"Ahora me doy cuenta de que toda esa encarnizamiento mío en el trabajo, todos mis esfuerzos para espolear el celo de los demás, no podían contribuir en nada a la victoria alemana. Pero, en esa época, estaba firmemente convencido de que acabaríamos ganando la guerra y no quería permitirme el menor traspié ni el menor desfallecimiento."

Rudolf Franz Ferdinand Höss



"Antes de la guerra, los campos de concentración sólo habían servido para consolidar la seguridad del Estado. Sin embargo, desde el principio de las hostilidades, el Reichsführer les asignó un papel totalmente distinto: eran el medio para obtener la mano de obra necesaria. Cada preso debía servir a las necesidades de la guerra y transformarse, en la medida de lo posible, en obrero del armamento, de la misma manera que cada comandante debía explotar su campo con ese único fin."

Rudolf Franz Ferdinand Höss



"Cada vez que me llamaban para certificar un suicidio o un accidente de trabajo, cada vez que veía fusilar a un fugitivo, verdadero o presunto, cada vez que tenía que asistir a los apaleamientos o castigos infligidos por orden de Loritz, exhibía un rostro glacial aunque por dentro experimentara una gran turbación. Mi máscara impasible les hacía creer que no hacía falta incitarme a la severidad, como a otros SS a quienes encontraban demasiado "blandos"."

Rudolf Franz Ferdinand Höss



"Cuando el fugitivo lograba salvar la cadena de centinelas o cuando había huido de un comando que trabajaba fuera, se ponía en marcha un inmenso aparato de captura. Todos los SS y todos los policías disponibles de los alrededores debían participar en esa tarea. Se vigilaban los ferrocarriles y las rutas. Gendarmes motorizados, dirigidos por radio, recorrían caminos y senderos. Había centinelas en los puentes de todos los cursos de agua, muy numerosos en los alrededores de Oranienburgo. Se avisaba a los habitantes de granjas aisladas, la mayoría de los cuales ya habían sido puestos al corriente por los aullidos de la sirena. (...) Cuando uno de éstos era hallado, lo hacían desfilar ante todos los reclusos formados en fila (y, a ser posible, con la presencia de Eicke), sosteniendo un cartel que decía: "He vuelto". Al mismo tiempo debía hacer sonar un gran tambor. Terminado el desfile, le aplicaban veinticinco garrotazos y luego lo enviaban a la compañía disciplinaria. El SS que lo había hallado o atrapado era citado en la orden del día y gozaba de una licencia especial. Los policías o civiles que habían colaborado en la captura recibían un regalo en especie. Cuando un SS impedía una fuga por su actitud circunspecta y atenta, Eicke le concedía una licencia y un ascenso. Aquellos que, por el contrario, habían facilitado la fuga, aunque fuera debido a una pequeña negligencia, sufrían las sanciones más severas. Los malos tratos eran aún más graves en el caso de reclusos cómplices de la evasión."

Rudolf Franz Ferdinand Höss


"Cuando se fusilaba a un fugitivo, el campo entero debía desfilar ante su cadáver para que le sirviera de ejemplo. Este espectáculo hacía dudar a muchos de los que pensaban fugarse; otros, por el contrario, no se dejaban impresionar, pues sabían que el noventa por ciento de las evasiones tenía éxito."

Rudolf Franz Ferdinand Höss


"(...) De nada servirían todos mis esfuerzos. Los "veteranos", formados durante años por Eicke, Koch y Loritz, habían asimilado sus métodos de tal manera, que ni con la mejor voluntad del mundo habrían podido renunciar a los procedimientos a los que se habían habituado en los otros campos de concentración. En cuanto a los novatos, aprendían muy rápidamente con los veteranos, aunque el aprendizaje no fuera de los mejores. (...) Así fue como todo el engranaje de la organización interna del campo se volvió defectuoso. Desde el comienzo, los hombres fueron formados de acuerdo con principios cuya nefasta influencia se manifestaría luego de manera estrepitosa. Quizás habría sido posible manejarlos si mis dos colaboradores inmediatos, el Schutzhaflagerführer y el Rapportführer, se hubieran sometido a mi voluntad, dejándose impregnar de mis ideas. Pero ni podían ni lo deseaban por su estrechez de miras, su obstinación, su crueldad y, ante todo, por su deseo de ahorrarse inútiles complicaciones; todo ello constituía un obstáculo infranqueable. Los individuos elegidos como hombres de confianza eran exactamente de la calaña que más convenía a sus propósitos. En todo campo de concentración, el Schutzhaflagerführer es el verdadero amo. Puede que el comandante deje su impronta sobre la organización teórica de la vida de los presos; él da las órdenes y, en definitiva, es el responsable de todo. Pero el poder efectivo pertenece al Schutzhaflagerführer, o incluso al Rapportführer, siempre y cuando éste sea más voluntarioso e inteligente que su inmediato superior. Por más que el comandante imparta las órdenes destinadas a organizar la vida de los reclusos, la manera en que se ejecutan sus órdenes depende de esos otros dos hombres; en este sentido, el comandante está enteramente a merced de su buena voluntad y comprensión. Y, si no confía en ellos o los considera incompetentes, sólo puede asegurarse de que sus órdenes son ejecutadas poniéndolas él mismo en práctica."

