"Adoraba a los hombres y enloquecía de deseo reprimido. Eso me empujó a sucesivas aventuras con jazzistas poco dignos de confianza. El sexo no era lo que imaginé. Era tensión, olor y alianzas prosaicas poco convenientes. Fue una revelación dulce y triste, y se truncaron todas mis esperanzas."

James Ellroy

"(...) Al quitarles la vida, los conocí en los momentos más exquisitos de su existencia."

James Ellroy



"Añadí que era un ex boxeador, que quizá pronto iba a ser un ex policía, demasiado viejo de espíritu para volver a los combates y demasiado temperamental para llevar una vida de paisano..."

James Ellroy


"Botellas: whisky, gin, brandy. Letreros centelleantes: Schlitz, Pabst Blue Ribbon. Marineros bebiendo cerveza fría, gentes felices aturdiéndose con bebida. El apartamento de Hudgens estaba a una calle. El alcohol le daría agallas. Lo sabía antes de seguir a Bud White. Ahora tenía mil razones más.
—Última ronda —gritó el barman. Jack terminó la soda, se apretó el vaso contra el cuello. Recordó el día. De nuevo.
Millard dice que Duke Cathcart estaba involucrado en un negocio para vender material porno.
Bud White visita a Lynn Bracken, una de las prostitutas semejantes a estrellas de cine. Se queda dentro dos horas; la prostituta lo acompaña al salir. Jack sigue a White a su casa, empieza a atar cabos: White conoce a Bracken, ella conoce a Pierce Patchett, él conoce a Hudgens. Sid sabe acerca del Malibu Rendezvous, Dudley Smith quizá sabe algo. La razón de Dudley para el seguimiento: White perturbado por el asesinato de una ramera.
Vibrantes anuncios de cerveza: monstruos de neón. Nudilleras en el coche, Sid podría ceder, entregarle el archivo.
Jack se acercó a la casa de Hudgens. Ninguna luz encendida, el Packard de Sid junto a la acera. La puerta: la nudillera como llamador.
Treinta segundos. Nada. Jack tanteó la puerta. No cedió. Forzó la jamba. La puerta se abrió.
Ese olor.
Cámara lenta: pañuelo afuera, arma en mano, codo contra la pared. El interruptor, sin dejar huellas. Interruptor abajo, luces encendidas.
Sid Hudgens descuartizado en el suelo: una alfombra empapada de negro, en el suelo un charco de sangre.
Brazos y piernas cercenadas, formando ángulos abruptos con el torso.
Abierto de la entrepierna al cuello, huesos blancos asomando en carne roja.
Muebles tumbados, carpetas arrojadas sobre un retazo limpio de la alfombra.
Jack se mordió los brazos para sofocar los gritos.
Ninguna huella sanguinolenta. El asesino debía de haber escapado por la puerta trasera. Hudgens desnudo, embadurnado con una pátina negra rojiza. Las extremidades separadas del torso, viscosidad en los tajos, ondas como en la tinta de los libros obscenos.
Jack se dio prisa. Rodeó la casa, recorrió la calzada. La puerta trasera: entornada, derramando luz. Adentro: un suelo lustroso. Ninguna huella, rastros borrados. Entró, halló sacos de comestibles bajo el fregadero. Avanzó temblando hacia el salón. Archivos: carpetas, carpetas, carpetas, una, dos, tres, cuatro, cinco sacos. Dos viajes hasta el coche.
Una tranquila calle de Los Ángeles a las dos y veinte; trató de calmarse. Miles de personas tenían motivos. Nadie sabía que había visto los libros pornográficos. Las mutilaciones se podían atribuir a un psicópata.
Tenía que encontrar su archivo.
Jack apagó las luces, serró la puerta delantera con las esposas: que pensaran que era un ladrón. Se marchó sin rumbo preciso.
Se hartó de conducir."

