"A partir de aquel momento me impuse por norma general tomar el té con K en su habitación. A la hora de comer a menudo íbamos juntos a uno de los restaurantes locales. K siempre pagaba la cuenta. Decía que había venido a investigar la construcción de puertos o algo por el estilo, y tenía un montón de dinero. En la casa tenía un aspecto extremadamente confortable vestido de punta en blanco con su bata de satén de color castaño elegantemente bordada. Yo, en cambio, todavía llevaba el traje más bien mugriento con el que había partido de Japón y tenía un aspecto lastimoso. K dijo que no podía seguir así y me prestó dinero para comprarme ropa nueva.
Durante dos semanas, K y yo charlamos sobre diversas cosas. Dijo: «¡Voy a formar un Gabinete Keio!». Al parecer, el gabinete estaría formado exclusivamente por personas nacidas en el período Keio, y por eso se llamaría el «Gabinete Keio». K me preguntó en qué año había nacido y, cuando respondí que en el tercer año de Keio, se rió y dijo que esto me cualificaba para formar parte del gabinete. Creo recordar que él nació en el primero o en el segundo año de Keio. Si yo hubiera nacido sólo un año más tarde, habría perdido el derecho de manejar las riendas del poder con él.
Mientras nos divertíamos con tales conversaciones, de vez en cuando surgía el cotilleo sobre la familia de abajo. K siempre fruncía el ceño y movía la cabeza. Decía que compadecía mucho a la niña Agnes. Agnes llevaba el carbón a la habitación de K por la mañana. Por la tarde le llevaba té, mantequilla y tostadas. Lo llevaba en silencio, lo dejaba y se marchaba. Cuando quiera que uno la mirara, su cara estaba siempre pálida, y saludaba sólo con sus ojos grandes y húmedos. Aparecía como una sombra y desaparecía como una sombra. Sus pisadas nunca hacían ruido.
En una ocasión anuncié a K que la casa era tan desagradable que estaba pensando en marcharme. Estuvo de acuerdo conmigo respecto a la casa, aunque añadió que, como él estaba siempre viajando de un lado para otro para hacer sus investigaciones, la casa no le molestaba, pero advirtió que para alguien como yo sería mejor instalarse en un lugar más confortable y estudiar. En aquel momento dijo que iba a cruzar al otro lado del Mediterráneo, y estaba muy ocupado con sus preparativos para el viaje.
Cuando llegó el momento de dejar la casa, la solterona me imploró desesperadamente que me quedara. Dijo que me reduciría el alquiler e incluso dijo que mientras K estuviera fuera podría utilizar su habitación, pero terminé trasladándome al sur. Al mismo tiempo K se marchó lejos."

Natsume Soseki
El olor del pasado


"A salvo de sus ojos fulminantes, lo miré a hurtadillas. Dicho así, puede dar la sensación de que lo despreciaba, pero no se trata de eso. En su gesto, en su actitud, había algo pueril, poco ajustado a un hombre de su edad. Ahora ya tengo la capacidad suficiente para apreciar la sencillez y honestidad de su carácter, pero entonces era demasiado inmaduro para darme cuenta. Incluso en casos así, me guiaba un espíritu frío y calculador, y pensaba que si era listo, podría pillarlo desprevenido y tomar cierta ventaja por pequeña que fuera.
Lo observé un rato y se me ocurrió lo fácil que resultaría manipularlo. Él estaba fuera de sí, impaciente; trataba de controlarse por todos los medios, completamente en tensión, con esa misma tensión de los globos que en cualquier momento pueden explotar o salir despedidos en la dirección que menos se espera.
Fue en ese instante cuando comprendí que ahí residía la verdadera razón de por qué Ichiro no se hacía con Nao. Pensé también que esa ingeniosa estrategia era, al fin y al cabo, la mejor forma de asegurar su propia existencia. Hasta ese momento sólo me había enfrentado a él directamente y, teniendo en cuenta mi timidez, mi inseguridad e incluso el temor que me provocaba, siempre me había sentido en inferioridad de condiciones. Pero mi experiencia con Nao del día anterior había tenido el inesperado efecto de permitirme verlo desde otro ángulo y, por tanto, tomarlo un poco más a la ligera. No recuerdo que ella me hubiese enseñado en ningún momento cómo enfrentarme a él. Sin embargo, nunca me había sentido tan valiente en su presencia. Lo podía mirar con cierta frialdad mientras él seguía entretenido con el dibujo del abanico."

