"Aceptar que pavor y fiereza no tienen patria, y que anidan en todos los corazones por igual: franceses, alemanes, rusos, americanos, japoneses, españoles, qué más da, es la sucia materia del hombre la que está sobre la balanza, su corrupción, su vileza, su arrogancia de animal idólatra, no su patronímico ni su credo ni sus gustos culinarios."

Ricardo Menéndez Salmón




"Aquel que fue junto a él, bajo él, en él, sobre él; su exacto reflejo, su doble, su sosia, la forma irresoluble de ese acertijo que llaman vida."

Ricardo Menéndez Salmón




"Aquel que fue junto a él, bajo él, en él, sobre él; su exacto reflejo, su doble, su sosia, la forma irresoluble de ese acertijo que llaman vida."

Ricardo Menéndez Salmón


"Cierta verdad terrible: son los que pasan, y no los que quedan, quienes desempeñan el papel fundamental en nuestras vidas."

Ricardo Menéndez Salmón


"Cierto que, aplicado al caso, amor era una palabra lábil, confusa, llena de poros por los que se filtraban otras formas de afecto -la compasión, la piedad, incluso la hermandad-, pero qué nombre otorgarle si no a aquel sentimiento obstinado."

Ricardo Menéndez Salmón

"Comprendió que el asombro, al fin y al cabo, es una categoría de lo cotidiano, y que sólo hay un dios, el azar, y que sólo existe una religión, la casualidad, y que cualquier otra interpretación de la vida y de sus accidentes no sólo está abocada al fracaso, sino que condena a la más absoluta ceguera."

Ricardo Menéndez Salmón


"Con la tozudez de un animal de carga, la maquinaria bélica se iba engrasando..."

Ricardo Menéndez Salmón



"Cuántas lenguas celebrarán a este niño. Qué gran literatura en torno suyo. Tantísima belleza escondida en las músicas en su honor. Y, sin embargo, qué pocas letras, qué escasos signos, cuán discretos himnos han mirado a este pedazo de su vida.
No hay misterios en esta infancia. Roma es poderosa, los judíos un pueblo angustiado, el desierto una promesa cercana. Abundan los profetas, falsos como todos, porque toda profecía es miseria, y José cumple con su fe como un hombre sensato, pero no encendido por la religión. María teme la palabra divina como se teme a los animales muertos en las encrucijadas. Queda aún en el mundo mucha tiniebla y hedor.
Los pueblos nacen, crecen y desaparecen. Hay rumores de tribus cuyo solo nombre produce pánico. Llegan viajeros que mencionan a un tal Alejandro, que llegó hace mucho hasta el Indo para morir allí de fiebres, de una picadura ponzoñosa, agotado de yacer con cientos de hombres y mujeres, aplastado por elefantes, traicionado por uno de sus soldados, fulminado por el rayo de alguna deidad sobre la que los judíos escupen su desprecio: cada posible muerte del general depende de la capacidad fabuladora del narrador. Nadie, en esta tierra de Palestina, ha mencionado jamás el nombre de Sócrates ni tampoco el de Buda, ninguno sabe qué significa la palabra ecumene. Cuando se menciona Menfis la gente rumia su ignorancia sin pestañear. Sólo la ciudad inmortal, lejana, remota, viviendo en el esplendor de sus pendones y sus ejércitos, sólo Roma parece contener sustancia suficiente como para someter al tiempo.
Mentira, también ella caerá. También ella. El ángel de la Historia, yo, la Duración, lo sé.
—Si yo de ti me olvidara, Jerusalén, si yo de ti me olvidara —escucha José cantar a los comerciantes que viajan hacia Hispania, llevando todo tipo de dones: especias contra el mal de la vejiga, plantas que se alimentan de insectos, telas a cuyo tacto las yemas de los dedos se tiñen de rubor—. Si yo de ti me olvidara, Jerusalén, si yo de ti me olvidara.
Y su voz, como una letanía antigua, trae al carpintero perfumes de un mundo atribulado.
Una tarde, con una caravana, llega uno de aquellos iluminados que incendian los desiertos y las ágoras. Viene llagado, cubierto de heridas que lo hacen parecer un sarmiento antes que un hombre. Descalzo, su boca hiede, y los perros se disputan los harapos que viste. Él los aleja ladrando. Espantados, los perros se retiran bajo las higueras y los sicomoros. Desde allí miran al hombre con las orejas gachas.
—Vengo —dice— a hablaros del Ungido. Llegará un hombre que nos sacará de la indolencia, de la apatía, de esta desidia en la que vivimos hace años. Lo reconoceréis por su verbo y por su aspecto. Hablará como un trueno y será bello como un incendio.
José mira al profeta desde la entrada de su casa. No siente ternura por su miseria. En sus oídos las palabras del hombre carecen de eco. Pero María, allá dentro, en penumbra, siente inflamada la lengua, como si hubiera comido pimienta a puñados. Cierto día, melancólica, recordará aquella fuga infinita en la boca del hombre, el miedo como argumento, el ansia, el pavor, las fuerzas oscuras que una simple voz humana pueden convocar.
Porque todo milenarismo es terrible."