James Ellroy
L. A. Confidential



"Cuando pienso en lo que ocurrió ese verano, no pienso en mí mismo, sino en el resto de la gente involucrada. Nada de lo que ocurra antes o después podrá cambiar lo que ocurrió ese verano, cuando formé parte de la música enferma y trágica de tantas vidas. Ese verano fue mi concierto para orquesta particular (cada instrumento de la orquesta tenía un sonido igual y diferente a la vez del resto de los instrumentos)."

James Ellroy


"(...) Como todos los seres humanos, me uní a un amante bien parecido que llenó de gracia mis propios espacios en blanco, dejando partes de mi voluntad en suspiros y abrazos. Pero, a diferencia de la mayoría de los seres humanos, no permití que mi deseo me destruyera."

James Ellroy



"Conclusiones: El sargento Hopkins, de cuarenta y dos años, está experimentando una reacción de estrés acumulativo, de carácter grave; está sufriendo un serio agotamiento nervioso, exacerbado por una intransigente determinación por resolver sus problemas él solo, una resolución que, implícitamente, refuerza el desorden de su personalidad e imposibilita un tratamiento continuado."

James Ellroy


"Conozco mis derechos. Llevo retenido casi veinticuatro horas. O me plantáis acusación formal en veinticuatro horas o me soltáis."

James Ellroy


"Durante el frío y triste invierno de 1951 trabajé en la patrulla de Wilshire, jugué mucho al golf y busqué la compañía de mujeres solitarias para relaciones de una noche."

James Ellroy


"El mundo que compartimos es humanamente incuantificable e ideológicamente confuso."

James Ellroy


"El sargento Lloyd Hopkins celebró el diecisiete aniversario de su ingreso en el Departamento de Policía de Los Ángeles, del modo habitual: cogió una copia de computador de los crímenes más recientes y de los informes de los interrogatorios de la División Rampante, y se dirigió a su viejo barrio para respirar el pasado y el presente desde la ventaja que le conferían sus diecisiete años de protector de la inocencia."

James Ellroy



"El tiempo y el lugar me imponen. (...) Hoy es hoy y no volverá a ser."

James Ellroy


"Ella era ni más ni menos que mi salvación."

James Ellroy


"En Vietnam no tenemos nada que hacer, a menos que estemos dispuestos a ganar, y eso significa lanzar la bomba H."

