"A los fallecidos que no devengan se les da carpetazo. El muerto solitario no deja huella burocrática, (...). El que no tiene familia es como si no tuviese memoria."

Luis Mateo Díez Rodríguez


"A tal musa tales poemas."

Luis Mateo Díez Rodríguez


"Cuando no hay grandeza para emprender cosas grandes, ajenas a la miseria de lo que somos, se conforma uno con esas inquinas y malevolencias."

Luis Mateo Díez Rodríguez


"Del abrazo que va culminando la entrega surgen resquebrajaduras que yo percibo como insistentes recelos y en esa contradicción del deseo y del rechazo siento que mi ardor se extingue y hay un momento extremo en el que ya no sé a dónde asirme, como si el cuerpo que me pertenece no soportara ya ni la mínima caricia, ni el menor contacto."

Luis Mateo Díez Rodríguez



"Domesticar la bestia que todos llevamos dentro es parte fundamental de nuestro destino, y el modo más razonable de hacerlo es dándole de comer..."

Luis Mateo Díez Rodríguez



"El cine es el instrumento moderno de la mentira. (...) Esas imágenes que se suceden con tanto artificio son una caricatura de la vida."

Luis Mateo Díez Rodríguez


"El coste que con frecuencia tiene la muerte es lo más cruel de su resultado, cuando el dolor físico se convierte en una emanación aflictiva que no cesa y socava lo que el cuerpo apenas sujeta."

Luis Mateo Díez Rodríguez


"El frío contribuyó a secar el cuerpo, también el fuego de la hoguera que siempre palpita en la esquina del chamizo, donde las brasas mantienen una crepitación que a veces se confunde con los ruidos del invierno.
Ni siquiera en las mañanas en que Ambrosio se siente enfermo, cuando el hambre socava la fragilidad del ánimo y el sopor desalienta la sequía de los jugos gástricos, el cuerpo desatiende la necesidad de su limpieza. Los pasos reconducen la inclinación del desvanecimiento, y Ambrosio asoma sin resguardarse de la lluvia, completamente desnudo como siempre en esas ocasiones, y avanza hacia el manantial, se arrodilla al pie de las aguas y se lava con igual dedicación y prontitud.
El cuerpo seco tiene la resonancia de la madera, a veces el astillado y en ocasiones la resquebrajadura que hiende la piel. Desde hace algunos años esa sequedad le proporciona la sensación de la leña que ha ido transformando sus huesos, como si el esqueleto altivo del huido se desplomara en las ramas cortadas, y algunos de sus pasos le hicieran crujir.
El manantial se hiela en los días más crudos, cuando el invierno le roba al monte cualquier palpitación vegetal. El agua bulle arrecida bajo la placa de hielo, y Ambrosio se mira inquieto en el espejo empañado por los copos, antes de romperlo con una piedra.
—No eres un bicho, tenlo muy en cuenta... —dijo el amigo—. La guarida del monte no va a igualarte a las alimañas. Son los semejantes quienes nos igualan con lo peor que llevamos dentro. Lo que pertenece a nuestra soledad es lo que mejor nos defiende."

Luis Mateo Díez
La soledad de los perdidos




"El silencio hendía el vacío de lo que se deja pero no se abandona, como si todos se hubieran ido sin perder la intención de volver."

Luis Mateo Díez Rodríguez


"Es difícil sustraerse a los ojos de los niños, la mirada inocente y misteriosa. El gesto que sorprende con la más absoluta naturalidad."

Luis Mateo Díez Rodríguez



"Esa falta de respeto absoluta a lo que se puede ser, a lo que se puede hacer, cuando hay conciencia del talento, es imperdonable."

Luis Mateo Díez Rodríguez


"Esa profundidad que en el despertar alcanza la desolación más intensa, tal vez porque es el instante del mayor desvalimiento, el momento en que aún no son posibles las defensas que inventamos para subsistir."

Luis Mateo Díez Rodríguez


"Estas cosas que nunca se cuentan son las que más se recuerdan, y por algo será."

Luis Mateo Díez Rodríguez



"La conciencia del servidor público cuando se jubila (...) es una conciencia vacía, una conciencia despojada. Volver a uno mismo se hace imposible porque los restos de lo que privadamente fuimos se diluyeron al fin. Yo no me encuentro, no sé quién soy, más allá del puesto que detenté."

Luis Mateo Díez Rodríguez


"La desgracia sobreviene y la desdicha hay que cultivarla."