Rudolf Franz Ferdinand Höss



"(...) Debido al ambiente de desconfianza general que reinaba en Auschwitz, yo mismo me acabé transformado en otro hombre. (...) Me volví desconfiado; en todas partes veía el deseo de abusar de mí y sospechaba lo peor. (...) Rehuía todo contacto con los camaradas. (...) Hasta quienes apenas me conocían se compadecían de mí. Pero yo ya no quería cambiar: mi desilusión me había convertido en un ser insociable."

Rudolf Franz Ferdinand Höss



"Desde las primeras incineraciones al aire libre se observó que el método, a la larga, no sería utilizable. Cuando hacía mal tiempo o demasiado viento, el olor se esparcía varios kilómetros a la redonda y toda la población de los alrededores empezaba a hablar de la incineración de judíos, pese a la propaganda del partido y de los órganos administrativos. Todos los SS que participaban en la acción de exterminio habían recibido la severa orden de guardar silencio. Sin embargo, cuando después las autoridades de las SS iniciaron ciertos sumarios, se descubrió que los acusados no habían respetado esta consigna de silencio. Ni siquiera las penas más severas podían impedir los rumores."

Rudolf Franz Ferdinand Höss



"Durante la primavera de 1942, centenares de seres humanos encontraron la muerte en las cámaras de gas. La mayoría de ellos no sospechaba nada. Su salud era perfecta; los árboles frutales que rodeaban la casa estaban en flor. Ese cuadro en que la vida se codeaba con la muerte ha quedado en mi memoria."

Rudolf Franz Ferdinand Höss



"Durante mi ausencia por un viaje de servicio, mi sustituto, el Standartenführer Fritzsch, empleó por su cuenta y riesgo gases para exterminar a esos prisioneros de guerra (se refiere a los soviéticos). Procedió de la siguiente manera: las diversas celdas y sótanos rellenaba hasta el tope de prisioneros rusos. Protegiéndose con máscaras de gas, se hacía entrar en las celdas el Ciclón B, que producía la muerte inmediata. El Zyklon B era comúnmente empleado como insecticida por los oficiales Tesch y Stabinow. Siempre había una cantidad de gas a disposición de la administración. En los primeros tiempos, ese gas venenoso -un preparado de cianuro- era utilizado con la mayor precaución sólo por los empleados subalternos de Tesch y Stabinow. Más tarde, ciertos enfermeros graduados recibieron de esos oficiales la instrucción necesaria para utilizar el gas en la lucha contra parásitos y epidemias. Cuando Eichmann regresó a Auschwitz, le informé sobre el uso del Zyklon B y decidimos emplearlo en los futuros exterminios masivos."

Rudolf Franz Ferdinand Höss



"El campo de Sachsenhausen, donde antes casi no había judíos, ahora estaba literalmente infestado de ellos. La corrupción, prácticamente desconocida hasta entonces, apareció masivamente bajo las formas más diversas. Para los detenidos "verdes" (los delincuentes), los judíos eran materia de explotación y, por lo tanto, los acogieron con alegría. (...) Esos judíos rivalizaban en todo entre ellos. Trataban de agenciarse una función cualquiera y, una vez que habían ablandado a los Kapos, se inventaban nuevos puestos en los que trabajar. No vacilaban en presentar falsas acusaciones contra sus compañeros con tal de alcanzar cierta estabilidad. Y, cuando llegaba a ser "alguien", se dedicaban a oprimir sin piedad a los de su raza, superando en todos los sentidos a los "verdes"."

