"(...) A mí me encantaba siempre verla dibujar: lo hacía rápidamente con enorme facilidad, y uno recibía la impresión de que no podía esperar para expresar con líneas lo que pensaba. Naturalmente, mis pensamientos de aquel día distaban mucho de ser alegres. Era típico de mi carácter no haber trazado plan alguno para la emergencia. No sé que pensaba que iba a suceder. No sé siquiera si no pensé en cumplir el convenio que teníamos, aunque el mismo me había sido impuesto, y las promesas forzadas no son promesas, según suele decirse."

John Robert Fowles


"Ayscough va tomando a sorbos su cordial (cerveza aderezada con un chorrito de aquel profiláctico contra brujas y diablos del que se había hecho mención recientemente, el ajenjo) mientras Jones come abajo, donde le corresponde, en medio de un silencio que, por una vez en su vida, agradece pero sin el aliciente del alcohol, lo cual ya le resulta más ingrato. El crudo y chovinista desdén del abogado hacia su testigo, aunque ofensivo, es puramente convencional y poco tiene que ver con la nacionalidad galesa de Jones. Por encima de un cierto listón y a pesar de su obsequioso y ridículo respeto hacia la aristocracia, la sociedad de la época era relativamente fluida; con un poco de suerte y talento, personas de origen bastante humilde podían prosperar y llegar a ser distinguidos eclesiásticos, eminentes profesores de Oxford o Cambridge —como Mr. Saunderson, que era hijo de un recaudador de impuestos—, ricos comerciantes, abogados —como el propio Ayscough, hijo menor de un modesto vicario rural del Norte—, poetas —el padre de Pope tenía una lencería—, filósofos y otras muchas cosas. Por debajo del listón, sin embargo, la sociedad se consideraba estática; a los ojos de los de arriba, aquellas gentes no tenían posibilidades y su destino estaba decidido desde el momento de su nacimiento. Aquella línea divisoria se mantenía firme con la ayuda de lo que la sociedad inglesa de la época hacía objeto de máxima reverencia, la idolatría incluso, la propiedad de la tierra y de los bienes inmuebles en general. Un inglés convencional de la época podría haber afirmado que la institución más venerada por su nación era la Iglesia anglicana; pero en realidad ésta sólo era objeto de las manifestaciones externas de la religiosidad del país, cuyo auténtico credo consistía en un profundo respeto por el derecho a la propiedad. Era éste un sentimiento común a todas las categorías, salvo la ínfima, y determinaba en gran medida su comportamiento, sus opiniones y su ideología. Los protestantes, es decir los que rechazaban las doctrinas de la Iglesia oficial, podían ser excluidos de los cargos oficiales y electivos (exclusión que les permitía prosperar en el comercio); pero también para ellos la propiedad era sacrosanta, tanto la propia cómo la ajena. Pese a sus diferencias doctrinales, muchos disidentes se mostraban dispuestos a tolerar a la Iglesia anglicana siempre que protegiera el derecho a la propiedad, y siempre que mantuviera su militancia contra los enemigos del ala opuesta, los condenados papistas y jacobistas. Lo que la nación entera quería preservar a toda costa no era tanto la teología de la Iglesia oficial como el derecho y defensa de la propiedad. En ello comulgaban desde el modesto propietario hasta el mayor hacendado de ideas liberales, que, en extraña alianza con la City, con los prósperos disidentes y con los obispos, controlaban el país de forma mucho más eficaz que el Rey y sus ministros. Aunque parecía que Walpole detentaba el poder, en realidad no hacía sino pulsar con sensibilidad los deseos del país.
La propiedad, pues, a pesar del florecimiento del comercio, seguía siendo una inversión mucho más popular que las nuevas acciones de las empresas. El caso de la Compañía de los Mares del Sur, que en 1721 había estallado como una pompa de jabón, hizo mermar la confianza en este sistema de aumentar el capital. Podría suponerse que esta obsesión general por la propiedad tenía que haber barrido, a través del Parlamento, las anacrónicas leyes relativas a la propiedad y su adquisición, y aquella pesadilla del sistema de registro de Chancery, complicado y dilatorio (que desafiaba incluso a los más insignes especialistas de la época). No, aquí el amor a la propiedad iba de la mano del otro gran mito de la Inglaterra del siglo XVIII. Era ésta la convicción de que el cambio no trae progreso sino anarquía y desastre. Non progresi est regredì, dice el adagio; el inglés de la época de Jorge II omitía el non. Por ello, aunque a la sazón la mayoría se consideraban whigs, es decir reformistas, parlamentaristas y liberales, en realidad eran tories en el sentido moderno, es decir, reaccionarios. Así pues, por encima del listón, el temor al populacho era casi universal, tanto entre los whigs como entre los tories, entre los anglicanos como entre los disidentes. Y es que el pueblo bajo amenazaba con la agitación política, el cambio; y, lo que era peor, amenazaba la propiedad. El medio utilizado para hacerle frente a través de los magistrados y la milicia, el Riot Act o Decreto Antidisturbios de 1715, adquirió un carácter casi sagrado, en tanto que la ley inglesa de enjuiciamiento criminal seguía siendo bárbara y brutal, con draconianos castigos para todo el que atentara contra la sacrosanta propiedad, aunque no fuera más que con un pequeño hurto. «Ahorcamos a los hombres por nimiedades y los desterramos (a la América de los convictos, precursora de la Australia de los convictos) por insignificancias», —dijo Defoe en 1703—. Ahora bien, la ley inglesa tenía la fortuita ventaja de carecer de una fuerza policial que la apoyara, por lo que su capacidad de detección del delito e incluso de arresto del delincuente era mínima."