Ricardo Menéndez Salmón
Niños en el tiempo




"(...) De la necedad ajena y de la intolerancia propia. Leer nos cura de nuestros prejuicios y nos protege de la estupidez del mundo."

Ricardo Menéndez Salmón




"Dedujo que el mundo era un lugar extraño, confuso y lleno de recovecos en los que la vida y la muerte jugaban una partida obscena."

Ricardo Menéndez Salmón


"Descubrí el Mito de Prohaska mientras intentaba escribir un fragmento de la Historia que Prohaska ayudó a construir. Fue en 1994, cuando acopiando documentación para asuntos relacionados con mi tesis doctoral acerca de la iconografía de la maldad durante el siglo veinte, vi una película de tres minutos y veintisiete segundos prosaicamente titulada Einsatzgruppe en Kovno. Lo hice el Vilna, en el apartamento de una antropóloga finesa especialista en la Segunda Guerra Mundial, que recopilaba toda la información existente acerca de la presencia nazi en los territorios de la Unión Soviética entre los años 1941 y 1945. La película era aterradora en su sencillez, pulcra y devastadora como una máquina de eviscerar."

Ricardo Menéndez Salmón


"El alma, hasta hoy, nadie la ha visto."

Ricardo Menéndez Salmón



"El heroísmo fue algo inventado para los que carecen de futuro."

Ricardo Menéndez Salmón


"El hombre convive con su cuerpo, pero no lo conoce. Al menos no de un modo exhaustivo. Un hombre y su cuerpo son realidades distintas. Seguramente eso es lo que permite comprender la esencia última del dolor, que no es otra cosa que el desgarro que produce la indiferencia del cuerpo hacia uno mismo. (...) Y seguramente también eso es lo que permite a un ser humano conservar su nombre, su dignidad, aquello que más íntimamente posee, cuando su cuerpo, en la enfermedad, la mutilación o la vejez, ya no le pertenece."

Ricardo Menéndez Salmón


"El mundo una vez más se desangraba entre el abrazo de dos amantes."

Ricardo Menéndez Salmón




"El visitante había dejado de existir para él, olvidado como un mal presagio o como una polilla que gira en torno a su tumba de cuarenta vatios."

Ricardo Menéndez Salmón


"En realidad, entre un hombre y una mujer casi todo depende siempre de la ocasión."

Ricardo Menéndez Salmón


"Es como la vida. -dijo Manila. Como la vida. -Repitió el Inspector. El sentido de la vida es su carencia. -Entiendo. Es usted filósofo. -A ratos."

Ricardo Menéndez Salmón


  
"Es posible que toda la historia de la literatura occidental quepa en un puñado de versos inspirados: François Villon, Yorgos Seferis, Fernando Pessoa. Es posible también que nada como esos versos pueda atrapar lo inefable de la existencia, su peculiar indeterminación, las constantes correcciones a las que nos obliga para no enloquecer.
(…)
Sólo acerté a apretar a Zoe contra mi pecho, como si así pudiera sentirse más amada, más venerable, más protegida que a través de cualquier palabra con la que yo me hubiera atrevido a nombrarla, a expresarla, a intentar apropiarme de ella. Supe así que sólo poseía aquel gesto para recordarle cuánto la amaba. Y supe también que aquel pequeño gesto me redimía de toda la poesía del mundo, de todas las grandes, bellas, inútiles palabras que nos rodean."

Ricardo Menéndez Salmón
La ofensa



"Esa necesidad de olvidar su yo en la carne extraña, es lo que el hombre llama noblemente necesidad de amar."

