De visita en Saint Elizabeth

"Este es el manicomio.

Este es el hombre trágico
que yace en el manicomio.


Este es el tiempo

del hombre trágico
que yace en el manicomio.


Este es un reloj pulsera

que dice la hora
del charlatán
que yace en el manicomio.


Este un marino

usando el reloj
que dice la hora
del afamado hombre
que yace en el manicomio.


Este es el muelle de madera

adonde arriba el marino
que usa el reloj
que dice la hora
del viejo hombre de coraje
que yace en el manicomio.


Estos son ahora los años y los muros del salón,

los vientos y los nubarrones del mar entablonado
gobernados por el marino
que usa el reloj
que dice la hora
del irritado hombre
que yace en el manicomio.


Este es un judío que bailotea sollozando

con un sombrero de papel de diario por todo el salón,
sobre el crujiente mar de las tablas del piso,
allí… más allá del marino,
que le da cuerda al reloj
del cruel sujeto
que yace en el manicomio.


Este es un mundo de libros derruidos.

Este es un judío con sombrero de diario
que bailotea sollozando por todo el salón,
sobre las tablas del mar crujiente
del piradísimo marino
que le da vueltas y vueltas a las manecillas del reloj
que dice la hora
del muy ocupado sujeto
que yace en el manicomio.


Este es un muchacho que patea el piso

a ver si sigue allí y continúa siendo chato,
para el judío viudo con sombrero de papel
que bailotea sollozando por todo el lugar,
valseando a todo lo largo de un listón que sube y baja,
al lado del silencioso marino
que ahora está atento sólo al tic-tac del reloj
que dice la hora
del hombre aburrido
que yace en el manicomio.


Estos son los años transcurridos y los muros y la salida

que se cierran sobre el muchacho que patea el piso
para comprobar si continúa allí y sigue siendo chato.
Este es un judío con sombrero de papel
que bailotea ya por debajo del salón, con deleite,
atravesando las divididas olas del mar de tablas,
más allá del marino
que sacude su muñeca con la vista fija en el reloj
que dice la hora del poeta y el hombre
que yace en el manicomio.


Este es el soldado que volvió a casa de la guerra,

Estos son los años y los muros y la puerta
que se cierran sobre un muchacho que patea el piso
para comprender si la tierra es redonda o chata.
Este es un judío que usa un sombrero de diario
mientras bailotea meticulosamente por todo el salón,
caminando sobre la tapa de un féretro
con el marino chiflado
que exhibe su reloj,
el que dice la hora
del hombre desgraciado
que yace en el asilo de los dementes."

Elizabeth Bishop



“… Donde lloraron el agua ha desaparecido.
Ese residuo es la pena, salada y enfermiza…”

Elizabeth Bishop


El iceberg imaginario

Es mejor tener el iceberg que el barco,
aunque ello signifique el fin del viaje.
Aunque permanezca totalmente inmóvil como una nublada roca
y todo el mar fuera móvil mármol.
Es mejor tener el iceberg que el barco;
poseeríamos más bien esta llanura de nieve
aunque las velas del barco anduvieran por el mar
como la nieve yace no disuelta sobre el agua.
Oh, solemne y flotante campo,
¿Te das cuenta que un iceberg reposa
contigo y cuando despierte puede pacer en sus nieves?

Esta es una escena por la que un marino daría sus ojos.
El barco es ignorado. El iceberg se alza
y se hunde de nuevo; sus vítreas puntas
corrigen las elipses del cielo.
Esta es una escena donde quien pasea por la borda
es incultamente retórico. El telón
es demasiado ligero para alzarse en las más finas cuerdas
que las aéreas torsiones de la nieve provean.
La gracia de estos blancos picos
hace sombras con el sol. El iceberg desafía su peso
sobre un movedizo escenario y se está y observa.

El iceberg corta sus facetas desde dentro.
Como las joyas de una tumba
continuamente se protege y adorna
sólo él mismo, quizás las nieves
que tanto nos sorprenden flotando en el mar.

Adiós, decimos, adiós, el barco se pierde
adonde las olas se entregan a otras olas
y las nubes pasan a un cielo más cálido.
Los iceberg son necesarios al alma
(haciéndose ambos de los elementos menos visibles)
para verlos así: encarnados, bellos, indivisiblemente erigidos.

Elizabeth Bishop


Llueve hacia el amanecer

La gran jaula de luz se ha roto en el aire,
liberando, creo, más de un millón de pájaros
cuyas salvajes sombras ascendientes no volverán,
y todos los cables vienen cayendo.
Ni jaulas, ni pájaros que asustan; la lluvia
se hace ahora más ligera. Es pálido el rostro
que desafió el enigma de su prisión
y lo resolvió con un inesperado beso,
cuyas pecosas e insospechadas manos encendieron.

Elizabeth Bishop



"País, ciudad, sociedad, continente:
nunca es amplia la oferta y nunca es libre.
Y aquí, o allí... No. ¿Debimos quedarnos
en casa, dondequiera que se encuentre?"

Elizabeth Bishop
Cuestiones sobre el viaje
Tomada del libro de Susan Sontag, Cuestión de énfasis



Un arte

"El arte de perder se domina fácilmente;
tantas cosas parecen decididas a extraviarse
que su pérdida no es ningún desastre.

Pierde algo cada día. Acepta la angustia
de las llaves perdidas, de las horas derrochadas en vano.
El arte de perder se domina fácilmente.

Después entrénate en perder más lejos, en perder más rápido:
lugares y nombres, los sitios a los que pensabas viajar.
Ninguna de esas pérdidas ocasionará el desastre.

Perdí el reloj de mi madre. Y mira, se me fue
la última o la penúltima de mis tres casas amadas.
El arte de perder se domina fácilmente.

Perdí dos ciudades, dos hermosas ciudades. Y aun más:
algunos reinos que tenía, dos ríos, un continente.
Los extraño, pero no fue un desastre.

Incluso al perderte (la voz bromista, el gesto
que amo) no habré mentido. Es indudable
que el arte de perder se domina fácilmente,

así parezca (¡escríbelo!) un desastre."


Elizabeth Bishop