"A veces, cuando pienso que algún día faltará, no sé imaginar la vida sin ella. Es como si la vida fuera ella, como si mamá fuera en sí misma la definición de la vida."

 Alejandro Palomas



"Ahora me doy cuenta de que no fue ella quien me dejó. Fui yo la que no la seguí. Elegí y me quedé. Condenada, convertida en faro, como en los cuentos que no acaban bien. Aprendiendo que la medida del cariño es la añoranza. Aprendiendo a saber estar. Yo. Conmigo. Estando."

 Alejandro Palomas


"Ante la página en blanco, no tenga nunca ni idea de lo que finalmente voy a escribir."

 Alejandro Palomas




" -Antes de ahora tenía una vida y mi violín -dijo, poniéndome la mano en el brazo -. Ahora sólo me queda el violín. Y ahí empezó todo. Empezó Serena."

 Alejandro Palomas


"Antes de que pudiera decirle nada, él parpadeó unas cuantas veces, rozándome la mejilla con las pestañas y haciéndome cosquillas con ellas. "Besos de mariposa" lo llaman aquí."

 Alejandro Palomas




"Así es el resentimiento. Con cada palabra, con cada gesto, vamos poniendo un nuevo ladrillo en el muro de réplicas contenidas que se acumulan en el resentido. Sin embargo, llega un día en que el muro, demasiado frágil o demasiado torcido, se derrumba como un hotel abandonado en una playa, dejando a la vista el nido de gaviotas asustadas que se ocultaban en su interior."

 Alejandro Palomas





"Confieso que he vivido. Son cuatro palabras como cuatro rocas sobre un mar en calma, cuatro combinaciones de letras, aire, tonos, pulmones, voz y años."

 Alejandro Palomas




"Creíamos cosas que se creen porque alguien, en un rincón de nuestras historias, nos dibuja mapas del tesoro con pistas falsas. Luego, cuando esos mapas nos llevan al cofre prometido, saltan los candados y con ellos la sorpresa. Con el tiempo aprendemos que los mapas son de quien los dibuja, no de quien los persigue, y que en la vida sonríe más quien mejor dibuja, no quien más empeño pone en la búsqueda."

 Alejandro Palomas


"Cuando me pongo a escribir no me ronda nada. Ronda lo que sale, no hay una previa. Mi labor de planificación es muy inconsciente. Me pongo delante del ordenador y sale lo que en esos momentos se me pasa por la cabeza. No hay un proyecto ni una pizarra donde planifico la historia. Solo tengo necesidad de escribir y a partir de ahí empiezan a salir cosas y más cosas."

Alejandro Palomas




"¿De dónde sacan la risa los niños en los hospitales? ¿Dónde la encuentran?"

Alejandro Palomas




"Desde el jardín delantero llega el olor del jazmín y de la madreselva, columpiándonos en flor y en blanco. Desde más allá, el olor a sal y a pino joven. A mar abierto."