Ricardo Menéndez Salmón




"Escribe como si nunca fueras a publicar."

Ricardo Menéndez Salmón


"La filosofía me ha dotado de temas y es mi primera vocación. Amo la filosofía, porque es una escuela de humildad y, a la vez, la más hermosa aventura intelectual de la historia de la humanidad."

Ricardo Menéndez Salmón



"La medicina y la muerte son dos partes de un único y gigantesco negocio, el manejo y gestión del tiempo."

Ricardo Menéndez Salmón


"La memoria no es un instrumento del hombre, un siervo amable, un eficiente valet; más bien parece que el hombre fuera un lacayo de su memoria. Porque el hombre languidece, se distrae, se corrompe, pero su memoria permanece firme, a pie de obra, insobornable; de manera que mientras el hombre tropieza, o se enfría, o pierde sus dientes, o levanta murallas, o se disfraza, o devora a sus semejantes, ella permanece alerta, chupándolo todo, guardándolo todo, clasificándolo todo: cavando, cavando, cavando."

Ricardo Menéndez Salmón



"La noche más triste nunca es la primera. Pero la primera noche triste es la más larga de las noches tristes por vivir, aquella en que la extensión de la herida se muestra infinita. La noche en que se comprende lo que queda por venir, entre otras cosas la noche más triste."

Ricardo Menéndez Salmón


"La representación de la vida y de la muerte es infinitamente más desgarradora que la vida y la muerte mismas. Ello sucede porque las imágenes nos dan las cosas, pero nos las dan en tanto que perdida. Ahí radica la patética verdad de la imagen. La imagen está siempre por algo que fue, pero que ya no es."

Ricardo Menéndez Salmón


"Las representaciones del amor mencionan la escasez al mostrar la abundancia. Celebrar mediante una imagen la vida puede ser, en ocasiones, la mejorar manera de recordar su pérdida. Cada lienzo desde el que un niño sonríe recuerda a los niños que apenas amanecieron; cada fotografía de un niño feliz oscurece el rastro de quienes perdieron todos sus juguetes; los niños que corren sucios y alegres en las películas del nerorrealismo italiano o en los clásicos del Hollywood de los años cuarenta son el contrapunto de una infancia enterrada en el lodo y la sangre de los invisibles."

Ricardo Menéndez Salmón


"Las tragedias desmesuradas, donde todo nombre se borra, permiten siempre empezar de cero. Cuando las olas se tragan una ciudad, se tragan también buena parte de su pasado. Cuando la tierra abre sus fauces, no sólo devora escuelas, tranvías o lonjas. ¿Quién podrá discutir a un lisboeta superviviente al terremoto del día de Todos los Santos de 1755 su nombre?"

Ricardo Menéndez Salmón


"Lo más aterrador del absurdo, a fin de cuentas, es que posea su propia lógica."

Ricardo Menéndez Salmón


"Lo que me motiva es la insatisfacción. Si fuera una persona completamente satisfecha, no escribiría."

Ricardo Menéndez Salmón




"Los grandes ejércitos jamás olvidan los pequeños detalles."

Ricardo Menéndez Salmón



"Los hombres, sin excepción, negros y blancos, felices y tristes, inteligentes y necios, somos así: enarbolamos banderas que otros odian, adoramos dioses que ofenden a nuestros vecinos, nos rodeamos de leyes que insultan a quienes nos rodean. La consecuencia es fácil de deducir: de vez en cuando, haga sol o nieve, en democracia o bajo la égida de algún fascista disfrazado de inspector de Finanzas, estrellamos aviones contra rascacielos, bombardeamos países pobres de solemnidad y nos embarcamos en cruzadas tan atroces como injustas."

Ricardo Menéndez Salmón


"Los imperios, cómo no, comprenden que la estética es parte importante de la propaganda."

Ricardo Menéndez Salmón



"Memorable verso de Charles Baudelaire: Resígnate, alma mía: duerme un sueño de bruto."

Ricardo Menéndez Salmón


"Militares, los hombres que menos pueden ocultar su pasado."

Ricardo Menéndez Salmón


"Mis libros son centauros: se mueven en un territorio intermedio entre la ficción y la no ficción. Tienen cabeza, a lo mejor, de novela, y cuerpo de no ficción; o al revés. Me gusta mucho la literatura híbrida."

