"¡Cuán caprichos en sus mudanzas y coincidencias es la suerte!"

Manuel Gutiérrez Nájera


"De aquella cosa efímera nacía una cosa eterna."

Manuel Gutiérrez Nájera



"De todos los caminos que guían a la pobreza, la literatura es el más amplio y expedito."

Manuel Gutiérrez Nájera



"Descuida: tenemos tiempo para amarnos, porque el amor dura muy poco."

Manuel Gutiérrez Nájera


Efímeras

"Idos, dulces ruiseñores.
Quedó la selva callada,
y a su ventana, entre flores,
no sale mi enamorada.

Notas, salid de puntillas;
está la niñita enferma...
Mientras duerme en mis rodillas,
dejad, ¡oh notas!, que duerma.

Luna, que en marco de plata
su rostro copiabas antes,
si hoy tu cristal lo retrata
acas, luna, la espantes.

Al pie de su lecho queda
y aguarda a que buena esté,
coqueto escarpín de seda
que oprimes su blanco pie.

Guarda tu perfume, rosa,
guarda tus rayos, lucero,
para decir a mi hermosa,

cuando sane que la quiero."

Manuel Gutiérrez Nájera



"El amor es como la luz: lo alegra todo."

Manuel Gutiérrez Nájera



"El caballo pasea con arrogancia dentro de la pista, como una hermosa en el salón del baile. Sabe que es bello y sabe que le miran. Y el caballo puede matar a su jinete en el steeplechase, como la dama, por casta y angelical que os parezca, puede también poner en vuestra mano el vibrante florete del duelista o el revólver del suicida. Todo amor da la muerte."

Manuel Gutiérrez Nájera



"El juego es la suprema sensación para aquéllos que no conocen el amor, ese otro juego en que se apuesta el alma. Pero el juego, en el hipódromo, es el juego hecho carne, la sensación de dos mil metros; el juego con peripecias y sobresaltos; el juego que hace a su víctima por los cabellos y la columpia en el espacio."

Manuel Gutiérrez Nájera



"El olor de rosas dura poco y el champagne se evapora en impalpables átomos, si le dejamos, olvidadizos, en la copa. Nuestro cariño vuela adonde van las notas que se pierden, gimiendo, en el espacio."

Manuel Gutiérrez Nájera



"Ella lo idolatró y Él la adoraba... ¿Se casaron al fin? No, señor, Ella se casó con otro ¿Y murió de sufrir? No, señor, de un aborto. ¿Y Él, el pobre, puso a su vida fin? No, señor, se casó seis meses antes del matrimonio de Ella, y es feliz."

Manuel Gutiérrez Nájera


"Eran las cuatro y media de la madrugada. Las estrellas cuchichearon entre sí, detrás de los abanicos, y algo como un enorme chorro de champagne, arrojado por una fuente azul, se dibujó en Oriente. Era el cometa. La luna, esa gran bandeja de plata en donde pone el sol monedas de oro, se escondía, desvelada y pálida, en el Oeste. Los luceros y yo teníamos frío."

Manuel Gutiérrez Nájera


"Es imposible separar los ojos de esa larga pista, en donde los caballos de carrera compiten, maravillándonos con sus proezas."

Manuel Gutiérrez Nájera



"Es imposible separar los ojos de esa larga pista, en donde los caballos de carrera compiten, maravillándonos con sus proezas."

Manuel Gutiérrez Nájera




"Indiferente a todo lo visible, ni el mal me atrae, no ante el bien me extasío."

Manuel Gutiérrez Nájera





"La esperanza del cielo en las miradas y el perdón generoso entre los labios."

Manuel Gutiérrez Nájera



"La música es un amante dócil y obediente que se somete a todos los caprichos, como la odalisca que para complacer a su señor le ciñe el cuello con el collar divino de sus brazos, o guarda reposa en actitud discreta refrescando la atmósfera con su abanico."

Manuel Gutiérrez Nájera





"La música no se impone, no domina: es el lenguaje que se acomoda a todas las pasiones."