Alejandro Palomas



"Di gracias por que Silvia no estuviera allí para oírlo porque su reacción, a pesar del precario estado de mamá, no habría sido la mejor. Lo de mamá y los móviles es una larga historia de amor-odio que entre nosotros se ha convertido en un clásico y que, analizada a fondo y con el debido detenimiento, seguramente resolvería no pocos enigmas del comportamiento humano que la comunidad científica agradecería. Hasta su ingreso en el hospital, mamá había tenido unos cuantos teléfonos, algunos nuevos, otros heredados, que habían desaparecido de sus manos en plazos nada razonables, respondiendo a una dinámica que había sido imposible modificar y que le había valido no pocas broncas cuando nos había pillado con el pie cambiado, sobre todo por parte de Silvia y de mí. Entre todos ellos, los que más le habían durado habían sido tres. El primero era un aparato enorme que no le cabía en la mano y que tío Eduardo, su hermano, le había traído de un país asiático en uno de sus viajes. El teléfono más parecía un organillo en miniatura con unas teclas inmensas que lo que era en realidad: una mezcla de radio, grabadora y teléfono del que, cada vez que sonaba, salía la voz de una china que declamaba a voz en grito un montón de cosas que nunca llegamos a entender. Afortunadamente, el organillo duró lo que duró. El segundo fue uno de esos Nokia irrompibles y resistentes a todo el trasiego que pueda imaginarse en manos de alguien como mamá y que ella jubiló el día de su cumpleaños porque la vista no le daba para una pantalla como aquella y porque yo decidí regalarle un terminal que se adaptara un poco mejor a sus necesidades y que encontré en una tienda especializada en personas con dificultades visuales: a saber, muy fácil manejo, letra grande a color, linterna y agenda. Ni siquiera ofrecía la posibilidad de mandar SMS.
Desde entonces, el tema del móvil había quedado milagrosamente solucionado y había dejado de ser un problema, a pesar de que mamá lo había perdido con tanta frecuencia y se le había caído tantas veces al suelo que si el teléfono seguía con vida era, como decía Emma, por una pura cuestión de mecánica básica."

Alejandro Palomas
Un amor



"El agua de Venecia esconde ya demasiada oscuridad y en el limo de la laguna no hay espacio para más. Venecia se levanta sobre los secretos y errores de los que quisieron venir aquí a olvidar y la ciudad se hunde sobre ellos."

Alejandro Palomas




"El brazo de mamá en el mío es el mejor regalo que la vida me ha hecho en mucho tiempo."

Alejandro Palomas




"En el horizonte flota una línea más negra que el cielo y que el mar, más oscuro que el mismo negro. Cuando perdemos la mirada en ella, todo se ordena porque todo cabe, caben los años de una vida, las historias queridas, las verdades que nunca quisimos oír. Cuando perdemos ahí la mirada, la vida habla y la noche escucha."

Alejandro Palomas


"Entonces volvió la música. El arco rasgó las cuerdas y la ciudad y se cerró sobre el limo y los años a esperar el regreso del inventor y de su mujer violín. Hasta ahora. Hasta aquí."

Alejandro Palomas


"Está metida en su pecera y dice cosas tan hermosas, tan propias, que me fallan las rodillas y tengo que tragar saliva porque desde donde estoy no sé cómo llegar hasta ese elemento que no es aire, ni agua, ni tierra, ni fuego, ese elemento que es Serena cerrada sobre sí misma, rasgando sus cuerdas y hablando con ellas desde un silencio que no comparte conmigo ni con nadie. Yo no sé cómo llegó esta mujer a mi vida. No sé cómo ni a quién preguntar, ni tampoco lo que sentía antes de que ella apareciera, cómo vivía las cosas, cómo las entendía."

Alejandro Palomas





"Estáis bien juntos, ¿No? Pues, hala, a vivirlo."

Alejandro Palomas


"Hay un momento en la vida en que dejamos de mirar y nos dedicamos a ver. Ya no buscamos con los ojos. Fijamos la mirada en un punto del presente o del pasado y las imágenes llegan solas, repetidas, escuchadas. Es la vejez."

Alejandro Palomas




"Hay vida en la isla y también en este corazón. Quizá sean distintas, pero son las mías y tendré que saber vivirlas el tiempo que me quede. El que aún nos queda."

Alejandro Palomas




"He aprendido que hay hombres, mujeres y niños que miran con luz propia sin oscurecer nada de lo que miran."

Alejandro Palomas




"La locura y tú sois hermosas y, a estas alturas de mi vida, lo hermoso es vivir. Vivirlo. Yo no tengo nada que perder, ni siquiera tiempo, porque no sé cuánto me queda aquí."

Alejandro Palomas


"La muerte es algo hereditario."

Alejandro Palomas


"La realidad que veo no me gusta, (... ). De hecho, escribo porque la realidad no me gusta. Necesito entonces idear mundos a mi medida. Vivo dentro de mis libros."