John Fowles
Capricho


"(...) Creo que la historia de anoche, esa sobre Seidevarre, encierra alguna clave. La importancia de lo misterioso en la vida. La necesidad de no dar nada por supuesto. Un mundo en el que no hay nada seguro. Creo que eso es lo que ha estado tratando de crear aquí."

John Robert Fowles


"Cuando una persona dibuja algo, ese algo vive, pero al fotografiarlo, muere."

John Robert Fowles


"El número de circunstancias favorables al acusado era tan grande que hoy resulta difícil creer que pudieran someterle a juicio, y no digamos condenarle. En primer lugar, en Saumur era del dominio público que Marie estaba mortificada por la ostensible admiración que La Ronciére sentía por la hermosa madre de la muchacha, de quien Marie tenía una profunda envidia. Luego, la noche de la tentativa de violación, la casa estaba rodeada de centinelas y ninguno advirtió nada extraño, a pesar de que el dormitorio de Marie estaba en el último piso y para llegar hasta él habría habido que «montar» una escalera y habrían hecho falta tres hombres para transportarla; es decir, una escalera que habría dejado profundas huellas en la tierra blanda del jardín..., y la defensa puso en claro que no había tales huellas. Además, el vidriero que había reparado la ventana declaró que todos los vidrios rotos habían caído fuera de la casa y que, de todos modos, era imposible alcanzar el cierre a través del pequeño orificio practicado. Luego la defensa preguntó por qué, durante el ataque, Marie no había gritado pidiendo auxilio; por qué Miss Alien, que tenía el sueño muy ligero, no se había despertado al ruido del forcejeo; por qué ella y Marie decidieron volver a la cama sin despertar a Madame de Morell, que dormía en el piso de abajo; por qué la herida del muslo no había sido examinada hasta varios meses después del incidente (y se calificó luego de ligero arañazo, completamente cicatrizado); por qué Marie asistió a un baile dos noches después y llevó una vida perfectamente normal hasta que se practicó el arresto, en cuyo momento sufrió un ataque de nervios (la defensa estableció también que no había sido el primero de su aún corta vida); por qué seguían llegando cartas a casa de los Morell a pesar de que La Ronciére se encontraba en prisión esperando el juicio y sin un céntimo; por qué una persona que escribía cartas amenazadoras no se había preocupado de disimular su letra (que era fácil de falsificar) y, además, las firmaba; por qué las cartas estaban escritas sin faltas de ortografía ni de gramática (a los estudiantes de francés les interesará saber que La Ronciére se olvidaba indefectiblemente de la concordancia del participio pasado), cosa que no ocurría en la correspondencia auténtica que se exhibió en el juicio para comparación; por qué las cartas incriminadoras parecían estar escritas en un papel idéntico al encontrado en el escritorio de Marie, según testificó el mejor especialista en la materia de la época. Por qué, por qué y por qué, en suma. Para colofón de las dudas, la defensa señaló que con anterioridad se habían encontrado en la casa de París de los Morell cartas parecidas a aquéllas en una época en que La Ronciére se hallaba destinado en la otra parte del mundo, en la Guayana."