Luis Mateo Díez Rodríguez


"La fuga se asemeja al vano intento de una ruptura del círculo cotidiano que encadena lo que se mueve entre la rutina y el desasosiego."

Luis Mateo Díez Rodríguez


"La mediocridad es el condimento más amargo de la existencia."

Luis Mateo Díez Rodríguez



"La quimera a todos los hace muy pagados de sí mismos porque (...) nadie cree más en lo que hacen los otros que en lo que hace él, ni nadie es capaz de resignarse a considerar que lo suyo es mediano."

Luis Mateo Díez Rodríguez



"La santidad (...) es lo que está más cerca de la inopia, en ese límite de la estulticia humana que preside la inocencia absoluta."

Luis Mateo Díez Rodríguez


"La santidad sólo es peligrosa para quien la cultiva."

Luis Mateo Díez Rodríguez


"La vida (...) es cosa de enterradores. La tarea más noble es, a la vez, la más perversa: inhumar y echar escombro a lo que perdemos."

Luis Mateo Díez Rodríguez



"Lo público anega lo privado, que es una manera de intentar aniquilarlo y de dejar así a la persona demediada. Pero cuando, en contadas ocasiones, lo privado se inmiscuye en lo público y rebasa su ámbito ajeno y secreto, es siempre para mal, para contribuir a la desgracia. Porque sólo lo peor de lo privado, lo oscuro, lo negativo, es sacado a flote para poner de relieve el riesgo de su contaminación."

Luis Mateo Díez Rodríguez



"Lo que la vida contiene en el sueño, en la inconsciencia, es un avatar de segundo grado, como si el dormido fuese dueño de una vida en suspensión que siempre me pareció el tránsito que mejor preludia la muerte. Es el sueño precisamente quien mejor establece la costumbre de morir."

Luis Mateo Díez Rodríguez


"Los barrios no son distintos a los patios de vecindad, siempre se habla más de la cuenta."

Luis Mateo Díez Rodríguez



"Los Corales como eran… —decía Leva un poco obnubilada, y con la complicidad de algunos que la obedecían, cuando ciertamente el sol de la media tarde daba una iluminación de oro sucio, y en la música que subsistía de las piezas que habíamos bailado se filtraba el eco de unas notas también doradas y el silencio de los que contaban mentalmente hasta cincuenta, dejaba en los ojos, abiertos de sopetón, un fogonazo del esplendor rosado de los Corales en el que era fácil imaginar un baile de máscaras o la soledad de las infinitas parejas que se deleitaban con la felicidad de saber que en el mundo estaban ellas solas.
Sobre la montaña de escombros más escondida, al otro lado de una pared que conservaba, por encima del zócalo, los desperdicios de un mural con algunas escenas reconocibles, aunque desfiguradas por los chorretones y la intemperie, se depositaban las coronas funerarias, hechas habitualmente de papel de seda o celofán de colores.
Las coronas provenían de lo que fue una improvisada costumbre, posterior a las lápidas, con la que de manera reiterada y casi siempre secreta se expresaba algún recóndito sentimiento que no tenía reconocimiento: un deseo, una frustración, la quimera de una idea alocada o el gesto resentido de la traición y el desprecio.
Las lápidas se respetaban más que las coronas, aunque ambas eran conmemorativas. En las lápidas quedaba bastante más explícito el resultado mortal del amor que acabó o de la amistad perdida, la cruz de una desavenencia o el desamparo que pronosticaba el olvido.
Aquí yace quien él bien sabe, sin sacramentos ni bendiciones, con lo poco que se merece, se podía leer en una de las lápidas más antiguas.
Otilia Cerceda, muerta en el desconsuelo de quien con ella no tuvo la mínima consideración, marzo del año en curso.
El primo ilustrado, decía otra de las más antiguas, deja el mundo sin reparar el daño mortal a la prima indefensa, ambos fallecidos en menos de un mes, días catorce y diecisiete.
Enterrada en vida, con el dolor anónimo de la espantada de quien dijo quererla, María Silicia, a quien cariñosamente se la conoció como Marisili.
En las lápidas más recientes había menos razones de amor que rencillas y agravios, aunque si una se fijaba más atentamente, lo que yo hice en más de una ocasión acompañada de Leva o de Nacho, no era difícil detectar el filtro de los sentimientos, por el que goteaban las ansiedades y las heridas de un tormento amoroso.
Vela se fue, sin fortuna en lo suyo y atormentada en lo ajeno, decía la lápida de Vela Uceta, que siempre tuvo declarada la enemistad entre todos y era un incordio cuando nos reuníamos.
Aquí se quedó para vestir santos la que todos quisisteis y ninguno merecíais, ponía en la lápida de Ana Toba, y añadía: la más guapa y la menos presumida."