Rudolf Franz Ferdinand Höss



"El trabajo representa para los reclusos no sólo un castigo eficaz, en el mejor sentido de la palabra porque les permite disciplinarse y luchar contra la nefasta influencia de la prisión, sino además un excelente medio educativo para quienes carecen de firmeza y energía: realizar un esfuerzo constante los aleja de una vida dedicada al crimen."

Rudolf Franz Ferdinand Höss



"(...) En ese momento debería haberme presentado ante Eicke o el Reichführer de las SS (Himmler) y declarar que no me consideraba apto para servir en un campo de concentración, ya que me identificaba demasiado con los prisioneros. Sin embargo, no tuve el valor de hacerlo, pues no quería descubrir mi estado de ánimo y confesar mi debilidad, y era demasiado obstinado para reconocer abiertamente que me había equivocado al renunciar a mis actividades agrícolas. Tras unirme voluntariamente a las SS, me había habituado demasiado al uniforme negro para renegar de él. (...) Me debatía mucho entre la convicción personal y la fidelidad al juramento que había prestado a las SS y al Führer."

Rudolf Franz Ferdinand Höss


"En la primavera de 1942, llegaron de la alta Silesia los primeros convoyes de judíos destinados a ser exterminados sin excepción. Les hicieron cruzar las alambradas y los llevaron a una finca transformada en Búnker, (... ). Para no despertar sospechas, los interrogaban sobre sus aptitudes y profesiones. Llegados a la finca, recibieron la orden de desnudarse y entrar en las cámaras donde serían desinfectados. Conservaron una calma perfecta hasta el momento en que algunos de ellos, de pronto asaltados por la sospecha, empezaron a hablar de asfixia y exterminio. Enseguida se apoderó del convoy una especie de pánico, que fue rápidamente controlado: los que todavía permanecían en el exterior fueron empujados a la cámara y las puertas se cerraron con llave. Al llegar los siguientes convoyes se buscó entre los detenidos a los desconfiados y se los controló de cerca. En cuanto surgía alguna inquietud, se cogía discretamente a los perturbadores, se los llevaba detrás de la cabaña y allí se los mataba con carabinas de pequeño calibre, para que los demás no oyeran las detonaciones."

Rudolf Franz Ferdinand Höss



"En tales circunstancias, sólo me quedaba enterrar los escrúpulos de mi corazón. Y, debo confesar que, después de una conversación con Eichmann, esos escrúpulos, al fin y al cabo tan humanos, adoptaban en mi interior el aspecto de una traición al Führer. No tenía manera de escapar a ese problema; debía proseguir mi tarea, asistir al exterminio y la matanza, reprimir mis sentimientos y mostrar una indiferencia glacial. Sin embargo, no lograba apartar de mi mente ni esos detalles insignificantes que otros habrían olvidado. En Auschwitz, no había tiempo para aburrirse."

Rudolf Franz Ferdinand Höss


"Entonces se echaba rápidamente el cerrojo a la puerta y los enfermeros "desinfectadores", ya preparados, dejaban entrar de inmediato el gas por agujeros practicados en el techo. Los recipientes que contenían el gas se arrojaban al suelo y los gases se expandían rápidamente. Por el agujero de la cerradura de la puerta se podía ver que quienes se encontraban más cerca del recipiente caían muertos al instante. Se puede afirmar que, para un tercio del total, la muerte era inmediata. Los demás temblequeaban, se ponían a gritar cuando les faltaba el aire. Pero sus gritos pronto se transformaban en estertores y, en cuestión de minutos, todos caían estirados. Al cabo de veinte minutos a lo sumo, nadie se movía ya. El gas tardaba entre cinco y diez minutos en actuar; la duración dependía de las condiciones del tiempo -seco o húmedo, calor o frío-, de la composición del gas -que no era siempre la misma- y de cómo estaba formado el convoy -mayor o menor cantidad de sanos o enfermos, jóvenes o ancianos-. Las víctimas perdían el conocimiento al cabo de unos minutos, antes o después según la distancia que las separaba del recipiente. Los que gritaban, los viejos, los enfermos, los débiles y los niños caían antes que los sanos y jóvenes."

Rudolf Franz Ferdinand Höss


"Estaba prohibido expresar sentimientos contrarios. Yo no ignoraba la miseria de los detenidos, pero debía mostrarme cada vez más duro, más glacial, más despiadado. Quizá supiera demasiadas cosas, pero no debía dejarme impresionar ni detener por quienes sucumbían en el camino. El objetivo final seguía siendo el mismo: ganar la guerra."