James Ellroy


"Era una promesa sobre la cual podía ir construyendo algo e hizo que siguiera yendo al archivo. En mis días libres y con Kay en su trabajo, no tenía nada que hacer, así que lo leí una y otra vez. Faltaban las carpetas de la R, la S y la T, lo cual suponía una molestia pero, aparte de eso, era la perfección misma. Mi mujer real de ahora había hecho retroceder a Betty Short más allá de una Línea Maginot al terreno de la curiosidad profesional, así yo leía, pensaba y hacía hipótesis con la meta de convertirme en un buen detective..., el camino en el cual me hallaba hasta que hice funcionar esa alarma. Algunas veces, tenía la sensación de que en esos hechos había conexiones que rogaban ser establecidas; otras veces, me maldecía a mí mismo por no tener un diez por ciento más de sustancia gris; en ocasiones los papeles sólo, me hacían pensar en Lee.
Seguí con la mujer a la cual él había salvado de una pesadilla. Kay y yo jugábamos a las casitas tres o cuatro veces a la semana, siempre tarde, dado el turno que yo tenía ahora. Hacíamos el amor a nuestra tierna manera particular y hablábamos esquivando los acontecimientos desagradables de los últimos meses. Aunque me mostrara amable y bondadoso, por dentro seguía hirviendo con el ansia de que se produjera una conclusión exterior a mí..., que Lee volviera, que el asesino de la Dalia estuviera sobre una bandeja, otras sesión de Flecha Roja con Madeleine o Ellis Loew y Fritzie Vogel clavados en una cruz.
Lo que siempre llegaba con eso era ver de nuevo en una fea ampliación mi imagen que golpeaba a Cecil Durkin, seguida por la pregunta: «¿Hasta dónde habrías llegado esa noche?».
Durante mis rondas, esa pregunta me acosaba con más fuerza que nunca. Hacía la Cinco Este, desde Main a Stanford, la peor zona. Bancos de sangre, licorerías que sólo vendían medias pintas y minibocadillos, hoteles de cincuenta centavos la noche y misiones medio en ruinas.
Allí la regla escrita era que los agentes de a pie no se andaban nunca con bromas. Las pesadillas de borrachos eran dispersadas a golpes de porra; los tipos que intentaban ser cogidos en la lista de algún negrero cuando se ponían demasiado pesados y no había trabajo eran echados a empujones.
Recogías borrachos y gente que vivía rebuscando en la basura, para cumplir con la cuota, sin hacer ninguna discriminación, y les dabas una paliza si intentaban escaparse del furgón. Era un trabajo horrible y asqueroso y los únicos agentes buenos en él eran los tipos trasladados de Oklahoma a los que se cogió en el Departamento durante la falta de hombres producida por la guerra. Yo patrullaba pero no me lo tomaba demasiado en serio: rozaba a los tipos con mi porra, sin apretar; les daba calderilla a los borrachos para sacarlos de la calle y meterlos en las tabernas donde no me vería obligado a lidiar con ellos y obtenía cuotas bajas en mis recogidas. Conseguí la reputación de «el blando» de la Central; Johnny Vogel me pilló en dos ocasiones en que le daba calderilla a un borracho y se rió a carcajadas. Después de mi primer mes vestido de uniforme, el teniente Jastrow me puso una D, lo más bajo posible, en su apreciación de mi capacidad: uno de los chupatintas me contó que citaba mi «Renuencia a emplear la fuerza necesaria con los delincuentes recalcitrantes». A Kay le hizo mucha gracia eso pero yo imaginé una montaña de papeles con malos informes tan alta que ni toda la influencia de Russ Millard sería capaz de hacerme volver a mi trabajo.
Así pues, me hallaba en el mismo sitio que antes del combate y la votación sobre los fondos, sólo que un poco más al este y andando a pie. Durante mi ascensión a la Criminal, los rumores hicieron furor; ahora, las especulaciones se centraban en mi caída."

James Ellroy
La dalia negra


"Es hora de desmitificar una época y de construir un nuevo mito desde el arroyo hasta las estrellas. Es hora de descubrir a los hombres malvados de entonces y de averiguar el precio que pagaron para definir su época entre bastidores, en secreto."

James Ellroy


"Es un hombre de una arrogancia asombrosa. Es el clásico hombre inteligente que en realidad no es brillante y debe convencer al mundo de que sí lo es."

James Ellroy

"Hay gente incapaz de responder adecuadamente a la cortesía."

James Ellroy



"Hay una bestia en mí. Destruyo a aquellos a quienes no puedo controlar. Debo cerciorarme de que las personas cercanas a mí tienen intereses idénticos a los míos. Soy benévolo dentro de esa estructura. Fuera de ella soy un ser horrendo."

James Ellroy



"La clave del prodigio se hallaba en la muerte. Ya había matado, por dos veces, y aquello me había cambiado. Pero la clave no residía en la muerte, sino en el descubrimiento de lo que había conducido a ella."

James Ellroy


"La expresión "en serie" significa que uno siempre pasa al siguiente. Ya se trate de amante o de víctima de asesinato, uno pasa al siguiente y punto."

James Ellroy



"La Historia afecta tanto a los individuos como a las naciones. La Historia adopta la forma de una deuda descomunal que las personas corrientes pagan con sangre."

James Ellroy



"La increíble oscuridad de las habitaciones indicaba demencia total."

James Ellroy



"La noche está para ser conquistada; sólo quien se halla por encima de sus leyes puede conseguir el botín y sobrevivir."

James Ellroy


"La perversión era espantosa pero continuamente excitante, como ser un glotón que merodea en una casa extraña y oscura veinticuatro horas al día."

James Ellroy


"La sangre flotaba en el aire y la lógica prevaleciente de la noche habría de ser la rectitud nihilista."

