"(...) A no ser que seas como Mickey Rourke en Nueve semanas y media, capaz de echar un polvo de pie contra los azulejos, sujetando a una tía a pelo y encima moviendo las caderas, pero me temo que no es el caso, porque las personas normales que vivimos fuera de las películas no estamos hechas para semejantes acrobacias y, desde luego, cuando un tío ha de sostener a una tía en volandas digo yo que es imposible que pueda concentrarse a nivel sexual, o estás a una cosa o estás a otra."

Elvira Lindo Garrido

"(...) Así que, dispuestos a seguir los dictados de la ciencia de la salud, nos encaminamos a Levain Bakery, donde hornean, según los expertos (...), ¡Las mejores galletas de la ciudad!"

Elvira Lindo Garrido


"Cuando estás triste, cuando necesitas de una clientela bulliciosa que se agolpe en la barra para beber una cerveza tras otra mientras se espera mesa, hay que ir al P. J. Clarke."

Elvira Lindo Garrido




"-Cuando te ocurre algo malo tienes que pensar que se te pasará aunque tú no lo creas, se te pasara, y a veces te acordarás de las cosas como si le hubieran pasado a otro. - ¿Y tú por qué lo sabes? -porque me lo dijo mi padre una vez."

Elvira Lindo Garrido


"Cuánto se habla y se escribe sobre esos matrimonios en los que los cónyuges están aferrados a la infelicidad durante toda su vida, y qué poco de todas esas parejas de jóvenes que, sin mayores lazos que una felicidad mal entendida, se entregan dócilmente al aburrimiento de unos sábados y unos domingos larguísimos, en el banco del parque, frente al televisor, en comidas familiares, interpretando antes de tiempo el matrimonio..."

Elvira Lindo Garrido


"(...) Del vicio que produce una conversación patológica, que se enreda durante horas en lo mismo, y de la que yo, al menos, padecí cada frase, por no saber entonces distinguir entre franqueza y falta de piedad o la diferencia entre escuchar las razones del otro y ser agredido."

Elvira Lindo Garrido


“El humor lo facilita todo. Hace que cualquier historia sea menos áspera y más fácil de entender.”

Elvira Lindo Garrido



"El miedo lleva al pensamiento por caminos inesperados."

Elvira Lindo Garrido


"El que envidia aumenta la fortuna del envidiado."

Elvira Lindo Garrido


"El que no sabe perder no sabe jugar."

Elvira Lindo Garrido


"El recuerdo todo lo literaturiza, lo sé, la nostalgia embellece lo perdido y crea símbolos donde no los hay, pero ese temor a la cursilería no debiera tampoco convertir en prosaico aquello que fue conmovedor."

Elvira Lindo Garrido


"Empecé a currar con la caída de la hoja, en esa época contratan al doble de gente, y te aseguro que si tienes una idea romántica del otoño ahí se te acaba cualquier romanticismo."

Elvira Lindo Garrido


"En Madrid ocurre lo que no ocurre en ningún lugar del planeta, que la gente pasea por unos sitios inmundos y se asoma a los puentes que cruzan las autopistas como quien se asoma a ver las olas del mar."

Elvira Lindo Garrido


"Era como la una del mediodía, esa hora en que Madrid es un hervidero de gente bebiendo cañas y tirando servilletas al suelo. Pero allí, en el Café Lyon, se presentía ya la decadencia que precedería a su cierre y a esas horas por no haber no había ni ese grupo inmortal de estudiantes con granos que falta al instituto con el convencimiento de que tomando café en mesa de mármol se está más cerca de la literatura."

Elvira Lindo Garrido


"Fue, al fin y al cabo, ese amigo peculiar que toda familia desea para reforzar aún más su autocomplacencia, su carácter gregario."

Elvira Lindo Garrido



"Hay cualidades en las personas que no apreciamos hasta que no las vemos actuar sin que ellas sean conscientes de nuestra mirada."

