"El profesor la miró, mudo de estupefacción. -Esto es realmente algo maravilloso -dijo al fin-. Ha aprendido a leer de la noche a la mañana, y esto con una corrección que raras veces se encuentra en los principiantes. -Muchas cosas extraordinarias pasan en la vida -repuso la señora Sesemann sonriendo satisfecha-. Hay también con frecuencia felices coincidencias, el encuentro de dos hechos, como, por ejemplo, un nuevo afán en el discípulo y un nuevo método por parte del maestro."

Johanna Spyri



"En uno de los rellanos había una puerta que conducía a la habitación del campanero. En un rincón había una gran gata gris y ante ella una cesta. El animal comenzó a maullar amenazadoramente, por- que en la cesta estaban sus crías. (...) Heidi se acercó a la cesta y comenzó a lanzar gritos de asombro y admiración. - ¡Oh, qué bonitos son! , ¡Qué chiquitines!"

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"La noche de ese mismo día, Elsita estaba sentada en el largo banco de la habitación principal de su casa, mas no se la podía ver, pues sobre ella trataban de encaramarse Juancito, Heirito y Rodolfito. Ella, paciente, se dejaba casi ahogar, porque era la última vez, por largo tiempo, que los tres estarían sentados junto a ella.
Elsita sabía ahora muy bien qué le deparaba el futuro, y estaba contenta por ello en poco tiempo. La buena Clarisa se había ganado tanto el corazón de la niña que ésta la trataba como a una madre y le hablaba con una confianza como jamás había tenido con nadie, con la sola excepción de Nora. Estaba muy dispuesta a irse con Clarisa y quedar con ella, y si bien la señora de Stanhope le infundía toda­vía un cierto temor, era después de todo la madre de Nora, lo que bastaba a Elsita para lograr su adhesión; además, siempre se había mostrado bondadosa, aunque no como Clarisa. Mas cuál sería su futura vida, esto no lograba imaginárselo Elsita, y de vez en cuando la inquietaba cierto temor acerca de cómo se sentiría tan lejos de su hogar y si sería capaz de cumplir todas las tareas que le encargarían. Con todo, la firme creencia de que era Nora quien la llevaba allá, le devolvía siempre la esperanza y la alegría de espíritu. Sin embargo, sentía bien dentro en su corazón el dolor de la despedida, sobre todo al pensar en Fani, del que estaría ahora tan lejos, y acaso sin poder volver a verlo durante años. Estaba Elsita absorta en estos y otros pensamientos, sin advertir siquiera que Juancito pataleaba impaciente, cuando entró Emi corriendo."

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Grittli




" -Nos hemos olvidado de algo, abuelo- dijo ella después de un corto silencio. - ¿De qué? - Preguntó él. -Una colcha; Cuando vas a la cama, te tienes que meter entre las sábanas y la colcha-. -Oh, ¿Así se hace entonces? ¿Pero suponte que no tengo una colcha? - Dijo el viejo. -Bueno, no importa, abuelo- dijo Heidi con un tono de voz consolador, -puedo tomar un poco más de heno para cubrirme-, y ella se dio la vuelta rápidamente para buscar otro manojo del montón, cuando su abuelo la detuvo. -Espera un momento- le dijo-, bajó por la escalera de nuevo yendo hacia su cama. Regresó al altillo con un saco largo y grueso hecho de lino, que colocó encima, exclamando, -ahí, ¿Eso es mejor que el heno, o no? - Heidi comenzó a tirar del saco con su pequeña fuerza diminuta, en un esfuerzo por alisarla y arreglarla, pero sus pequeñas manos no estaban hechas para un trabajo tan pesado. Su abuelo vino en su ayuda, y cuando ellos lo tendieron perfectamente sobre la cama, todo quedó tan bonito, cálido y confortable que Heidi se ensimismó admirándolo encantada. - ¡Esta es una espléndida colcha- dijo ella, y la cama se vio preciosa toda junta! -Ojalá fuera de noche, para que pudiera meterme en ella al instante."

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Heidi



"¡Oh, Heidi, se hace la luz en mi corazón! ¡Cuánto bien me has hecho! La abuela repitió muchas veces seguidas estas palabras que expresaban su alegría, y Heidi se sintió henchida de felicidad al ver a la abuela de aquel modo. De pronto alguien golpeó la ventana y Heidi vio que su abuelo la llamaba por señas. La niña obedeció en el acto, prometiendo a la abuela volver al día siguiente. La idea de poder alegrar a la abuela y de hacer la luz en su corazón iba a ser desde entonces su mayor felicidad."

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Heidi




"- ¿Qué dices, Heidi? ¿Por qué no ruegas ya a dios? -Porque de nada me sirve; Dios no me ha escuchado. -Pero, hija mía, las cosas no suceden como tú te imaginas. Compréndelo bien: dios es nuestro padre y él sabe siempre lo que nos conviene. Lo esencial es no perder la confianza en él, y suplicarle de todo corazón. Lo que tú le habrás pedido seguramente no será bueno para ti: en este momento por lo menos."

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"Su carita tenía tal expresión de paz y felicidad, que sin duda debió impresionar al abuelo, pues éste estuvo contemplándola largamente sin hacer el menor gesto."

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