John Fowles
La mujer del teniente francés


"¡El poder de las mujeres! Jamás me he sentido tan plenamente dueña de misterioso poder. ¡Los hombres dan risa! ¡Somos tan débiles físicamente...! ¡Somos tan incapaces ante ciertas cosas...!Y yo sigo siéndolo hasta hoy. Pero, no obstante, somos más fuertes que ellos. Podemos resistir su crueldad, mientras que ellos no pueden resistir la nuestra."

John Robert Fowles


"Era una muchacha imprevisible. Siempre estaba criticando mi modo de hablar. Recuerdo que un día me dijo: ¿Sabe lo que hace usted? ¿Sabe cómo la lluvia le arrebata el color a todo? Pues eso precisamente es lo que hace usted con el idioma inglés. Cada vez que abre la boca para decir una palabra, la esfuma, la borra, la emplasta."

John Robert Fowles



"(...) Es como el fútbol. Dos bandos pueden desear ardientemente vencerse el uno al otro, y hasta odiarse mutuamente como bandos, pero si alguien se acercase para decirles que el fútbol es un juego idiota, que no merece la pena de jugarse o interesarse por él, se unirían para oponerse al intruso. Lo que cuenta es lo que se siente, y nada más. ¿No lo comprende?"

John Robert Fowles



"Eso de que la gente te guste no es más que una ilusión que tenemos que cultivar en nosotros mismos para poder vivir en sociedad."

John Robert Fowles



"Habla usted como ciertos cirujanos. Esos a los que no parece interesarles tanto el paciente como la operación. No me gustaría estar en manos de un cirujano que no pensase así."

John Robert Fowles



"La batalla había terminado. Hubo unos trece mil muertos de nuestro lado. Trece mil cerebros, memorias, amores, sensaciones, mundos, universos -porque la mente humana es un universo con mayor derecho a este título que el propio universo-, y todo ello por unos locos e inútiles metros de barro."

John Robert Fowles


"La clave radicaba quizás en el hecho de que yo no era imprescindible. Me estaban dando una oscura lección metafísica acerca de cuál es el lugar que ocupa el ser humano en la existencia, acerca de las limitaciones de todo egocentrismo."

John Robert Fowles


"La riqueza es un monstruo. Necesitas un mes para aprender a controlarla financieramente. Y muchos años para aprender a controlarla psicológicamente."

John Robert Fowles


"La verdad se precipitó sobre mí como una aplastante avalancha. Yo no era un poeta. Saberlo no me produjo ningún consuelo, sino solamente una feroz cólera contra la evolución, que permitía que coexistieran tanta sensibilidad y tanta impotencia en una misma mente. En un mismo yo, el mío, que chillaba como una liebre cogida en una trampa."

John Robert Fowles


"Llegará el día en que tengas que rendir cuentas de lo que me has hecho. Y si hay justicia en el cielo, tu castigo abarcará la eternidad."



John Robert Fowles

La mujer del teniente francés




"Lo único que realmente importa es sentir y vivir lo que uno cree, siempre que sea algo más que una simple creencia en el propio bienestar."

John Robert Fowles


"Los lobos nunca cazan en solitario, sino siempre en manada. El lobo solitario no es más que un mito."