Ricardo Menéndez Salmón


"Nadie, ni siquiera el filósofo más sutil, ha podido hallar un sentido preciso a ese absurdo que es la voluntad humana."

Ricardo Menéndez Salmón


"No pudo evitar una punzada de vergüenza al contemplar a su familia varada allí con sus pequeños fracasos, sus pequeños anhelos y sus pequeños miedos, como extraños que no lo estuvieran despidiendo a él, sino a su doble, a su sosia, a un usurpador vestido con un traje de buen paño que no le sentaba del todo mal."

Ricardo Menéndez Salmón



"Para que la emoción no lo asfixiara, para que el contenido de su pasado en aquella casa no devorara su razón, se obligó a estudiar la fotografía que Control le había dado. El tamaño era el de una antigua tarjeta postal, idéntica a las que asaltan al curioso en los mercados de las pulgas diseminados por el mundo, entre la avalancha de hombres, mujeres y niños muertos que lucen vestidos y peinados ridículos, rodeados de objetos cuyo uso no es fácil de discernir a primera vista, posando ante paisajes pintados a mano, biombos decorados con aves del paraíso, fondos neutros y solemnes donde en ocasiones se intuye la presencia de un cortinaje vetusto. Un mundo matizado en sus blancos y negros, poblado por mostachos, miriñaques, trajes con borlas y encajes, animales de compañía inmortalizados en ese obstinado estoicismo que ampara a las bestias en los retratos de interior.
Pero en la imagen que Control le había confiado no existían hombres, mujeres o niños. Mucho menos animales. Ninguna escena de interior se representaba en ella. La imagen era la evidencia de una desolación, de un mundo desnudo y a buen seguro hostil, donde la vida debía constituir, cada día, una disciplina compleja. Engastadas en la roca viva, parecidas a celdas en un inmenso panal, un conjunto de estructuras gemelas, poco más que cuadrados trazados sin esmero, se hundían en el lecho de piedra para escapar de algún tormento ancestral: el calor, la arena, el viento abrasador.
Todo en torno a esas grutas excavadas en la entraña terrestre era vacío y planicie, una suerte de yerma e inagotable salina, un horizonte calcinado y devastador por su ausencia de formas, como un paisaje anterior a las estrategias del consuelo. Era esa ausencia de promesas, ese absoluto desprecio a la posibilidad de un lugar donde reposar la fantasía, lo que hacía de la imagen un abismo imposible de ignorar. Vivir en aquella representación sería como vivir al borde de la nada. Algo tan severo que incluso el lenguaje se resistía a nombrar sus poderes.
Y entonces O’Hara revivió el ruego de Control, la quimera que le había propuesto en su residencia del East Village, con obras maestras de la historia de la pintura en las paredes y un confort que iba más allá de lo que la posesión del dinero podía comprar.
Un punto en los mapas, eso había dicho Control. Un punto en los mapas tenía que corresponderse con la fotografía. En alguna coordenada del mundo debía encontrarse el modelo del que la imagen era copia. Control no se permitía pensar en el tiempo que mediaba entre que la imagen había sido capturada y el momento en que su deseo era expresado. Control no se concedía el pensamiento de que quizá aquel fragmento de mundo ya no existiera salvo en aquella cartulina gastada en sus bordes. Control no contemplaba la posibilidad de que el tiempo, el gran tirano, el único en realidad, hubiera podido borrar semejante escenario. No. Un acto de fe gigantesco, del tamaño exacto de su vida, impulsaba a Control a acatar sin asomo de duda el hecho de que en algún lugar, feroz, inalterada y terrible, la imagen que la fotografía representaba esperaba ser reencontrada."

