"(...) Aunque luego pensó que era lo más natural del mundo, y por eso precisamente él era incapaz de hacerlo."

Paolo Giordano


"Con cierto alivio se entregó al abandono. Se dijo que todo lo había hecho siempre por alguien, y que ahora que estaba sola bien podía por fin, rendirse, abandonarse... Observaba con curiosidad distante el resurgir de sus flaquezas y obsesiones, y se decía que esta vez se rendiría a ellas, ya que sus propias decisiones no le habían llevado a nada."

Paolo Giordano


"Con las fotos hacía lo mismo, pensaba: atrapar el tiempo en su salto de un instante al siguiente y fijarlo...se preguntó si eso bastaba para ser fotógrafa, donde estaba el límite entre el ser y el no ser algo."

Paolo Giordano


"El día en que cumplí treinta y cinco años, la señora A. Renunció de repente a la terquedad que, en mi opinión, la definía más que cualquier otra característica y, tendida en una cama que parecía exagerada para su cuerpo, abandonó por fin el mundo que conocemos."

Paolo Giordano


"El día que conduzcas tú, podrás llevarme a donde quieras."

Paolo Giordano


"Ella iba pensando en el ridículo espacio de soledad que los separaba, y armándose de valor para ocuparlo... pensó que esas cosas pasan; que al final pasan aunque no se sepa cómo."

Paolo Giordano


"El material más preciado estaba amontonado detrás de un biombo lacado con motivos orientales: una cincuentena de telas, todas auténticas y de distintas dimensiones. Sé a ciencia cierta que allí había obras de Aligi Sassu y de Romano Gazzera, al menos un par de la escuela de Felice Casorati y algunas del período futurista, aunque no de los exponentes más conocidos. La señora A. me habló también de un óleo de Giuseppe Migneco, Gli sposi, que ni Renato ni ella habían querido vender nunca, pese a la insistencia de un médico que año tras año aumentaba la oferta: aquel cuadro, decía, la hacía pensar en su matrimonio, y también en Nora y en mí.
En realidad, no llegué a contemplar ni uno solo de aquellos lienzos. La señora A. me enseñó únicamente los envoltorios de papel, todos iguales, y la única vez que me aventuré a echar un vistazo por la rendija de algún paquete, dio un paso para detenerme. No volví a intentarlo.
—¿Qué piensas hacer con todas estas cosas? —le planteo el día de la visita con Emanuele, señalando con un gesto la habitación.
Es una pregunta poco delicada que no he ponderado lo suficiente, pero me siento obligado a ponerla en guardia frente a la inevitable disolución de su tesoro, el tesoro que custodia desde hace tanto tiempo en un piso insospechado de un edificio insospechado. El que llegue después no tendrá el más mínimo cuidado, o al menos el que ella desearía, porque no hay forma de estar a la altura de una devoción que ha durado toda una vida. La señora A. puede permitirse el lujo de preparar su desaparición, de decidir el destino de todos y cada uno de esos objetos según sus deseos.
—Aquí están bien —me responde.
La pregunta crea una fractura momentánea, me doy cuenta por cómo me invita de repente a salir de allí para volver al cuarto de estar; le ha entrado frío, dice. Sé en qué piensa, y no puedo culparla. Aunque no creo que me mueva una segunda intención, tengo que reconocer que me he fijado en el cuadro de la mujer desnuda de los melocotones y por un instante me lo he imaginado colgado en nuestro dormitorio, dando finalmente dignidad a una pared para la que Nora y yo nunca hemos encontrado algo adecuado, algo que nos pareciera lo bastante íntimo como para estar allí encima, observándonos todas las noches, estuviéramos despiertos o dormidos.
Después de aquel domingo, sólo visité una vez más el piso de la señora A. Hacía cuatro meses que había muerto. Al final nos había asignado dos muebles a juego: una mesa y un aparador de los años veinte, los dos de color crema. Y tenía que llevármelos pronto, antes de que se vendiera la vivienda. Dos muebles: el único legado de Babette, y todo lo que conservamos de ella. A Emanuele no le había dejado nada.
En su piso de Rubiana me esperaban sus dos primas, Virna y Marcella. La mesa y el aparador eran lo único que quedaba, con la excepción de una serie de cajas grandes llenas de bártulos: una olla a presión, dos jarras de plástico, el servicio de copas con el borde dorado."