James Ellroy


"La verdad es que, en un momento dado, cualquier cosa es posible."

James Ellroy



"Le aterra perder su credibilidad como psiquiatra. El secreto profesional, ya sabes. Es un buen refugio para los abogados, y a los médicos también les gusta."

James Ellroy


"(...) Le llevó largo rato asimilar lo que estaba ocurriendo, la lógica perfecta de la autodestrucción que se extendía ante sus ojos."

James Ellroy


"Los muertos pertenecen a los vivos que más obsesivamente los reclaman."

James Ellroy


"Los policías sufrían las mismas tentaciones que los civiles, pero debían contener sus instintos en mayor grado para servir como modelos morales ante una sociedad cada vez más erosionada por la creciente influencia del comunismo, el crimen, el liberalismo y la obnubilación moral."

James Ellroy


"Me abandono a la oración cuando el mundo se me antoja incomprensible y solo el recurso a lo incomprensible tiene sentido."

James Ellroy



"Me acerqué a una gasolinera y le pregunté al encargado si conocía el lugar donde había ocurrido el asesinato, acompañando la pregunta con una macabra sonrisa. Me contestó con la misma sonrisa, pero antes de darme las instrucciones sobre cómo llegar, elaboró una teoría completa sobre la matanza: la mafia era la responsable. Como los caddies no querían darles una parte de los beneficios de las drogas, los eliminaron."

James Ellroy


"Me alegra que estar contigo sea peligroso. Resulta reconfortante."

James Ellroy


"Me sentí diez veces más asustado de lo que jamás había estado en el ring, y no porque el caos estuviera acercándose a nosotros desde todas las direcciones. Me sentía aterrado, porque, en realidad, los buenos eran los malos."

James Ellroy


"Mi estado natural perpetuo es la soledad."

James Ellroy



"Mi meta en esta vida es hacer excelentemente bien "nada". Mi fallo fue que me gustaba hacerlo con coches robados..."

James Ellroy



"No se llevaba bien con nadie y no le importaba. No era un tonto, ni un atleta ni un hijo de puta. Tampoco era un solitario, simplemente era diferente."

James Ellroy


"No se puede perder lo que no se ha tenido nunca."

James Ellroy


"(...) Otras seiscientas horas largas de escucha le enseñaron dos cosas más: que justo cuando Kinsey le decía a un paciente, "Hábleme de sus fantasías", brotaba la verdad más profunda que yacía en los más recónditos laberintos de su mente detrás de una puerta verde. Y dos, que él, John Havilland, era capaz de hacer que determinadas personas (rigurosamente seleccionadas y con informes secretos sobre su vida), por medio de estímalos adecuados, rompieran esas puertas para perpetrar sus fantasías, más allá de los convencionalismos de moral y de conciencia. El mismo Havilland podría rebasar así su ya absoluto conocimiento de la estupidez humana y acceder a un nuevo reino de la noche, que aún no podía ni imaginar. La noche está para ser conquistada; sólo quien se halla por encima de sus leyes puede conseguir el botín y sobrevivir."