Elvira Lindo Garrido


"He conseguido disfrutar y padecer un estado continuo de nostalgia que duele y satisface casi a un tiempo. Lo peor es que cuando decida volver definitivamente a Madrid, porque un día volveré, dado que no me veo de vieja del Upper West apoyada en el andador Broadway arriba Broadway abajo, cuando vuelva a Madrid echaré de menos estos años errantes. Y tal vez entonces no me quede más remedio que separarme de mi marido porque él no encuentra ningún problema a un futuro Broadway arriba Broadway abajo, pero claro, carece de imaginación prospectiva como para verse a sí mismo con el andador. No nos parecemos. Yo soy capaz de visualizar la escena de mi fallecimiento: la habitación en penumbra, rodeada de mis seres queridos, yo pronunciando unas extraordinarias últimas palabras. A veces, en el colmo de la imaginación torturada, hasta me las preparo. Pero ese cuarto de moribunda nunca está en esta ciudad.
Eso sí, paradójicamente, cuando vaya con mi andador por alguna calle de Madrid recordaré estos años como los mejores de mi vida, a pesar de la ansiedad (que tal vez entonces ya habrá desaparecido) o de estos inviernos endemoniados que ya no puedo soportar y que tantas tardes me encierran en casa contra mi voluntad. Sí, a veces creo que vivo construyendo ese recuerdo: el de este tiempo en que escribo novelas o artículos en Nueva York. El de este tiempo en que a cada rato he de presentarme con la concisión con que se presenta el alcohólico a la Asociación de Alcohólicos Anónimos. Soy Elvira y escribo, y gracias a este raro oficio puedo permitirme esta vida de ritmo sincopado. Soy novelista, soy cronista de un periódico. ¿Sobre qué escribo cada semana? Sobre nada, escribo sobre nada, salgo a la calle y vuelvo a casa y escribo.
Puede que entonces, cuando haya regresado, recuerde cuánto se parecía esta contestación al espíritu de la serie «Seinfeld», que aún vemos todas las noches sabiéndonos como nos sabemos casi todos los capítulos de memoria. Recordaré ese capítulo en el que Jerry Seinfeld y George Costanza están presentando su proyecto de comedia en la televisión y a la pregunta de los directivos sobre de qué versarán las aventuras de la serie los dos amigos responden: «Pues de nada». Los ejecutivos de la tele no pueden entender que exista una comedia sin argumentos; no les cabe en la cabeza que la vida, a menudo, carece de argumentos, salvo que llegue la muerte para escribir un fin desconsiderado y definitivo. En mi caso, esa «nada» viene a ser todo aquello de lo que casi nunca escribe un corresponsal.
Cuando todo esto sean recuerdos, pensaré (apoyada en mi andador para evocarlos mejor) que esta ciudad es única para escribir sobre nada, para dejar que la literatura que nace de ella sea el resultado de emprender un camino recto del ojo al papel. Estas páginas, por ejemplo, caerán en manos de esos lectores caprichosos a los que de vez en cuando les gusta leer aventuras escritas a vuela pluma, sin principio ni fin, como la misma vida, pero he de confesar que el secreto de esta crónica es que está escrita para mí, para esa persona que yo seré en un futuro; escribo con la voluntad de atrapar algo de este presente que según escribo ya se me va escapando de las manos.
Leeré, en estas páginas escritas para la mujer que ha de vivir definitivamente en Madrid porque no quiero ser como esos escritores que se dejan la vida en aeropuertos, que voy a Queens los martes a ver a un psiquiatra que asegura no saber nada sobre mí pero al que yo no creo del todo porque estoy convencida de que el doctor Carulla le habrá hecho un resumen o un retrato. No creo en el secreto de confesión, ni de los curas ni de los psiquiatras. No cuadra con la condición humana: todos nos contamos casi todo. Leeré que el doctor me preguntó en la primera sesión si recordaba el momento en que empezó la ansiedad y que yo le respondí que la primera vez en que fui consciente de ella (aunque en aquel pasado no hubiera sabido ponerle nombre) fue cuando tenía nueve años. Y me recordaré a mí misma emboscada en este plumas azul, con los pies colgando y la sensación de que van a encontrarme piojos, explayándome sobre mi infancia, sobre los hechos que yo creo que contribuyeron a marcarme el carácter. Un autorretrato de mi niñez que mientras lo esbozo cobra extrañeza: los viejos temores infantiles cobrando vida en un pequeño cuarto que da a Justice Avenue cuarenta años después. Recordaré al doctor diciéndome, sin que en absoluto suene desconsiderado, que ya poco se puede arreglar de todo aquello, que conviene que nos centremos en aliviar esta desazón crónica.
En el fondo, siento alivio al verme liberada de la obligación del buceo en el pasado. Yo buceo sola y a menudo demasiado. También buceo en las aguas del futuro, que es más difícil. Y desearía carecer de imaginación prospectiva, para evitarme, como Antonio, una mente que siempre avanza dos o tres pasos más allá de lo que está ocurriendo. Lo que yo desearía en la vida es saber nadar por la superficie.
No tengo problemas en tomar medicación, le digo respondiendo a su pregunta, no es un tabú para mí. Soy relativamente aficionada a la farmacopea. Con mi amigo Lorenzo, boticario y científico de NYU, en donde investiga el estrés postraumático, suelo tener jugosas conversaciones sobre las bondades de la química. Me gusta leer los prospectos y en vez de médicos prefiero visitar al farmacéutico. Tengo un boticario de confianza en Madrid y la suerte de contar con Lorenzo aquí, que acierta con la píldora perfecta en cuanto le describo tres síntomas, e incluso me las trae a casa en mano, como si fuera el coreano que reparte comida china, a cambio de una cena y una copa de vino, una vez que él ha dejado a sus ratas blancas de ojos rojos dormidas dentro de sus jaulas y nosotros hemos dejado macerando la última página de un texto hasta el día siguiente.
Confío en los milagros de la botica, siempre y cuando, el doctor y yo estamos de acuerdo, esa medicación no me alivie de tal manera la ansiedad que anule mi necesidad de escribir.
Cuando el doctor puso fin a aquella primera sesión di un pequeño salto para poner los pies en el suelo. Nos estrechamos la mano y nos citamos para la siguiente semana. Cuando salí ya era noche cerrada en Justice Avenue. Mis ojos no veían entonces lo que han visto mucho después. Las primeras veces la zona me pareció tan hostil, una especie de autopista más que de avenida urbana con edificios a ambos lados, que no fui capaz de contemplar el barrio real que tenía ante mis ojos: la mezcla asentada de chinos e hispanos que hace que los letreros tornen de los caracteres chinos al alfabeto español de manera intermitente. Elmhurst. Según han ido pasando las semanas, aquel lugar inhóspito, feo y muerto se convirtió en un barrio, en un barrio como el que había sido el mío durante mi adolescencia. Siempre me pasa. En cuanto me familiarizo con un barrio periférico se me convierte en Moratalaz y Justice Avenue se transformó en Moratalaz en el momento en que mis ojos se acostumbraron a él: empecé a ver niños que volvían de la escuela, a ancianas que los llevaban de la mano, a vecinos hablando a las puertas de un economato chinesco y a gente que salía del metro con cara de derrota tras el día de trabajo. Gente con horario. Un barrio."