Natsume Soseki
El caminante



"Caí en la cuenta de que había sido un error intentar plasmar una vivencia tan abstracta en un dibujo y dejé el lápiz sobre la mesa. Pero las personas no somos muy diferentes unas de otras. Alguien debe de haber sentido algo parecido a lo que yo sentí. Alguien habrá tratado de plasmarlo artísticamente de una u otra forma. Pero ¿cómo?
¿Quizás mediante la música? La palabra relampagueó de repente ante mí. Por supuesto, la música era la voz de la naturaleza que, engendrada por la necesidad, había sido dada a luz en circunstancias semejantes. Me doy cuenta ahora por primera vez de que la música es algo que hay que escuchar y aprender. Pero, por desgracia, yo apenas conocía nada de esa forma de comunicación.
A continuación me dio por pensar si en poesía daría resultado lo que conseguía en pintura o música. Y me adentré en este tercer dominio. Creo recordar el argumento de Lessing: decía que la poesía solamente se puede ocupar de aquellos acontecimientos que son relevantes a pesar del paso del tiempo, y estableció así el principio básico de que poesía y pintura son dos artes completamente diferentes. Vista desde esa perspectiva, no parecía que la poesía fuera apropiada para el estado de ánimo que yo había tratado de expresar tan ansiosamente. Quizás el tiempo era un factor que contribuía a producir la felicidad que afectaba hasta las profundidades de mi alma. Pero no había en mi condición presente ningún elemento que tuviera que seguir el curso del tiempo de una etapa a otra. Mi felicidad no se debía a que un acontecimiento sucediese al anterior y, a su vez, fuese seguido por otro que en su momento cediese el paso a un cuarto. Mi felicidad provenía de la atmósfera que empapaba mi entorno. Una atmósfera de invariable intensidad, que había permanecido conmigo allí en aquel lugar desde el principio. Estas palabras, «permanecer conmigo en aquel lugar», son las que importan. Significan que, aunque yo hubiera tratado de traducir este ambiente al medio común del lenguaje, no habría necesitado colocar en orden cronológico los elementos que lo habían creado. Bastaría con haberlos dispuesto como formando parte de un cuadro. El problema era qué aspectos de mi entorno y qué sentimientos debería utilizar para representar un estado de ánimo tan amplio y difuso. Sabía, sin embargo, que, una vez seleccionados, servirían para producir una poesía admirable, dijera lo que dijera Lessing. No interesa aquí plantear cómo habrían usado la poesía Homero o Virgilio. Si aceptamos que es apropiada para expresar determinado estado de ánimo, debería ser posible, con tal de cumplir los mínimos requisitos del arte gráfico, producir una pintura verbal de esa vivencia, sin hacerla esclava de la temporalidad y sin la ayuda de una trama de acontecimientos que se sucedan en progresión regular.
Pero dejemos ya de argumentar contra Lessing. He olvidado ya la mayor parte de su Laocoonte, y es posible que, si lo releyera con cuidado, encontrase que confirma mis intuiciones. En todo caso, había decidido probar suerte con la poesía, ya que había fracasado en la pintura. Me senté balanceando mi cuerpo hacia delante y hacia atrás a fin de encontrar la mejor postura para escribir, pluma en mano firmemente frente al papel. Durante un rato, sin embargo, por más que lo intenté no conseguí empezar a escribir. Como cuando a uno se le olvida el nombre de un amigo: lo tienes en la punta de la lengua, pero no acaba de salir. Y, sin embargo, sabemos que, si no seguimos esforzándonos por recordarlo, se quedará perdido en la trastera de la mente. Justo esto es lo que uno siente cuando se pone a componer poesía. Lo ilustraré con un ejemplo concreto. Cuando uno quiere amasar pasta y mezcla la harina con el agua, al principio la mezcla no opone resistencia a los palillos que la baten. Mas poco a poco comienza a espesarse y se empieza a notar la resistencia al movimiento de la mano. Sin que apenas nos demos cuenta, la mezcla se va aglutinando hasta hacerse tan densa que casi no se la puede remover. Finalmente, la pasta queda tan espesa que se pega a los palillos y los deja embadurnados."

