"- ¿A dónde van las chicas? ¿A la ciudad? Los chicos de la ciudad no están interesados en las chicas del campo. Es todo un dilema. Pensemos en un buey o un caballo: cuando llega el momento de levantar la cola y parir a un joven, si es una hembra todo el mundo salta de alegría; pero si es un macho, no se ven más que caras largas. Sin embargo, con las personas sucede todo lo contrario. La alegría se produce cuando nace un varón, pero el nacimiento de una mujer todo el mundo lo recibe con el gesto torcido. Y luego, cuando el chico crece y no es capaz de encontrar a una esposa, vuelven a aparecer las caras largas."

Mo Yan seudónimo de Guan Moye



"Como padre pienso que uno debería tener tantos hijos como quiera. (...) No resulta sencillo solucionar el problema de la población en China. Solo hay una cosa de la que estoy completamente seguro: a nadie se le debe impedir tener un hijo por medio de la violencia."

Mo Yan


"Cuando me fijo en el Estado de bienestar de los países de Europa, sobre todo del norte de Europa, me pregunto: ¿Son concebibles estos Estados, estas sociedades, sin Marx? En cierto modo, el marxismo ha salvado al capitalismo, porque los que realmente se han beneficiado de las bendiciones de esa ideología son las sociedades occidentales. Los chinos, los rusos y los europeos del Este malinterpretamos a Marx."

Mo Yan






"- ¿De verdad odias tanto el socialismo? -preguntó el policía. -Lo que odio no es el socialismo, sino a vosotros. Para vosotros el socialismo no es más que una etiqueta, pero para mí es una formación social concreta, y no algo abstracto. Está encarnada en la posesión pública de los medios de producción y en un sistema de distribución. Desgraciadamente, también está encarnada en oficiales corruptos como vosotros. ¿Acaso no es cierto? -preguntó Gao Ma."

Mo Yan





"Dijeron que los oficiales amaban al pueblo. Entonces, ¿Por qué trataban a la gente como si fueran sus enemigos? Los gravosos impuestos y los aranceles cobrados por debajo de la mesa, como bestias abominables, obligaron a los campesinos a dirigirse a las colinas."

Mo Yan


"Ding nunca imaginó que si la mujer dejaba de apretar la mandíbula sólo sería una trampa para que él metiera la lengua entre sus dientes. Entonces de repente la mujer le mordió y el investigador soltó un grito al sentir un dolor punzante que pronto se extendió por toda su lengua hasta cada parte de su cuerpo. Los brazos de Ding Gou’er soltaron a la conductora del camión y se apartó de ella, con un sabor nauseabundo aunque dulce, que emanaba de un líquido caliente y pegajoso que invadía su boca. Supo, cuando se tapó la boca con la mano, que esto significaba algo malo. De repente, no sentía la lengua. ¡Malas noticias! En la larga historia de conquistas del investigador este era su primer gran fracaso. ¡Jodida hija de puta!, maldijo para sí mismo, mientras se doblaba para escupir sangre. Las estrellas iluminaban el cielo pero el suelo estaba borroso; sabía que había escupido sangre, a pesar de que no podía ver el color de lo que había escupido. Lo que más le preocupaba era su lengua, por supuesto, así que con suavidad trató de tocarla con los dientes; menos mal que seguía en su sitio, pero enseguida notó un pequeño agujero en la punta. De ahí salía la sangre.
Ding Gou’er estaba enormemente aliviado porque esa mujer no le hubiera arrancado la lengua. Aun así había pagado un precio excesivo por esos besos. Tenía que darle una lección, ¿pero cómo?
Ding estaba de pie a menos de medio metro, mirándola tan de cerca que podía oír su respiración. Sintió cómo se le acaloraba el cuerpo debajo de su fina camisa. Ella le miraba fijamente, con la cabeza erguida, y ahora estaba blandiendo una llave inglesa. Bajo la luz resplandeciente de las estrellas se dio cuenta de la expresión de furia de la viva cara de la mujer. Parecía la expresión de una niña pequeña y traviesa."

