsea el peso y las cuentas,
el preguntón en el pupitre,
el que a Kant para el arrastre deja.

El que en el pétreo foso de la bastilla
es como un árbol que crece en su belleza...
aquél de huellas siempre desaparecidas,
él que es el tren al que cualquiera
llega tarde,
su camino es el de los cometas.

El camino del poeta arde pero no calienta,
arranca pero no cría, estalla y se quiebra.
Tu camino es el de enredadas cabelleras,
no pronosticado en el calendario del poeta."

Marina Tsvetáyeva



"¿En base a qué indicio se establece la vida o la muerte de un escritor? ¿Acaso X está vivo y es contemporáneo porque puede ir a una reunión y Marcel Proust está muerto porque ya no puede ir a ninguna parte? De esa forma sólo se puede juzgar a los velocistas."

Marina Tsvetáyeva




En la frente besar -penas borrar...

"En la frente besar -penas borrar.
Beso la frente.

En los ojos besar, -el insomnio quitar.
Beso los ojos.

En los labios besar -dar de beber.
Beso los labios.

En la frente besar -la memoria borrar.
Beso la frente."

Marina Tsvetáyeva


"Entre sí y no, por baches indirectos de parábolas, signos, planetas, hasta lanzándose desde el campanario agarra un garfio, pues el camino del cometa es el camino del poeta."

Marina Tsvetáyeva


"Existían únicamente en plural, porque nunca anduvieron de una en una, sino siempre de dos en dos, y aun con un solo cesto de bayas venían dos, una más joven y otra más vieja, apenas un-poco-más-joven y apenas un-poco-más-vieja, ya que todas ellas tenían una especie de edad colectiva – la edad de su propio número – entre treinta y cuarenta, y todas tenían un mismo rostro, bronceado, ambarino, y desde debajo del mismo borde, el del pañuelo – blanco, y el de las cejas – negro, os abrasaba el mismo ojo, colectivo, se inclinaba hacia la tierra el mismo gran párpado marrón con todo un cepillo de pestañas. También tenían un mismo nombre, colectivo, y no era siquiera un nombre, sino un patronímico: Kirílovnas, y a sus espaldas – las flagelantes.
¿Por qué Kirílovnas cuando no había existido Kiril alguno? ¿Y quién era ese Kiril? ¿Era en realidad su padre? ¿Y por qué había tenido de una sola vez tantas hijas? – ¿treinta?, ¿cuarenta?, ¿más? – ¿y ni un solo hijo? Porque aquel Cristo pelirrojo evidentemente no era hijo suyo, ya que de las Kirílovnas – no era hermano. Ahora yo diría: ese Kiril que tuvo tantas hijas existió únicamente como patronímico de las hijas. Pero entonces yo no me hacía preguntas al respecto, como tampoco me preguntaba por qué un barco se llamaba «Ekaterina». Era Ekaterina y punto. Eran Kirílovnas – y punto.
El fuerte sonido «flagelantes», que podía haber sorprendido por la discordancia con su seriedad y recato, yo me lo explicaba con los sauces debajo y detrás de los cuales ellas vivían como una bandada de pájaros de cabeza blanca, de cabeza blanca a causa de los pañuelos, de pájaros por la eterna cantilena de la nana, que nos llevaba por allí: «Y ése es el nido de las flagelantes» – sin reprobación, así, un simple registro de una de las etapas del camino que iba de la dacha de Pesóchnaia a Tarusa: «Hemos pasado la capilla… Y allá se ve el bebedero: es la mitad del camino… Y ése es el nido…».
El nido de las flagelantes significaba, de hecho, la entrada a la ciudad de Tarusa. El último – ¿después de cuántos? – descenso, la absoluta – después de tanta luz – oscuridad (total en un principio e inmediatamente después – verde), la repentina – después de aquel calor – frescura, después de la sequedad – la humedad, y, a lo largo del tronco bifurcado, profundamente arraigado en la tierra, como si de ella creciera, a través del frío negro ruidoso y rápido arroyo, detrás del primer seto a mano izquierda hecho con varitas de sauce, oculto tras los sauces y saúcos estaba «el nido de las flagelantes». Precisamente nido, y no casa, porque detrás de tanta maleza la casa estaba completamente oculta, y si de cuando en cuando se entreabría la puertecilla, el ojo, deslumbrado por tanta belleza y tanto rojo, sobre todo el de las grosellas, no advertía el tono grisáceo del alero de la casa, no lo notaba, como no notaba el propio ceño. Nunca se habló de la casa de las Kirílovnas, sólo del jardín. El jardín devoraba la casa. Si entonces hubieran preguntado qué hacían las flagelantes, yo, sin dudarlo, habría dicho: «Pasean por el jardín y comen bayas»."