Luis Mateo Díez
Juventud de cristal


"Los labios no pudieron atarme el secreto doloroso de tantos sucesos porque esta crónica es como la miel agridulce que todavía puede aliviarlos de su reseco escozor, y porque ahora son más largas las estaciones, más reposadas las palabras que el mismo gusto del amanuense me inclina a confesar, y más lentos los días que sólo divide la campana para la colación y las oraciones, en este Asilo de San Bernardo de Valdera."

Luis Mateo Díez
Apócrifo del clavel y la espina



"Los más pequeños son quienes mejor rescatan la pequeñez de lo que somos, como si sus presencias diminutas, entre el asombro y la ingenua curiosidad, sustrajesen igual atención y mirada de nuestra infancia."

Luis Mateo Díez Rodríguez



"Los que están poseídos por la quimera deben saber navegar entre la miseria de sus manías y la grandeza de sus obsesiones."

Luis Mateo Díez Rodríguez


"Ni siquiera en estas historias tan irremediables las cosas suceden sin ambigüedad..."

Luis Mateo Díez Rodríguez


"Niseno estaba escondido dentro. Sus ojos sostenían una súplica que no lograba superar el desfallecimiento. Le costó trabajo entender que Odollo venía a rescatarlo y contuvo con esfuerzo un conato de mareo cuando intentó dar dos pasos por la habitación para sentarse en la cama.
El traje de boda mantenía el apresto más allá de los lamparones y las desgarraduras y el nudo wilson de la corbata no había terminado de deshacerse y era un dogal caído, como la soga del ahorcado que logró huir.
La cima de Huéspedes Bardón resultaba todavía más complicada de alcanzar en el sopor de la madrugada cuando, después de la propuesta de Ángel Colunga de llevarse a Niseno a un lugar seguro fuera de la ruta hasta que aclarara el temporal, regresó Sebastián con la intención de descabezar un sueño antes de emprender la jornada hacia Sermil.
Algún reloj había dado las secas campanadas que soliviantan la tregua en que el sueño queda detenido, esa pausa que es como la escorredura de la noche, un límite de sosiego que precede al abatimiento. Notó cierta flaqueza en las piernas y aseguró su equilibrio en el pasamanos mientras recordaba el whisky que llenaba los vasos según se sucedían las partidas, el sabor de cebada y el olor de nicotina entre la suciedad de los naipes que estaban cubiertos de una pátina grasienta.
Cuando caminaba por el pasillo hacia su habitación distinguió un diminuto brillo en el suelo, un destello fugaz que no logró concretar y, antes de llevar la mano a la cabeza para aliviar el peso que no tardaría en derivar en un dolor concentrado en la frente, se acordó de Dídimo.
El rumor de las huestes era el rumor hacendoso del hormiguero y en el orden del desfile las largas antenas, las patas espinosas, los élitros de ramas bifurcadas, conjuntaban un débil zumbido que marcaba su impulso marcial.
El diminuto brillo podía pertenecer a la coraza de algún recluta despistado y Sebastián estuvo seguro de ello al intentar abrir la puerta de su habitación, cuando sintió bajo la suela del zapato una masa que reventaba entre minúsculas esquirlas."

Luis Mateo Díez
Camino de perdició


"No hay que engañarse, una cosa es la materia sublime de la lírica y otra la mísera humana que la procrea."

Luis Mateo Díez Rodríguez


"Nunca podremos alcanzar la fortuna de la vida los que para ella no estamos preparados."

Luis Mateo Díez Rodríguez


"Quien se acerca a la desgracia (...) corre el riesgo de contagiarse."

Luis Mateo Díez Rodríguez



"Todos estamos predestinados a la soledad, pero hay quien la alcanza sin que todavía le corresponda y entonces es muy duro aceptarla como conviene."

Luis Mateo Díez Rodríguez


"Todos los felinos tienen el alma traicionera. No hay mayor superchería que la del animal doméstico."

Luis Mateo Díez Rodríguez



"Uno tiene en la vida lo que le cae encima y el naufragio es una vicisitud que sólo pueden correr quienes navegan, aquellos que en la vida se adentran como en el mar."

Luis Mateo Díez Rodríguez