Alta fuente

"Siempre hacia a ti
Mas sin decírtelo

Hasta tu boca
amada.
Pero el instante que se va
Me nombra
Cualesquiera sean los rasgos
que yo adopte.

Favorita del aire, la calandria
No deja caer a tierra su canto,

Y por los trigos pasa el viento.
Acerco a la rosa
La punta de mi llama.

¡No ha gemido la espina!
Solo mi propio polvo
Puede gastarme."

René Char



“Aquello que viene al mundo para no perturbar nada,
no merece ni consideración ni paciencia.”

René Char


"Del lobo trazaré
este único retrato pensativo."

René Char




El desnudo perdido

Llevarán ramos aquellos cuyo aguante pueda desgastar la
noche nudosa que precede y sigue al relámpago. Su palabra
recibe existencia del fruto intermitente que la propaga
dilacerándose. Son los hijos incestuosos de la cortadura y del signo,
que alzaron hasta los brocales el círculo florido de la tinaja
de la adhesión. La furia de los vientos los mantiene aún desvestidos.
Contra ellos vuela una pelusa de noche negra.

René Char



“Es insoportable sentirse parte solidaria e impotente de una belleza muriendo por la culpa del otro.”

René Char



“Espera aún a que yo venga
A romper el frío que nos retiene…”

René Char



Juego mudo

Con los dientes
Apresé a la vida
Sobre el cuchillo de mi juventud.
Con los labios hoy,
Con mis labios solamente...

Corta advenediza,
La flor de los taludes,
El dardo de Orión
Ha vuelto a aparecer.

René Char


La lujuria


"El águila ve como se borran gradualmente las huellas de la memoria helada
La extensión de la soledad hace apenas visible la presa que huye

A través de cada una de las regiones
Donde uno mata donde a uno lo matan libremente
Presa insensible

Proyectada indistintamente
Más acá del deseo y más allá de la muerte
El soñador embalsamado en su camisa de fuerza
Rodeado de utensilios efímeros

Figuras que se desvanecen apenas formadas
Su revolución celebra la apoteosis de la vida que declina
La desaparición progresiva de las partes lamidas
La caída de los torrentes en la opacidad de las tumbas
Los sudores y malestares que anuncian el fuego central
Y finalmente el universo con todo su pecho atlético
Necrópolis fluvial
Después del diluvio de los rabdomantes

Ese fanático de las nubes
Tiene el poder sobrenatural

De desplazar a considerables distancias
Los paisajes habituales
De romper la armonía acumulada
De tomar irreconocibles los lugares fúnebres
Al día siguiente de los homicidios provechosos
Sin que la conciencia originaria
Se cubra con el deslizamiento purificador del suelo."

René Char




“Llevarán ramos aquellos cuyo aguante pueda desgastar la
noche nudosa que precede y sigue al relámpago…”

René Char


Los soles canoros

Las desapariciones inexplicables
los accidentes imprevisibles
los infortunios quizás excesivos
las catástrofes de todo orden
los cataclismos que ahogan y carbonizan
el suicidio considerado crimen
los degenerados intratables
los que se enrollan en la cabeza un delantal de herrero
los ingenuos de primera magnitud
los que colocan el féretro de su madre en el fondo de un pozo
los cerebros incultos
los sesos de cuero
los que hibernan en el hospital y conservan la embriaguez de
las ropas desgarradas
la malva de las prisiones
la ortiga de las prisiones
la higuera nodriza de ruinas
los silenciosos incurables
los que canalizan la espuma del mundo subterráneo
los poetas excavadores
los que asesinan a los huérfanos tocando el clarín
los magos de la espiga imperan temperatura benigna
alrededor de los sudorosos embalsamadores del trabajo.

René Char



“Oigo la lluvia incluso cuando no es lluvia sino noche…”

René Char



“…Quien ha excavado el pozo y sube el agua yacente
arriesga el corazón en la separación de sus manos.”


René Char



Remanencia

¿Qué te hace sufrir? Como si se despertara en la casa sin ruido
el ascendiente de un rostro al que parecía haber fijado un agri0 espejo. Como si, bajadas la alta lámpara y su resplandor
encima de un plato ciego, levantaras hacia tu garganta oprimida la mesa antigua con sus frutos. Como si revivieras tus fugas
entre la bruma matinal al encuentro de la rebelión tan querida, que supo socorrerte y alzarte mejor que cualquier ternura.
Como si condenases, mientras tu amor está dormido, el pórtico soberano y el camino que lleva a él.
¿Qué te hace sufrir?
Lo irreal intacto en lo real devastado. Sus rodeos aventurados cercados de llamadas y de sangre.
Lo que fue elegido y no fue tocado, la orilla del salto hasta la ribera alcanzada, el presente irreflexivo que desaparece.
Una estrella que se ha acercado, la muy loca, y va a morir antes que yo.

René Char



"... Un mundo en agonía, que ignora ésta y se mixtifica, porque se obstina en adornar su crepúsculo con matices del alba de la edad de oro. El progreso material actúa como la niebla y como el auxiliar del monstruoso carnero que va... a destruir las orgullosas torres de la civilización Occidental."

René Char
Tomada del libro Los misterios del Zodíaco de Hadès, página 19


“…Una estrella que se ha acercado, la muy loca, y va a morir antes que yo.”

René Char


Yo habito un dolor

No dejes el cuidado de gobernar tu corazón a esas ternuras parientas del otoño del que ellas toman su plácido aspecto y su afable agonía. El ojo es precoz para plegarse. El sufrimiento conoce pocas palabras. Prefiere acostarse sin carga: soñarás con el mañana y tu lecho te será leve. Soñarás que tu casa ya no tiene vidrios. Estás impaciente por unirte al viento, al viento que recorre un año en una noche. Otros cantarán la incorporación melodiosa, las carnes que sólo personifican la hechicería del reloj de arena. Condenarás la gratitud que se repite. Más tarde, te identificarás con algún gigante disgregado, señor de lo imposible.

Sin embargo.

No has hecho más que aumentar el peso de tu noche. Has vuelto a la pesca en las murallas, a la canícula sin verano. Estás furioso contra tu amor en el centro de una comprensión que enloquece. Piensa en la casa perfecta que nunca verás elevarse. ¿Para cuándo la cosecha del abismo? Pero has vaciado los ojos del león. Crees ver pasar la belleza por encima de las lavandas negras.

¿Qué es lo que te ha izado, una vez más, un poco más arriba sin convencerte?

No hay sitio puro.

René Char