Rudolf Franz Ferdinand Höss



"Fue entonces cuando me transfirieron a Sachsenhausen. Allí me familiaricé con las actividades y métodos de la inspección de los campos. Aprendí a conocer más de cerca la personalidad de Eicke y la influencia que ejercía sobre el campo y las tropas. También entré en contacto con la Gestapo. (...) La guerra acababa de estallar, y ese hecho marcaba una fatídica fecha en la evolución de los campos de concentración. Nadie podía prever entonces a qué siniestros designios iban a servir más tarde, durante el desarrollo de las hostilidades."

Rudolf Franz Ferdinand Höss


"(...) Fui testigo presencial de uno de estos casos. Al sacar un cadáver de la cámara de gas, un hombre del comando especial hizo un gesto de sorpresa y se quedó petrificado; pero enseguida alcanzó a sus camaradas arrastrando el cadáver. Pregunté de inmediato al Kapo qué había pasado y descubrí que el judío había descubierto a su mujer entre los cadáveres. Me quedé un buen rato observándolo, sin notar en él nada raro; él continuaba arrastrando sus cadáveres. Cuando más tarde volví cerca del comando, lo vi comiendo con sus compañeros, como si tal cosa. ¿Había logrado dominar su emoción o en verdad se había vuelto indiferente a una tragedia como aquélla? Siempre me he preguntado cómo hacían esos judíos del Sonderkommando para hallar en su interior la fuerza necesaria para cumplir día y noche su horrible faena. ¿Esperaban que un milagro los salvara, estando ya a las puertas de la muerte? ¿O se habían vuelto demasiado cobardes, demasiado inhumanos, después de haber visto tantos horrores, para poner fin a sus días y escapar a tan atroz existencia? Por mucho que lo piense, nunca logro encontrar una explicación a su conducta."

Rudolf Franz Ferdinand Höss



"He evocado en muchas ocasiones la insana evacuación de un campo de concentración. Jamás olvidaré los espectáculos que presencié cuando fue aplicada la orden de evacuación. (...) Los convoyes que llegaban a la estación de Gros-Rosen eran alejados de inmediato. Pero no había alimentos para todos: ya no quedaba nada. En los camiones descubiertos, los soldados de las SS descansaban tranquilamente, echados entre los cuerpos de los reclusos. Los supervivientes se sentaban encima de los cadáveres y masticaban un mendrugo de pan. Era un espectáculo horrible, que habría podido evitarse."

Rudolf Franz Ferdinand Höss


"Hombres y mujeres eran conducidos por separado a los crematorios de la manera más tranquila posible. En el vestuario donde se desnudaban, los reclusos del comando especial les explicaban, en su propia lengua, que se les había llevado hasta allí para ducharlos y desparasitarlos. Les invitaban a que ordenaran bien sus ropas y recordaran el lugar donde las habían dejado, para recogerlas a la salida. Los reclusos del comando eran los primeros interesados en que esta operación se realizase rápidamente, con calma y sin tropiezos. Tras haberse desnudado, los judíos entraban en la cámara de gas donde, efectivamente había duchas y cañerías de agua, lo que les daba el aspecto de una sala de baños. Primero entraban las mujeres con sus niños. Las seguían los hombres, siempre en minoría. Todo solía ocurrir en calma, porque los reclusos del comando especial hacían todo lo posible por disipar las inquietudes de los que sentían miedo o sospechaban algo. Por otra parte, esos detenidos y un SS permanecían siempre hasta el último momento en la cámara de gas."

Rudolf Franz Ferdinand Höss


"Invitados por Himmler, numerosos miembros superiores del partido y oficiales de las SS venían a Auschwitz para asistir al exterminio de los judíos. Todos se sentían profundamente impresionados. Algunos de ellos, que antes habían defendido con fervor el exterminio, se espantaron y se encerraron en el más absoluto silencio tras asistir a esa "solución final del problema judío". Siempre me preguntaban cómo hacíamos, mis hombres y yo, para soportar tanto tiempo ese espectáculo."

Rudolf Franz Ferdinand Höss



"La actitud de la Oficina de Asuntos Judíos, representada por Eichmann y Günther, era perfectamente clara: todos los judíos debían ser exterminados, tal como Himmler había ordenado en el verano de 1941."

