"A las metáforas del poeta, que continuó cultivando y memorizando, se unieron ahora algunos comestibles que el sensual vate ya había celebrado en sus odas: cebollas («redondas rosas de agua»), alcachofas («vestidas de guerreros y brumidas como granadas»), congrios («gigantes anguilas de nevada carne»), ajos («marfiles preciosos»), tomates («rojas vísceras, frescos soles»), aceites («pedestal de perdices y llave celeste de la mayonesa»), papas («harina de la noche»), atunes («balas del profundo océano», «enlutadas flechas»), ciruelas («pequeñas copas de ámbar dorado»), manzanas («plenas y puras mejillas arreboladas de la aurora»), sal («cristal del mar, olvido de las olas») y naranjas para tramar la «Chirimoya alegre», postré que sería el hit del verano junto a «Lolita en la playa» por los Minimás.
Al poco tiempo llegaron hasta la caleta algunos jóvenes obreros que fueron clavando postes desde el caserío hasta la carretera. Según el compañero Rodríguez, los pescadores tendrían electricidad en sus casas antes de tres semanas. «Allende cumple» dijo enrulándose la punta del bigote. Pero los progresos en el pueblo, traían aparejados problemas. Un día en que Mario preparaba una ensalada a la chilena digitando el puñal en un tomate, como un bailarín de la oda de Neruda («debemos por desgracia asesinarlo, hundir el cuchillo en su pulpa viviente»), observó que la mirada del compañero Rodríguez se había prendido del culo de Beatriz, de vuelta al bar tras haber puesto el vino en su mesa. Y un minuto después, al abrir ella los labios para sonreírle, cuando el cliente le pidió «esa ensalada a la chilena», Mario saltó por encima del mesón cuchillo en ristre, lo elevó entre ambas manos por encima de la cabeza como había visto en los westerns japoneses, se puso junto a la mesa de Rodríguez, y lo bajó tan feroz y vertical que quedó vibrando ensartado unos cuatro centímetros en la cubierta. El compañero Rodríguez, acostumbrado a precisiones geométricas y a mediciones geológicas, no tuvo dudas que el mesonero poeta había hecho el numerito a modo de parábola. Si este cuchillo penetrara así en la carne de un cristiano, meditó melancólico, se podría hacer un gulasch con su hígado. Solemne, pidió la cuenta, y se abstuvo de incurrir en la hostería por tiempo indefinido e infinito. Adiestrado a su vez en el refranero de doña Rosa, que siempre procuraba matar dos pájaros de un tiro, Mario le sugirió a Beatriz con un gesto, que constatara cómo el torvo cuchillo seguía rajando la noble madera de raulí, aun cuando el incidente había tenido lugar hacía ya un minuto.
—Caché —dijo ella.
Las ganancias del nuevo oficio permitieron que doña Rosa hiciera algunas inversiones que funcionaran cual cebo para amarrar nuevos clientes. La primera, fue adquirir un televisor pagadero en incómodas cuotas mensuales, que atrajo al bar un contingente inexplotado: las mujeres de los obreros del camping, quienes dejaban marcharse a las carpas a sus hombres para que descabezaran una siesta arrullada por las opíparas raciones del almuerzo convenientemente aliviadas por un tinto cabezón, y que consumían interminables agüitas de menta, tecitos de boldo, o agüitas perras, mientras glotonamente devoraban las imágenes de la teleserie mexicana Simplemente María. Cuando después de cada episodio surgía en la pantalla un iluminado militante del marxismo en la sección cultural denunciando el imperialismo cultural y las ideas reaccionarias que los melodramas inculcaban en «nuestro pueblo», las mujeres apagaban el televisor y se ponían a tejer o echaban una mano de dominó.
Aunque Mario siempre pensó que su suegra era tacaña —«usted parece que tuviera pirañas en la cartera, señora»— lo cierto es que al cabo de un año de rasmillar zanahorias, llorar cebollas y descuerar jureles había juntado suficiente plata como para empezar a soñar en hacer su sueño realidad: comprarse un pasaje aéreo y visitar a Neruda en París."