James Ellroy


"Sabiendo que no podía registrar personalmente el piso de Marty Bergen, se fue a su casa y llamó a la oficina del shériff de Hollywood Oeste, explicando brevemente el caso y transfiriendo a ellos el trabajo de registrar los moteles y detener a Marty Bergen si le encontraban; no les contó lo que sabía del extracto de la cuenta bancaria.
Surgían nuevos interrogantes en el laberinto en que se estaba convirtiendo el caso Herzog/Goff. ¿Se había suicidado Jungle Jack Herzog? En ese caso, ¿dónde estaba el cadáver, quién se había deshecho de él, y quién había borrado todas las huellas del piso? Las «extrañas» galeradas de Bergen indicaban que había visto los expedientes robados por Herzog. ¿Dónde estaban? ¿Cuál era el significado real de aquel artículo suicida? ¿Dónde se encontraba Bergen? ¿Hasta qué punto estaba complicado en el caso?
No conseguía que encajase nada; Lloyd reconoció que se sentía desequilibrado, hambriento y empezando a perder el contacto, y que el remedio mejor era una tarde de descanso. Cenó unas lonchas de jamón y un tarro de queso fresco; salió a la terraza a contemplar el ocaso fundirse con la oscuridad, encantado ante la idea de no pensar.
Pero pensó.
Recordó las colinas en terrazas y las casas de los antiguos moradores y aquellas noches en vela de los años cincuenta oyendo los aullidos de los perros encerrados en la perrera municipal, a dos manzanas de su casa. Al barrio de Silverlake le pusieron el mote de «Villaperros»; en el 55 y 56 formaba parte de la banda de los chavales de Villaperros; a él le llamaban «Hombre Perro» y «el Rescatador». Los constantes alaridos, aunque lastimeros, eran como combustible de un sueño misterioso y romántico. Algunas noches los perros se abrían camino con dientes y garras a la libertad, aunque sólo para quedar aplastados por autos trucados en la curva sin visibilidad junto a la ventana de su cuarto. Cuando iba por la mañana al colegio ya había retirado los restos y el viejo «señor» Hernández, el vecino, había regado el asfalto; pero Lloyd sentía y olía, casi cataba la sangre. Y al cabo de un tiempo ya no se pasaba la noche escuchando, sino que se encogía antes del inminente atropello.
Aquel otoño del 56 quedó en los huesos de no dormir; tenía que hacer algo para recuperar aquella sensación de milagro que siempre sintió después del oscurecer. Porque la noche estaba para descansar y tener bellos sueños, y sólo el que luchaba por su santuario merecía tener un recinto propio.
Lloyd inició el ataque contra la muerte. Primero construyó en casa, con cartón y letreros, un desvío para cerrar los dos extremos de la «curva del perro muerto» y evitar el paso de conductores temerarios. El truco funcionó dos noches hasta que un esnifador de pegamento, de la banda de la Calle Primera, estrelló su Chevy contra la valla y embistió una serie de coches aparcados en la acera para acabar chocando de culo con un coche patrulla.
Al día siguiente, después de pagar la fianza, salió en busca del cabrón que había colocado aquellos cartones, sonriendo cuando se enteró que era un chaval de catorce años, algo loco, llamado Hombre Perro y Rescatador. Un chalado dispuesto a pasar la noche en un saco de dormir en la curva del perro muerto para que nadie jugase a carreras en su parcela.
Aquella noche, el joven Lloyd Hopkins, de catorce años, uno ochenta y cinco y ochenta kilos, empezó una serie de peleas a puños desnudos que dejaron como anticuados los apodos de Hombre Perro y Rescatador para ganar un nuevo mote: Conquistador. Las peleas duraron diez noches seguidas, ocasionándole dos roturas de nariz y un total de cien puntos de sutura, pero acabó con los bólidos temerarios en el cruce de Griffith Park con Saint Elmo.
Cuando su nariz curó por segunda vez y sus manos hinchadas recobraron su dimensión normal, Lloyd abandonó la pandilla de Villaperros. Sería un policía y no estaba bien que en su historial constaran antecedentes de bandas callejeras.
Volvió con sobresalto al presente al oír el timbre del teléfono. Se fue a la cocina y lo cogió."

James Ellroy
A causa de la noche



"(...) Saqué mi hacha de acero mate forrado de teflón con el filo garantizado y le lancé un golpe al cuello con ella. La cabeza quedó limpiamente separada del tronco y de la cavidad brotó sangre; los brazos y las piernas se movieron espasmódicamente y, acto seguido, todo su cuerpo se desplomó al suelo. La fuerza del golpe me hizo girar en redondo y, durante un segundo, mi visión abarcó la escena completa: las paredes salpicadas de sangre, el cadáver expulsando un géiser arterial por el cuello, mientras el corazón seguía latiendo por reflejo."