Rudolf Franz Ferdinand Höss




"La Dirección General de Seguridad abogaba por el exterminio total de los judíos. Para ella, la creación de cada nuevo campo de trabajo, la asignación de cada nuevo millar de judíos a las necesidades de la industria, implicaban el peligro de una nueva liberación y brindaban a los judíos la esperanza de salvar su vida gracias a algún azar feliz. Ninguna oficina estaba tan interesada como ésta, que era portavoz de la Dirección General de Seguridad, en el aumento de la mortandad entre los judíos."

Rudolf Franz Ferdinand Höss


"La orden de Himmler comunicada por la oficina de Eichmann prescribía en un primer momento exterminar, sin excepción alguna, a todos los judíos que llegaran a Auschwitz. Esta orden fue, en efecto, aplicada a todos los judíos procedentes de la Alta Silesia; pero, cuando empezaron a llegar los primeros convoyes de judíos alemanes, se nos ordenó seleccionar a todos los judíos, hombres o mujeres, aptos para el trabajo y emplearlos en la producción de armas. (...) En los campos de concentración ya habían surgido, y continuaban desarrollándose importantes fábricas de armamento. Al mismo tiempo, se empezaba a emplear a los reclusos en empresas de armamento fuera de los campos. En consecuencia, pronto se sintió una verdadera falta de reclusos, cuando los comandantes de los antiguos campos del interior del Reich antes se veían obligados a buscar ocupación para el excedente de presos."

Rudolf Franz Ferdinand Höss


"Los médicos de las SS eran los encargados de seleccionar a los judíos en condiciones de trabajar. Pero a menudo el Schutzhaftlagerführer o comandante de custodia protectora se ocupaba de ello, sin que yo lo supiera o aprobara. De ahí surgían fricciones entre los médicos de las SS y los oficiales encargados de la mano de obra. La divergencia de opiniones resultaba de las diferentes interpretaciones que recibían las órdenes del Reichführer por parte de las más altas instancias berlinesas. La Dirección General de Seguridad del Reich, representada por Müller y Eichmann, estaba sumamente interesada, por razones de seguridad policial, en el exterminio de la mayor cantidad posible de judíos. El médico de las SS del Reich, que daba las instrucciones a los médicos de las SS para la selección, opinaba que sólo debían ser empleados los judíos realmente aptos para el trabajo. En cambio, los hombres débiles y de edad avanzada que podrían ser incluidos en ese grupo, al cabo de poco tiempo se volvían incapaces de trabajar y contribuían con ello a rebajar el nivel sanitario general: colapsaban las enfermerías, distraían al personal médico, consumían medicamentos para luego acabar en una fosa como los demás. Por el contrario, la oficina de armamento, representada por Pohl y Maurer, estaba interesada en obtener la mayor cantidad posible de hombres aptos para trabajar en la industria armamentística, aunque poco después se volvieran inútiles. (...) El Reichführer no dejaba de hacer promesas a esas dos administraciones, fijando cifras que era totalmente imposible alcanzar. (...) Nunca se pudo obtener una decisión clara de Himmler en este sentido. Personalmente, yo creía que era necesario seleccionar únicamente a los judíos sanos y vigorosos."

Rudolf Franz Ferdinand Höss



"Mis funciones me obligaban a asistir al desarrollo de la operación. Debía permanecer allí de noche y de día mientras sacaban los cadáveres, los incineraban, les arrancaban lo dientes de oro o les cortaban el pelo. Esos horrores duraban horas, pero yo no podía alejarme, ni cuando cavaban los osarios, que despedían un olor espantoso, ni cuando quemaban los cadáveres. A petición de los médicos, también me tocó observar cómo morían las víctimas a través de los tragaluces de las cámaras de gas. No podía escapar a nada de eso porque era yo aquel a quien todos miraban. Debía mostrar al mundo que, no contento con dar órdenes, asistía a las operaciones en todas sus fases, como yo lo exigía también a mis subordinados."