Ricardo Menéndez Salmón
Homo Lubitz



"Penetro en las habitaciones donde mi vida se contuvo un día y parece imposible que esa blancura, esa exasperante pulcritud, esa cama tendida milimétricamente, en la que sería posible arrojar una moneda para que rebotara saltarina y jubilosa, como a mi padre le enseñaron a hacer con su catre durante el servicio militar, pudiera un día ser escenario de la pena y la ausencia de decoro, de la más soberana estulticia. Como si una mano olímpica hubiera borrado cada huella de suciedad, como si un censor magnífico, educado en tantos avatares previos, fortalecido por una experiencia feroz, hubiera barrido de un soplo la ceniza acumulada en estas pobres vidas. Y la imagen que me viene a la cabeza en esta Navidad del año 2018, mientras apuro la digestión de una comida satisfecha sin gula, es la de un electrodoméstico gigantesco, una aspiradora que posee el tamaño exacto de la vida y penetra con sus fauces en cada rincón de esta casa para succionar las células muertas tras el cabecero de la cama, el pelo que perdemos cada noche, las postillas que cubren nuestras heridas, las esperanzas de riqueza y de poder forjadas durante el insomnio, el esplendor improbable de una jornada vencida, cada doblón de oro y cada céntimo de cobre que un día fueron depositados en el cerdito rosa de la primera hucha. Sí. Deambulo por estas habitaciones, soleada la de mis padres, más oscura la mía, tropiezo con sus muebles pulidos hasta la exasperación y gastados por el uso, observo las cucharillas de alpaca y la abundancia de bibelots, esos despojos que el tiempo ha arrojado a las costas de lo cotidiano, esa vacuidad inane que acumulamos para nada, la experiencia resumida en los enjambres de fotografías que intentan contener una realidad que está siempre en otra parte, y algo en mi interior, un dolor sin centro ni figura, crece y se amontona.
Hace años que no lloro, pero hoy lo hago. Lloro sin lágrimas, cierto, pero devastadoramente. Es un llanto aterrador en su decoro, educado y contenido, como exige este lugar, el llanto de un hombre de cuarenta y siete años que intenta comprender por qué su vida tomó determinada dirección y no otra, y cómo es posible que en este preciso instante, en este ineludible aquí, la vida haya adquirido una consistencia viscosa y desagradable, como el papel de embalaje que se adhiere a la suela del zapato y obliga a apoyarse en la pared para ser arrancado mientras el peatón mantiene un equilibrio precario, pareciendo indefectiblemente ridículo, resultando inevitablemente patético, pero con un ridículo y con un patetismo que son mesurados, que caben en el abecedario de intenciones de la madurez y se expresan con elegancia, en la sobremesa de un día de esta familia hoy menguada en que los buenos deseos no bastan para enmascarar la ruina que nos circunda."

Ricardo Menéndez Salmón
No entres dócilmente en esa noche quiet


"Porque, al fin y al cabo, aunque parezca poca cosa, un nombre es lo que somos..."