Natsume Soseki
Kusamakura



"Como ya dije, a veces me traicionan los nervios, pero una vez que decido algo, me mantengo firme en mi decisión, para bien o para mal."
 
Natsume Sōseki seudónimo de Natsume Kinnosuke



"Cuando se es joven, es fácil sentirse molesto y protestar por muchas cosas, pero luego uno se da cuenta de que si uno logra controlarse causa menos problemas."

Natsume Soseki



"Daisuke se sentía acuciado por una ansiedad muy peculiar del Japón moderno. Era un fenómeno psicológico que nacía de la ausencia de fe en los individuos y que le provocaba graves trastornos. Era un hombre al que le desagradaba creer en dioses y, como intelectual, era por naturaleza incapaz de hacerlo. Creía firmemente que si la gente tenía fe en los demás no habría ninguna necesidad de confiar en ellos. Los dioses solo adquirían derecho a existir cuando se hacían necesarios para liberar a la gente de la angustia de la mutua desconfianza. En consecuencia, él pensaba que en aquellos países en los que existían dioses, la gente mentía. Sin embargo, había descubierto que en Japón no existía fe ni en los dioses ni en los hombres y todo lo atribuía a la situación económica del país.
Cuatro o cinco días antes había leído en el periódico una noticia sobre unos policías que actuaban compinchados con un grupo de ladrones para cometer sus hurtos. No era un caso aislado. De acuerdo con otros periódicos, si se investigara el asunto a fondo, Tokio entera corría el riesgo de quedarse sin un solo policía. Después de leer el artículo, Daisuke solo pudo sonreír amargamente: le parecía una consecuencia natural que la policía, tan pobremente pagada y teniendo que vérselas con las dificultades de la vida, se inclinase por cometer pequeños robos. La propuesta de matrimonio de su padre le producía un sentimiento parecido y, dada la poca fe que tenía en él, la contemplaba con un cierto cinismo. Su determinación por casarle le parecía lógica y sus recelos a la hora de aceptarlo como algo razonable no implicaban que fuera a negarse obstinadamente. Respecto a Hiraoka, Daisuke albergaba sentimientos similares, pero en ese caso le parecía algo natural. Simplemente no lograba que le agradase. Quería a su hermano, pero tampoco podía confiar en él. Su cuñada era una mujer sincera, aunque pensaba que si se sentía más próximo a ella era por la simple razón de que no tenía que enfrentarse directamente a las vicisitudes de la existencia."