Rudolf Franz Ferdinand Höss


"Muchas mujeres intentaban ocultar a sus críos entre los montones de ropa, pero los hombres del comando ponían especial atención y lograban convencer a las madres de que no se separaran de sus hijos. Ellas creían que la desinfección era peligrosa para los pequeños; de ahí sus intentos de ahorrarles dicha operación. En ese ambiente no habitual, los niños muy pequeños solían ponerse a lloriquear. Sin embargo, tras haber sido consolados por sus madres o los hombres del comando, se calmaban y entraban jugando en las cámaras de gas, bromeando entre ellos con un juguete en las manos. Varias veces observé a mujeres ya conscientes de su destino que, con un miedo mortal en la mirada, todavía hallaban fuerzas para bromear con sus hijos y tranquilizarlos. Una de ellas se me acercó al pasar y, señalándome a sus cuatro hijos, agarrados de la mano para ayudar amablemente al más pequeño a caminar por un terreno difícil, murmuró: " ¿Cómo puede usted tomar la decisión de matar a esos hermosos niños? ¿No tiene corazón? "."

Rudolf Franz Ferdinand Höss




"Muchos reclusos polacos trataron de terminar con la obsesión por evadirse. No era ésta una empresa demasiado difícil en Auschwitz, donde las posibilidades eran innumerables. Nada más sencillo que distraer la atención de los guardianes y crear las otras condiciones previas. Todo dependía del valor, la audacia y un mínimo de suerte. Cuando se juega todo a una carta, ya se sabe que la vida está en juego. A esos proyectos de evasión se oponía, sin embargo, el temor de las represalias, del arresto de los miembros de la familia, de la matanza de una decena -o un número mayor- de infortunados compañeros."

Rudolf Franz Ferdinand Höss


"No menos extraña me parecía la conducta de los hombres de los Sonderkommandos. Ellos sabían perfectamente que, al término de aquella operación, sufrirían la misma suerte que los millares de hombres de su raza que habían ayudado a exterminar. Con igual indiferencia retiraban los cuerpos de las cámaras de gas, les arrancaban los dientes de oro, les cortaban el pelo y los arrastraban hasta la fosa común o a los hornos crematorios. Mantenían vivo el fuego en los montones de cadáveres, removiéndolos para que llegara el aire. Todas esas tareas las ejecutaban con aire de total indiferencia, como si se tratara de algo absolutamente normal. Comían y fumaban mientras arrastraban los cadáveres. No renunciaban a sus comidas, ni siquiera cuando tenían que ejecutar el trabajo más horrible: incinerar los cuerpos que habían quedado amontonados durante un tiempo en las fosas comunes."

Rudolf Franz Ferdinand Höss


"Obsesionado por mi trabajo, no quería dejarme vencer por las dificultades: era demasiado ambicioso para eso. Cada nuevo obstáculo no hacía sino estimular mi afán. Es de suponer que la multitud y variedad de mis tareas me dejaban poco tiempo para ocuparme personalmente de los presos. Me veía obligado a confiar esta actividad a subalternos tan poco recomendables como Fritzsch, Meier, Seidler y Palitzsche, los cuales sabía que no administrarían el campo conforme a mis ideas e intenciones. Pero yo no podía estar en todo. Se me imponía una elección: o me ocupaba sólo de los presos o dedicaba toda la energía posible a la reconstrucción y el ensanche del campo. En ambos casos había que consagrarse por entero, sin posibles términos medios. Ahora bien: la construcción y el ensanche del campo eran mi labor esencial."

Rudolf Franz Ferdinand Höss



"(...) Para combatir la campaña de la prensa extranjera, yo no esperaba nada de las sanciones colectivas dictadas por Eicke. Aquella campaña continuaría, aunque se hubiese fusilado por ello a centenares o millares de judíos. No obstante, yo pensaba entonces que era justo castigar a los judíos que teníamos en nuestro poder, puesto que los hombres de su raza se dedicaban a difundir rumores acerca de los "horrores" de los que eran víctimas."

Rudolf Franz Ferdinand Höss



"Pero la situación de las mujeres era mucho más penosa, mucho más insoportable, porque las condiciones generales de vida en el campo de mujeres eran infinitamente peores en lo que concierne al hacinamiento y las instalaciones sanitarias. (...) El hacinamiento general de la masa era, bajo todos los aspectos, más notorio que entre los hombres. Cuando las mujeres alcanzaban cierto nivel de deterioro, se abandonaban del todo. Como fantasmas, desprovistas de toda voluntad, vagaban entre las barracas o se dejaban llevar por otras. Hasta que un buen día morían. Esos cadáveres ambulantes ofrecían un aspecto terrorífico."

