"A veces me parece que estoy muerta, pero si estoy muerta, ¿Por qué sufro tanto?"

María Luisa Bombal




"Es él, él. Allí está de pie y mirándola. Su presencia anula de golpe los largos años baldíos, las horas, los días que el destino interpuso entre ellos dos, lento, oscuro, tenaz."

María Luisa Bombal


"Es muy posible desear morir porque se ama demasiado la vida."

María Luisa Bombal



"Han prendido fuego a todos los montones de hojas secas y el jardín se ha esfumado en humo, como hace años en la bruma. Esta noche no logro dormir. Salto del lecho, abro la ventana y el silencio es tan grande afuera como en nuestro cuarto cerrado. Me vuelvo a tender y entonces sueño."


María Luisa Bombal



"Inconscientemente él se apartaba de ella para dormir, y ella inconscientemente, durante la noche entera, perseguía el hombro de su marido, buscaba su aliento, trataba de vivir bajo su aliento, como una planta encerrada y sedienta que alarga sus ramas en busca de un clima propicio."

María Luisa Bombal





"La muerte me parece una aventura más accesible que la huida."

María Luisa Bombal


"La verdadera tragedia es así: profunda y aparentemente cubierta por un manto de indiferencia. Cada uno lleva en el fondo de su alma una tragedia que se empeña en ocultar al mundo. Y esa tragedia íntima es la que desbarata las energías, concluye con la salud y produce en el espíritu un estado de constante alarma."

María Luisa Bombal



"Lo juro. No tentó a la amortajada el menor deseo de incorporarse. Sola, podría, al fin, descansar, morir. Había sufrido la muerte de los vivos. Ahora anhelaba la inmersión total, la segunda muerte: la muerte de los muertos."

María Luisa Bombal



"Me desvisto, me acuesto y, sin saber cómo, me deslizo instantáneamente en el sueño."

María Luisa Bombal


"Me intimida su mirada escrutadora y bajo los ojos. Al levantarlos de nuevo, noto que me sigue mirando."

María Luisa Bombal




"Mi amor por "él" es tan grande que está por encima del dolor de la ausencia. Me basta saber que existe, que siente y recuerda en algún rincón del mundo..."

María Luisa Bombal



"No. No lo odia. Pero tampoco lo ama. Y he aquí que al dejar de amarlo y de odiarlo siente deshacerse el último nudo de su estructura vital. Nada le importa ya. Es como si no tuviera ya razón de ser ni ella ni su pasado. Un gran hastío la cerca, se siente tambalear hacia atrás. ¡Oh esta súbita rebeldía! Este deseo que la atormenta de incorporarse gimiendo: "¡Quiero vivir. Devuélvanme, devuélvanme mi odio!"."

María Luisa Bombal





"Nunca se me ocurrió pensar que fuera una crueldad inútil; creía que tu presencia o tu ausencia me dejaban indiferente. Una noche, sin embargo, entre una romanza y otra me asomé a la terraza. No encontré a nadie sobre el escaño de hierro. ¿Por qué te habías marchado sin avisar? ¿Y en qué momento? Ni a lo lejos resonaba el galope de tus caballos."

María Luisa Bombal


"¡Pobre Fernando! Ahora se acerca para tocarle tímidamente los cabellos; sus largos cabellos de muerta, crecidos hasta durante esa noche.
Abren de golpe las persianas. Luz gris ¿de amane­cer, de atardecer?
Ni una sombra es posible ya en el cuarto con esta luz. Las cosas se destacan con dureza. Algo revo­lotea pesadamente entre las flores y se posa sobre la sábana, algo abyecto... una mosca.
Fernando ha levantado la cabeza. Por fin logrará lo que tanto anheló.
¿Por qué titubea y detiene su impulso ahora que puede besarla?
¿Por qué la mira fijamente y no la besa? ¿Por qué?
Recién entonces, ella ve sus propios pies. Los ve feamente erguidos y puestos allá, al extremo de la colcha, como dos cosas ajenas a su cuerpo.
Y porque veló en vida a muchos muertos, la amortajada comprende. Comprende que en el espacio de un minuto inasible ha cambiado su ser. Que al le­vantar Fernando los ojos habían hallado a una esta­tua de cera en el lugar en que yacía la mujer codi­ciada.
Cuantos entran al cuarto se mueven ahora tran­quilos, se mueven indiferentes a ese cuerpo de mujer, lívido y remoto, cuya carne parece hecha de otra ma­teria que la de ellos.
Sólo Fernando sigue con la mirada fija en ella; y sus labios temblorosos parecen casi articular su pen­samiento.
"Ana María, ¡es posible! ¡Me descansa tu muerte!
Tu muerte ha extirpado de raíz esa inquietud que día y noche me azuzaba a mí, un hombre de cin­cuenta años, tras tu sonrisa, tu llamado de mujer ociosa.
En las noches frías del invierno mis pobres caba­llos no arrastrarán más entre tu fundo y el mío aquel sulky con un enfermo dentro, tiritando de frío y mal humor. Ya no necesitaré combatir la angustia en que me sumía una frase, un reproche tuyo, una mezqui­na actitud mía.
Necesitaba tanto descansar, Ana María. ¡Me des­cansa tu muerte!
De hoy en adelante no me ocuparán más tus pro­blemas sino los trabajos del fundo, mis intereses políticos. Sin miedo a tus sarcasmos o a mis pensamientos reposaré extendido varias horas al día, como lo requiere mi salud. Me interesará la lectura de un libro; la conversación con un amigo; estrenaré con gusto una pipa, un tabaco nuevo.
Sí, volveré a gozar los humildes placeres que la vida no me ha quitada aún y que mi amor por ti me envenenaba en su fuente.
Volveré a dormir, Ana María, a dormir hasta bien entrada la mañana, como duermen los que na­die ni nada apremia. Ninguna alegría pero tampo­co ninguna amargura."

María Luisa Bombal
La amortajada



"¿Por qué, por qué la naturaleza de la mujer ha de ser tal que tenga que ser siempre un hombre el eje de su vida?"

María Luisa Bombal


"Porque aquello que quiso ser carcajada resonó tremendo gemido, clamor de aflicción de alguien que, dentro de su propio pecho, estuviera usurpando su risa y su sentir; de alguien desesperado y ardiendo en deseo de algo que sabe irremisiblemente perdido."

María Luisa Bombal



"Puede que la verdadera felicidad este en la convicción de que se ha perdido irremediablemente la felicidad. Entonces empezamos a movernos por la vida sin esperanzas ni miedos, capaces de gozar por fin de los pequeños goces, que son los más perdurables."

María Luisa Bombal



"Quise llamarlo, pero mi impulso se quebró en una especie de grito ronco, indescriptible. No podía llamarlo, no sabía su nombre."

María Luisa Bombal


"Silencio, un gran silencio, un silencio de años, de siglos, un silencio aterrador que empieza a crecer en el cuarto y dentro de mi cabeza."

María Luisa Bombal



"Sufro, sufro de ti como de una herida constantemente abierta."

María Luisa Bombal


"Y puede, puede así, que las muertes no sean to­das iguales. Puede que hasta después de la muerte, todos sigamos distintos caminos."

María Luisa Bombal