"Ahora mi rutina es así: me levanto a la mañana, me tomo un café y me siento a escribir. Y después, un poco más tarde, puede ser que haga una pausa y coma algo, para seguir escribiendo. La escritura de verdad sale a la mañana. Al principio de lo que sea que estoy escribiendo no puedo dedicarle mucho tiempo, apenas unas tres horas. Reescribo mucho, así que reescribo y cuando pienso que está listo, lo envío. Y después quiero reescribirlo un poco más. Lo que me pasa a veces es que hay una o dos palabras que me parecen tan importantes que pido que me manden el libro de vuelta para poder agregarlas."

Alice Ann Munro




"Detestaba la palabra "evasión" aplicada a la ficción. Podría haber argumentado, y no solo por llevar la contraria, que la evasión era la vida real."

Alice Munro


"Él parecía sincero al confesar lo que pensaba de mí, pero yo no tenía intención de serlo con él. ¿Por qué no? Porque percibía en él lo que las mujeres suelen percibir en los hombres, algo tierno, henchido, tiránico, absurdo; yo nunca podría asumir las consecuencias de interferir con ello: sentía una indiferencia, casi un desdén, que le ocultaba."

Alice Munro


"En la vida tienes unos cuantos sitios, o quizá uno solo, donde ocurrió algo; y después están todos los demás sitios."

Alice Munro



"Es interesante lo que sucede al envejecer, porque los recuerdos se vuelven más vívidos, en especial los recuerdos lejanos."

Alice Munro




"Estaba aprendiendo, con bastante retraso, lo que muchas personas de su entorno parecían saber desde la infancia: que la vida puede ser plena sin grandes éxitos."

Alice Munro


"La complejidad de las cosas, las cosas dentro de las cosas, parece sencillamente inagotable."

Alice Munro


"La felicidad constante es la curiosidad."



Alice Munro




"La mayoría de las mujeres que eran ambiciosas, creo yo, sentían de alguna manera que el sexo era el enemigo, porque casarse era sepultar todas esas ambiciones. Quiero decir que lo peor que podía pasarle a una mujer, como solían decir, era tener que casarse, o sea, tener relaciones sexuales. Así que el sexo era algo que una debía estar segura de mantener bajo control."

Alice Munro


"La memoria es la forma en que seguimos contándonos a nosotros mismos nuestras historias."

Alice Munro




"La prosa debe tener cierta aspereza, y actualmente me gusta escribir así. Me gusta escribir de un modo que, no sé. ¿Qué asuste un poco a la gente?"

Alice Munro


"La vida de la gente, en Jubilee como en todas partes, era aburrida, simple, asombrosa e insondable, cuevas profundas cubiertas de linóleo de cocina."

Alice Munro


"La vida de la gente es suficientemente interesante si tú consigues captarla tal cual es, monótona, sencilla, increíble, insondable."

Alice Munro


"Las mujeres necesitan interpretar la vida verbalmente. Mientras que muchos hombres que conozco, o que alguna vez conocí, no tenían esa necesidad, sino que más bien prefieren seguir adelante y lidiar con lo que haya que lidiar sin preguntarse nada demasiado."

Alice Munro


"Lo que se ofrecía como normal y corriente (...), me parecía un engaño deliberado e incitante, el manto de las apariencias cotidianas que se extendía sobre semejante desvergüenza, semejantes explosiones apasionadas de lujuria."

Alice Munro


"Me encanta trabajar con gente, con las conversaciones de la gente y también con las cosas inesperadas que le ocurren a la gente. Lo inesperado es muy importante para mí."

Alice Munro


"Me parece tan ridículo que se pretenda que una persona quede atrapada en un traje... O sea, el traje de ingeniero, de médico, de geólogo, y luego crece la piel por encima de la ropa, o sea, que esa persona ya no se lo puede quitar."

Alice Munro


"Mi idea era escribir novelas, pero empecé a escribir cuentos porque era para lo único que podía hacerme tiempo. Entre las tareas de la casa y el cuidado de los chicos, nunca habría tenido tiempo de escribir una novela. Y después fue como si el formato del cuento -en realidad, una forma más bien inusual de cuento, por lo general una forma de relato bastante largo- fuese lo que quería hacer."