Natsume Soseki
Sorekara


"De nuevo salimos al camino. Seguí a Chozo, a unos pasos del chico y del tipo de la manta roja. Todos parecían tener una prisa terrible, como si estuvieran acostumbrados a esa forma de viajar. Según Chozo, aún debíamos cruzar las montañas, y si nos apresurábamos, era porque debíamos llegar a la mina antes del mediodía. No sabía por qué, ni tampoco se lo había preguntado. Me limitaba a seguirles en silencio.
Enseguida el camino empezó a trepar de nuevo. Después de lo del día anterior, que a mi alrededor no hubiese más que montañas se me antojaba una pesadilla. Montañas, montañas y más montañas. Tantas que parecía ridículo. Obviamente, la mina de cobre se encontraba en un lugar aislado. Caminé con todo el vigor del que fui capaz, jadeando por el esfuerzo. Estaba muy desanimado. Cuando pensé en el tiempo que tardaría en volver a mi casa desde allí, me maldije. Me había escapado precisamente para no quedarme en la ciudad, para esconderme donde no pudiera encontrarme mi familia.
Trepaba por la pendiente pronunciada y me detenía de tanto en tanto para recuperar el aliento, para contemplar el paisaje a mi alrededor: imponentes masas negras de árboles se sumergían en la niebla. Parecían desdibujarse en la distancia, perderse, ocultarse tras las nubes para desaparecer sin dejar rastro, como sombras. Pero en cuanto las nubes se levantaban desvelaban el misterio, las sombras adheridas a su blancura que se espesaban dejando ver los árboles. Para entonces, la neblina ya había alcanzado el pico vecino. Tras él, nuevas nubes empalidecían la escena, hasta que la vista se perdía. Arboles, montañas, valles aparecían inesperadamente mientras yo contemplaba el paisaje sin dejar de avanzar. Incluso el cielo sobre mi cabeza parecía a punto de caer desde una altura infinita."

Natsume Soseki
El minero




"¿De verdad conoció a Masaoka? Nunca nos conocimos personalmente, pero mantuvimos una estrecha y fructífera relación telepática."

Natsume Soseki


"Educar no es solo impartir conocimientos. Educar es también forjar caracteres nobles, rectos y con fuertes principios, en los que no cabe la vulgaridad, la superficialidad y la arrogancia. Modificar lo que debemos hacer, por temor a que sea contraproducente o a una respuesta exagerada, significa renunciar a nuestro cometido."

Natsume Soseki


"El director me dijo que tenía que convertirme en un modelo para los estudiantes y que debía, por tanto, comportarme en consonancia. También me dijo que un verdadero pedagogo es aquel que no solo imparte conocimientos sino que ejerce una influencia moral positiva en sus alumnos."

Natsume Soseki



"El que cambia su opinión demuestra con ello que su mente no es de piedra"

Natsume Soseki


" "El verdadero rico es aquél que no ama las riquezas" -dijo Dokusen como si él fuera el único depositario de toda iluminación-. A menos que se reflexione sobre estas cuestiones, uno deberá enfrentarse a grandes sufrimientos."

Natsume Soseki


"En aquellos tiempos yo no tenía la menor idea de lo que quería hacer con mi vida. Pero como Kiyo no hacía más que insistir en que si me lo proponía llegaría a ser alguien importante, me lo acabé creyendo."

Natsume Soseki



"En una situación tan preocupante como aquella, de vez en cuando sacaba un rato para sentarme con calma. Incluso alguna vez lograba abrir un libro y leer una decena de páginas antes de volver a distraerme. Tuve que sacar mis cosas de la maleta a medida que me iban haciendo falta y reorganizar los propósitos de estudio para cuando volviera a Tokio. Comprobé que ni siquiera había logrado completar un tercio de lo esperado. Era una sensación desagradable que había experimentado ya en numerosas ocasiones, cierto, pero nunca había sido igual que ese verano. Me repetía a mí mismo que así eran las cosas, pero el pobre consuelo que extraía de mis lamentos no me evitaba la sensación de fracaso.
Enredado en esa maraña de recriminaciones, también me castigaba con la enfermedad de mi padre. Trataba de imaginar cómo serían las cosas después de su muerte, y ese pensamiento me llevaba a otro: Sensei. En los extremos de ese espectro de ideas, estaban las imágenes de dos hombres que no podían diferir más en posición social, en educación y en carácter."

Natsume Soseki
Kokoro



"Entiendo y apoyo la filosofía que se esconde detrás de refranes como "Zapatero a tus zapatos", "Dios los cría y ellos se juntan", o "Cada uno en su casa y Dios en la de todos". Puesto que los gatos, en efecto, son asunto de los propios gatos. Y si alguno de ustedes pretende saber algo sobre nosotros, sólo podrá enseñárselo un gato. Los humanos, a pesar de sus progresos, desconocen todo sobre el tema. Y dado que están menos desarrollados de lo que ellos piensan, les va a resultar difícil llegar a entendernos. En el caso concreto de un individuo tan poco comprensivo como el maestro, mi esperanza en ese sentido es nula."

