Axis mundi

Desciendo
desciendo al cuerpo y veo
la lombriz de mi espíritu
alojada en mi vientre.
Subo, subo en espiral
hacia el motor del mundo
huyendo
huyendo del mareo
del mal de ser sola
tan sola entre las vísceras
subo al latido
me alojo
en su arritmia y descubro
mi rostro de lombriz
adherida a las válvulas
y asciendo
sigo ascendiendo en busca
de una razón que diera
sentido a mi existencia
me deslizo en la tráquea
bloqueo las palabras
asciendo
resbalo. Hay un agua
viscosa tras los ojos
resbalo y se me pegan
imágenes de un mundo
apenas insinuado
asciendo y al llegar
a la cúpula descubro
que sus paredes lisas
transparentes, vacías
tienen la textura
carnosa de mi vientre.
He bajado al espíritu
he subido al instinto.
La misma lombriz tensa
el eje que mantiene
erguida mi cintura.
El nombre que le ponga
ahora será el tuyo
pero su nombre es el
de aquellos que he amado
de aquellos que amaré
es todos y ninguno
el eje que mantiene
erguida mi cintura
me previene de ti
te crea a mi medida
y asume el reto
de ser muchos
de ser tantos
que da la impresión
que no cabrá mi espíritu
adentro de este cuerpo
que no cabrá este cuerpo
adentro de mi espíritu
por eso muero un poco
cada vez que te nombro
y sin nombrarte apenas
alcanzo a definirme.
Mi vientre es quien pronuncia
las sílabas secretas
que se inscriben arriba
en la cúpula.
Mi existencia es señal
de un fuego
que arde eternamente
en sí mismo. 

Chantal Maillard



"Cruzo hacia tu muerte, tu muerte antigua, porque allí puedes reconocerme."

Chantal Maillard



"¿Es virtud creer?, preguntaba Voltaire en su Diccionario filosófico. Una de dos: o aquello en lo que crees te parece verdad, en cuyo caso no hay ningún mérito en creerlo, o te parece falso, y entonces es imposible que lo creas. Bertrand Russell se apropió la reflexión y la expuso con una ligera variante. No hay mérito en creer. No hay mérito alguno en creer algo que resulta verdadero, ni habrá mérito, por supuesto, en haber creído algo que resultase ser falso. La variación tiene su interés: Voltaire entendía que es imposible creer algo que nos parece falso, pero no contemplaba la posibilidad de que creamos algo que es falso sin saber que lo es. Y en esto consiste precisamente la creencia: en adherirse a algo sin tener de ello ni saber ni experiencia.
Una creencia es una opinión que ha creado adherencia. Hay dos tipos de opiniones: aquellas cuyas afirmaciones pueden ser contrastadas y las que no. De las que pueden ser contrastadas podemos averiguar si son verdaderas o falsas. Una vez contrastadas, tanto si el resultado las confirma como si no, dejan de ser opiniones. Si no pueden ser contrastadas es inútil sostenerlas.
Pero la voluntad es en extremo maleable y está dispuesta a adherirse a cualquier opinión, sea o no susceptible de ser verificada. Creer es un acto mental en el que la razón se utiliza de forma perniciosa a fines que no pertenecen al conocimiento sino a la voluntad, convirtiendo en verdades opiniones basadas en presupuestos arbitrarios y sin fundamento. Y es curioso que la palabra «fundamentalista» se emplee precisamente para designar a aquellos que abrazan una ideología carente de todo fundamento o cuyos fundamentos se hayan desarrollado ad hoc.
De la opinión que crea adherencias se dice que es convincente. Siempre hay una derrota en el convencimiento. Convertir a otro –(con)vencerle– aumenta las huestes del poderoso. Cuanto mayor sea el número de los (con)vencidos, más fuerte será su ejército.
Pero, como en la democracia, los muchos (casi) nunca piensan con razones sino por adhesiones. Los muchos –la mayoría– se mueven adheridos a ideas que a menudo se consolidan formando credos. Las ideas son la solidificación del pensar. Gobernar es fácil cuando el pensar se inmoviliza. Cuando, después de haber creado convenientemente al enemigo, un líder consigue que los pueblos sometidos se adhieran a una misma idea, su imperio está asegurado.
De todas las opiniones, la de la mayoría nunca es la más sabia. De todas las dictaduras, la de la mayoría es la más peligrosa. La democracia es la legitimación de la violencia que unos pocos ejercen al amparo de los muchos.
¿Qué mueve a la mayoría? Por lo general el hambre. La del cuerpo, primero; luego, la de la voluntad: el ansia de tener, el deseo de poder, la envidia: las formas de la violencia. La voz de todo ser vivo clama por su hambre. Nada hay que unifique mejor las voces disidentes que la necesidad de saciar el hambre del cuerpo. Pero, una vez satisfecha, la voluntad toma otras derivas y se diversifica en las distintas formas en las que el Hambre se manifiesta. De entre ellas, una de las más perniciosas es el deseo de eternidad que aviva las creencias."