Alejandro Palomas


"La vida no es fácil, hija -dice-. Nadie dijo nunca que lo fuera. Y cada una tiene que vivir la suya."

Alejandro Palomas




"Llega una edad en la que nos damos cuenta de que vivir restando es vivir al revés porque hace daño, y la vida no es eso. Hay que aprender a sumar, hija, a sumarlo todo: el dolor, la pena, la angustia, lo vivido, lo que esperas vivir, lo que ya no..., los que se marcharon. Todo eso eres tú."

Alejandro Palomas


"Lo dice con esa voz de mujer mayor que no sabe defenderse de los ataques de la gente a la que quiere, porque desde siempre prefiere dolerse a dañar."

Alejandro Palomas




"Lo vivía todo como si la vida fuera una carrera de obstáculos puestos ahí por el destino sólo para ella."

Alejandro Palomas


"Mamá está nerviosa e ilusionada. Lleva así unas semanas, desde que tiene la certeza de que esta noche estaremos todos. Por fin, después de tantos intentos frustrados, los que somos su sangre nos sentaremos a la mesa a celebrar el fin de año y brindaremos juntos. Es un gran día para ella y no lo disimula, porque no sabe hacerlo. Desde que se divorció de papá, siempre ha pasado algo, algo ha terminado torciéndose y la cena de Nochevieja ha estado coja."

Alejandro Palomas


"Mamá odia los conflictos por encima de todo, de ahí que se pase media vida intentando que las cosas no se tuerzan, dando mil oportunidades a quien normalmente no las pide -y las merece menos-, y confiando, confiando en que las cosas son y serán siempre mejores de lo que suponemos, aunque la realidad no siempre esté de su parte y casi nunca juegue a darle la razón."

Alejandro Palomas





"(...) Mis libros son muy vitales, en mi imaginario particular el mundo es muy vital."

Alejandro Palomas




"No hay nada que admirar. Después de tantos años, la vida me ha enseñado que las cosas siempre salen bien cuando eres tú la que decide, porque decidir ya es hacerlo bien. No tiene más misterio."

Alejandro Palomas





"No me gusta entrar en un universo dramático o trágico que se cierre con más sufrimiento. Como escritor no puedo hacer algo que no dé esperanza a algo mejor."

Alejandro Palomas


" -¿No preferirías llevarte el visón nuevo, mamá?- le he preguntado en un inútil intento por hacerle cambiar de idea. Ella ha sacado los dientes del pañuelo y se los ha colocado. -Sí, claro. Por eso me llevo éste. Porque prefiero el otro."

Alejandro Palomas




"No sé las cartas que la vida me pondrá en la mano, pero el tiempo que he vivido aquí me ha enseñado que eso es lo de menos. No importan las cartas sino la mano que las maneja."

Alejandro Palomas


"No te permitas llegar a vieja sin haber vivido la aventura de saber que alguien te echa de menos, hija."

Alejandro Palomas


"No tenía mucha gente con quien compartirme."

Alejandro Palomas



"No tiene nada que perder porque ha perdido tantas cosas en la vida que ya sólo juega a ganar."

Alejandro Palomas





"Parece mentira que haya pasado tanto tiempo y que haya pasado así, tan sin darnos cuenta."

Alejandro Palomas




"¿Por qué será que en esta familia nunca nos decimos las cosas que realmente importan?"

Alejandro Palomas





"(...) Porque algunas familias son así -somos así-, así de intensas, así de imprevisibles y arrebatadas."

Alejandro Palomas



"Quizá en el tiempo que aún nos quede juntas seas capaz de entender que eres lo que más he querido en el mundo."

Alejandro Palomas




"Si algo me han enseñado los años y los colgajos es que el tiempo no perdona ni cura. Lo que cura es la verdad, y si duele, mala suerte."