Rudolf Franz Ferdinand Höss



"Poco después de la visita de Himmler, el Standartenführer Blobel nos trajo, desde las oficinas de Eichmann, una orden del Reichsführer [Himmler]. Todas las fosas comunes debían ser dispersadas de tal manera que, en el futuro, no se pudieran sacar conclusiones sobre el número de incinerados. Blobel ya había experimentado en Chelmno con diversos métodos de incineración. Eichmann le encargó que mes mostrara sus instalaciones. Viajé a Chelmno con Hossler. Blobel había construido diversos tipos de hornos y empleaba como combustible madera y residuos de gasolina. También había tratado de destruir cadáveres con explosivos, pero el resultado estaba lejos de ser brillante. Las cenizas eran diseminadas en los grandes bosques vecinos, tras haber sido reducidos los huesos a polvo en un molino. Blobel tenía la misión de descubrir todas las fosas comunes de la región oriental y destruir sus rastros. Su oficina era designada, para su camuflaje, con el número "1005". El trabajo lo realizaban dos comandos de judíos a los que se fusilaba tras la limpieza de un sector. El campo de concentración de Auschwitz casi siempre era el elegido para la provisión de judíos destinados al comando "1005"."

Rudolf Franz Ferdinand Höss




"(...) Pohl, por el contrario, seguía órdenes del Reichführer para alimentar la industria del armamento con el mayor número posible de reclusos. Por lo tanto, asignaba la mayor importancia al aumento de reclusos a su disposición, aunque se tratase de judíos aptos para el trabajo escogidos en los convoyes enviados al exterminio. Concedía gran importancia, aunque en vano, a la conservación de esa mano de obra"

Rudolf Franz Ferdinand Höss




"(...) Por mi parte, siempre respondía que debía callar todas mis emociones, pues me hallaba ante el terrible dilema de ejecutar, sin miramientos, las órdenes del Führer. Y todos esos señores me decían que no querrían hacerse cargo de semejante tarea. Ni siquiera los más "duros", como Mildner y Eichmann, experimentaban el menor deseo de cambiar su puesto por el mío. Nadie me envidiaba por la tarea que me habían encomendado."

Rudolf Franz Ferdinand Höss




"Por voluntad del Reichsführer de las SS, Auschwitz se convirtió en la mayor instalación de exterminio de seres humanos de todos los tiempos. Que fuera necesario o no ese exterminio en masa de los judíos, a mí no me correspondía ponerlo en tela de juicio, quedaba fuera de mis atribuciones. Si el mismísimo Führer había ordenado la solución final del problema judío, no correspondía a un nacionalsocialista de toda la vida como yo, y mucho menos a un Führer de las SS, ponerlo en duda."

Rudolf Franz Ferdinand Höss




"Recuerdo perfectamente la primera vez que presencié un castigo corporal. (...) Después, cuando como soldado raso me tocaba presenciar esos castigos, procuraba ubicarme en las últimas filas. Y, cuando ya por fin ascendí a jefe de compañía, intentaba escabullirme siempre que podía, sobre todo en el momento de los golpes. Esto no era demasiado difícil, pues nada complacía más a mis colegas que reemplazarme. Cuando ascendí a Rapportführer, y más tarde, a Schutzhaftlagerführer, ya no podía tomarme esa libertad y mi deber me repugnaba. Por fin, siendo comandante del campo y, por lo tanto, responsable de ordenar la aplicación del castigo corporal, muy rara vez presencié su cumplimiento. Por otra parte, nunca autoricé sin meditarlo cuidadosamente la aplicación de esta forma de castigo. No sabría explicar por qué, pero me producía especial aversión."

Rudolf Franz Ferdinand Höss



"Sabíamos que las órdenes del Führer eran incontestables sin excepción, y que los SS estaban obligados a ejecutarlas. Sin embargo, en el alma de todos se alzaban las dudas. Para transmitirles la fuerza moral que les permitiera cumplir su deber, debía mostrarme totalmente convencido de la necesidad de ejecutar tan crueles órdenes. Todas las miradas estaban fijas en mí. Todo el mundo me observaba atentamente para ver cómo reaccionaba ante escenas semejantes a las aquí descritas. Cada una de mis palabras era largamente discutida por los hombres. Debía controlarme para no dejar escapar, en un momento de turbación, una frase que expresara mis dudas y mis angustias. Me veía obligado a exhibir un aire frío e implacable cuando asistía a escenas que trastornarían a cualquier ser humano. No me estaba permitido apartar la vista aunque la emoción se apoderara de mí. Debía mostrar indiferencia mientras las madres entraban en las cámaras de gas con sus hijos de la mano, que reían o lloraban."