Chantal Maillard
La compasión difícil


"Hace largo tiempo se inició un juego extraño. Se trataba de inventar irrealidades y hacerlas creíbles hasta el punto de lograr que, por la fe de los hombres, tomaran cuerpo: se convirtieran en realidades. Así palabras como "ser", "vida", "diferencia" aparecieron como respuesta a la suposición de negatividades en un mundo en el que éstas nunca habían existido. Nadie sabe a ciencia cierta cómo nació la afición por esta clase de juegos. Algunos piensan que fue debido a la admiración que experimentaban los griegos ante la realidad y al hechizo que para ellos suponía el acto de nombrar. Otros creen que era cuestión de poder; aquel que por la pericia de su retórica lograba convencer a las gentes de la realidad de un mayor número de cuerpos irreales alcanzaba una posición invencible. El caso es que este juego adquirió tanta relevancia que la materia fue perdiendo poco a poco su carácter sagrado. Se edificaron altares donde las cosas aprendieron su función de símbolo. La comprensión, que en un principio era simple visión, sincronía pre verbal, un estarse en la unidad "sin ser con que diferenciarse", empezó a ser el duro aprendizaje de traducción de mundos paralelos. Hasta que, en una histórica partida, la propia palabra juego tomó cuerpo. Paradójicamente entonces el carácter lúdico de su actividad se perdió. Este olvido era en sí mismo una derrota, pero lo tomaron por una victoria definitiva. Lo que antes era juego se llamó entonces cultura. Los fantasmas hablaron, y creyeron en ellos. Algunos hombres, sin embargo, conscientes de los sofisticados engranajes de esta maquinaria lúdica, pretendieron devolver a los demás, en la medida de lo posible, la visión del origen, de ese origen que habita el presente y que, como él, no perdura: se hace. Y puesto que el gesto se había perdido a sí mismo por haber alcanzar significado, fue necesario servirse de la palabra-ese cuerpo sonoro-, de la palabra en busca de sí misma fuera de sí misma, la palabra devuelta a su origen."

Chantal Maillard
La creación por la metáfora



 “La (inspiración en ) poesía es un aliento: la inspiración es lo que entra y la respiración es lo que se expresa.”

Chantal Maillard



La otra orilla

"Mi piel es doble como la luz del mundo,
mi sangre múltiple como la hierba,
mis ojos son el triple destello de algún faro
y tan frío mi aliento
que el sol se quiebra entre mis labios.
¡Si alguna vez lograras conocerme!
Hay noches tan extrañas y tan largas
en mis manos
que a veces las estrellas se olvidan de brillar
para dormir en ellas.
para ser tú la más extraña y larga noche
te bastaría ser un barco
de nieve y naufragar en mí."

Chantal Maillard
Tomado de la entrevista a Ouka Leele en la revista Cultutal Suralia número 4


"Locura es, en efecto, sucumbir a la necesidad de creer. No es locura, en cambio, utilizar las religiones con fines políticos; de hecho ésta es y ha sido siempre la función de las mismas: la agrupación social, la unida territorial y el afianzamiento del poder de quien gobierna (...)
Pues si la religiosidad se nutre de interpretaciones doctrinarias, la espiritualidad responde a una voluntad de transformación práctica que está en el origen olvidado de todas las religiones y que nada tiene que ver con la superstición o la creencias ciega sino, antes bien, con el despojamiento de las mismas."

Chantal Maillard
Tomado de la entrevista a Ouka Leele en la revista Cultutal Suralia número 4, página 2



"Los lugares duermen durante nuestra ausencia, se inmovilizan. Los hallamos tal y como los dejamos y hay que atraerlos despacio hacia el ahora que somos, que hemos venido siendo mientras tanto. Es extraño encontrarse con la huella del gesto que hicimos entonces: en el bolígrafo que posamos en la mesa, la carta que dejamos sin abrir o el rastro de un objeto que desplazamos. Gestos que no tuvieron continuidad porque nos llevamos las manos a otro lugar y allí se entregaron a otros movimientos. Es extraño ver cómo ahora estas mismas manos recogen el bolígrafo, abren la carta y levantan los objetos con temor a que algo de aquello pudiera quebrárseles entre los dedos."

Chantal Maillard
Bélgica



"Siempre he querido tocar el alma de aquellos a quienes he querido, y la carne me ha parecido el camino más directo."


Chantal Maillard


"Yo os diré no importa, es la sangre de un muerto, y a veces habrá trozos de corazón oscuro, vomitaré latidos de carne, y cuando ya no quede nada que escupir, dentro de aquel vacío, en su centro habrá un recuerdo imposible, un no-recuerdo, la huella de algo maravilloso que se extirpó por necesidad, para no confundir los ámbitos, los tiempos, los contrarios, una huella, un arañazo, puede que una cicatriz, de esas que vuelven a doler cada vez que el tiempo empeora."

Chantal Maillard
Fragmento de 243