"Ahora descansarán, antes de dedicarse al trabajo interminable para el que fueron creados, aquí, en el Paraíso."

Toni Morrison su nombre original es Chloe Anthony Wofford


"Allí, en el centro de ese silencio, encontraba no la eternidad, sino la muerte del tiempo, y una soledad tan profunda que la palabra misma perdía todo sentido."

Toni Morrison





"Cualquier blanco podía apropiarse de toda tu persona si se le ocurría. No sólo hacerte trabajar, matarte o mutilarte, sino ensuciarte. Ensuciarte tanto como para que ni tú mismo pudieras volver a gustarte. Ensuciarte tanto como para que olvidaras quién eras y nunca pudieras recordarlo. Y aunque ella y otros lo habían soportado, no podía permitir que le ocurriera a los suyos. Lo mejor que tenía eran sus hijos. Los blancos podían ensuciarla a ella, pero no a lo mejor que tenía, lo más hermoso y mágico, la parte de ella que estaba limpia."

Toni Morrison





"Cándidas y desprovistas de vanidad, por entonces todavía teníamos nuestra propia estima. Nos sentíamos a gusto en nuestro pellejo, gozábamos con las informaciones que nos transmitían nuestros sentidos, admirábamos nuestra mugre, cultivábamos nuestras cicatrices y no podíamos comprender aquella indignidad."

Toni Morrison





"¿Cuándo piensas casarte? Tienes que tener niños. Eso te calmará. -No quiero hacer otras personas. Quiero hacerme a mí misma."

Toni Morrison






"¿Dónde está el descanso de los días, la avenida con tomillo, el aroma de verónica que prometiste, la nata y la miel que dijiste que había ganado, la felicidad que procede de las tareas bien hechas, la serenidad que el deber nos concede, las bendiciones de las buenas obras?"

Toni Morrison



"Dulces y delirantes conversaciones con oraciones a medias, ensueños y malentendidos más emocionantes que la comprensión plena."

Toni Morrison


"El amor es o no es. El amor frágil no es amor en absoluto."

Toni Morrison




"El amor no es nunca mejor que el amante. La gente inicua ama inicuamente, los violentos aman violentamente, las personas débiles aman débilmente, las estúpidas aman estúpidamente, pero el amor de un hombre libre nunca es seguro. El ser amado nunca se ve recompensado. Sólo el amante posee su don de amor. El ser amado es arrancado de sus raíces, neutralizado, congelado en el brillo de la mirada que el amante tiene vuelta hacia su propio interior."

Toni Morrison




"El buen gusto estaba fuera de lugar cuando se trataba de la muerte, que constituía la esencia del mal gusto."

Toni Morrison





"El fuego del infierno no necesita que nadie lo encienda y ya te está quemando por dentro..."

Toni Morrison



"(...) El pánico terminó por desaparecer y los gritos de la mujer herida se confundieron con el rumor del tráfico cotidiano."

Toni Morrison


"El papel que desempeña el colorismo en la literatura tiene una razón de ser de lo más lógica: era la ley. Incluso un examen superficial de las «llamadas» leyes sobre el color da argumentos para hacer hincapié en ese aspecto como indicador de lo que es legal y lo que no. La legislación aprobada en Virginia para imponer la esclavitud y controlar a los negros, reunida por June Purcell Guild con el título de Black Laws of Virginia, es representativa, como señala el prólogo de la obra, de leyes que
«determinaban la vida de los negros de los siglos XVIII y XIX, esclavos o libres, y, en consecuencia, el tejido vital de la mayoría blanca».
Por ejemplo, una ley promulgada en 1705 establecía: «Los recusantes papistas, los convictos, los negros, los mulatos y los criados indios, así como otras personas que no sean cristianas, estarán incapacitados para prestar testimonio en caso alguno».
Y un código penal de 1847 señalaba: «Toda persona blanca que se reúna con esclavos o negros libertos con el propósito de instruirlos en la lectura o la escritura […] será confinada a la cárcel por un máximo de seis meses y multada por una suma que no supere los cien dólares».
Mucho más adelante, estando en vigor las segregacionistas leyes de Jim Crow, el Código General de la Ciudad de Birmingham de 1944 prohibía que los negros y los blancos jugaran juntos en espacio público alguno «a cualquier juego de cartas, dados, dominó o damas».
Esas leyes son arcaicas y, en cierto sentido, absurdas. Y, pese a que ya no hay que cumplirlas, ni sería posible, prepararon el terreno en el que han bailado muchos escritores con resultados sumamente llamativos."