Mo Yan
La república del vino


"El Festival de la Carne de ese año se suponía que se iba a celebrar con la ceremonia de establecimiento del templo del Dios de la Carne. El espacio elegido para la construcción del templo era donde estaba el mercadillo nocturno, que seguía abarrotado de gente. Sin embargo, un funcionario de alto mando que acudió ese día al Festival de la Carne criticó la idea de construir el templo del Dios de la Carne. La funcionaria que tenía el pelo corto y un aspecto masculino dijo indignada: «Es demasiado conservador. Nos acusa de crear dioses y de fomentar la superstición. Bueno, ¿y qué? ¿No son los hombres quienes crean a los dioses? Además, ¿quién no es supersticioso? He oído que él solía ir a la montaña Yuntai para preguntar sobre su futuro y luego se arrodillaba enfrente de la estatua de Buda para hacer reverencias». Un funcionario de mediana edad dijo: «Qiao, ya basta, por favor». La joven no le hizo caso y respondió: «Me temo que el sobre rojo que le dimos no contenía suficiente dinero». El funcionario le dio una palmada en el hombro y dijo: «Camarada, he dicho que ya basta. No dejes que tu boca te meta en problemas». Pero ella siguió hablando, aunque cada vez era más difícil oír lo que decía. La luz de sus linternas se movió por todo el templo y unos rayos luminosos pasaron por la cara del Espíritu Ecuestre, la cara del Señor Monje y la mía. ¿No sabían que alumbrar a la gente a los ojos era de mala educación? Los rayos de luz pasaron por la cara de los cuatro hombres que estaban trasladando al Dios de la Carne en el templo y al final enfocaron la cara del ídolo que estaba tirado en el suelo. «¿Qué está pasando aquí? —dijo el señor mayor furioso—. ¿Por qué está el Dios de la Carne tirado en el suelo? Levantadlo, rápido». Los cuatro hombres bajaron los palos, desataron las cuerdas, se colocaron alrededor de la parte superior del cuerpo del ídolo, lo sujetaron bien y gritaron: «¡Arriba!». Hasta que el Dios de la Carne, de unos dos metros de altura, no estuvo levantado no me di cuenta de su tamaño, grandeza y de que estaba esculpido con el tronco de un solo árbol. Sabía que muchos ídolos se esculpían con madera de palisandro, pero en tiempos como estos, donde se presta tanta atención a proteger el medioambiente y los bosques, es casi imposible encontrar un palisandro así de majestuoso, ni siquiera en lugares remotos."

Mo Yan
Boom


"Era la segunda vez en mi vida que tomaba el tren. La primera había sido cuando tenía dieciocho años. Era primavera y acompañé a mi hermano mayor y a mi sobrino hasta Qingdao, donde tenían que tomar un barco para regresar a Shanghai. En aquella época, viajar en tren era un acontecimiento solemne y, cuando volví de Qingdao, estuve presumiendo mucho tiempo. La segunda vez estaba igual de agitado. El tren iba abarrotado, y en el vagón el ambiente estaba saturado de olor a orina. Dos hombres se peleaban por el lavabo; a uno le sangraba la nariz y al otro la oreja. A mí entonces eso no me parecía tercermundista. Los ciento y pico kilómetros que separaban Weifang de Gaomi los hicimos en más de tres horas de traqueteo, mientras que, en 2008, el tren de alta velocidad CRH recorría los cerca de ochocientos kilómetros que mediaban entre Pekín y Gaomi en poco más de cinco horas.
Cuando llegué a la estación de Gaomi estaba amaneciendo; el sol rojo iniciaba su ascenso arrebolando el cielo. Nada más pasar el control de billetes, delante de la estación, oí por primera vez en mucho tiempo una melodía de ópera maoqiang de Shandong, procedente del puesto de un vendedor de churros y leche de soja. Se trataba de una famosa aria cantada por el personaje de la anciana en La túnica de gasa, un canto lento, vibrante, triste y desgarrador. La emoción me llenó los ojos de lágrimas. (Hace poco lo conté en televisión, en un programa del canal de ópera dedicado al maoqiang). Compré media libra de churros y un tazón de leche de soja, y me quedé allí comiendo y escuchando. Había multitud de puestos de comida a ambos lados de la plaza de la estación; los vendedores atraían a voces a los clientes. Dos años antes, allí sólo estaba el restaurante estatal, con unos camareros de actitud odiosa. A los dos años, los restaurantes privados empezaron a hacerle la competencia. En pocos años más, los comercios privados surgieron por todas partes como brotes de bambú tras la lluvia en primavera. En cambio, los restaurantes, cooperativas y tiendas populares y colectivos fueron cerrando y desapareciendo.
Tomé el autobús a Dongbeixiang y no llegué hasta las tres de la tarde. Al ver el estado de la casa destartalada y a mis padres envejecidos, sentí desesperación. Les conté mi situación en la unidad, donde no tenía posibilidades de prosperar ni de aprender el oficio de conductor y donde como máximo podría pasar otros dos años antes de volver a casa licenciado."