Manuel Gutiérrez Nájera



"La noche de Navidad es la noche de las resurrecciones y de los recuerdos. Los niños, al dormirse en sus cunas, quedan confiados en el espíritu misterioso que bajará durante el sueño para llenar de dulces y juguetes los botines nuevos que han dejado a propósito en la chimenea."

Manuel Gutiérrez Nájera




"Las aves al pasar le dicen: ¿No amas? Amar es tener alas. Las flores que pisa le preguntan: ¿No amas? Amor es el perfume de las almas. Y ella pasa indiferente viendo con sus pupilas de acero negro, frías e impenetrables, las alas del pájaro, el cáliz de la flor y el corazón de los poetas."

Manuel Gutiérrez Nájera



"Lo único grave en esas circunstancias era el papel de lío que tuvo la imprudencia de arrogarse. Los modales y los caprichos de su sobrina le aterraban, pero, sobre todo, la causa más grande de sus inquietudes era la creciente intimidad que ya existía entre su alegre Magda y la familia Lemercier. La soledad misma de la playa había contribuido grandemente a anudar tan riesgosas amistades. Provot, inquieto y pensativo, había llegado a sospechar que Raúl enamoraba a Magda. Y, francamente, el caso era muy grave. La conciencia de aquel viejo, tan fácil y contentadizo cuando se trataba de los placeres propios, solía tener rebeldías bruscas y austeridades inauditas en tratándose de otros. ¿Hasta qué punto podía conciliarse con su honor el malaventurado ardid que puso en práctica? Bien considerada, era ésta una engañifa miserable. Merced a ella, robaba la estimación de una familia honrada y la hacía entrar en comercio con una actriz famosa por sus extravíos. Esto era innoble, de todo punto innoble. Con este proceder bellaco de fullero, se había liado de pies y manos, sin encontrar salida. El amor de Raúl era otro obstáculo: podía desvanecerlo nada más con una frase, pero ¿cómo decirla sin deshonrarse de una manera lastimosa? Su egoísmo no aceptaba tal idea y, valido de ello, se enredaba el embuste más y más, como una gran maraña en movimiento. Ya Provot renegaba de tal viaje y, tras cuatro semanas de inquietudes, iniciaba el regreso deseado. Pero Magda, que en los primeros ocho días se había aburrido lamentablemente, comenzaba a tomar sabor a aquella vida y se negaba rotundamente a abandonarla.
Con efecto, Magda debía experimentar lo que Dumont d’Urville en la Oceanía, y el doctor Livingstone en el centro del África. Aquellas sensaciones le eran desconocidas por completo. ¡Vivía la vida del hogar al lado de una anciana cuyas palabras le iban dejando en el turbado espíritu un sedimento de convicciones religiosas; junto a una joven, candorosa y casta, que estaba destinada a los placeres inefables de la vida íntima; galanteada recatadamente por un amante soñador, que no reconocía las aguas turbias de su pasado vergonzoso, y que soñaba con hacerla prometida, esposa y madre! Aquella pobre