Natsume Soseki


"Es cierto que todo ser humano necesita diversiones, sobre todo para sobrellevar el tedio de la vida de provincias. Por ello deben dedicarse a entretenimientos de naturaleza intelectual tales como la pesca, la lectura de obras literarias, la composición de haikus o la escritura de poemas modernos..."

Natsume Soseki



"Es de noche y estoy sentado frente al escritorio. Las puertas están abiertas de par en par. El balneario es relativamente grande para la poca clientela que lo frecuenta. Intrincados pasillos separan mi habitación del lugar donde residen las pocas personas que habitan esta casa, el único foco de humanidad existente aquí. No ha habido hasta ahora ningún sonido que interrumpa mis reflexiones. Y hoy todo está especialmente silencioso. El propietario, su hija y el resto de sirvientes de la casa parecen haber abandonado el lugar dejándome solo. Quizá no hayan ido a un lugar cualquiera. Quizá han partido al reino de la niebla o de las nubes. O quizá han partido a un reino donde el agua colinda con las nubes, y el barco blanco en que navegan flota a la deriva en un mar calmo, de modo que nadie ha de enderezar el timón. En su travesía, el barco se va camuflando entre el agua y las nubes hasta que al final se confunde entre ellas… puede que las personas de la casa hayan ido a parar a ese distante paraje. Si no, puede que se hayan desvanecido de repente en la propia primavera. Puede que lo que hasta ese momento eran sus cuerpos se hayan convertido en un aura invisible que deambula entre el cielo y la tierra y cuyos minúsculos vestigios no puede detectar ni la lente de un potente microscopio. O puede que se hayan transformado en alondras y que, después de dedicar un canto al color de las canolas, hayan levantado el vuelo en busca del violeta de la noche. O, tal vez, han prolongado el ya de por sí largo día faenando como los tábanos, sorbiendo el dulce rocío que pende de los pistilos de las flores para tenderse más tarde bajo las camelias y dormirse aspirando el aroma del mundo. En cualquier caso, todo está muy tranquilo.
La brisa de primavera que inunda el vacío de esta casa no ha venido para deleite de los que celebran su llegada. Ni viene por aquellos que la desprecian y tratan de entorpecer su paso. Esta brisa no es más que el espíritu imparcial del universo, un espíritu que puede ir y venir cómo y cuando le plazca. Apoyando la barbilla sobre las palmas de las manos, pienso consternado que si mi corazón estuviera tan vacío como esta habitación, la brisa de la primavera también penetraría en él sin llamar a sus puertas.
Las personas somos conscientes de los peligros que entraña la tierra y por eso la pisamos con precaución. Sabemos que es cielo lo que hay sobre nuestras cabezas y por eso podemos temer a los rayos. Este mundo transitorio obliga a los hombres a luchar entre ellos, así que, inevitablemente, los hombres sufren. Vivir en este universo equivale a caminar sobre la cuerda floja de nuestros propios intereses. En este universo, el amor verdadero es el enemigo, y las riquezas que perciben nuestros ojos no son más que barro. La fama a la que nos aferramos, la gloria de la que a veces nos apoderamos a la fuerza, es como una miel dulce preparada por una afanosa abeja que ha dejado caer su aguijón en ella. En lo que nosotros llamamos gozo, siempre habrá una parte de nosotros mismos, un añadido. Y, en consecuencia, en el gozo hay dolor."

Natsume Soseki
Almohada de hierba



"Es posible que a veces descuidara mi aspecto o la forma de expresarme, pero estaba seguro de que mi corazón era más noble que el de esos sinvergüenzas."