Toni Morrison
El origen de los otros



"El sentido del mal consistía en sobrevivir a él y estaban decididos (sin haber sido conscientes jamás de haberse hecho ese propósito) a sobrevivir a las inundaciones, a los blancos, a la tuberculosis, al hambre y a la ignorancia. Conocían bien la rabia, pero no la desesperación, y no lapidaban a los pecadores por la misma razón que no se suicidaban: estaban por encima de esas cosas."

Toni Morrison


"Elizabeth era hija, o eso decía, de un importante agente de la Compañía. A otra, Abigail, la llevaron enseguida al camarote del capitán, y otra, Dorothea, era una ratera con la misma condena que las prostitutas. Solo Rebekka, cuyo pasaje había sido pagado de antemano, iba a las colonias para casarse. A las demás las recibirían parientes o menestrales que abonarían su pasaje, excepto la ratera y las putas, cuyos costes y manutención requerirían años y más años de trabajo no remunerado. Solo Rebekka no formaba parte de ese grupo. Fue más adelante, acurrucada entre las cubiertas y las paredes formadas por baúles, cajas y mantas colgadas de hamacas, cuando supo más cosas de ellas. La chiquilla impúber aprendiza de ladrona cantaba como un ángel. La «hija» del agente había nacido en Francia. Cuando las dos prostitutas maduras tenían catorce años, sus familias las echaron de casa por conducta libertina. Y la ratera era sobrina de otra ratera que le había enseñado sus habilidades. Juntas hicieron la travesía más llevadera, menos atroz de lo que seguramente habría sido sin ellas. Su ingenio tabernario, su pericia unida a lo poco que esperaban del prójimo y la considerable aprobación de sí mismas, la facilidad con que reían, divertían y estimulaban a Rebekka. Si había temido su propia vulnerabilidad femenina al viajar sola a un país extranjero para casarse con un desconocido, esas mujeres disiparon sus recelos. Si alguna vez revoloteaban en su pecho mariposas nocturnas al recordar las predicciones de su madre, la compañía de esas mujeres exiliadas y desechadas acababa con ellas. Dorothea, de la que se hizo más amiga, la ayudó especialmente. Con suspiros exagerados y ligeras maldiciones, agruparon sus pertenencias y se apropiaron de un espacio no mayor que el umbral de una puerta."

Toni Morrison
Una bendición



"En aquel lugar donde arrancaron de raíz las matas de beleño y de zarzamora para hacerle sitio al campo de golf de Medallion City, había un barrio."

Toni Morrison




"En realidad nada más habría que decir, salvo por qué. Pero, dado que el porqué es difícil de manejar, será mejor refugiarse en el cómo."

Toni Morrison




"Es amiga mía. Me une a mí mismo. Junta las partes que son y me las devuelve en el orden que corresponde. Es bueno, sabes, tener una mujer que sea amiga de tu mente."

Toni Morrison







"Este suelo es malo para cierta clase de flores. No nutre ciertas simientes, no rinde determinados frutos, y cuando la tierra mata por propia voluntad, nosotros nos conformamos y decimos que la víctima no tenía derecho a vivir. Nos equivocamos, por supuesto, pero no importa. Ya es demasiado tarde. O al menos en el extrarradio de mi ciudad, entre los desechos urbanos y los girasoles, sí es demasiado, demasiado, demasiado tarde."

Toni Morrison





"Habían pasado tres meses, no, dos, y todavía le inquietaba el silencio que invadía la casa por las noches. La puesta de sol, tres minutos de azul Tiziano y luego la noche cerrada. Y con ella un sólido silencio pegado a la tierra. Ni grillos, ni ranas, ni mosquitos había allí arriba. Sólo los ruidos, oídos o imaginarios, que hacían los humanos."