Elvira Lindo
Lugares que ya no quiero compartir con nadie



"La inteligencia a veces es un veneno para la felicidad."

Elvira Lindo Garrido




"La juventud se vive sin saber qué significa, eso forma parte de su esencia."

Elvira Lindo Garrido


"La mentira grave, esencial, puede producirse por respeto, por miedo o por cariño a la persona a la que se le cuenta, pero las pequeñas mentiras, esas que se suceden unas tras otras, que se amontonan como las cagadas de paloma, son las que acaban definiendo al mentiroso, que miente y olvida, miente y olvida."

Elvira Lindo Garrido


"La silleta de enea que ella colocaba al lado de la puerta del lavadero para ver mejor y hacer su croché estará en casa de algún progre podrido de dinero, que es el tipo de gente a la que le gustan las cosas viejas de la basura, por puro esnobismo, porque a la gente como yo, que nos ha costado tanto hacernos con una casa propia, nos gustan las cosas nuevas."

Elvira Lindo Garrido



"Las personas necesitamos que alguien nos quiera y la falta de cariño físico nos puede empujar a la experiencia homosexual en un momento determinado de nuestra vida. El sesenta por ciento de los presos en las cárceles americanas tienen relaciones sexuales con sus compañeros, ¿Son todos homosexuales? Habrá quien piense que sí, de hecho yo sé que los homosexuales creen que todo el mundo lo es en el fondo, pero yo me pregunto si algunos de esos presos lo hacen porque no tienen otro ser humano que les acaricie viviendo como están en la más aterradora soledad."

Elvira Lindo Garrido

"Le estudiaba cada gesto, cada movimiento. Nadie observa con más agudeza que el que desea ser querido. Es una atención parecida a la de los perros hacia el amo."

Elvira Lindo Garrido




"Le había echado mucho de menos. Las partidas de billar en los bares en torno a la plaza de Santa Ana. Las copas y las canciones propias de cada antro que nos hacían bailar con el palo mientras reíamos una mala jugada del otro o intentábamos hacerle perder la concentración. Nos unía el juego, el disfrute de algunas canciones y la efervescencia etílica."

