"Aclaradas las prioridades, tomó el Diablo la palabra. -Estoy -dijo, dirigiéndose a sus siete grandes vasallos- muy descontento de ustedes. Viven aquí una vida inútil, recostados sobre laureles antiguos, y no hacen más que discutir, como si fueran teólogos. En lugar de proponer ideas originales, que favorezcan al Infierno, se la pasan divagando. (...) En resumen, ninguno de los siete sirve de nada y eso implica un mal ejemplo, que ya empieza a cundir entre los espíritus menores. Se relaja la disciplina, y yo aspiro a que el Infierno sea un modelo disciplinario. Allá ellos en el Cielo; que procedan como les plazca; que manejen a su antojo la indulgencia. El Infierno es un instituto penal, y debe funcionar sobre bases serias. Si los supremos guardianes de nuestra casa olvidan su obligación, poco a poco se irá convirtiendo, para vergüenza nuestra, en un Paraíso." "

Manuel Bernabé Mujica Láinez



"Ahora recuerdo en qué otra desencantada expresión me hace pensar la suya, en qué otros ojos observé el mismo mirar, pero no tiene nada que ver, nada que ver, es algo distinto y hasta opuesto, aunque deberé referirlo también, deberé narrarlo porque no podría acarrearlo conmigo más allá de la muerte. Parecía pueril, insignificante, pero no lo fue. Si se analiza bien se advertirá que no lo fue. Era el tono de un tipo de crueldad irreflexiva, maquinal, una crueldad que no se propone ser cruel."

Manuel Mújica Láinez
La casa



"(...) Aun falsas y producto de mi idealismo, me apasionan las imágenes que inconscientemente fragüé, y nada me haría renunciar a ellas, porque sin ellas me sentiría despojado y hueco."

Manuel Bernabé Mujica Láinez



"Cuanto la configura -la cara, el cuello, el vientre, las nalgas, las piernas, los brazos- ha sido objeto de operaciones delicadas y costosas, tan sutiles que se requieren la experiencia y el buen ojo de un especialista, para detectar las ocultas puntadas que dan firmeza y armazón al artificio, al singular muñeco, recompuesto, ajustado, pintado y teñido."

Manuel Bernabé Mujica Láinez



"El hambre le tortura en forma tal que comprende que si no la apacigua en seguida enloquecerá. Se muerde un brazo hasta que siente, sobre la lengua, la tibieza de la sangre. Se devoraría a sí mismo, si pudiera. Se troncharía ese brazo."

Manuel Bernabé Mujica Láinez


"El hombrecito del azulejo es un ser singular. Nació en Francia, en Desvres, departamento del Paso de Calais, y vino a Buenos Aires por equivocación. Sus manufactureros, los Fourmaintraux, no lo destinaban aquí, pero lo incluyeron por error dentro de uno de los cajones rotulados para la capital argentina, e hizo el viaje, embalado prolijamente, el único distinto de los azulejos del lote. Los demás, los que ahora lo acompañan en el zócalo, son azules como él, con dibujos geométricos estampados cuya tonalidad se deslíe hacia el blanco del centro lechoso, pero ninguno se honra con su diseño: el de un hombrecito azul, barbudo, con calzas antiguas, gorro de duende y un bastón en la mano derecha."

Manuel Bernabé Mujica Láinez



"He ahí lo que debía relatar en Bomarzo, pero no a través de los frescos efímeros de Jacopo del Duca, cuya posibilidad quedaría abandonada para siempre en el entrecruzamiento de los andamios, en una desierta galería del castillo, sino utilizando las rocas perennes del bosque. El bosque sería el Sacro Bosque de Bomarzo, el bosque de las alegorías, de los monstruos. Cada piedra encerraría un símbolo y, juntas, escalonadas en las elevaciones donde las habían arrojado y afirmado milenarios cataclismos, formarían el inmenso monumento arcano de Pier Francesco Orsini. Nadie, ningún pontífice, ningún emperador, tendría un monumento semejante. Mi pobre existencia se redimiría así, y yo la redimiría a ella, mudado en un ejemplo de gloria."