Marina Tsvetaeva
El diablo



"Hay que escribir solamente aquellos libros de cuya ausencia se sufre. En pocas palabras: los propios libros de cabecera.
Hay palabras mágicas, mágicas fuera de su sentido, únicamente por su sonoridad, físicamente mágicas, palabras que, antes de haber dicho, ya significan algo, palabras con sentido y significado propios, que no necesitan del intelecto sino únicamente del oído, las palabras vinculadas al lenguaje de los animales, al de los niños y al de los sueños.
Existen libros tan vivos que temes que mientras los estás leyendo ya hayan cambiado, mientras tú vivas - el libro también vive, al igual que un río pasa y se va. Nadie ha entrado dos veces en el mismo río. ¿Habrá entrado alguien dos veces en el mismo libro?
No conozco influencias literarias, conozco influencias humanas.
En el transcurso de un mes se puede reconocer una mala bota; para reconocer una obra de arte mala, a menudo se requiere un siglo. (…) Aquí nos enfrentamos con la calidad del material - de las botas y de los versos - y con todas sus consecuencias: con la precisión de la materia y la imprecisión del espíritu.
Lo escandaloso de la vida privada de por lo menos la mitad de los poetas es sólo la purificación de la otra vida: para que allí haya pureza.
El pueblo, en los cuentos, ha interpretado el sueño de los elementos; el poeta, en el poema, ha interpretado el sueño del pueblo, el crítico (¡en un nuevo poema!) ha interpretado el sueño del poeta. El crítico: la última instancia en la interpretación de los sueños. La penúltima.
El poeta (todo el que está relacionado con el arte, pero sobre todo el poeta) lleva siempre el estigma especial de la incomodidad, con el que puedes reconocerle incluso en su propia casa. Es un emigrante de la inmortalidad al tiempo, un desertor de su cielo."

Marina Tsvetaeva
Locuciones de sibila




“… ¡Hay que rezar por la casa sin sueño!
¡Y rezar por el fuego en la ventana! …”

Marina Tsvetáeva



“Igualdad del don del alma y la palabra: eso es el poeta. Por eso no hay poetas que no escriban, ni poetas que no sientan. Sientes pero no escribes -no eres poeta- (¿dónde está la palabra?); escribes pero no sientes -no eres poeta -(¿dónde está el alma?). ¿Dónde la esencia? ¿Dónde la forma? Identidad, indivisibilidad de la esencia y la forma: eso es el poeta. Yo prefiero, naturalmente, a quien no escribe pero siente, que a quien no siente pero escribe. El primero -quizá- mañana será poeta. O santo. O héroe. El segundo (el versificador) no es nadie. Y su nombre es legión.
Así, tras haber establecido quién es el poeta en general y cuál es el signo más esencial de su pertenencia a la poesía, afirmamos que con “la esencia es la forma y la forma es la esencia” termina toda semejanza entre los poetas. Los poetas son tan diferentes como los planetas.”

Marina Tsvietáieva




Indicios

Como un monte cargado en el bies de la falda
¡El dolor en el cuerpo!
Reconozco el amor por el dolor
A lo largo del cuerpo.

Como un campo en mí desmenuzado
Para cualquier borrasca.
Reconozco el amor por la distancia
De todo lo cercano.

Como en mí excavados corredores
Hasta el cimiento, donde está lo negro.
Reconozco el amor por los filones
A lo largo del cuerpo.

Que gime. Agitada por el viento
Como la crin del huno.
Reconozco el amor por la ruptura
De las cuerdas más duras
Que pueblan mi garganta y sus desfiladeros
Pura herrumbre, sal viva.
Reconozco el amor por la rendija,
¡No! ¡No! - por el gorjeo
A lo largo del cuerpo.