Paolo Giordano
Como de la familia



"El pecho me latía con fuerza, quería contárselo todo, pero la primera decisión que tomamos Bern y yo con respecto al viaje a Kiev era justamente mantenerlo en secreto. Bastaba con que una persona, aparte de nosotros y Sanfelice, descubriera la verdad para que nuestra hija fuera sólo medio nuestra por siempre jamás.
No le pedí a Bern que me acompañara a Turín. Estaba convencida de que no vendría y temía que, de haberlo hecho, yo no fuera capaz de soportar su presencia junto a mis padres.
La tela del vestido era tan fina y delicada que al ponérmelo intentaba no rozarlo con los dedos por miedo a mancharlo. Sobre el delantero tenía varias bandas cruzadas que se unían formando un lazo en el lado opuesto. Sin el chal, mi espalda quedaba casi descubierta. «Eres joven, puedes permitírtelo», dijo mi madre. La dependienta añadió que tenía unos omóplatos preciosos.
La tarde con mi madre transcurrió velozmente, fue casi inaprensible, igual que la cena en casa y la noche en mi cama de niña.
El vestido llegaría por correo a Speziale en veinte días. Me propuse no decirle nada a Bern o mentirle si me preguntaba por el precio. El costo del vestido y los zapatos nos habría acercado unos mil kilómetros a Kiev.
Al cabo de unas semanas lo acompañé a escoger su traje. Tuve que convencerlo de que lo necesitaba, pues estaba emperrado en arreglárselas con lo que tenía: el traje de Danco que llevó al funeral de mi abuela; si era necesario, decía, le pediría algo a Tommaso. Recurrí a toda la firmeza de que era capaz, le juré que no pensaba casarme si vestía el traje que había llevado a un funeral o el uniforme de un camarero.
Dentro de la tienda, en un centro comercial a las afueras de Mesagne rodeado por naves industriales, se empecinó como un niño. Cogía una chaqueta de las manos del vendedor, examinaba hoscamente la etiqueta con el precio, sacudía la cabeza y la devolvía sin siquiera probársela. El sainete continuó así hasta que el chico no supo qué proponernos."

Paolo Giordano
Conquistar el cielo



"(...) Ella sentía que el peso de aquel cuerpo conjuraba todos sus miedos; porque, aunque no lo amaba, él amaba por los dos y eso los salvaba..."

Paolo Giordano


"Ella seguía en el salón y lo esperaba; los separaban dos tabiques de ladrillos, unos centímetros de enlucido y nueve años de silencio."

Paolo Giordano


"Entre ellos existe una libertad completa, casi obscena; para todos, el cuerpo de los demás no resulta menos familiar que el propio, incluso para la única mujer del grupo, que ofrece despreocupada un costado desnudo."

Paolo Giordano


"Entre ellos había un espacio compartido de confines imprecisos en el que nada parecía faltar, en el que flotaba un aire puro y sereno."

Paolo Giordano


"Era solo un juego, bien lo sabía; un simple pasatiempo, una broma tonta como tantas otras."

Paolo Giordano


"Está experimentando algo que sabía de antemano: que toda la pena, el sufrimiento y la compasión hacia otros seres humanos no son sino pura bioquímica: hormonas o neurotransmisores inhibidos o liberados. Cuando cae en la cuenta, de repente se indigna."

Paolo Giordano


"Estaba cansada, con ese cansancio que es simple vacío..."

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"Estaba segura de que apenas pisara el parqué, de hipnótico dibujo geométrico, la madera cedería bajo su peso y ella se precipitaría en un oscuro abismo."

Paolo Giordano


"Estaban unidos por un hilo invisible, oculto entre mil cosas de poca importancia, que sólo podía existir entre dos personas como ellos: dos soledades que se reconocían."

Paolo Giordano


"Esto no es una guerra limpia. Ni equilibrada. Sois los blancos. Sois unos ratones en un trozo de queso enmohecido. Ahí afuera no tenemos un solo amigo. Ni siquiera los niños con la cara llena de mocos."

Paolo Giordano


"Hay aventuras cuyo epílogo está escrito desde el principio."

Paolo Giordano


"Hay que ver en lo que se ha convertido, en alguien que construye minuciosamente escenas imaginarias alrededor de la única mujer con quien ha compartido la habitación en mucho tiempo, una mujer a la que jamás habría deseado volver a ver. El destino o, más probable, una de sus coacciones, los ha metido allí dentro y ahora aguarda a extraer las consecuencias obvias. Pero al teniente no le gusta ese mecanicismo."

Paolo Giordano


"Insisto en que, al final, encontraremos a alguien, es sólo cuestión de seguir buscando, pero Nora casi no me escucha. -No. No encontraremos a nadie -murmura entre dientes-, a nadie que valga la pena. A nadie como ella."

Paolo Giordano


"La verdadera recompensa a cualquier acción reside en la acción en sí."

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"La voz de Mattia no le producía ya vuelcos de corazón, aunque lo tenía y lo tendría siempre presente como el único punto de comparación con todo lo que había venido después."

Paolo Giordano


"Las guerras no se combaten con el sexto sentido. Los cinco primeros son más que suficientes."