Manuel Mújica Láinez
Bomarzo



"La ciudad se nos escapa de entre las manos; se nos va hacia arriba y hacia la pampa. Por eso es menos nuestra. Quienes la habitaron antes de que diera el gran salto hacia las nubes y hacia el suburbio debieron quererla como a un animal doméstico, al cual se podía acariciar sin que huyera, espantadizo. En el siglo pasado, Buenos Aires era un perrazo enorme, echado junto al río sobre la playa de toscas. Sus moradores la poseían totalmente, cada uno de ellos."

Manuel Bernabé Mujica Láinez



"La envidia -proclamó el cocodrilo- resulta, si bien se mira, una virtud, y perdónenme Sus Excelencias. Merced a la envidia se han realizado obras muy importantes. Es deuda cercana de la emulación, de la competencia y, consecuentemente, del progreso. La ciencia y el arte cuentan con su eficaz apoyo."

Manuel Bernabé Mujica Láinez



La sirena continúa su viaje, río abajo, río arriba, enarcada como un cisne, flojos los brazos como trenzas, y hace pensar en ciertas alhajas del renacimiento, con perlas barrocas, esmaltes y rubíes. -¿Has encontrado? ¿Has encontrado? Suspira porque presiente que nunca hallará. Los hombres blancos son como los aborígenes: sólo hombres. Tienen la piel más fina y más clara, pero son eso: sólo hombres. Y ella no puede amar a un hombre. No puede amar a un hombre que sólo sea hombre, ni a un pez que sea sólo pez.

Manuel Bernabé Mujica Láinez



"Lo que me ha importado al escribir sobre Buenos Aires ha sido tratar de exaltarla, creándole los mitos de los cuales esa ciudad carece, porque las grandes ciudades europeas los tienen hace mucho tiempo; la mía, tenía elementos con los cuales se la podía rodear de un hálito mítico; en los cuentos de Misteriosa Buenos Aires, una de las cosas que busqué fue el vincular esta ciudad tan remota con ciertos temas universales."

Manuel Bernabé Mujica Láinez




"Los españoles, apostados cautelosamente entre los troncos, ven al fulgor de las hogueras destrenzadas por la locura del viento, las sombras bailoteantes de los salvajes. De tanto en tanto, un soplo de aire helado, al colarse en las casucas de barro y paja, trae con él los alaridos y los cantos de guerra. Y en seguida recomienza la lluvia de flechas incendiarias cuyos cometas iluminan el paisaje desnudo."

Manuel Bernabé Mujica Láinez


"Nada es tan desconsolador, para un libro, como morir virgen. A mí, casi me sucedió."

Manuel Bernabé Mujica Láinez



"Siempre he sido un hombre optimista. He creído, sigo creyendo, que todo iría a terminar bien. Buenos Aires...Ahora, cuando volví en abril, he visto la ciudad desde el puerto...El carguero iba entrando lentamente a la dársena y, ¿Sabes? , todo me pareció una maravilla. Era una mañana de sol, las casas, los rascacielos relumbraban detrás del Sheraton. Me sentí feliz de volver, de estar aquí de nuevo..."

Manuel Bernabé Mujica Láinez



"Tú que recorres el mundo en busca de grandes maravillas, ven aquí, donde encontrarás caras horribles, elefantes, osos y dragones."

Manuel Bernabé Mujica Láinez


"Una de mis grandes características ha sido quizá la inconsciencia; gracias a eso todavía ahora miro hacia delante como si me faltaran treinta o cuarenta años de existencia."