Alejandro Palomas


"Si no hay miedo, el valor no vale nada. Lo difícil no es no tener miedo, sino seguir adelante a pesar de él."

Alejandro Palomas



"Silencio.
Lo que hay ahora en la cafetería es silencio, nada más. Calla Silvia a mi derecha y a mi izquierda callan Emma y también mamá, que me mira con cara de angustia y continúa tapándole con la mano las orejas a Shirley, que sigue acurrucada contra su pecho sobre la bolsa verde. El silencio de ahora es ese silencio espeso y eléctrico que queda en el aire después de un cuento triste.
El cuento de un atropello.
Durante unos minutos, he contado cómo lo hacemos cuando la memoria recupera los datos pero no el dolor, como contó Emma su viaje a Roma el día que mamá llegó con R a casa y me pidió en su carta que la llamara: desde arriba, desde lejos, no queriendo estar. Y mientras contaba, una parte de mi cerebro repasaba los detalles, rastreando las escenas en busca de esas señales y cosas buenas que no vemos en el momento de vivirlas, pero que desde la distancia quizá apunten a un desenlace más benigno.
No me he alargado mucho. He contado que al salir de casa de mamá, alguien se había dejado abierta la puerta de la calle y no he tenido tiempo de atar a R. Que, aunque todo ha ocurrido en unos instantes, a mí me ha parecido que ocurría a la vez: en cuanto he pisado la acera, delante de R ha estallado un petardo que ha caído desde la terraza de una finca contigua. Aterrado, R ha echado a correr y al llegar a la esquina, sin tan siquiera volverse a mirar, ha cruzado la calle, colándose entre dos furgonetas blancas de reparto aparcadas junto a la acera. No he visto más. Luego he oído un largo chirrido de frenos, un ladrido ahogado y un golpe seco, seguido de otro chirrido, este más breve. Después, nada. Silencio. Deben de haber transcurrido unos diez segundos desde que hemos salido de casa hasta ese instante y, sin embargo, en mi memoria sigue siendo uno solo, una turbia mezcla de ver, prever, negar, no creer, no querer, no poder, cámara lenta, impacto, horror, un horror físico, como si no llegara el aire y todo lo que hubiera fuera un jadeo largo y sordo que se extendía desde el portal de casa de mamá hasta ese punto muerto de la calle que yo no veía, oculto por las dos furgonetas blancas, pero que palpitaba como una herida sin abrir, llena de todo lo feo y lo no querido."

Alejandro Palomas
Un perro



"Sufriendo en silencio. Me pregunto quién coño les habrá dicho a estas mujeres que sufrir en silencio te hace mejor. Cómo meterles en la cabeza que el silencio no engrandece, que eso es mitología griega. El silencio coarta, desquicia, enmudece, enferma."

Alejandro Palomas




"Suspira. El cielo está tan estrellado que da envidia."

Alejandro Palomas


" -Te entiendo. Eso dijo esa tarde junto al semáforo. Te entiendo. No "te quiero". No "cariño". No "cálmate". Y en esas dos palabras hubo mucho más de lo que nadie me había dicho hasta entonces. Hubo una verdad tan inmensa, tan vasta, que supe que era sincero. Y supe también que no me haría daño, que quizá Isaac había llegado a mi vida para enseñarme a defenderme de mí misma, a cuidar de mí."