Ricardo Menéndez Salmón


"Prohaska se agacha ante la lápida espartana y simple, posa el cartapacio atado con un lazo blanco y respira el aire salobre en el que tantas veces añoró el aliento del padre muerto y las caricias de la madre hostil. Su hermano, unos pasos detrás, contempla a ese extraño del que en realidad nada sabe y busca una palabra que no llega. Es inútil. Hace años que el benjamín de los Prohaska partió hacia comarcas de desconsuelo. El silencio que los rodea, apenas roto por el llanto de las aves, desmiente toda tentativa de afecto. Cuando horas más tarde Prohaska parta de nuevo hacia Polonia, su hermano rescatará de la tumba de su madre el homenaje que su hijo menor le ha rendido. A él debemos que esos dibujos no hayan sido alimento de la arena y de los pájaros. Rutinas de la carnicería. A poco que se indague en el curso de la Historia, y advertidos de que la idea de progreso es una patraña, puede acatarse sin escándalo que la indiferencia es la clave de bóveda que garantiza la cordura de nuestra especie. Casi todos aquellos que han pasado por la experiencia de los Lager o del Gulag han incidido en ese aspecto. Lo más asombroso desde el punto de vista de la razón no es la conversión del cuerpo humano en oficina para matarifes o la degradación del individuo a dígito, sino lograr que, en semejantes condiciones de pesadilla, la maquinaria intelectual y afectiva del prisionero se oriente en la dirección de la supervivencia. Vivir, aunque el precio para ello sea la suspensión de toda forma de credulidad. Un fotógrafo y cineasta de guerra como Prohaska hubo de asumir muy pronto que ese era el nudo gordiano de su profesión. Que juzgar, permitirse un juicio, lo condenaba a la parálisis. El argumento es de Stelenski, empeñado en buscar una salida al dilema que la vida de su amigo plantea: ¿cómo amar a un hombre que no sólo estuvo del lado del Monstruo, sino que, consciente y fielmente, alimentó su imaginario? ¿Se puede defender la obra de alguien que filmó ejecuciones con tiros en la sien, ahorcamientos de niños de ocho años, vivisecciones en embarazadas, inmersiones en tanques de agua helada o amputaciones sin anestesia para investigar los umbrales del dolor, y que hizo todo eso sin emitir una queja? ¿Puede haber piedad, comprensión, afecto para alguien que, como el ojo divino, se conformó con dejar al libre albedrío de los demás las consecuencias de sus actos? ¿Merece la obra de Prohaska el espacio de un museo o sólo es la actividad forense de un voyeur sin escrúpulos, que debería haber colgado del palo más alto de la ciudad de Núremberg? «La desnudez del mundo invita a que alguien la capture», escribió Prohaska en Al dictado de un dios cruel. «Pero la insatisfacción permanente del hombre, su ansia implacable de razones, es la que exige que alguien la interprete. Ahí», concluye el contemplador del Reich, «en la funesta manía de explicar, se esconde el origen de nuestro concepto de culpa.» No es sencillo satisfacer la duda que nos corroe al leer estas líneas: ¿habla un cínico o un sabio? ¿Un pesimista razonable o un asesino odioso? ¿Una víctima o un verdugo? El tiempo se acelera como un reloj ebrio. A Polonia le suceden Francia, Bélgica, Holanda, Noruega, Grecia, Rusia en el verano del 41. Ubicuo como el ángel de Klee, que contempla con sus alas desplegadas las circunstancias del derrumbe de las obras humanas, ansioso por volar y a la vez cautivo del vendaval de la Historia, Prohaska está presente donde el acontecimiento se hace signo, síntoma, metodología del desastre: la caída de París, Saturno devorando los Países Bajos, los fiordos convertidos en mataderos, la Hélade de Leónidas, Píndaro y Platón sometida al logos del nuevo Emperador, la Operación Barbarroja a la conquista de la Asia bárbara y sus improbables límites son los mojones de una ingeniería arrogante. De norte a sur y de este a oeste, Prohaska, cámara al hombro, con sus trebejos de fotógrafo y pintor, procede a dar fe del aullido del hombre y del silencio de los dioses."

Ricardo Menéndez Salmón
Medusa



"(...) Sería un iluso si creyera que sólo la literatura posee capacidad para interpretar la realidad o para conmovernos. Antes que nada soy un fruidor, alguien que ama todas las manifestaciones artísticas que existen."

Ricardo Menéndez Salmón


"Si la literatura es una especie de enorme expediente acerca de la naturaleza humana, la pregunta por la maldad resulta ineludible."

Ricardo Menéndez Salmón



"(Sobre la brevedad de sus libros) Por un lado, detesto los libros donde hay páginas superfluas, esos que cuentan lo que ya sabemos y toman al lector por un idiota al que hay que explicárselo todo; por otro, las exigencias de mi lenguaje, que es un lenguaje muy poderoso en la creación de imágenes e ideas, hacen que el trabajo de cada página sea agotador."

Ricardo Menéndez Salmón



"(...) Su trabajo no será más que la recreación, a lo largo y ancho del planeta, de las más refinadas, precisas y abrumadoras muestras de salvajismo que la especie humana ha sido capaz de urdir y manifestar. Y aunque siempre ha sido tentador identificar las palabras futuro, progreso e historia, lo cierto es que una mirada desmitificadora como la de Prohaska, esa mirada sobre lo que Stelenski denominó "la prosa orgánica del mundo, el denominador común que anula todas las grandes y bellas palabras", demuestra que esta triple evocación, si no abiertamente falsa, resulta, cuando menos, capciosa."

Ricardo Menéndez Salmón


"Tras tantas idas y venidas, tras tantas tentativas de viaje, a menudo el final de trayecto conduce a un lugar no muy alejado del punto de partida."

Ricardo Menéndez Salmón


"Veo mi escritura como un embudo por el que cada vez pasa menos agua, pero con la condición de que ese líquido sea cada vez más puro."

Ricardo Menéndez Salmón


"Y así como el instante de la concepción, ese misterioso empuje en el que los dos principios colisionan para cambiar el curso del mundo, resultó inaudible, con ambos actores ajenos a lo que nacía dentro de los cuerpos, así el instante de la desgracia fue también silencioso."

Ricardo Menéndez Salmón