Manuel Bernabé Mujica Láinez


"Unas líneas suyas diluían el anonimato y equivalían a un minúsculo pero eficaz foco resplandeciente, proyectado, en la página del gran diario sobre el nombre escogido. Analicemos aquí brevemente la posición de cada uno, para evaluar la magnitud de su zozo­bra. Conocemos ya el problema de Leonardo Calzetti, a un tiempo prestigioso y acosado. Sus alumnos soñaban con que sus respectivas e inci­pientes obras figurasen en una próxima exposi­ción, en la que por primera vez tendrían que aguantar al crítico, si se dignaba comentarlas, y descontaban que su dependencia del Cubo des­cargaría sobre ellos la andanada que Sebastián no se aventuraba (aún) a dirigir contra su maes­tro. Nicolás Estévez, industrial abstracto, estaba en una situación similar a la de su novia María Teresa y a la de la amiga de ésta, Niní: ellos exhibían a menudo sus pinturas, en Buenos Aires, en Rosario, en Córdoba, en los Estados Unidos, en Francia, en Suiza, en Italia, en Inglaterra; las vendían (y sobre todo las regalaban) a parientes y a relaciones; eran objeto de glosas anodinas o exageradamente encomiásticas, en revistas mun­danas, en diarios del interior y en ciertas publica­ciones imprecisables del extranjero; pero nunca habían conseguido que Sebastián les dedicara una línea, por más que le enviaban sus espléndidos catálogos e invitaciones a los cocktails inaugu­rales, con el acompañamiento de seductores autó­grafos. Y Sonia que había sido citada, pese a la declaración altiva de Calzetti, en las críticas de los Salones Nacionales, a los que contribuía con insistencia anual— sólo había logrado que la incluyese en lánguidas listas, acoplándole, en algún caso, un adjetivo, que era más una broma inspirada por la obesidad monstruosa de sus crea­ciones, que un juicio sobre su estético nivel. De este resumen deducirá el lector la intensidad del señuelo que las entradas y salidas de Sebastián Nogales en el Palacio constituía para los men­tados. No bien se divulgó en los talleres la noti­cia de la frecuencia puntual con que concurría a la casa, se obstinaron en su acecho. Los asom­braba su constante aplicación a visitar a Leon­tina y también que hubiese desplazado a su clien­tela, pero (con más razón los que pintaban) recalcaban aquello de "sobre gustos y colores...", refiriéndose a su preferencia sexual, porque jamás de los jamases, jamás en la perra vida, aunque los hubiesen torturado, se les hubiera ocurrido que los absurdos cuadros de Leontina pudiesen ejercer una pizca de atractivo sobre el desdeñoso Sebastián. Sólo Aníbal Charlemagne conocía el secreto, y lo guardaba para sí."

Manuel Mújica Láinez
Los cisnes



"Y cuando los últimos rezagados se apresuraban hacia sus localidades, porque era inminente la disminución de las luces y el resurgir del Hongo conductor, nacido de la Madre Tierra, se produjo la novedad. En el avant-scène del Presidente de la República, el frontero del que corresponde a la Intendencia, desierto durante el acto inicial, aparecieron varias personas.
Eran cuatro hombres, uno de ellos con uniforme militar, dos gordos rechonchos y un caballero delgado y alto, de pelo ceniciento, nariz voraz como un pico de halcón, ojos fijos, grises y duros, también de halcón, en quien se había concentrado la expectativa de los restantes, pues se produjo allí un movimiento de intercambiadas cortesías, con obvia dificultad para los obesos, a fin de que el flaco aceptase el lugar preferente. Pocos, entre el público, lo reconocieron, no obstante que los diarios habían publicado su fotografía, hacía una semana, pero vistiendo una chaqueta a cuadros, con sombrero tirolés en la diestra, junto a la escalerilla del barco."

Manuel Mújica Láinez
El gran teatro





"Yo no he tenido nunca seguridad como escritor. ¿Qué escritor la tiene? Yo no marqué ningún camino, pero lo que sí es cierto es que he podido ver cómo los libros míos se dividen en distintos períodos: el período porteño; luego, los libros de reconstrucción histórica; después los libros en que despego de la historia; por fin, el retorno a los tiempos primeros. Esas distintas etapas se conjugan en cierto modo y sin duda crean una unidad: son como peldaños."

Manuel Bernabé Mujica Láinez