Rudolf Franz Ferdinand Höss



"Se mataba a los prisioneros con gas en las celdas del bloque 11. Yo asistí a la escena, protegido con una máscara antigás. El hacinamiento en las celdas era tal que las víctimas morían apenas entraba el Zyklon B. Un breve grito, casi ahogado, y todo había terminado."

Rudolf Franz Ferdinand Höss



"Según la idea de Himmler, los campos de concentración tenían que servir a las necesidades del armamento. Todo lo demás debía quedar subordinado a ese fin, sin consideración alguna. En este sentido, nada era tan significativo como su indiferencia ante las condiciones realmente infrahumanas en que vivían los internados. El armamento progresaba, eso era lo esencial; y se abandonaba a todo el que fuera incapaz de participar en ese progreso."

Rudolf Franz Ferdinand Höss



"Sería un error imaginar que la participación en ese exterminio, con todo lo que implica, haya sido aceptada como un hecho común cualquiera. Salvo muy contadas excepciones, todos los que tomaron parte en él, y yo antes que nadie, recibieron impresiones imborrables y amplia materia de reflexión. Durante mis rondas de inspección, la mayoría de los participantes me buscaban para confiarme sus angustias y abrigaban la esperanza de que los calmara. En el curso de nuestras conversaciones con el corazón en un puño, siempre me hacían la misma pregunta: "¿Seguro que es necesario aniquilar a centenares de miles de mujeres y niños?" En mi fuero interno, no dejaba de hacerme esa pregunta. Para tranquilizarlos y consolarlos, sólo se me ocurría una respuesta: invocar las órdenes del Führer. Estaba obligado a decirles que el exterminio de la judería era necesario para liberar de una vez por todas a Alemania y a la posteridad de nuestros enemigos más encarnizados."

Rudolf Franz Ferdinand Höss


"Todo enemigo del Estado que osara levantar la cabeza, todo aquel que intentase sabotear el esfuerzo de guerra, debía ser aniquilado. Tal era la voluntad del Führer. Eicke, por otra parte, inspirándose en esa consigna exigía a sus subordinados que inculcasen a los reservistas llamados a servir en los campos una dureza implacable contra los prisioneros. (...) ¡Cuántas veces tuve que esforzarme por aquel entonces para parecer duro e implacable! Pensaba que se me exigía realizar un esfuerzo sobrehumano; sin embargo Eicke exigía que fuésemos aún más severos e inclementes con los prisioneros. Afirmaba que un SS debía ser capaz de aniquilar a sus propios padres si éstos ofendían al Estado o traicionaban el ideario de Adolf Hitler. "¡Sólo una cosa debe contar: la orden dada!", rezaba el membrete del papel en que escribía sus cartas."

Rudolf Franz Ferdinand Höss



"Tuve varias oportunidades de hablar largo y tendido con Eichmann sobre la solución definitiva del problema judío hasta en sus pormenores. Nunca le hablé de mis angustias personales, sino más bien traté de descubrir las íntimas y verdaderas convicciones de mi interlocutor. Para llegar a eso, no podía titubear ante ningún medio. Pero, ni los tragos más fuertes ni la ausencia de todo testigo indiscreto le hacían desdecirse de su punto de vista: con demente obstinación, preconizaba el aniquilamiento de todos los judíos a los que se pudiera echar mano. Había que proseguir el exterminio, decía, con toda la rapidez posible y sin piedad alguna. Tener la menor consideración significaba lamentarlo, después, con amargura."

Rudolf Franz Ferdinand Höss



"Una media hora después de introducir el gas, se abría la puerta y se ponía en funcionamiento el ventilador. Los cuerpos no exhibían marcas especiales: no había contorsiones ni cambio de color. Sólo cuando permanecían varias horas tendidos en el suelo dejaban el típico rastro de los cadáveres. Era muy raro encontrar excrementos. Tampoco había lesiones en los cuerpos, y los rostros no estaban crispados. A continuación, el comando especial se ocupaba de arrancar los dientes de oro y de cortar el cabello a las mujeres. Luego, los cuerpos eran subidos en ascensor a la planta baja, donde los hornos ya estaban encendidos. Según la dimensión de los cadáveres, se podía introducir en cada uno de ellos hasta tres a la vez. La duración de la incineración dependía también del tamaño de los cuerpos."

Rudolf Franz Ferdinand Höss