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"Los desórdenes del mundo, del tipo que fueran, no le afectaban, no tenían cabida en su mente equilibrada y racional, para la cual simplemente no existían. Cuando un obstáculo se interponía en su camino, él lo sorteaba sin variar el paso y seguía como si tal cosa. No dudaba casi nunca."

Paolo Giordano


"Luchar contra ciertas partes de nuestro ser es imposible."

Paolo Giordano


"Me estoy volviendo loca, pensaba a veces. Pero no le importaba. Al contrario, sonreía satisfecha, porque por fin elegía ella."

Paolo Giordano



"(...) No entraba en el despacho de su padre. Un invisible muro de hostilidad le impedía franquear el umbral."

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"Para recorrer un largo camino, todo amor necesita que alguien lo vea y lo reconozca, que lo valore; de otro modo, se arriesga a que lo tomen por un malentendido. Sin su mirada, nos sentíamos en peligro."

Paolo Giordano


"Pensar que podía ser tan delgada que resultase invisible le produjo un agradable cosquilleo en el estómago."

Paolo Giordano


"Pero tampoco se decidía a marcharse, porque a esas alturas dependía de aquel mundo, se había atado a él con la obstinación con que uno se ata a las cosas que lo perjudican."

Paolo Giordano


"(...) Por el camino, la disgregación familiar se completó. Nora me acusaba de haber escogido el trayecto más largo, y yo me dediqué a enumerar todas las tareas inútiles con las que se había entretenido antes de salir; maquillarse, por ejemplo, como si a un entierro hubiera que ir maquillada. Si la señora A. Hubiera estado allí con nosotros, habría sacado a relucir alguna sentencia de su colección y nos habría hecho callar; en cambio, en aquel momento, nos esperaba serena y protegida con madera de pino para empezar la ceremonia."

Paolo Giordano


"(...) Porque cuando estaba con ella sentía que valía la pena hacer todas esas cosas normales que hacen las personas normales."

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"(...) Sabía cómo contar una historia. Conocía lo expresivo que puede ser un detalle."

Paolo Giordano


"Se esfuerzan por mostrar desenvoltura, incluso hastío. A decir verdad, están agotados y algo deprimidos, ninguno tiene ganas de hablar después de haber pasado el resto de la noche con las bombillas de la tienda encendidas, unos con los ojos inútilmente cerrados para ganar unas horas de reposo, otros comentando una y otra vez la dinámica del ataque (del que nadie ha comprendido gran cosa); todos, sin embargo, aguzando el oído por si se producía un nuevo estallido."

Paolo Giordano


"Se preguntó por qué no era capaz de ponerlo todo patas arriba, dar rienda suelta a la rabia que sentía, maldecir, romper objetos; por qué prefería que todo pareciera en orden aunque no lo estuviera."

Paolo Giordano


" Sí, lo había aprendido. Las decisiones se toman en unos segundos y se pagan el resto de la vida. (...) Esta vez los reconocía: eran esos segundos y no volvería a equivocarse."

Paolo Giordano


"Su madre ya vivía en ella en forma de recuerdo, como un grano de polen que se hubiera posado en algún rincón de su memoria, donde permanecería el resto de su vida convertida en unas cuantas imágenes sin sonido."

Paolo Giordano


"Suspendía con frecuencia las frases a la mitad, como si mientras las pronunciara se olvidara del final. Aquellas interrupciones dejaban en sus ojos y en el aire como burbujas de vacío que se imaginaba haciendo explotar con el dedo."

Paolo Giordano


" -Te acostumbras, al final ni repararás en él. - Y... ¿Cómo, si lo tendré siempre a la vista? - Por eso, por eso mismo dejarás de verlo."

Paolo Giordano


"Todos tenían un amor del alma contrariado, como él tenía a Mattia. Todos tuvieron miedo y muchos aún lo tenían, menos cuando estaban allí, entre personas que podían entenderlos, protegidos por el "ambiente", como ellos decían. Conversando con aquellos desconocidos, Denis se sentía menos solo y se preguntaba cuándo llegaría su hora, el día en que tocaría fondo y podría por fin emerger y respirar también él."

Paolo Giordano


"Vivimos con anticipación, a la espera en todo momento de algo que nos libere de las tareas del presente, sin tener en cuenta que otras nuevas tareas surgirán ante nosotros."

Paolo Giordano


"Y si, por un complejo proceso de fosilización, sobreviviera algún pedazo de periódico de los acumulados en el contenedor del papel, los arqueólogos, al repasar los titulares como hice yo con los del aparador de la señora A. , pensarían quizá en una segunda Edad Media, en otro cambio de milenio oscuro y poco prometedor. O puede que no, puede que nuestro tiempo sólo nos parezca tan arduo y espinoso a nosotros, como a Renato le parecía arduo y espinoso el suyo, porque somos sugestionables y porque todas las épocas encierran la pretensión arrogante de la catástrofe."

Paolo Giordano