Natsume Soseki



"Espero que hayáis aprendido la lección y que a partir de ahora cambiéis. Por mucho que os intentéis justificar mediante palabras y engaños, al final la justicia no perdona."

Natsume Soseki


"He de confesarte que, desde mis días de estudiante, no he sentido ninguna simpatía por los hombres de negocios. No hacen nada si no hay dinero de por medio. A mi entender, son lo que se solía llamar antiguamente, en los buenos tiempos, la escoria de la sociedad."

Natsume Soseki



"La reacción de la raza humana no es sólo la de maravillarse ante la apariencia individual de cada uno de sus individuos, sino también la de admirar la increíble capacidad del Creador que, utilizando unos pocos materiales simples y uniformes, ha logrado producir una enorme cantidad de variantes, todas diferentes."

Natsume Soseki


"La verdad es que no hay nada tan engañoso como la naturaleza humana. Juzgándola solo por su apariencia, era difícil de creer que algo tan bello pudiera ser a la vez tan cruel. (...) No puede uno fiarse de las apariencias."

Natsume Soseki



"Lo que uno hace una vez, quiere hacerlo de nuevo, y las cosas que se han probado dos veces, exigen una tercera."

Natsume Soseki



"Los seres humanos obramos por lo que nos gusta y lo que nos disgusta, no por los razonamientos abstractos que se derivan de ello."

Natsume Soseki



"No es cierto que los gatos nunca se rían. Los seres humanos se equivocan al pensar que son las únicas criaturas capaces de hacerlo. Cuando me río, los orificios nasales se me ponen triangulares y la nuez me tiembla. Pero mis amos parecen no darse cuenta."

Natsume Soseki



"O-Hide, a quien había elegido como esposa por encontrarla físicamente atractiva, solo llegó a conocerle de verdad después de casarse. Poco a poco, fue comprendiendo los gustos de aquel hombre que parecía bañado en el mismo sake del que tanto disfrutaba cuando salía. Al principio se preguntó qué necesidad tenía un hombre tan disoluto como él de casarse con una mujer como ella, pero no tardó en desechar sus inquietudes. No era, en todo caso, una mujer de carácter tan firme como O-Nobu, y por ello, antes de llegar a comprender sus razones, se apartó de él como esposa para concentrarse en el hijo recién nacido.
No era ese el único aspecto en el que O-Hide difería de O-Nobu. Al contrario que su cuñada, cuyo hogar solo lo conformaban ella misma y Tsuda, y cuyos parientes más próximos vivían en la lejana Kioto, O-Hide tenía a su suegra en casa, así como a sus hermanos menores, e incluso sus padres abusaban a menudo de su hospitalidad. Era lógico, por tanto, que dadas sus circunstancias no pudiera entregarse en exclusiva al cuidado de su marido. De entre todos los familiares que vivían con ellos, su suegra era, sin ninguna duda, la que más molestias le causaba.
Como era de esperar en una mujer que había sido desposada por su belleza, O-Hide aún parecía joven, incluso más que O-Nobu, y era difícil considerarla madre de un chico de cuatro años. Las particulares circunstancias de su vida durante los últimos años la habían ayudado a adquirir ciertas habilidades, por lo que a pesar de su aparente juventud, podía considerarse una mujer madura, si bien, quizá no por su forma de hablar o por su comportamiento, pero sí por su mentalidad. En otras palabras, se había acostumbrado a la vida familiar, a las responsabilidades que llevaba implícitas."

Natsume Soseki
Luz y oscuridad 


"Pero les juro que los humanos no se saldrán con la suya eternamente. Tenemos que ser pacientes. Llegará un día, y espero que no tarde mucho, en que los gatos dominaremos el mundo."

Natsume Soseki



"Pero qué extraño es el mundo: alguien que te cae muy mal te trata con amabilidad, mientras que uno que parece ser tu amigo acaba jugándotela."

Natsume Soseki


"Por supuesto que está bien que cumplas con tu deber -continuó Camisarroja-. Pero si no eres consciente de que otras personas pueden tener mala intención, caerás en sus trampas."