Marina Tsvetáeva


Insinuarse

Quizás la mejor victoria sea
sobre el tiempo y la atracción,
pasar sin dejar huellas,
pasar sin dejas sombra

en las paredes...

Quizás renunciando
vencer? Quién del espejo se borra?
Así como Lermontov en el Cáucaso
colarse sin inquietud en las rocas.

Es quizás la mejor diversión
con los dedos de Sebastián Bach
del órgano provocar el son?
Despedazarse sin dejar

cenizas para la urna...

Quizás por engaño
vencer? De toda latitud darse de alta?
Así en el tiempo tal océano
colarse sin inquietar las aguas...

Marina Tsvetáeva




"La altura, como igualdad, no existe; sólo como supremacía."

Marina Tsvetáyeva



"La muerte de cualquier poeta, aunque sea la muerte más natural, es antinatural, es decir, un asesinato, por eso es infinita, ininterrumpida, y dura eternamente, en todo momento."

Marina Tsvetáyeva



Mi día…

Mi día es desordenado y absurdo:
al poderoso le pido pan,
al rico le ofrezco una limosna,

enhebro en una aguja – un rayo,
al ladrón confío – la llave,
con cascarilla doy color a mi pálido rostro.

El pordiosero no me da pan,
el rico no acepta mi dinero,
el rayo no entra por la aguja.

El ladrón entra sin llave,
y yo, tonta, me deshago en lágrimas-
por un día vano e inútil.

Marina Tsvetáyeva



"Mi madre se alegraba de mi oído y, sin proponérselo, me elogiaba por él, pero inmediatamen­te después de cada «¡Bravo!» que se le escapaba, añadía con frialdad: «Por lo demás, no es mérito tuyo. El oído – viene de Dios». Así se me quedó grabado para siempre, que el mérito no es–mío, que el oído- viene de Dios. Esto me preservó tanto de la arrogancia como de la no confianza en mí misma, de cualquier tipo de petulancia en el arte–ya que el oído viene de Dios. «Lo tuyo es–el empeño, porque todo don divino puede ser arruinado»–decía mi madre por encima de mi cabeza de cuatro años, que evidentemente no comprendía y–por eso– lo retenía todo de ma­nera que luego fuese imposible borrarlo. Y si no arruiné mi oído, no sólo no lo arruiné yo: no permití a la vida que lo arruinara ni lo asfixiara (¡y cómo lo intentó!); de esto también es responsa­ble mi madre. Si con mayor frecuencia las madres dijeran cosas incomprensibles a sus hijos, estos hijos, al crecer, no sólo comprenderían más, sino que actuarían con mayor seguridad. Al niño no hay que explicarle nada, al niño hay que hechizarlo. Y mientras más enigmáticas sean las palabras del hechizo más profundamente arraiga­rán en él, más indiscutiblemente actuarán: «Padre nuestro que estás en los cielos…»
Con el piano–con el do–re–mi– puesto en te­clas también hice amistad de inmediato. Resultó que yo tenía una mano sorprendentemente flexible. «¡Cinco años, y ya casi alcanza la octava, con un poquito más que la abra!-decía mamá, alargando con la voz la distancia que faltaba, y, para que yo no presumiera–: Aunque, ¡también sus pies son así!» suscitando en mí con estos «pies» la vaga pero aguda tentación de probar alguna vez a alcanzar la octava con el pie (¡más aún cuando yo era la única de entre todos los niños que podía separar los dedos del pie en forma de abanico!), cosa que, sin embargo, jamás me atreví no digamos a hacer, ni siquiera a pensar con seriedad, puesto que «el piano es sagrado», y no se puede poner nada encima de él, no sólo los pies, ni siquiera los libros. En cuanto a los periódicos, mi madre, con la altiva perseverancia de un mártir, cada mañana, sin decir una sola palabra a papá, que invariable e inocentemente los había colocado allí, los retiraba–relegaba– del piano."

Marina Tsvetáyeva
Mi madre y la música


"Mi río con tu río, mi mano con tu mano se ignoran. Cariño mío, alegría hasta que el alba alcance a la siguiente."

Marina Tsvetáyeva




Mis versos, escritos tan temprano...