Elvira Lindo Garrido





"Lo que no se dice duele más que lo que se cuenta."

Elvira Lindo Garrido


"Los actos de los muertos no pueden modificarse, ni discutirse, así que cualquier hallazgo sobre su pasado nos trastorna más que consolarnos."

Elvira Lindo Garrido


"Los niños lo escuchan todo, en especial aquello que las madres no quieren que escuchen."

Elvira Lindo Garrido



"Me dio mucha pena, pero creo que a veces una pregunta cruel es un favor a largo plazo."

Elvira Lindo Garrido


"Mejor perder que aburrirse como ostra."

Elvira Lindo Garrido



"Mi abuelo me señaló el sol tan rojo a punto de desaparecer detrás del Árbol del Ahorcado. Mi abuelo dice que el suelo de Carabanchel es horroroso, pero que el cielo es de los más bonitos del mundo, tan bonito como las pirámides de Egipto o el rascacielos de King Kong. Es la octava maravilla del mundo mundial. Todo estaba tan quieto como en una película que echaron en la tele en la que un abuelo y un niño se quedaban los últimos en el cementerio después del entierro de uno que era negro. Pero esto era mucho mejor porque en la película de mi vida no habría ningún muerto de momento, me lo había prometido mi abuelo. No te lo vas a creer, pero creo que fue la tarde más feliz de mi existencia en el planeta Tierra."

Elvira Lindo
Manolito Gafotas



"Nueva York en verano es más plácido, aunque el restaurante lo desmiente: el Minetta Tavern es uno de esos lugares en que la diversión está directamente relacionada con el ruido de ambiente."

Elvira Lindo Garrido





"Pero ella padece su soledad sin angustia, sabe que en su pueblo el tiempo está detenido y que cuando vuelva por navidades podrá incorporarse a las rutinas en las que creció, para luego salir de ellas con alivio, porque está orgullosa de haber elegido un marido de ciudad."

Elvira Lindo Garrido


"Podía haber cogido el autobús para volver a casa pero tenía una ansiedad, un mal cuerpo, que era incapaz de ponerme a la cola a esperar debajo de la marquesina. Olía la tormenta que amenazaba con descargar de un momento a otro pero me dije que hay días en los que uno tiene que arriesgarse a lo que sea, a que le caiga un chaparrón encima. Salí en un estado tan penoso del psiquiatra que me pregunté cómo es que la gente vuelve una vez a la semana. Yo sería incapaz. Me había sentido como si me estuvieran examinando. Examen de comportamiento. Y además era muy deprimente que te pusieran en la misma sala de espera que gente tan echada a perder. Es lo que tiene lo público, que no discrimina, va a mogollón. Cayó una gota enorme, ya esa sola gota me mojó media cabeza, y a partir de ahí fue como si me estuvieran tirando cubos de agua encima. Yo era la única criatura que iba por la acera, sin paraguas, sin prisas, dejando que la lluvia me purificara, una escena que se ha visto tantas veces en las películas y que, ahora, dada mi situación, cobraba sentido. Crucé el puente sobre la M-30, ese puente que se ha convertido con los años, inexplicablemente para mí, en paseo de madres con niños y abuelas deportistas, y me detuve en el centro a mirar los coches que pasaban por debajo. Me pareció que un coche reducía la velocidad; tal vez el conductor pensó que yo me encontraba al borde del suicidio porque incluso yo entiendo que es un poco raro que una mujer esté apoyada en la baranda de un puente cuando está diluviando. Comprendo que eso a un conductor le inquiete. Pero no estaba en mi corazón quitarme de en medio, al contrario, aunque me daba miedo volver a casa por las apariciones sentía el vértigo de la curiosidad que me provocaba imaginar cómo iba a ser mi vida a partir de ahora. Cuando me decidí a echar a andar de nuevo y cruzar el puente dejó de llover, así es la vida y el cielo se despejó iluminando la tarde como si el día fuera a tener muchas más horas de las previstas. Las cosas adquirieron esos tonos que a mí me parecen celestiales porque son los tonos con los que estaban coloreadas las ilustraciones del libro de la catequesis. Antes de torcer para casa, de pronto, me sentí poderosamente atraída por la parroquia a la que iba mi madre, cuando aún iba a algún sitio. Completamente mojada y desorientada psicológicamente, entré, me santigüé y me quedé parada frente al altar mayor, bueno, no hay que exagerar, frente al altar, porque sólo había uno y con un Jesucristo de estilo abstracto, que sabías que era un Jesucristo porque estaba pegado a una cruz, y digamos que eso es una pista importante. Claro que también sabías que aquello era una iglesia porque había un cartel en la puerta, pero podía haber sido perfectamente un hogar del pensionista. No había nadie en la iglesia, no había esas viejas de los pueblos que se pasan la vida encendiendo velas a los santos, estaba yo sola, sin saber qué hacer ni cómo rezar, porque como ya digo, mi relación con Dios es continua, yo no concentro mis conversaciones con el Señor en unas cuantas oraciones, yo hablo con él de una manera natural, sintiendo su presencia constante. Si piensas como yo y como algunos teólogos, que Dios está contigo siempre, qué sentido tiene dirigirte a él de pronto, en un lugar y en un sitio determinado, cuando se supone que camina siempre contigo. Sentí unos pasos a mi espalda y me llevé un sobresalto tal que me llevé las manos al pecho para contenerme los latidos del corazón. Sinceramente, por un momento, temí que fuera mi propia madre que había hecho acto de presencia en la iglesia, pero al ver que era el cura, me dio la risa, y pensé, sin querer darle la razón al doctor Nosecuántos, que tenía que admitir que estaba un poco obsesionada. El padre Lorenzo me dijo, vaya, vaya, qué sorpresa, Sagrario, ¿cómo estás?; pues empapada, le dije, y no le corregí mi nombre porque me pareció feo de entrada."

