"Con once heridas mortales,   
hecha pedazos la espada,      
el caballero sin aliento  
y perdida la batalla,     
manchado de sangre y polvo,
en noche oscura y nublada,   
en Ontígola vencido     
y deshecha mi esperanza,      
casi en brazos de la muerte    
el laso potro aguijaba   
sobre cadáveres yertos 
y armaduras destrozadas.      

Y por una oculta senda
que el Cielo me depara,
entre sustos y congojas
llegar logré a Villacañas.       

La hermosísima Filena,
de mi desastre apiadada,       
me ofreció su hogar, su lecho
y consuelo a mis desgracias.  

Registróme las heridas,
y con manos delicadas 
me limpió el polvo y la sangre        
que en negro raudal manaban.        

Curábame las heridas,  
y mayores me las daba;
curábame el cuerpo,     
me las causaba en el alma.     

Yo, no pudiendo sufrir
el fuego en que me abrazaba, 
díjele; "Hermosa Filena,        
basta de curarme, basta.        

Más crueles son tus ojos       
que las polonesas lanzas:      
ellas hirieron mi cuerpo
y ellos el alma me abrasan.    

Tuve contra Marte aliento     
en las sangrientas batallas,    
y contra el rapaz Cupido       
el aliento ahora me falta.       

Deja esa cura, Filena;   
déjala, que más me agrabas;  
deja la cura del cuerpo,
atiende a curarme el alma." 

Ángel María de Saavedra y Ramírez





"El genio les ofreció tres deseo. Él y ella se miraron. Les sobraron dos."

Ángel María de Saavedra y Ramírez






"Más bella que la flor del tamarindo
(antes que se inventara el almanaque),
luciste ¡oh Reina! tu gallardo empaque,
que tanto ha dado que decir al Pindo.


Si sólo de pensar en ti me rindo,
¿qué es de extrañar que el otro badulaque,
que huyó con tiempo del troyano ataque,
quedase, al verte, convertido en guindo?


¡Ay! su pasión fue tiro de escopeta,
que te hundió en sempiterno purgatorio,
gozándote y huyendo con vil treta.


Fue falsa su pasión como abalorio,
niño impotente al que juzgaste atleta,
y tu tálamo lecho mortuorio."

Ángel María de Saavedra y Ramírez






"Mísero leño, destrozado y roto,      
que en la arenosa playa escarmentado     
yaces del marinero abandonado,     
despojo vil del ábrego y del noto.   


¡Cuánto mejor estabas en el soto,   
de aves y ramas y verdor poblado, 
antes que, envanecido y deslumbrado,     
fueras del mundo al término remoto!       


Perdiste la pomposa lozanía, 
la dulce paz de la floresta umbrosa,
donde burlabas los sonoros vientos.        


¿Qué tu orgulloso afán se prometía?        
¿También burlarlos en la mar furiosa?     
He aquí el fruto de altivos pensamientos."

Ángel María de Saavedra y Ramírez





"Ojos divinos, luz del alma mía,       
por la primera vez os vi enojados;  
¡y antes viera los cielos desplomados,     
o abierta ante mis pies la tierra fría!


Tener, ¡ay!, compasión de la agonía
en que están mis sentidos sepultados,      
al veros centellantes e indignados   
mirarme, ardiendo con fiereza impía.       


¡Ay!, perdonad si os agravié; perderos    
temí tal vez, y con mi ruego y llanto        
más que obligaros conseguí ofenderos;    


tened, tened piedad de mi quebranto,       
que si tornáis a fulminarme fieros   
me hundiréis en los reinos del espanto." 

Ángel María de Saavedra y Ramírez