Alejandro Palomas



"Venecia no cambia. No puede cambiar porque el agua no da espacio ni tiempo para cambios. Aquí no cabe el tiempo. Isaac y yo paseamos despacio y sin rumbo, mi brazo en el suyo, perdiéndonos en esta vastedad de puentes, canales y olor a humedad. Hablar de Venecia no es posible, es como hablar del desierto. ¿Qué decir? ¿Arena y cielo? Ver Venecia es tener que imaginar. Es volumen. Hemos comido bien, pero no recuerdo dónde. Sí el nombre, y también el olor, pero no sabría volver. No es bueno volver en Venecia. Hay que circular, avanzar, hacia cualquier parte. Esto es el laberinto y el laberinto pide valor, valentía, coraje.
Isaac arrastra un poco los pies al caminar y hay veces en que no está. Me mira y sonríe, ladeando la cabeza para escuchar como un pájaro sobre una barandilla, quizá viéndome poco, o quizá viendo más cosas de mí de las que imagino. A veces murmura. Se repite. Me preocupa. No es el Isaac de siempre. Está más torpón, menos suelto. «Cansado», dice Serena. Cierto. Comprensible. Tres exposiciones en los últimos tres meses deben de haberle dejado exhausto. Ámsterdam, Barcelona y Oporto, colgando fotos en galerías y museos, exponiéndose a sí mismo y a sus desnudos de ancianos para que el mundo los vea. Viejas pellejas son lo que muestra. Arrugas y ojos cansados. Pelo blanco. Calvas. Lo que no se enseña. Lo que yo nunca enseñaría. Isaac sí. Isaac enseña siempre lo que le motiva. Nunca tuvo nada que esconder, ni siquiera a mí durante los años en que yo no he sido yo. La Elsa borracha. «Eres mi madre», decía. «Borracha o no, eres mi madre». Isaac. No sé qué habría hecho sin él. Y sin Serena.
Hemos dado vueltas por puentes y callejones hasta que han empezado a dolerme las piernas y hemos decidido volver al hotel a echarnos una siesta. Hace calor en esta Venecia recuperada. En la habitación también. Desde mi ventana, un pequeño canal se desliza hacia las entrañas del laberinto. A un lado, el ponte delle Erbe y sobre los tejados, el ospedale civile como un sarcófago pesado y silencioso. Hay ventanas en el horizonte y tanta calma que así, sentada delante de la ventana abierta, me dejo acariciar por la tarde torcida de la ciudad, inspirando el olor fuerte del canal y anclándome contra el murmullo de los turistas que desde aquí no se ven. Hace treinta y dos años la vista era la misma. El mismo hotel, el mismo puente, la misma habitación con estas flores rojas en la pequeña barandilla. El mismo silencio en esta ciudad que no cambia porque no tiene hacia dónde ni desde dónde. Pero entonces todo pasó y hoy las cosas deben ocurrir todavía. Conjuradas están. Estoy aquí, viva y de vuelta. Y he venido con Isaac. Los dos. Venimos a celebrar. Yo a dar gracias, a decir cosas que debería haber dicho antes. Él, a saber lo que ni siquiera intuye."

Alejandro Palomas
Agua cerrada




"Ver reír a una anciana es un milagro."

Alejandro Palomas


"Y entiendo también que su casa somos nosotras, que si sigue ahí aguantando es porque cree que todavía no estamos enteras sin ella y que no se irá hasta dejarnos bien, hasta que su casa esté bien vivida. Ordenada. Hasta que haya paz."

Alejandro Palomas


"Y es entonces cuando se me ocurre que este baile tan bien acompasado, este laberinto de gestos naturalmente hilados, todo este lenguaje fácil, reconocible, automático..., todo esto es lo que nos hace familia, historia común, comunidad."

Alejandro Palomas


"Y si hay oscuridad, no vaciles. Aquí, al otro lado de mi ventana, hay un faro que da vueltas y que todas las noches baña esta orilla preguntando por ti."

Alejandro Palomas




"Yo daría la vida por poder abrazar a mi madre una sola vez, una sola, y por poder decirle que lo he conseguido, que he salido de lo que he salido y que me falta su mirada para saber que lo he hecho bien. Daría todo lo que tengo, hija -dijo con una voz triste-. Todo menos a vosotros tres, porque sin vosotros, sin tus hermanos y sin ti, no me quedaría nada que dar y tampoco nada que esperar. Y eso no. Vivir sin tener nada que esperar, no."

Alejandro Palomas