"A cierta edad la inestabilidad y la flexibilidad dejan de ser tan interesantes como antes."

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"Con sus pequeños prodigios la vida se va espesando a base de certezas y algunos remordimientos."

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"El amor trae un defecto de fábrica: se quiere a quien te llena un vacío."

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"El otoño padecía las primeras nieblas de la temporada, desfibradas y grisáceas, que en su densidad presagiaban fantasmales fiebres de invierno y húmedas supersticiones que sortear. La pareja tenía visita en el médico de La Alianza a última hora. Todo iba sobre ruedas, y Ramona podía ir sola al ginecólogo, pero a veces, prefería ir acompañada a las revisiones. Ramona se convencía de no ser una chica con anhelos de señora de hogar, bata, cocina y asedio, más bien al contrario, su vinculación con el esplai seguía intacta, cosía entre semana por las tardes con Herminia, se dejaba ver con sus amigas y en casa de sus tíos, y en su mesilla de noche se amontonaban libros prestados por Toti o Coni que le recordaban su compromiso con los más desfavorecidos. Le encantaba elogiar la amistad intensa en emociones, porque, a sus ojos, era la mejor de las academias (en algún sitio lo habría leído, pensaba Sixto cada vez que lo repetía). Entonces ¿qué más quería? Ramona no era rica en autoestima. Bastante habían hecho su padre y sus tíos, pensaba en sus horas muertas. Y, al fin y al cabo, coser y cuidar niños era algo que hacían muchas jóvenes de su edad. Sixto se empeñaba en que no hacía falta que estudiara, ¿para qué, si él ganaba suficiente? Que disfrutara de sus lecturas (que así también se instruía uno), y que, quién sabe, más adelante tal vez pudiera sacarse el bachiller. Y es que Sixto Baladia, a sus veinticinco años, se había instalado definitivamente en una madurez llena de proyectos empresariales que, para algunos coetáneos, lo convertían en adulto prematuro. Pero así había sido siempre, precoz según sentencia de la necesidad.
Una vez sentados en la parte trasera del bus, compartieron las últimas castañas, y Sixto le habló del traje Austin Reed, pura lana virgen, que pensaba comprarse de cara al invierno que se echaba encima, y que vendían en el número ocho de esa rambla; y, posteriormente, de la visita a la revista de un viejo poeta compadre de Surós, de pierna ortopédica, bajito y con pinta de militante, al que le habían negado publicar unos artículos esa misma tarde."

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Los buenos amigos



"Había llegado a Madrid cargado de expectativas, esas sabandijas traicioneras que transcurren en dirección contraria a la realidad. Lo cierto es que yo quería ajustar cuentas con la vida reviviendo una historia de amor y fantaseaba también con escribirla."

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"La clave de la vida es vivirla sin miedo."

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"La felicidad de este oficio está en el proceso de creación."

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""La paciencia es un invento de los adultos. Socialmente está mejor vista que la bebida, la defienden los que ya no pueden tener más que paciencia. No hagas caso, tú, sin miedo; lo importante es que llegues a mi edad con vivencias de las que arrepentirte."

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"La vida se divide entre los que arriesgan y los que no."

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"Lo que somos hoy, lo somos por todo lo que hemos vivido, aprendido, sufrido, llorado... Es el resultado de nuestro pasado. El pasado siempre vuelve por mucho que queramos enterrarlo."

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"Los sentimientos creo que son lo único en esta vida que no está sujeto a ningún tipo de manipulación Se quiere o no se quiere y nunca se elige, es más, muchas veces queremos a aquellos que menos nos convienen y que más nos pueden herir, pero como diría el señor Tatin, hay que vivir sin miedo."

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"Madrid es un amante buenísimo pero como novio es lo peor, te engaña en cuanto te despistas."

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"Madrid sentía debilidad por mi y yo por ella y me ofrecía todo lo que quería tener delante esa mañana."

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"Metodio es un nombre griego que significa el que sigue su camino siempre hacia adelante, con método, con perseverancia, con tenacidad, que no se doblega jamás. Y yo soy así. Yo nunca me rindo."

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"Para que te abran las puertas en este mundo hay tres palabras: por favor, gracias y perdón."

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"Silvia se apresuró a recoger los platos y dejarlo todo limpio. En el fondo debía de ser consciente de que a su hermana tal vez no le haría mucha gracia descubrir que iba a dormir con un menor como yo, pero que, a fin de cuentas, de un tiempo a esta parte se había convertido en su mayor confidente. En cualquier caso, eso a mí no me incumbía. Cuando ya bajo las mantas vi que ella entraba por el otro lado después de haber apagado las luces, sentí que mi amor, más allá de ser irremediable, tenía mucho sentido y podría seguir teniéndolo.
Reinaba la oscuridad. Yo no me atrevía a abrir la boca. Cuando se giró hacia mí para tocarme de nuevo la frente y noté el tacto de su pijama, mi corazón se aceleró de tal modo que preguntó sorprendida:
—¿Qué te pasa?
No pude responder.
—Ja, ja... Se oyen tus latidos, desde aquí puedo oírlos, qué fuerte... ¿Por qué estás tan nervioso? ¿Qué pasa?
¿Cómo podía preguntarme eso? Separó su mano de mi frente.
—Tiene que hacerte efecto el medicamento, pero me temo que tendremos que destaparnos... Contra lo que la gente cree, cuando se tiene fiebre no conviene taparse, sino lo contrario...
Yo no quería estar destapado; primero, porque sentía escalofríos constantemente y, segundo, porque pensaba que bajo el calor de las mantas existían más posibilidades de acercamiento. Además, desde pequeño había escuchado a mi madre decir que lo que más convenía en caso de fiebre extrema era sudar toda la noche para estar como nuevo al día siguiente. Ahora Silvia echaba por tierra las razones de mi madre. Traté de convencerla, pero ella insistió en destaparme. Y lejos de dormir, como yo creía que haría, buscó conversación.
—Cuéntame cosas... —me pidió."

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El año en que me enamoré de todas



"Te perdonaré todo, menos que no seas feliz."

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"(...) Y, sobre todo, el corazón está para usarlo. No lo dejes en barbecho."

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