"Mis versos, escritos tan temprano
que no sabía aún que era poeta,
inquietos como gotas de una fuente,
como chispas de un cometa,

lanzados como ágiles diablillos al asalto
del santuario donde todo es sueño e incienso,
mis versos de juventud y de muerte
-¡mis versos, que nadie lee!-,

en el polvo de los estantes dispersos
-¡que ninguna mano toca!-,
como vinos preciosos, mis versos

también tendrán su hora."

Marina Tsvetáeva



“…Muy dentro de mí misma,
oso polar si hielo.

Dónde no poder convivir (¡ni lo intento).

Dónde me humillarán -da lo mismo-…”

Marina Tsvetáeva


"No me dejaré seducir por mi lengua materna, ni por su promesa de leche. ¡Me es indiferente en qué idioma no he de ser entendida por nadie!"

Marina Tsvetáyeva



"No puedo no marcharme pero tampoco puedo no regresar: así es como un hijo le habla a su madre y un ruso le habla a Rusia."

Marina Tsvetáyeva




Nostalgia de la patria: ¡qué fastidio!... 

"Nostalgia de la patria: ¡qué fastidio!
Después de largo tiempo delatado.
Ya me es indiferente
dónde sentirme sola.

Caminar sobre piedras,
a casa con la cesta.
La casa que no es mía:
hospital o caserna.

Me da igual quién me mire
como a un león cautivo.
Cuál es el clan humano
que me ha expulsado -siempre-.

Muy dentro de mí misma,
oso polar si hielo.
Dónde no poder convivir (¡ni lo intento).
Dónde me humillarán -da lo mismo-.

No, mi lengua natal ya no me engaña,
ni materna, me engaña su llamada.
Ya me es indiferente en qué lenguaje
no seré comprendida por el hombre.
(Lector, devorador de toneladas
de periódicos, adicto al cotilleo...)
El es del siglo veinte;
yo: ¡fuera de los siglos!

Enhiesta como un tronco,
resto de la alameda.
Todo y todos iguales;
igual indiferencia.

Lo natal, lo pasado,
rasgos todos y marcas:
toda fecha borrada-
donde ha nacido el alma.

Mi tierra me ha perdido,
y el que investigue, astuto,
el ámbito de mi alma -¡mi alma toda!
no encontrará la traza.

Las casas son ajenas y los templos vacíos.
Me da todo lo mismo.
Mas si aparece un árbol
en el camino, un serbal...


Mis versos, escritos tan temprano...

Mis versos, escritos tan temprano
que no sabía aún que era poeta,
inquietos como gotas de una fuente,
como chispas de un cometa,

lanzados como ágiles diablillos al asalto
del santuario donde todo es sueño e incienso,
mis versos de juventud y de muerte
-¡mis versos, que nadie lee!-,

en el polvo de los estantes dispersos
-¡que ninguna mano toca!-,
como vinos preciosos, mis versos

también tendrán su hora."

Marina Tsvetáyeva



"(...) Para mí, era el pan, era la nieve; ya la nieve no es blanca, el pan no sabe a nada."

Marina Tsvetáyeva



"Perdóname, pero seguir sería peor. Estoy muy enferma, ésa ya no soy yo. Te quiero con locura. Comprende que ya no podía vivir más tiempo."

Marina Tsvetáyeva


Poema del fin

Como la piedra afila el cuchillo,
Como se desliza el serrín al barrer,
Así, aterciopelada, la piel
Húmeda súbitamente en los dedos.
Oh dobles -coraje, sequedad-
De los hombres, ¿dónde estáis,
Si en mis palmas hallo lágrimas
Y no lluvia?
El agua es de la fortuna,
¿Qué más podría desear?
Si tus ojos son diamantes
Que se vierten en mis palmas,
Ya no pierdo
Nada. Fin del fin.
Caricias, caricias
-Acaricio tus mejillas.
Somos así, orgullosas
Y polacas -Marina-,
Cuando en mis manos llueven
Ojos de águila:
¿Lloras? Mi amor,
Mi todo: perdóname.
Trozos de sal
Caen en mis palmas.
Llanto de hombre, veta
Que en la cabeza retiembla.
Llora. Otra te devolverá
La vergüenza que te hice dejar.
Somos dos peces
Del mis-mí-si-mo mar.
Dos conchas muertas
Labio contra labio.
Todo lágrimas.
Sabor
A armuelle.
-¿Y mañana
Cuando
Despierte?