Alice Munro



"Mi madre no sabía quiénes eran los cameronianos ni por qué se les llamaba así. Alguna religión rara de Escocia, decía desde el pedestal de su obediente y despreocupado anglicanismo. La maestra siempre se hospedaba con los Grieves y mi madre estaba algo atemorizada ante la idea de ir a vivir en aquella casa de madera negra, con sus domingos paralizados, sus lámparas de parafina y sus ideas primitivas. Pero para entonces estaba prometida y quería trabajar en su ajuar en lugar de dar vueltas por la región divirtiéndose, y pensaba que podría ir a su casa un domingo de cada tres. (Los domingos, en casa de los Grieves, se podía encender un fuego para calentarse, pero no para cocinar, ni siquiera se podía poner a hervir el agua para hacer té, y se suponía que no se podía escribir cartas ni matar una mosca. Pero resultó que mi madre estaba libre de esas normas. «No, no —decía Flora Grieves, riéndose de ella—. Eso no te afecta a ti. Tú sigue haciendo lo que acostumbras hacer.» Y al poco mi madre se había hecho tan amiga de Flora que ni siquiera iba a su casa los domingos que tenía pensado ir.)
Flora y Ellie Grieves eran las dos hermanas que quedaban de la familia. Ellie estaba casada con un hombre llamado Robert Deal, que vivía allí y trabajaba la granja, la cual no había cambiado su nombre por el de Deal en la mente de nadie. Por la manera en que la gente hablaba, mi madre pensaba que las hermanas Grieves y Robert Deal debían de ser al menos de mediana edad, pero Ellie, la hermana más joven, solo tenía unos treinta años, y Flora era siete u ocho años mayor. Robert Deal podría estar en medio de las dos.
La casa estaba dividida de un modo sorprendente. El matrimonio no vivía con Flora. Cuando se casaron, ella les cedió el salón y el comedor, las habitaciones delanteras, la escalera y la cocina de invierno. No hubo necesidad de decidir sobre el cuarto de baño, porque no había. Flora tenía la cocina de verano, con sus cabrios abiertos y sus paredes de ladrillo descubierto, la antigua despensa convertida en un estrecho comedor y las dos habitaciones traseras, una de las cuales era la de mi madre. La maestra se alojaba con Flora, en la parte más pobre de la casa, pero a mi madre no le importó. Prefirió de inmediato a Flora y su jovialidad al silencio y la atmósfera de cuarto de enfermo de las habitaciones delanteras. En el territorio de Flora ni siquiera era cierto que todas las diversiones estuviesen prohibidas. Tenía un tablero de crokinole y enseñó a mi madre cómo se jugaba.
La división se hizo, desde luego, esperando que Robert y Ellie tuvieran familia y que necesitasen la habitación. Pero esto no había sucedido. Hacía más de una docena de años que se habían casado y ninguno de sus hijos sobrevivió. Una y otra vez, Ellie se había quedado embarazada, pero dos bebés nacieron muertos y el resto fueron abortos. Durante el primer año de estancia de mi madre, Ellie parecía guardar cama más a menudo, y mi madre pensó que debía de estar embarazada de nuevo, pero nada se dijo al respecto. Una gente así no lo mencionaría. No se podía saber por el aspecto de Ellie cuando se levantaba y paseaba, porque mostraba una figura ancha y estropeada, aunque de pecho caído. Olía a lecho de enfermo y, igual que un niño, se impacientaba por todo. Flora la cuidaba y hacía todo el trabajo. Lavaba la ropa, arreglaba las habitaciones y preparaba la comida que se servía a ambos lados de la casa, además de ayudar a Robert a ordeñar y desnatar. Se levantaba antes del amanecer y nunca parecía cansarse. Durante la primera primavera que mi madre estuvo allí se emprendió una limpieza a fondo de la casa. Flora se subió sola a las escaleras, bajó las contraventanas, las limpió y las guardó, llevó todo el mobiliario de una habitación a otra para poder restregar el enmaderado y barnizar los suelos. Lavó todos los platos y los vasos que había en los aparadores, supuestamente limpios. Escaldó todos los potes y las cucharas. La poseían tal urgencia y energía que apenas podía dormir: a mi madre la despertaba el sonido de los tubos de la chimenea cuando los desmontaba o el de la escoba envuelta en un paño de cocina, con la que golpeaba las ahumadas telarañas. A través de las limpias ventanas sin cortinas entraba un torrente de luz despiadada. La limpieza era arrolladora. Entonces mi madre dormía en sábanas que habían sido blanqueadas y almidonadas y que le provocaron una erupción. Ellie, enferma, se quejaba cada día del olor del barniz y de los polvos de limpiar. Las manos de Flora estaban ásperas, pero su disposición seguía siendo excelente. El pañuelo, el delantal y los holgados pantalones de trabajo de Robert le daban el aire de un cómico, deportivo, impredecible.
Mi madre la llamaba derviche danzante."