niña, que tantas veces había sido amada, era estimada por primera vez. Volvía a sentirse buena y casi honesta, como en los días serenos del colegio, y en su pueril fascinación se imaginaba que todos los episodios deshonrosos de su vida se borraban y desaparecían, como si la mano de algún ángel pasara la esponja húmeda sobre su lienzo maculado. ¡Pobre Magda! Salía lozana y fresca de aquella inmersión brusca en la virtud, como las alas de los pájaros aparecen más tersas y lustrosas cuando la lluvia cae sobre sus plumas. En su cerebro inquieto y ligerísimo no cabían ideas lúgubres ni temores negros; creía tan fácil su regreso a la virtud, que sólo dependía de una palabra suya, tan fácil y sencillo como el decir a su cochero en la Calzada y en el Bosque: «¡Vuelve a casa!». ¡Pobre niña! La ruta estaba llena de precipicios y barrancos; la corriente impetuosa de las aguas, arrastrando los troncos descuajados, desmoronó los puentes del camino; oscura, muy oscura era la noche: no podía distinguirse en lontananza la hospedadora luz del caserío, y ella, cerrando sus hermosos ojos, miraba libre y expedita aquella vía, ponía un sol en el cielo y flores en el campo, barcos en el hinchado río y puentes de granito en las montañas… ¡Pobre niña! No era viciosa por temperamento ni mala por carácter; sus costumbres desarregladas habían embarazado el crecimiento de los instintos sanos sin destruirlos. Las aguas eran oscuras y cenagosas en la superficie, pero azules en el fondo. ¿Quién dirigió su niñez ni enderezó sus pasos? ¿Quién quiso defender su juventud en esas horas de suprema crisis, que tienen voz como la tempestad y seducción como el abismo? Ataron una venda sobre sus párpados de rosa, y le dijeron: «Marcha». En el horror intenso de la oscuridad, marchó difícilmente. Sus pies se desangraban, y en vano solicitó, con las tendidas manos, el muro en qué apoyarse. Abajo se exhalaba un delicioso olor de rosas frescas. Magda anduvo temblando algunos pasos: sus músculos, ya flojos, estaban necesitados de reposo; tenía sed de frescura y, creyendo acostarse sobre rosas, dejó caer su cuerpo frío descoyuntado. El cuerpo inerte descendió al abismo sobre un tapiz de lirios blancos y de camelias rojas. Y como la oscuridad era profunda, como la noche había cenado y la venda oprimía sus párpados de rosa, pensó la niña en regresar a casa; quiso volver atrás los pasos, desandando lo andado, para sentir el amoroso fuego de la chimenea, aspirar el olor de la frugal comida y oír, acompasado y cadencioso, la tenue respiración de los chicuelos, dormidos y abrazados en la cuna. Y no veía que la barranca enorme encaramaba al cielo sus paredes, formadas de peñascos agrupados, como una tempestad hecha granito; que no colgaba escala alguna de las rocas, y que las aguas, engrosadas y furiosas, precipitándose en avenida gigantesca, iban a arrebatar su cuerpo inerte."