Marina Tsvetáyeva



"Quizás la mejor victoria sea sobre el tiempo y la atracción, pasar sin dejar huellas, pasar sin dejas sombra en las paredes..."

Marina Tsvetáyeva



Seré feliz si...

Seré feliz si Usted no siente mi dolor,
Y que yo tampoco sienta nada,
Que nunca el pesado globo de la tierra
Se escurra bajo nuestros pies.
Me gusta que pueda ser ridícula, perversa
Y buscar palabras adecuadas
Y no ponerme roja con ola sofocante
Si apenas nuestras mangas se rozaran.

Me gusta que delante de mí Usted pueda abrazar
Tranquilamente a otra mujer,
No me condena a arder en el infierno
Por no besarlo a Usted.
Y que mi cariñoso nombre, mi Cariño
No recuerde ni en la noche ni en el día...
Que nunca sobre nosotros, en el silencio de la catedral,
Cantarán el Aleluya.

Gracias a Usted -con mi mano sobre el corazón-
Que no sabe lo mucho que me ama:
Por mis noches tranquilas,
Por los encuentros de las crepusculares horas,
Por nuestros no paseos bajo la luna,
Por el sol que no existe encima de nosotros,
Por el dolor que no siente, lamentablemente, usted por mí,
Por el dolor que no siento, lamentablemente, por Usted.

Marina Tsvetáyeva



"Soy tu ocio del domingo, tu pasión, tu séptimo día y tu séptimo cielo."

Marina Tsvetáyeva



Tu nombre, pájaro entre los dedos

Tu nombre – pájaro entre los dedos.
tu nombre – en la lengua grano de hielo.
Un solo movimiento de los labios.
Tu nombre – de letras cinco.
Bolita en la huida atrapada.
En la boca campanita de plata.
Piedra al estanque silente arrojada,
que así sollozará: cómo te llamas.
Tal repiqueteo de cascos en la noche
atronadoramente retumba tu nombre.
Y lo nombra en las sienes el chasquido
del sonoramente metálico gatillo.
Tu nombre -¡ah, prohibido!–
tu nombre, en los ojos un beso,
en tierno frío de párpados leves.
Tu nombre – un beso en la nieve.
De la fuente, helado, azulado sorbo.
Con tu nombre – el sueño es hondo.

Marina Tsvetáyeva



Y no salvan ni estancias ni estrellas

Y no salvan ni estancias ni estrellas,
pero esto quiere decir, que sin ellas,
cada vez castigo recojo,

me extendía sobre líneas persistentes,
buscaba sola sobre mi amplia frente
estrellas sólo, no ojos.

Que os reconocí la fe, poderoso,
ni un solo momento, Eros hermoso,
me fue vacío sin amaros!

que en la noche en la niebla solemne
busque en los dulces labios carmines,
rimas sólo y no labios.

Castigo para el juez perverso
fui, nieve, y aquí cerca del pecho,
apoteosis gloriosa!

porqué ojo con ojo con el joven Oriente
busqué en mi inmensa frente
el rosicler, no la rosa!

Marina Tsvetáyeva


"Ya me es indiferente en qué lenguaje, no seré comprendida por el hombre."

Marina Tsvetáyeva



Yo te reconquisto

Yo te reconquisto de toda tierra y celestial altura,
porque me es cuna el bosque, y el bosque sepultura,
porque en la tierra estoy, con un pie sólo, uno,
porque voy a cantarte como no canto a ninguno.

Yo te reconquisto de todo tiempo y de toda espada,
de toda noche y de toda bandera dorada,
arrojaré las llaves y los mastines del umbral,
pues perro fiel soy yo en la noche terrenal.

Te reconquisto de todos los demás, de la otra, de la una
no seré yo esposa de ninguno, ni serás tu esposo de ninguna,
y en la última lucha te sacaré, no reproches, calla!,
del que en la noche estuvo con Jacob en la batalla.

Pero hasta que en tu pecho los dedos cruzar pueda
- oh maldito seas tú!- en ti mismo te quedas,
tus dos alas dirigidas al espacio profundo,
pues el mundo es tu cuna y tu sepulcro el mundo.

Marina Tsvetáyeva