John Robert Fowles



"Me hace cambiar de ropa quiere que baile con él metafóricamente hablando, que le intrigue, le encandile, le asombre. ¡Es tan mentalmente lerdo, tan falto de imaginación, tan carente de vida! Blanco como el zinc. Veo que lo que ejerce sobre mí es una especie de tiranía. Me obliga a mostrarme cambiable a obrar. A alardear. Es esa odiosa tiranía de las personas débiles..."

John Robert Fowles





"No tenía ningún plan; Sólo el instinto del niño que quiere regresar a su casa."

John Robert Fowles



"Nuestra más grave y definitiva perversión es esa ansia de arriesgar nuestras vidas. Venimos de la noche y vamos hacia la noche. ¿Qué necesidad hay de vivir en la noche?"

John Robert Fowles


"¿Por qué tiene siempre presentes esas estúpidas palabras "sucio, feo, correcto, digno"? ¿Por qué le preocupa tanto lo que es o no correcto? Usted es como una viejecita que opina que el casamiento es sucio, y que todo lo que no sean tacitas de té tomadas en una habitación antigua con olor a humedad, es sucio y feo. ¿Por qué se empeña usted en despojar de toda vida a la vida? ¿Por qué da muerte a toda la belleza?"

John Robert Fowles



"Quiero decir que la belleza lo confunde a uno, hasta que llega el momento en que ya no sabe qué es lo que quiere hacer, ni lo que debe hacer."



John Robert Fowles


"¿Sabes qué es la guerra? La guerra es una psicosis provocada por la incapacidad de captar relaciones. Nuestras relaciones con los demás seres humanos. Nuestras relaciones con la situación económica e histórica en que vivimos. Y sobre todo nuestras relaciones con la nada. Con la muerte."

John Robert Fowles


"¿Sabe usted que todas las grandes cosas que han sucedido en la historia del mundo, sobre todo en las artes, y en todas las cosas hermosas de la vida son en realidad lo que usted llama sucias o feas, o han sido causadas por sentimientos sucios o feos según su criterio? Sí, sí: por la pasión, el amor, el odio, la verdad... ¿Lo sabía usted?"

John Robert Fowles





"Siempre he intentado ocurrirle yo a la vida, pero comprendo que ha llegado el momento de dejar que la vida, con todas sus cosas, me ocurra a mí."

John Robert Fowles


"(...) Siempre tuvo una cuenta ridículamente amplia en ladbroke y sus facturas del bar de oficiales solían alcanzar proporciones asombrosas, porque le gustaba la popularidad y a falta de encanto tenía que regalar alcohol."

John Robert Fowles


"También busco, claro está, el progreso científico. Pero la solución de los problemas físicos que aquejan al hombre es cuestión de mera tecnología. Yo en cambio me refiero a la salud global de la especie, a su salud psicológica. El ser humano necesita que haya misterios. Lo que no necesita precisamente es que se resuelvan."

John Robert Fowles


"Tenía el encanto propio de la gente que cree implícitamente en sí misma, el encanto de la solidaridad."

John Robert Fowles



"Toda buena ciencia es arte. Y todo buen arte es ciencia."

John Robert Fowles


"Tuviste tu oportunidad -prosiguió-. Te sugiero que reflexiones y trates de averiguar qué aspecto de tu carácter hizo que la perdieras."

John Robert Fowles


"Una de las mayores falsedades de nuestro tiempo es que los nazis llegaron al poder porque impusieron orden sobre el caos. Precisamente lo opuesto es la verdad - ellos tuvieron éxito porque impusieron el caos sobre el orden. Destruyeron los mandamientos, negaron al super-ego, lo que desearía. Ellos dijeron "Tú puedes perseguir a las minorías, puedes matar, puedes torturar, puedes tener sexo y engendrar sin amor". Ellos le ofrecieron a la humanidad todas las grandes tentaciones. Nada es verdad, todo está permitido."

John Fowles
El mago