Manuel Gutiérrez Nájera
Por donde se sube al cielo


"Los caballos cruzaban como exhalaciones por la árida pista, tendiendo al aire sus crines erizadas. ¡Los caballos! Ella también había conocido ese placer, mitad espiritual y mitad físico, que se experimenta al atravesar a galope una avenida enarenada. La sangre corre más aprisa y el aire azota como si estuviera enojado. El cuerpo siente la juventud y el alma cree que ha recobrado sus alas."

Manuel Gutiérrez Nájera




"Los galanes y los cortejos van a apostar con las señoras, y ofrecen una caja de guantes o un estuche de perfumes, en cambio de la pálida camelia que se marchita en los cabellos de la dama o del coqueto alfiler de oro que detiene los rizos en la nuca."

Manuel Gutiérrez Nájera




"Los poetas, esos eternos enamorados de las cosas que mueren y de las cosas que nacen, son los únicos que podrían volver los ojos a los claustros, y preguntar a sus ruinosos paredones el secreto de muchas vidas y de muchas almas."

Manuel Gutiérrez Nájera



"Los poetas son como la alondra: ven la luz antes que los demás."

Manuel Gutiérrez Nájera


"Mas ¿Quién piensa en la caída mortal cuando caracolea el caballo, coqueteando en la arena del turf ni en el minuto trágico del duelo, cuando la bella peligrosa se apoya en nuestro brazo para lanzarse al torbellino rápido del vals? Yo en las carreras pensaba en usted, ¡oh gran dominadora!, y en las apuestas que había hecho en la oficina. El juego es la suprema sensación para aquéllos que no conocen el amor, ese otro juego en que se apuesta el alma. Pero el juego, en el hipódromo, es el juego hecho carne, la sensación de dos mil metros; el juego con peripecias y sobresaltos; el juego que ase a su víctima por los cabellos y la columpia en el espacio. ¡Qué hermosa es "Taxation"! Sus movimientos están ajustados a un ritmo cadencioso; la baña el sol por todas partes, anda como una reina de quince años en el momento de subir al trono. "Júpiter" es el mozo arrojado que, como Paolo, besa en los labios a la que ama, aun cuando tenga sobre el pecho la punta del puñal que va a matarle. ¿Y Maretzek"? ¿De dónde viene ese nobilísimo extranjero? Es un nabab que se pasea en las calles de París. Mira con altivez a los demás y pasa imperturbable, seguro de sí mismo y olfateando la victoria. Pero el "Águila" no obedece a las leyes de la gravedad y parece que tiene alas adentro, y "Caracole", traveseando como una locuela, se burla de los demás y sabe que ninguno podrá disputarle el triunfo. Parten ya: el "Halcón" sale disparado como una enorme piedra negra arrojada por la onda de un gigante, y parece que la pista se va enrollando delante de él, como una pieza de paño gris en torno de un cilindro giratorio. "Halcón" vence hasta ahora; pero el "Águila", que no ha querido fatigarse y que avanza tranquila, arranca con una fuerza extraordinaria, aprovechando la fatiga del contrario, y le alcanza en la curva de la pista, y le pasa, y entre vivas y aplausos, llega a la meta sin una gota de sudor, altiva e impasible como el poeta que, terminada su tragedia, sale al escenario y escucha los aplausos, sin agradecerlo, como no agradece el sol las miradas sumisas de los hombres."

Manuel Gutiérrez Nájera
En el hipódromo



Mis enlutadas

"Descienden taciturnas las tristezas
al fondo de mi alma,
y entumecidas, haraposas brujas,
con uñas negras
mi vida escarban.
De sangre es el color de sus pupilas,
de nieve son sus lágrimas;
hondo pavor infunden... Yo las amo
por ser las solas
que me acompañan.
Aguárdolas ansioso, si el trabajo
de ellas me separa,
y búscolas en medio del bullicio,
y son constantes,
y nunca tardan.
En las fiestas, a ratos se me pierden
o se ponen la máscara,
pero luego las hallo, y así dicen:
-¡Ven con nosotras!
¡Vamos a casa!
Suelen dejarme cuando sonriendo
mis pobres esperanzas
como enfermitas, ya convalecientes,
salen alegres
a la ventana.
Corridas huyen, pero vuelven luego
y por la puerta falsa
entran trayendo como nuevo huésped
alguna triste,
lívida hermana.
Abrese a recibirlas la infinita
tiniebla de mi alma,
y van prendiendo en ella mis recuerdos
cual tristes cirios
de cera pálida.
Entre esas luces, rígido, tendido,
mi espíritu descansa;
y las tristezas, revolando en torno,
lentas salmodias
rezan y cantan.
Escudriñan del húmedo aposento
rincones y covachas,
el escondrijo do guardé cuitado
todas mis culpas,
todas mis faltas.
Y hurgando mudas, como hambrientas lobas
las encuentran, las sacan,
y volviendo a mi lecho mortuorio
me las enseñan
y dicen: habla.

En lo profundo de mi ser bucean,
pescadoras de lágrimas,
y vuelven mudas con las negras conchas
en donde brillan
gotas heladas.
A veces me revuelvo contra ellas
y las muerdo con rabia,
como la niña desvalida y mártir
muerde a la harpía
que la maltrata.
Pero enseguida, viéndose impotente,
mi cólera se aplaca.
¿Qué culpa tienen, pobres hijas mías,
si yo las hice
con sangre y alma?
Venid, tristezas de pupila turbia,
venid, mis enlutadas,
las que viajáis por la infinita sombra,
donde está todo
lo que se ama.
Vosotras no engañáis: venid, tristezas,
¡oh mis criaturas blancas,
abandonadas por la madre impía,
tan embustera
por la esperanza!
Venid y habladme de las cosas idas
de las tumbas que callan,
de muertos buenos y de ingratos vivos...
Voy con vosotras,
vamos a casa. 