Antonio Skármeta
El cartero de Neruda



"Al ingresar en la zona, el joven no pudo impedir que la felicidad lo desbordara. Era como si una ducha de pistones, semejante a aquella que usan para pintar la carrocería de los autos, le hubiera barrido el sarro que acumulaba en sus entrañas. Se sentía limpio, ligero, y al darse cuenta de que estaba a punto de ejercer en plena calle una cabriola de baile, entendió por primera vez a aquellos héroes de los musicales de Hollywood que se ponían a cantar o a bailar cuando caían en éxtasis. Se había descargado de tantas mochilas que le doblegaban el lomo que ahora se sentía un animal liviano y flexible, ágil de mente y rápido de pezuñas. Dúctil, y tan transparente que le parecía que todo el mundo se daría cuenta de la doble fuente de su felicidad: eso que sentía por Victoria Ponce era muy probablemente lo que en el cine y las canciones llamaban "amor"."

Esteban Antonio Skármeta Vranicic 
El baile de la victoria



"Cerca de un mes más tarde, ocurre algo inesperado. No sé si una va acumulando energías imperceptibles con la rutina de semanas, hasta que de pronto, una mala constelación de los astros, la malinterpretación de un gesto o una frase, las ansias de precipitar el futuro porque uno no puede creer cuando ya se van a cumplir los catorce años que la vida es nada más que eso: una puja para que el destino muestre un resplandor, alguna señal de dicha, un ventarrón que levante la crujiente hojarasca del otoño en la plaza. Entretanto se acumulan los infortunios, y estas bestias agazapadas en la obscena oscuridad salen a la luz y muestran los dientes ávidos."

Antonio Skármeta
La chica del trombón


"Don Pablo -declaró solemne-. Estoy enamorado. El vate hizo del telegrama un abanico, que procedió a sacudir ante su barbilla. -Bueno -repuso- no es tan grave. Eso tiene remedio. - ¿Remedio? Don Pablo, si eso tiene remedio, yo sólo quiero estar enfermo. Estoy enamorado, perdidamente enamorado."

Esteban Antonio Skármeta Vranicic 



"El cine te hace soñar. -Sí, pero los que se la pasan soñando terminan mal del coco. Si uno no transforma sus sueños en realidad, va a dar al loquero. Menos mal que volviste al colegio. -Gracias a ti. -No me gustaría que fueras una amargada porque no pudiste hacer lo que querías."

Esteban Antonio Skármeta Vranicic 



"El muchacho fue consumido por una ausencia tan impecable que largo tiempo después que se esfumaran las imágenes, seguía imantado a la pantalla, y los fotogramas recorrían tenaces sus retinas. De pronto, cual si los pigmentos del film comenzaran a deshacerse en sus mejillas, rompió a llorar, con el estruendo y la batahola de un niño, derramando lágrimas incompatibles con su edad y viril temperamento. Los parroquianos vinieron en su auxilio con vasos de agua y pañuelos, y el joven los aceptó con la inanidad de quien ha visto fallecer a un familiar cercano y necesita la compasión y el calor de medio mundo. Le acariciaron el pelo, le reclinaron la cabeza en un almohadón, lo alentaron con una dosis de slíbovitz, y hasta la propia Alia Emar untó sus párpados con dedos bendecidos previamente por su deliciosa saliva.
Cuando tras tragar la copita de licor y respirar profundo, se dispuso a articular una expresión, sólo alcanzó a decir:
-Jamás... he... visto... nada... tan... bello... -antes de romper a llorar otra vez con ahogos y enrojecimientos alérgicos de la piel.
Más de repente el inminente difunto brincó desde el piso con la misma energía de esos payasos de madera que saltan del resorte cuando se abre la caja de sorpresas, y buscó la presencia de sus camaradas del complot con la desesperación de un náufrago. Extrajo el puñal, y aullando a la noche estrellada se puso a correr con él en ristre hacia la playa. La vergüenza de su deserción lo hizo jadear furioso, y el terror de haber metido a sus compatriotas en una emboscada que pudiera haber fracasado le hizo sangrar las narices. Mientras más corría, tanto más aumentaba su miedo de que los muchachos, sin sus órdenes tácticas, hubieran sido masacrados por las balas de los fusileros austriacos."