Elvira Lindo
Una palabra tuya



"Por más que le pregunté, que traté de explicarle,...Que lo que no se dice duele más que lo que se cuenta, El entró en esa especie de estado remoto y ajeno que yo entiendo como una venganza: la reserva defensiva que acaban adoptando los varones hacia las madres, como si fuera ésta la única manera posible de deshacerse de una relación demasiado estrecha que ha de ser en el futuro sustituida por otra."

Elvira Lindo Garrido


"Qué difícil era esperar. Cuando se esperaba a alguien que te había dicho "No te muevas, que voy para allá", uno no podía concentrarse ni aun leyendo ese libro que siempre le emocionaba, Tintín en el Tíbet, sobre todo en aquel momento crucial en el que Tintín le tiene que decir adiós para siempre al Abominable Hombre de las Nieves, y el Abominable se quedaba para siempre solo en sus montañas."

Elvira Lindo Garrido


"Qué difícil era y es traicionar al grupo y qué fácil ser desleal con uno mismo. La deslealtad a uno mismo no se suele advertir en el presente, se camufla de malestar, de ansiedad difusa, porque éstas son sensaciones mucho más fáciles de sobrellevar."

Elvira Lindo Garrido




"Qué pocas veces supe perseguir lo que quería. Hay un mecanismo por el cual uno consigue convencerse de que lo que se tiene es lo que se desea."


Elvira Lindo Garrido



"Quisiera decirle a mi marido, pero hay sensaciones que pierden su valor en cuanto las convertimos en palabras."

Elvira Lindo Garrido



"(...) Recuerdo haberme esforzado en borrar esa idea de mi mente. Era lo que yo llamo una idea negra. Las ideas negras no hay que desarrollarlas porque se fijan en el cerebro y de ahí ya no hay quien las saque. Las ideas negras hay que detectarlas enseguida, como si fueran cánceres, y cortarlas de raíz."

Elvira Lindo Garrido


"Siempre hay un momento en el que todo podía haberse evitado, se piensa luego. Sobre todo en aquello que se comenzó sin mucho convencimiento, más por motivos fantasiosos que por lo que se tenía de verdad delante de los ojos. Pero, ¿Quién quiere ver lo que está delante de los ojos? ¿Quién está dispuesto a admitir que en realidad no hay posibilidad de conexión?"

Elvira Lindo Garrido


"Todo el pueblo asistió a su entierro. Es una costumbre de los pueblos hacer recuento de la capacidad de convocatoria de un muerto. Así parecen medirse las que fueron sus virtudes. Siempre se exageran las virtudes y los asistentes."

Elvira Lindo Garrido


"Un deseo inconsciente ha trabajado por mí y ha borrado los años de enfermedad y deterioro. En mi memoria vive siempre en esa foto, en ese baile con mi padre. Tiene veinticinco años. La vida no la ha tocado casi."

Elvira Lindo Garrido


"(...) Yendo por las tardes con mi amiga al pequeño edificio de la biblioteca infantil, para leer, para hacer los deberes, para disfrutar con el acto solemne del préstamo y el sello..."

Elvira Lindo Garrido