Toni Morrison




"Juntamente con la idea del amor romántico, otro concepto se le reveló: el de la belleza física. Ambas ideas eran probablemente las más destructivas de la historia del pensamiento humano. Ambas nacían de la envidia, medraban en la inseguridad y terminaban en la desilusión."

Toni Morrison





"Las definiciones pertenecen a los definidores...Y no a los definidos."

Toni Morrison


"Les digo a mis estudiantes que una de las cosas más importantes que tienen que saber es cuándo son más creativos. Tienen que preguntarse, ¿cómo es la habitación ideal? ¿hay música? ¿silencio? ¿hay caos o serenidad fuera? ¿qué necesito para liberar mi imaginación?"

Toni Morrison




"Llega un momento en la vida en que la belleza del mundo ya basta por sí sola. Una no necesita fotografiarla, ni pintarla, ni siquiera recordarla. Ya basta por sí sola. No es preciso registrarla y no necesita a nadie para compartirla o hablarle de ella. Cuando eso sucede, cuando se produce ese abandono, una abandona porque puede hacerlo."

Toni Morrison








"Ni siquiera sabía su nombre. Y si no sabía su nombre, entonces no supe nada y jamás he sabido absolutamente nada, puesto que lo único que quería saber era su nombre, y cómo no iba a dejarme ajando, había estado haciendo el amor con una mujer que ni siquiera sabía su nombre."

Toni Morrison







"Nosotros, en aquella colonia, nos apropiamos de las más espectaculares y las más obvias entre las características de nuestro patrono blanco, que eran, por supuesto, las peores. Aun conservando la identidad de nuestra raza, nos adherimos rápidamente a aquellas características cuyo soporte era más gratificante, y menos dificultoso su mantenimiento. En consecuencia, no éramos superiores pero sí presuntuosos, no éramos aristócratas pero sí teníamos conciencia de clase; creíamos que autoridad equivalía a crueldad con nuestros inferiores y que educación significaba ir a la escuela. Confundíamos la violencia con la pasión, la indolencia con el ocio, y asimilábamos la imprudencia a la libertad. Criábamos a nuestros hijos y cultivábamos nuestras propiedades; dejábamos que los hijos crecieran y las propiedades prosperasen. Nuestra virilidad la determinaban las adquisiciones; nuestra feminidad, las resignaciones."

Toni Morrison







"Pero para descubrir la verdad sobre cómo mueren los sueños una no debería fiarse de las palabras del soñador."

Toni Morrison


"Recuerdo con precisión por qué no bebí ni gota en cuatro días y necesitaba lavar en seco mi ropa. Fue por culpa de aquella mañana que estuve paseando por el puente. Había un montón de gente alrededor de una ambulancia. Me acerqué y vi a un médico con una niña vomitando agua. Le salía sangre por la nariz. Me golpeó la tristeza como un martillo. Me dieron náuseas y solo de pensar en el whisky también yo tuve ganas de vomitar. Me marché a toda prisa, temblando, luego pasé unas cuantas noches en los bancos del parque, hasta que me echó la policía. Al cuarto día vi mi reflejo en un escaparate y pensé que se trataba de otra persona, sucia y con una pinta lamentable. Se parecía a mí en un sueño que tuve varias veces en el que estaba yo solo en el campo de batalla. Nadie alrededor. Silencio alrededor. Andaba y andaba, pero no encontraba a nadie. En ese momento decidí que tenía que adecentarme. Al infierno con los sueños. Necesitaba que mis amigos del pueblo estuvieran orgullosos. Ser otra cosa que un condenado borracho medio loco. Así que, cuando vi a aquella mujer en la lavandería, me abrí de par en par. De no ser por aquella carta, aún seguiría colgado de su delantal. En mi cabeza no tenía más competencia que los caballos, el pie de un hombre e Ycidra temblando bajo mi brazo.
Está muy equivocada si cree que solo buscaba un hogar con una buena ración de sexo dentro. Muy equivocada. Esa mujer tenía algo que me dejaba sin habla, quería ser lo bastante bueno para ella. ¿Tanto cuesta entenderlo? Antes ha escrito sobre lo seguro que estaba yo de que el hombre del tren de Chicago al que habían dado una paliza se revolvería al llegar a su casa y pegaría a su mujer por intentar ayudarle. No es verdad. A mí no se me ocurrió pensar nada semejante. Lo que yo pensaba es que estaba orgulloso de ella pero no quería que los otros hombres que iban en el tren se dieran cuenta. No creo que sepa usted gran cosa del amor.
Ni que yo sepa mucho tampoco."