Manuel Gutiérrez Nájera




"Ni un solo pensamiento estable había en aquel cerebro, tan voluble como la hoja delgada de una rosa que el viento desbarata. Sus ideas galopaban por países encantados en donde los árboles tienen hojas de esmeralda y frutos de oro."

Manuel Gutiérrez Nájera



Para entonces

"Quiero morir cuando decline el día,
en alta mar y con la cara al cielo,
donde parezca sueño la agonía
y el alma un ave que remonta el vuelo.

No escuchar en los últimos instantes,
ya con el cielo y con el mar a solas,
más voces ni plegarias sollozantes
que el majestuoso tumbo de las olas.

Morir cuando la luz triste retira
sus áureas redes de la onda verde,
y ser como ese sol que lento expira;
algo muy luminoso que se pierde.

Morir, y joven; antes que destruya
el tiempo aleve la gentil corona,
cuando la vida dice aún: «Soy tuya»,
aunque sepamos bien que nos traiciona."

Manuel Gutiérrez Nájera



"¡Qué hermosa noche para la vida del hogar, para el dúo de los labios y la canción del niño! Si yo tuviera un hijo, me acercaría de puntillas a su cuna para verlo dormir."

Manuel Gutiérrez Nájera


"Recordar...Perdonar...Haber amado...Ser dichoso un instante, haber creído...Y luego...Reclinarse fatigado en el hombro de nieve del olvido."

Manuel Gutiérrez Nájera


Resucitarán

"Los pájaros que en sus nidos
mueren, ¿a dónde van?
¿Y en que lugar escondidos
están, muertos o dormidos,
los besos que no se dan?

Nacen, y al punto traviesos
hallar la salida quieren;
¡pero como nacen presos,
se enferman pronto mis besos
y, apenas naces, se mueren!

En vano con raudo giro
éste a mis labios llegó.
Si lejos los tuyos miro...
¿sabes lo que es un suspiro?
¡Un beso que no se dio!

¡Que labios tan carceleros!
¡Con cadenas y cerrojos
los aprisionan severos,
y apenas los prisioneros
se me asoman a los ojos!

¡Pronto rompe la cadena
de tan injusta prisión,
y no mueran más de pena,
que ya está de besos llena
la tumba de mi corazón!

¿Qué son las bocas? Son nidos.
¿Y los besos? ¡Aves locas!
Por eso, apenas nacidos,
de sus nidos aburridos
salen buscando otras bocas.

¿Por qué en cárcel sepulcral
se trueca el nido del ave?
¿Por qué los tratas tan mal,
si tus labios de coral
son los que tienen la llave?

—Besos que apenas despiertos,
volar del nido queréis
a sus labios entreabiertos,
en vuestra tumba, mis muertos,
dice: ¡Resucitaréis!"


Manuel Gutiérrez Nájera



"Su amor no consistía únicamente en el cambio de dos caprichos y en el contacto de dos epidermis: tenía la fuerza humana y la fuerza divina, el beso de los labios y la sublime comunión de los entendimientos."

Manuel Gutiérrez Nájera


"Tus ojos - ¡Oh, mujer! - ocultan el amor al propio tiempo que la muerte, porque son negros como la noche y en la noche reinan las pálidas estrellas y los perversos malhechores. Tus pupilas despiden luces frías, como flechas de acero. Nadie ha podido sorprender los escondidos pensamientos que guarda tu frente impenetrable. Eres el arca santa o la terrible caja de Pandora, el cóndor o el gusano, la cumbre en que se está próximo al cielo o la barranca cuyo duro suelo caldean las llamas del infierno. Me han dicho que no debo quererte, y por eso te amo."

Manuel Gutiérrez Nájera



"Ver otro cielo, otro monto, otra playa, otro horizonte, otro mar, otros pueblos, otras gentes de maneras diferente de pensar."

Manuel Gutiérrez Nájera