Natsume Soseki


"Si el dinero, la autoridad o el intelecto pudieran comprar los corazones de la gente, las personas más queridas serían los prestamistas, los policías o los profesores de universidad."

Natsume Soseki



"Si en este mundo no puede vencer la honestidad, vencerá en el otro."

Natsume Soseki


"Si la gente se ríe de ti por ser inocente y sincero, entonces es que este mundo no tiene solución."

Natsume Soseki


"Soy un gato, aunque todavía no tengo nombre. No sé dónde nací. Lo primero que recuerdo es que estaba en un lugar umbrío y húmedo, donde me pasaba el día maullando sin parar. Fue en ese oscuro lugar donde por primera vez tuve ocasión de poner mis ojos sobre un espécimen de la raza humana.
(…)
Viviendo como vivo entre humanos, he de decir que cuánto más los observo más obligado me siento a constatar su egoísmo. Eso es cierto especialmente en lo que se refiere a esas niñas maléficas con las que duermo. Cuando se les antoja, me ponen cabeza abajo, me tapan la cara con una bolsa de papel, me lanzan por ahí y a veces me encierran en el fogón de la cocina. Pero como sea a mí a quien se le ocurra hacer una travesura, por pequeña que esta sea, no duden que la casa entera se unirá para perseguirme por todas partes hasta darme caza."

Natsume Soseki
Soy un gato



“—Soy un hombre solitario —volvió a repetir esa noche—, pero me pregunto si en cierto modo tú no serás también un solitario. Yo soy ya mayor, así que puedo tolerar la soledad más fácilmente, aunque en tu caso es diferente. Eres joven y tengo la impresión de que sientes la urgencia de actuar, de hacer cosas. Casi siempre me parece como si estuvieras deseando enfrentarte a algo…

— Yo no soy en absoluto un solitario.

—Oh, no hay época de mayor soledad que la juventud. Pero ¿por qué si no me visitas tan a menudo?

De nuevo la misma pregunta.

— Incluso aquí, conmigo, es probable que te sientas solo. Yo no tengo la fuerza suficiente para agarrar tu soledad y expulsarla de ti. Llegado el momento, sentirás el impuslo de abrir tus brazos a otra persona. Antes o después tus pies dejarán de trarte a mi casa.

Después de decir eso, sonrió triste.”


Natsume Soseki, Kokoro
Tr. Yoko Ogihara y Fernando Cordobés. Salamanca: Impedimenta, 1a edición, 2014.





"Un simple minuto puede convertirse en una eternidad sempiterna, a la vez que diez milenios pueden transcurrir en un abrir y cerrar de ojos."

Natsume Soseki


"Vaya, pues sí que viven bien los maestros. Si fuera humano me gustaría ser como él, maestro de escuela. Uno puede dormirse cuando quiere y, aun así, siguen considerándote un buen maestro. Así que no le veo yo problema a ser maestro y gato a la vez."

Natsume Soseki


"Viviendo como vivo entre humanos, he de decir que cuanto más los observo más obligado me siento a constatar su egoísmo."

Natsume Soseki



"Ya es otoño,
queda un libro aún
por terminar."

Natsume Soseki



"Yo mismo había protagonizado algunas barrabasadas, pero si me preguntaban si lo había hecho yo, siempre decía la verdad, nunca intentaba eludir mi responsabilidad. Si había sido yo, había sido yo, no había nada más que discutir. Para mí se trataba de una especie código de honor, independientemente de lo que hubiera hecho. Si lo que se busca es eludir el castigo, pues bien, en ese caso lo mejor es no hacer la travesura, eso para empezar. Travesura y castigo van de la mano; es la posibilidad del castigo lo que hace que la travesura sea emocionante."

Natsume Soseki


"Yo no sé por qué razón la Tierra gira alrededor de su eje, pero lo que es seguro es que el dinero contante y sonante es la motivación de todas las cosas."

Natsume Soseki