"Al rato el conductor reanudó la marcha abu­sando del vencido mecanismo y con este último impulso tocamos el muelle. De un salto pisé los desvencijados tablones del suelo. Tuve deseos de nadar, pero el agua rutilaba grasienta y sentí asco. Determiné visitar la iglesia de la Virgen de Re­gla, soy una devota de Yemayá, aunque sospechaba que a esa hora de la noche estaría cerrada, pero al menos poseía un pretexto para deambular por el pueblo.
Camino a la iglesia atrajo mi atención una casona iluminada con candelabros y velas por doquier y de donde emanaba un extraño lamento, un cantu­rreo dulce y tristón. La puerta se hallaba clausura­da con sellos de la Reforma Urbana, pero pude fis­gonear en el interior a través de las ventanas, que ni siquiera lucían cortinas de gasa de mosquitero. Al pasar junto a ellas percibí a un negro viejo balan­ceándose en una comadrita. Estaba descalzo; me fijé en las callosas plantas de los pies, semejantes a las suelas de unas botas cañeras por lo curtidas. En apariencia dormitaba, pero sus pestañas parpadea­ron justo en el instante en que reparó en mi silueta rondando la residencia. Abrió por fin los ojos salto­nes y se irguió en el asiento; los balances traquea­ron; yo huí temerosa, queriendo no hacer ruido con las sandalias al pisar la gravilla."

Zoé Valdés
Café Nostalgia



Castidad, castidad...

Castidad, castidad, qué de crímenes
se cometen en tu nombre.
-Jaime Gil de biedma.

Yo nunca fuí casta
regodearnos con el sexo es una hipocresía riquísima
no lo niego
pero yo nunca pude ser hipócrita yo voy al grano
directa y sin límites
sólo las sosas se las dan de interesantes
yo soy inteligente
por eso cuando quiero un hombre no lo pido con melindres
le voy p’arriba y lo asalto y me le aferro
pero por eso también he tenido poca suerte
porque ellos se cansan rápido de las puticas ladillosas
Yo nunca fuí casta
en cuanto cumplí la edad de la pubertad
cuidé mi cutis restregándome con los machos
ni un granito me salió por exceso de masturbaciones
yo a decir verdad no andaba creyendo en virginidades
yo me crié en la calle al garete
y mi sexo iba conmigo
Yo nunca fuí casta zorra sí
nadie me enseñó la malicia yo nací con ella
muy temprano empecé a latir y no masacré mi ritmo
Yo nunca fuí casta ¿para qué sirve ser castos?
Si aunque sea con terror temblando de precauciones
amarnos es lo único que nos queda.

Zoé Valdés



Historia de hoy


Sin gran habilidad sin pensarlo pusimos el mantel sobre la arena
Accidental yo exclamé de triunfo y tu punta me iluminó por dentro
Como toda muñeca de porcelana puedo rajarme mañana
terminárseme la cuerda y conectar la soga de la ahorcada
No todo fue de pronto al rato ya yo tenía ganas de cantar
Me asustó la caricia esperaba un latigazo
Tú nunca dejarás de criticar mis disparates cultos
Estoy convencida de que los amores del uno para el otro
son sólo orgasmos de celuloide
y no soy de las que colocan la vida encima de la coqueta
yo prefiero soplar en tu pene un pétalo de rosa
mientras tú conduces el auto hacia lo efímero
Es raro hasta ayer yo me creía extraordinaria
y hoy supe que soy gravemente bella
Ya sé no lo repitas tu concepción de hermosura es otro
es la base conceptual de nuestro extinguidor de sueños
¿Qué podrá ocurrir si en pleno esplendor nos separamos?
Ya vuelvo con las maniáticas consideraciones femeninas
de provocar la caída en lo más alto del vuelo
No quiero prometer que te besaré el pecho a la mitad del camino
porque los tiros al blanco estrujan toda infinitud
La pedrada no puede ser ni antes ni tardía
Y que no haya descalabros en tus misteriosos excesos masculinos
Es sólo el día de hoy
¡Y tantos argumentos a favor de nuestro fuego?
Es el tesoro de sonreírnos juntos
Enamorarse y lamentarlo es un lujo del futuro
un mínimo arte de salón
Despidámonos exclusivamente para el regreso
Ves no me acumulo ni me dosifico
por primera vez aspiro a ser linda y exacta
no digamos ya irresistible
pero sólo por hoy no te apresures.