Alice Munro
Amistad de juventud





"Otra cosa que hacía yo era construir casas de hojas. Recogía con el rastrillo hojas secas del arce del columpio, las cargaba en brazadas y las tiraba al suelo y las distribuía formando la planta de una casa. Aquí el salón, ahí la cocina, allí un montón blando para la cama del dormitorio, y así todo lo demás. Yo no me había inventado ese pasatiempo; en el patio de las chicas se trazaban casas de hojas más extensas, e incluso se amueblaban un poco, en todos los recreos, hasta que el conserje acababa por recoger y quemar las hojas."

Alice Munro



"Pensaba que Louisa tenía de verdad mejor aspecto que antes. Quizás hubiera empezado a darse colorete. Tenía la piel pálida, olivácea, y Jim Farrey creía recordar sus mejillas sin color. Además, se vestía con más gracia, y se esforzaba más por ser simpática. Antes era según le daba. También había empezado a beber whisky, aunque nunca sin ahogarlo en agua. Antes sólo bebía un vaso de vino. Jim Frarey pensó si sería un novio quien la habría hecho cambiar así; pero un novio podía mejorar su aspecto sin necesidad de que sintiera más interés por todo, y estaba casi seguro de que eso es lo que había ocurrido. Lo más probable es que se debiera a que el tiempo pasaba y a que la guerra mermaba terriblemente las perspectivas de encontrar marido. Eso podía servirle de estímulo a una mujer. Además, era más lista y más guapa y tenía mejor conversación que la mayoría de las casadas. ¿Qué ocurría con una mujer así? A veces, simple mala suerte. O mal cálculo en el momento importante. ¿Un poco demasiado lista y segura de sí misma, para aquella época, de manera que hacía sentirse incómodos a los hombres?"

Alice Munro
Secretos a voces


"Recuerda que cuando un hombre sale de una habitación, se lo deja todo en ella -le ha dicho su amiga Marie Mendelson-. Cuando sale una mujer, se lleva todo lo que ha ocurrido allí."

Alice Munro


"Si hoy en día vives lo suficiente, descubres que con tus hijos has cometido errores que no te molestaste en ver, además de los que viste perfectamente."

Alice Munro


"Sofía durmió un rato. Cuando se despertó volvía a estar locuaz, pero no mencionó a ningún marido. Habló de su novela y del libro de recuerdos de su juventud en Palibino. Dijo que ahora podía hacer algo mejor y se puso a describir la idea que tenía para un nuevo relato. Se embrolló y se echó a reír porque no lo explicaba con claridad. Había un movimiento hacia delante y hacia atrás, dijo, había un pulso en la vida. Tenía la esperanza de que en esa novela descubriría qué pasaba. Algo oculto. Inventado, pero no. ¿Qué quería decir con aquellas palabras? Se rió. Desbordaba de ideas de una amplitud y una importancia completamente nuevas, dijo, pero al mismo tiempo tan evidentes y naturales que no podía evitar reírse."

Alice Munro




"Su cara encerraba para mí todas las posibilidades de fiereza y ternura, orgullo y sometimiento, violencia, autonomía. Nunca vería en ella más de lo que había visto la primera vez, porque lo vi todo entonces. Todo aquello que amaría en él, y que nunca aprehendería ni explicaría."

Alice Munro