Mo Yan
Cambios


"Escribo deprisa, pero pienso de manera concienzuda. Cada vez que hablo en público, me pregunto posteriormente si me he expresado con claridad."

Mo Yan





"Ganar el Premio Nobel me deja asombrado, porque siempre pensé que era una cosa fuera de mi alcance. Me sentí muy feliz y asustado. Ganar no significa nada."

Mo Yan




"Las historias y los dramas chinos suelen terminar bien. Pero la mayoría de mis libros tienen un final trágico. Sin embargo, hablan de esperanza, dignidad y fuerza."

Mo Yan



"Los ciudadanos plantaban ajo para mantener a sus familias, enojando a los codiciosos tiranos que están llenos de odio, enviando hordas de recaudadores de impuestos para oprimir a las masas, que se lamentaban de su suerte..."

Mo Yan




"Mi pequeña burra, si yo no hubiera aparecido, tu desafortunado destino se habría sellado. El amor te ha salvado. ¿Acaso hay algo más que pueda borrar los temores innatos de un burro y enviarle al rescate de una muerte segura? No. El amor es el único que puede conseguirlo. Lanzando una llamada a las armas, yo, el burro Ximen, salí a toda velocidad de la orilla y me dirigí directamente hacia el lobo que estaba siguiendo de cerca a mi amada. Mis pezuñas golpearon la arena y el polvo mientras descendía desde mi posición privilegiada. Ningún lobo, ni siquiera un tigre, podría haber evitado la punta de lanza que le acometía. El animal se percató demasiado tarde de mi presencia como para apartarse a tiempo, le golpeé con fuerza y voló por los aires. A continuación, me di la vuelta y le dije a mi burra: -No tengas miedo, mi amada, ¡Estoy aquí!"

Mo Yan





"Morir es fácil; lo difícil es vivir. Y cuanto más difícil se vuelve, más fuerte es la voluntad de seguir viviendo. Y cuanto mayor es el miedo a la muerte, mayor es el esfuerzo que se hace por conservar la vida."

Mo Yan





"Nunca acabes un buen alimento de un solo bocado, ni cuentes una buena historia de un tirón."

Mo Yan








"(...) Palabras que pertenecen a otros, no a mí, salen de mi boca."

Mo Yan




"¿Qué crees que se va a agotar antes, tu boca o la porra eléctrica? (...) Ahora no cometas ninguna locura. Tener la boca demasiado grande es la causa de la mayor parte de los problemas."

Mo Yan




"(...) Siempre he hecho hincapié en que me considero un escritor de las personas, no escritor del Partido. Detesto a los funcionarios corruptos."

Mo Yan



"Todo el mundo dice que nuestros líderes local es son elegidos por las masas. ¿Pero por qué los funcionarios siguen gastándose todo el dinero de sus amos? Nosotros, el pueblo llano, sudamos sangre como si fuéramos bestias de carga, sólo para que los oficiales corruptos y codiciosos puedan engordar y no hacer nada."

Mo Yan




"Una doctora vestida de blanco apareció en la puerta, con las manos protegidas por unos guantes de goma que le llagaban a la altura del codo, por donde resbalaba, principalmente, un reguero de gotas de sangre. El hombre corrió a su encuentro. - ¿Qué ha sido doctora? -Una niñita. Al escuchar que era padre de una pequeña, el hombre se tambaleó un par de veces hasta caer de espaldas, golpeándose ruidosamente la cabeza contra las baldosas, que dio la sensación de romper. -Doctora -dijo mientras se detuvo en el umbral de la puerta -¿Conoce a alguien a quien le gustaría tener a una niña? ¿Podría ayudarnos a encontrarle un hogar? -¿Pero es que en vez de corazón tiene una piedra? -Preguntó enojada la doctora -Llévese a su hija y trátela bien. Cuando cumpla los dieciocho años puede conseguir al menos diez mil para ella."

Mo Yan
Las baladas del ajo


"Uso el pasado para describir el presente. En mis historias, los lectores pueden encontrarse a sí mismos y a nuestra sociedad."

Mo Yan