Toni Morrison
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"Se metía en la cama con un hombre tan a menudo como podía. Era el único lugar donde podía encontrar lo que buscaba: sufrimiento y capacidad de sentir un profundo pesar. No siempre había sido consciente de que lo que anhelaba era la tristeza. Al principio, el acto del amor le parecía la creación de una forma especial de alegría. Creía que le gustaba la parte fuliginosa del acto sexual y su comedia; se reía mucho durante los rudos preliminares y rechazaba a los amantes que consideraban el sexo como algo sano o hermoso. La estética sexual la aburría. Aunque no creía que el acto sexual fuese feo (la fealdad también la aburría), le gustaba verlo como algo perverso. Pero, a medida que fueron multiplicándose sus experiencias, comprendió que no sólo no era perverso sino que tampoco tenía necesidad de invocar la idea de perversión para poder participar plenamente."

Toni Morrison




"Si la felicidad es una mezcla de expectación y certidumbre, éramos felices."

Toni Morrison



"¡Si puedo hacerlo todo! ¿Por qué no habría de poder tenerlo todo?"

Toni Morrison


"También era imposible que nadie conociera las peleas que tuvieron después de que Christine regresara a la casa para instalarse de manera permanente. En su mayor parte fueron peleas verbales: discusiones acerca de si la doble C grabada en la vajilla de plata era una letra duplicada o las dos iniciales de Christine. Podría ser cualquiera de las dos cosas, porque Cosey había encargado la vajilla después de su primer matrimonio pero mucho antes del segundo. Discutieron sobre los anillos dos veces robados y la verdadera finalidad de colocarlos en los dedos de un muerto. Pero también se enzarzaron en peleas violentas, con manos, pies, dientes y objetos arrojados. Por su estatura y su carácter voluntarioso, Christine debería haber sido la ganadora indiscutible, mientras que Heed, con sus débiles manos y su pequeña talla, debería haber perdido cada encuentro. Pero los resultados estuvieron como mínimo nivelados, pues la rapidez de Heed compensaba no poco la fuerza de Christine, y su veloz astucia para prever, protegerse, rechazar, extenuaba a la enemiga. En una o dos ocasiones al año llegaban a las manos, se tiraban mutuamente del cabello, luchaban, se mordían, se abofeteaban. Nunca se hacían sangre, nunca se pedían disculpas, nunca premeditaban esos arranques pero no había año en que no salieran jadeantes de un episodio que tenía tanto de rito como de pelea. Finalmente se apaciguaban, caían en un agrio silencio e inventaban otras maneras de subrayar su odio. Junto con la edad, el reconocimiento de que ninguna de las dos podía marcharse contribuía a ese alto el fuego no pactado. Pero lo esencial era su tácita comprensión de que las peleas no hacían más que permitirles seguir juntas, porque sus motivos de queja eran demasiado serios para ello. Al igual que la amistad, el odio necesitaba algo más que intimidad física; requería creatividad y arduo trabajo para mantenerse. La primera pelea, interrumpida en 1971, señaló la voluntad de atacarse mutuamente. Dio comienzo cuando Christine sustrajo del escritorio de Heed las joyas que papá ganara en una partida de cartas, una bolsa de papel llena de alianzas de compromiso que le dio un vendedor con antecedentes penales y que él se había propuesto colocar a un perista. Unos anillos que Christine fingió que quería deslizar en los dedos de papá en su ataúd. Al cabo de cuatro años entró en la casa de Heed, con una bolsa de la compra en la mano y los dedos decorados con aquella colección de las esperanzas de otras mujeres, exigiendo derechos y espacio para cuidar de May, su madre enferma, la misma madre de la que se reiría durante años cuando se tomaba la molestia de