Zoé Valdés



“… Mentirosa y mecánica voy esparciendo estrellas
para el destello inseparable de las palomas
para empañar descalzos la huella de su barrido
suspiro de lince en la hazaña y en el ritual…”

Zoé Valdés


"Para finalizar voy a hablarte del gran tema, el que reservé para reflexionar juntas y graves sobre ello. Seguro sabrás que el Lince escapó de Cuba en una balsa artesanal hace hoy justo un mes. Naufragaron y sus compañeros de viaje desaparecieron en el océano. Sólo él sobrevivió. Fue hallado por una embarcación americana. Los despojos de la balsa navegaban a la deriva, su cuerpo exhausto quedó enredado por casualidad, fuertemente amarrado con una soga a un palo. El caso es que llegó y se ha recuperado perfectamente, al menos eso me dijo. Me llamó por teléfono, fue una gran sorpresa. Al mismo tiempo tuve que regañarlo, ¡qué locura, dios!, pudo haber muerto como los otros. Lo noté confundido, asombrosamente triste dado su carácter optimista. Pero enérgico, con ese vigor, esa fortaleza que sólo da el haber rozado la boca de la muerte, su mordida fatal.
Recemos por él. Tú espera pronto noticias mías. Si convenzo a mi Oso Polar, te llamaré. Debes comprender que no lo hago a menudo porque resulta un puñetazo económico. Un piñazo —como decimos en Cuba— en la chequera.
Un beso metálico a tu bici. Ojalá te venga la luz, y que te dure el Nihilista. No te atrevas a presentármelo, te lo robaría. Cuando mires al mar ruégale a Yemayá por el Lince y por mí. No nos olvides. Te beso eterna.
Tu Gusana.
A pesar de que he llorado como una bestia salvaje y mis lagrimales están en sequía permanente, tu carta me sacó estertores del centro del pecho. Se ha cerrado el ciclo. Nos han condenado a vivir desperdigados por el mundo, al peligro constante, al dolor agudísimo en ese hondo precipicio de las conciencias, a la renuncia de nosotros mismos, de nuestros sueños. Me viene a la mente tu amor por el Lince. Era el tipo que te rompía el coco, el que te sacaba de tus casillas, fuera de ti, era el amor de tu vida. Pero entre un porvenir incierto, llena de hijos de un microbrigadista —por necesidad, pues él es Licenciado en Historia del Arte, pero tuvo que meterse a albañil porque no tenía vivienda y dormía en bolsas plásticas debajo de las escaleras, y tú no estabas dispuesta a ofrecerle refugio así fuera el macho de tu vida, porque tú no estabas para mantener sanacos que sólo hablaban de Egipto y de Grecia—, entre convertirte en la esposita del Lince y vivir mil años en un edificio «to's tenemos» en Alamar, y el Dinosaurio gallego que te invitaba a las piscinas de los hoteles, te regalaba ropa con etiquetas, y te mantenía a nivel de diplocomida, elegiste al último. Y tu existencia, gusanita mía, es como un cabaret exento de rumba. Un calvario. Y al Lince, meses después de que te fuiste, le entregaron el apartamento y quince días más tarde lo había permutado por una residencia regia en Miramar, donde, con frecuencia, le cortaban la luz, nunca traían el gas de balón, ni funcionaba el motor del agua ni entraba el raro líquido por esa zona. Pero tú sabes que él nació parado, envuelto en un zurrón, y tiene una suerte del carajo. Recuperó su pasión por la pintura y envió un cuadro a un concurso de artes plásticas en Japón y se ganó no sé cuántos miles de dólares. (Ya no meten preso a nadie por portar divisas.) Paró la mansión: instaló una planta y resolvió el problema de la electricidad, compró el gas licuado a una corporación legal que brinda servicios del elemento en divisas a particulares, fabricó una cisterna, arregló el motor, puso tanques de fibrocemento para ahorrar y controlar la situación del H2O. Pintó la casa, colgó sus pinturas, compró y barnizó muebles de estilo, un juego de comedor inglés, un juego de salón Luis XV, juego de cuarto art-decó, una maravilla... Ya sabes que las viejitas del Vedado venden todo esto por sumas irrisorias."

Zoé Valdés
La nada cotidiana


"Y de una vuelta entera, la soltó y la obligó a que se luciera marcando el ritmo sola, conminándola a que moviera con entusiasmo el esqueleto. Pero la Niña Cuca no podía, porque era la única vez que ella se había atrevido a bailar con alguien tan experto en color y sabor local. En realidad, nunca antes había bailado. Y hasta ahí, lo que había hecho era llenarle de pisotones los zapatos de dos tonos a su compañero.
Ahora, suelta, apenas podía controlar su cintura, perdía el equilibrio, ninguno de sus movimientos era acompasado, su cuerpo se tambaleaba como un flan sin molde en un plato llano. Él se dio cuenta de que ella era zurda para el baile, y tomándola ligeramente por la cinturita de avispa, con la yema de los dedos, fue maniobrando el cuerpo de la muchacha, corrigiendo los pasillos, coordinando el meneo de las caderas, mostrándole cómo acentuar el garbo de los hombros. Y como buena aprendiz de sandunguera, Cuquita en seguida le cogió el tumbao, se le fue por encima del nivel, y de buenas a primeras, salió al mismo centro de la pista, desaguatada, descoyuntada, como si hubiera vivido del meneo toda su existencia."

Zoé Valdés
Te di la vida entera