Antonio Skármeta
La boda del poet


"El ordenador no interfiere con la creatividad así como las piernas no interfieren para caminar."

Esteban Antonio Skármeta Vranicic 


"Fantasía más fantasía no puede sino dar algo más fantástico."

Esteban Antonio Skármeta Vranicic 



"Hace hoy cien años exactos un pobre y espléndido poeta, el más atroz de los desesperados, escribió esta profecía: Al amanecer armados de una ardiente paciencia, entraremos en las espléndidas ciudades. Yo creo en la profecía de Ribaud, el vidente. Yo vengo de una oscura provincia, de un país separado de los otros por la tajante geografía. Fui el más abandonado de los poetas y mi poesía fue regional, dolorosa y lluviosa. Pero tuve siempre la confianza en el hombre. No perdí la esperanza. Por eso he llegado hasta aquí con mi poesía y mi bandera. Debo decir a los hombres de buena voluntad, a los trabajadores, a los poetas, que el entero porvenir fue expresado en esta frase de Rimbaud: sólo con una ardiente paciencia conquistaremos la espléndida ciudad que dará luz, justicia y dignidad a todos los hombres. Así la poesía no habrá cantado en vano."

Esteban Antonio Skármeta Vranicic 


"La democracia no sólo tiene futuro si no mucho presente. No confundamos sus debilidades ocasionales con la esencia de este modo privilegiado de relación social que es la democracia. La democracia es un bien tan grande que hay profundizarlo, hacerlo más inclusivo y creador para que no se desgaste e incite a aventuras populistas o inmaduramente estridentes."

Esteban Antonio Skármeta Vranicic 


"La palabra es erótica cuando se comunica a niveles emocionales que a veces las ideas o conceptos no tienen."

Esteban Antonio Skármeta Vranicic 


"La palabra poética es cada vez más prestigiosa, todos aquellos que la enfrentan y se sumergen en ella sienten que amplían su universo, que son mejores personas, que se comunican mejor. La palabra es hasta más atractiva eróticamente que una imagen."

Esteban Antonio Skármeta Vranicic 



"Lo que me duele es no poder verla a ella -prosiguió absorto el cartero-. Sus labios de cereza y sus ojos lentos y enlutados, como si se los hubieran hecho la misma noche."

Esteban Antonio Skármeta Vranicic 


"Los nombres no tienen nada que ver con la simplicidad o complicidad de las cosas."

Esteban Antonio Skármeta Vranicic 


"Los trenes que conducen al paraíso son siempre locales y se enredan en estaciones húmedas y sofocantes. Sólo son expresos aquellos que viajan al infierno."

Esteban Antonio Skármeta Vranicic 


"Me falta tiempo para celebrar tus cabellos, uno por uno debo contarlos y alabarlos."

Esteban Antonio Skármeta Vranicic 




"Me interesa enormemente la inclusión, porque parte del trabajo del escritor es traer a la creación a la gente, ofrecerla para que quien la recibe la cree y la recree."

Esteban Antonio Skármeta Vranicic 



"Nos desvestimos en el coche, nos pusimos las mallas, y caminando lentamente fuimos a tendernos cerca de la orilla. Mi primo hundió el rostro en la arena, extendió los brazos, y se mantuvo jugando a coger entre las manos puñados de arena, y apretarlos, y a soltarlos lentamente después. Angélica se tendió de espaldas y yo permanecí sentado, fumando y contemplando su cuerpo moreno con la cabellera negra brillando en la arena, y deseándola. Así mismo la había conocido hacía un año, cuando mi primo me trajo ese verano y me la presentó, y me dijo que era "ella", y que era una pajarona, pero que era "ella" de todas maneras. Ahora había cambiado, mi primo la había ido creando, sin forzar nada, imperceptiblemente, haciéndole un mundo, moldeándola, llenándola de vida, colmando su mundo juvenil con su fuerza."