James Ellroy


"¿Se ha preguntado alguna vez por qué uno se empeña en hacer cosas que sabe de antemano que no funcionan? (...) Tal vez porque alrededor de nuestros sueños principales todo va cambiando continuamente, y aunque uno siga haciendo las mismas cosas, busca nuevas respuestas."

James Ellroy



"Seguí el lío Clinton-Lewinsky. Desarrollé un odio bien razonado y moralmente sano hacia Bill Clinton. Tendría que haber sido más listo. Robó la dignidad a una mujer. Ella es ahora el sinónimo mundial de la mamada. Es una cadena perpetua. Lo que cobra por aparecer en la prensa no le compensará."

James Ellroy


"Si se tomaba como base el daño que nos habíamos inflingido el uno al otro durante el combate, no había habido ganador."

James Ellroy


"Sintomáticamente, el sargento Hopkins, un "policía duro" y sibarita declarado, como él mismo se describe, ha seguido sus impulsos violentos y sus deseos sexuales con el fervor atolondrado de un auténtico sociópata."

James Ellroy



"(...) Soy el mejor que hay. Hablando en plata, soy una jodida obra de arte."

James Ellroy


"Su despedida: somos demasiado guapos para perder."

James Ellroy


"Tengo que decirte algo -dije-. No soy policía, soy un investigador privado. Te he traído aquí ilegalmente. Te puedes abrir, o, si quieres, te llevo en coche adonde quieras."

James Ellroy


"(...) Todo me asustaba. Leía novelas policíacas, fantaseaba y me masturbaba. Era un adolescente misántropo, híbrido de gato asustado."

James Ellroy


"Todo se redujo a dinero, el común denominador que todo lo iguala."

James Ellroy


"Todos los actores están zumbados. Son su arte. Su don es la personificación. Es un arte no meditativo. Su objetivo es convertirse en algo que no son."

James Ellroy



"(...) Tú también eres un mirón, muchacho. Has entrado en contacto con tus propias tendencias oscuras y ahora disfrutas con la emoción de ser un mero espectador."

James Ellroy


"Un asesino se convierte en asesino después de matar a alguien."

James Ellroy


"(...) Un auténtico ejemplo tanto de maestría en el lenguaje como de brillantez y genialidad en la exposición de motivos evidentes para llegar a ser un psiquiatra."

James Ellroy


"Vi celebrar el final de la Segunda Guerra Mundial desde las ventanas de mi despacho, en Los Ángeles. El departamento de órdenes de detención de la División Central ocupaba todo el lado norte de la planta undécima del ayuntamiento, por lo que disponía de una atalaya alta y despejada. Vi empleados que bebían directamente de la botella en el aparcamiento del edificio de Registros, al otro lado de la calle, y agentes de uniforme que formaban una escuadra antidisturbios y se dirigían a Little Tokio, a unas manzanas de distancia, dispuestos a reprimir una conga de jóvenes manifestantes que, armados con garrotes, parecían decididos a dejar corta la bomba atómica."

James Ellroy



"Vivo en el pasado, me la suda el futuro y me la suda el presente."

James Ellroy



"Volvió a descargar su hacha una y otra vez hasta empaparse en sangre, y hasta que la sangre estalló en su rostro, en su boca y a través de su cerebro y toda su alma se tornó roja de amor; el rojo intenso de las flores que al día siguiente mandaría a su verdadero amor."

James Ellroy



"(...) Y el aspecto más peligroso del comunismo, su herramienta más insidiosamente eficaz, es que se oculta bajo un millón de estandartes, un millón de banderas, títulos y siglas, propagando el cáncer bajo un millón de disfraces, todos ellos destinados a pervertir y corromper en nombre de la compasión, el bien y la justicia social."

James Ellroy


"Y si he ganado tu credibilidad retratándome abiertamente, con fragilidades incluidas, créeme si te digo lo siguiente: he alcanzado puntos de poder y de lucidez que no pueden medirse por ningún parámetro lógico, místico o humano. Tal era la santidad de mi locura."

James Ellroy