pensar en ella. De inmediato se reanudó la lucha pospuesta y continuó con intermitencias durante una década. Cuando buscaban unos medios más interesantes de causar dolor tenían que confiar en la información personal, en las cosas que recordaban de su infancia. Cada una creía que era ella la que tenía la sartén por el mango. Puesto que Christine gozaba de una salud robusta, podía conducir, ir a todas partes y ocuparse de la casa. Sin embargo, Heed seguía al frente, continuaba ganando, no sólo porque tenía el dinero, sino también porque era lo que todo el mundo suponía que no era: inteligente. Más inteligente que la mimada que se había educado erróneamente en una escuela privada, que no sabía nada de los hombres, no estaba preparada para un auténtico trabajo y, de todos modos, era demasiado perezosa para hacerlo; un parásito que se alimentó de los hombres hasta que ellos la abandonaron y tuvo que volver a casa para roer la mano que debería lamer.
Heed estaba segura de que conocía a Christine mejor de lo que ella se conocía a sí misma. Y aunque su conocimiento de Junior se había iniciado hacía tan sólo doce horas, también conocía a la chica, y ahora sabía lo que estaba pensando la atractiva joven: la manera de engañar a una vieja artrítica, de utilizarla para satisfacer y ocultar sus anhelos. También Heed sabía de ello, de esos anhelos lo bastante intensos para hacer que saltaran lágrimas de rabia en unos ojos adultos. Como los de May cuando supo con quién se casaría su suegro. Y en unos ojos jóvenes. Como los de Christine cuando supo que su mejor amiga era la elegida. Ambas, madre e hija, se enfurecieron al pensar que había elegido por esposa a una chica de Up Beach. Una muchacha sin camisa de noche ni bañador, que nunca había utilizado dos platos llanos para comer. No se había enterado de que la comida se servía en distintos platos. Que dormía en el suelo y se bañaba el sábado en una bañera llena del agua turbia dejada por sus hermanas. Que jamás podría librarse del olor a pescado de la fábrica de conservas. Cuya familia guardaba periódicos no para leerlos, sino para el retrete. Que era incapaz de formar una frase correcta; que conocía varias letras mayúsculas pero no las minúsculas. En tales circunstancias, era preciso ayudarla continuamente. Papá la protegía, pero no estaba siempre en casa ni tampoco en todos los lugares donde la gente podía meterse con ella, porque May y Christine no eran las únicas, como se reveló cierta tarde. Con la necesaria destreza de la semianalfabeta, Heed tenía una memoria impecable y, como la mayoría de las personas que no leen, poseía una gran habilidad con los números. No sólo recordaba cuántas gaviotas habían acudido para comerse una medusa, sino también las trayectorias de sus vuelos cuando las espantaban. Comprendía a la perfección el funcionamiento del dinero. Además, tenía un oído tan agudo y potente como el de los ciegos."

Toni Morrison
Amor


"Un hombre no es un hacha. No es una condenada herramienta que corta, tala y destroza todo el día. Las cosas le llegan. Hay cosas que no puede desprender porque las lleva dentro."

Toni Morrison



"Una habitación de hotel es un lugar donde uno está mientras hace otra cosa. Por sí misma es marginal con respecto al esquema principal que uno se ha trazado. Una habitación de hotel es conveniente. Pero su conveniencia se limita al tiempo en que la necesitas mientras estás en una ciudad determinada y ocupado en determinado asunto; confías en que sea confortable, pero más bien preferirías que fuese, simplemente, anónima. No es, a fin de cuentas, el sitio donde uno vive."

Toni Morrison



"(...) Y, como todo artista sin forma artística, se volvió peligrosa."

Toni Morrison



"Y eso era el amor: un respeto sin motivo concreto."

Toni Morrison