Antonio Skármeta
Entre todas las cosas lo primero es el mar




"Nosotros mismos somos muerte."

Esteban Antonio Skármeta Vranicic 



"-¡P'tas que me gustaría ser poeta!
-¡Hombre! En Chile todos son poetas. Es más original que sigas siendo cartero...
-¡Déme un ejemplo!
-“Me llamo mar, repite pegando en una piedra sin lograr convencerla. Entonces con siete lenguas verdes, de siete tigres verdes, de siete perros verdes, de siete mares verdes, la recorre, la besa, la humedece, y se golpea el pecho repitiendo su nombre”. –Hizo una pausa satisfecho-. ¿Qué te parece?...
-¿Cómo se lo explicaría? Cuando usted decía el poema las palabras iban de acá pa'llá.
-¡Como el mar, pues!
-Sí, pues, me movían igual que la mar...
-Te mareaste.
-¡Claro! Yo iba como un barco temblando en sus palabras.
Los párpados del poeta se despegaron lentamente.
-“Como un barco temblando en mis palabras”.
-¡Claro!
-¿Sabes que has hecho Mario?
-¿Qué?
-Una metáfora... Contra los vidrios turbios de sal y polvo, soplaba una ráfaga que los hacía vibrar. Mario mantuvo la vista sobre una flor derramada contra el canto de un jarrón de greda, y reprodujo el texto...
-“Dolor e indignación asesinato presidente Allende...”
-Otro –dijo el vate sintiendo que subían sombras a sus ojos y que, como cataratas o galopes de fantasmas, buscaban trizar los cristales para ir a reunirse con ciertos cuerpos borrosos, que se venían levantando desde la arena... su casa frente al mar y la casa de agua que ahora levitaba tras esos vidrios que también eran agua, sus ojos que también eran la casa de las cosas, sus labios que eran la casa de las palabras y ya se dejaban mojar dichosamente por esa misma agua que un día había rajado el ataúd de su padre...
Mario lo abrazó desde atrás, y levantando las manos para cubrirle las pupilas alucinadas, le dijo:
-No se muera, poeta."

Antonio Skármeta
Ardiente paciencia


"Sé que esta es la primera carta que recibes en tu vida, Mario, y por lo menos tenía que venir dentro de un sobre; si no, no vale."

Esteban Antonio Skármeta Vranicic 



"Soy un tipo de escritor que tiene un temperamento expansivo y comunicativo. No me es indiferente el receptor de mi obra. Quiero mantener con él un diálogo, quiero interesarlo, quiero provocarlo, quiero entretenerlo. No quiero refugiarme en una intimidad sin transparencia."

Esteban Antonio Skármeta Vranicic 


"Todos los hombres que primero tocan con la palabra, después llegan más lejos con las manos."

Esteban Antonio Skármeta Vranicic 



"Una cosa chica que vuela no debería tener un nombre tal largo como mariposa. Piensa que elefante tiene la misma cantidad de letras que mariposa y es mucho más grande y no vuela."

Esteban Antonio Skármeta Vranicic 



"¿Usted cree que el mundo entero es la metáfora de algo?"

Esteban Antonio Skármeta Vranicic 




"Yo creo que muchas veces la gente más joven que disfruta de la democracia y la libertad no sabe lo que costó recuperarlas. Están en un paraíso donde pueden decir lo que quieren, sin miedo a que los torturen o los degüellen o los exilien."

Esteban Antonio Skármeta Vranicic 


"¡Yo no armaría tanto escándalo por un beso! -Por el beso no, pero el beso es la chispa que arma el incendio."

Esteban Antonio Skármeta Vranicic