"A menudo, las mejores mentiras son las que se nos ocurren en el momento."

Sue Taylor Grafton 


"Al dejar el auricular se produjo un ruidito seco, y me lo imaginé descansando sobre la dura superficie de formica de la mesa. Me quedé a la escucha, en espera de que volviese. No podía creer que hubiera dormido más de la cuenta y me maldije por mi imbecilidad. Oí que se abría la puerta y que Sharon lanzaba una apagada exclamación de sorpresa. Y de pronto oí una especie de explosión rápida, casi hueca.
Arrugué el ceño y me incorporé al instante. Pegué el oído al auricular y apreté éste contra mí. ¿Qué había pasado? Alguien cogió el auricular de Sharon. Esperaba oírla y casi pronuncié su nombre, pero un impulso repentino me hizo tener cerrada la boca. Oí el murmullo de una respiración, el silbido asexuado de quien jadea un poco. Alguien murmuró un «diga» que me produjo un escalofrío. Cerré los ojos para obligarme a guardar silencio; unos timbrazos de alarma me recorrían el cuerpo con tal ímpetu que sentía los latidos del corazón en los oídos. Oí un amago de risa, un chasquido y se interrumpió la comunicación. Colgué con violencia, busqué los zapatos, cogí la cazadora y salí de la habitación.
La brusca descarga de adrenalina había acabado con todos mis dolores físicos. Me temblaban las manos, pero al menos estaba en movimiento. Cerré la puerta, fui en busca del coche; tintinearon las llaves mientras trataba de encender el motor. Arranqué, salí inmediatamente con la marcha atrás y me dirigí al apartamento de Sharon. Busqué la linterna en la guantera y comprobé su estado. Emitía un haz potente. Mi nerviosismo iba en aumento. O había querido gastarme una broma o estaba muerta e intuía cuál de las dos cosas había sucedido.
Me detuve al otro lado de la calle. En el edificio no había signos particulares de actividad. No veía correr a nadie. No se habían formado grupos ni había coches de la policía estacionados junto a la acera ni oía ninguna sirena acercarse. Había, eso sí, muchos vehículos en las plazas de parking señalizadas y en todos los apartamentos que tenía a la vista estaban encendidas las luces. Tanteé en el asiento trasero y saqué unos guantes de goma del maletín. Rocé con la mano el cañón de mi pequeña automática y tuve que hacer un esfuerzo para no metérmela en el bolsillo de la cazadora. No sabía lo que iba a encontrar en el apartamento de Sharon, no sabía quién podía estar aguardándome, pero si estaba muerta, no me gustaba la idea de que me descubrieran en el lugar de los hechos con una pistola cargada. La dejé pues donde estaba, salí del coche, lo cerré y me guardé las llaves en el bolsillo de los tejanos.
Me introduje en los jardines delanteros. Estaba oscuro, pero a lo largo del sendero había varios focos situados estratégicamente, más otros seis verdes y amarillos que iluminaban los cactos desde abajo. El efecto era más vistoso que iluminador. El apartamento de Sharon estaba a oscuras y el resquicio de la cortina había desaparecido. Llamé a la puerta. «¿Sharon?», dije en voz baja, escudriñando la parte delantera de la casa por si se encendía alguna luz. Me puse los guantes de goma y giré el pomo de la puerta. Cerrada. Llamé por segunda vez y pronuncié otra vez su nombre. No surgía el menor ruido del interior. ¿Qué haría si había alguien dentro?
Avancé por el sendero que rodeaba el edificio. Se oía música en uno de los apartamentos de arriba. Me dolían los riñones y las mejillas me ardían como si acabara de correr los cuatrocientos metros lisos, pero ignoraba si se debía a la gripe o al miedo. Avancé con rapidez y sigilo por el sendero de atrás. La cocina de Sharon era la única de las cinco que estaba a oscuras. Encima de cada puerta había una bombilla encendida que iluminaba el patio respectivo con luz escasa pero clara. Probé la puerta trasera. Cerrada. Tamborileé en el cristal."

Sue Grafton
A de adulterio



"Carecía de timón. Era como un barco a toda máquina y sin ruta, navegando en círculo. ¿Sabe lo que quiero decir?"

Sue Taylor Grafton 



"El dolor es tan contagioso como un bostezo."

Sue Taylor Grafton 




"-El mundo está lleno de genios. -Sí, pero él es mejor que la mayoría. Al menos por lo que yo sé."

Sue Taylor Grafton 



"En este mundo, las mentiras acaban siempre por descubrirse."

Sue Taylor Grafton 


"Es difícil hacerse la adulta cuando una parte de mí sigue estancada en los seis años, totalmente sometida a la autoridad."

Sue Taylor Grafton 



"Faltaban algunas piezas aún, pero ya aparecerían; quizás entonces todo adquiriera sentido."

Sue Taylor Grafton 


"La muerte violenta es como un monstruo. Cuanto más nos acercamos a ella, peor parados salimos... Si es que salimos."

Sue Taylor Grafton 



"Las lecciones más importantes de la vida se te quedan grabadas lo quieras o no."

Sue Taylor Grafton 



"Las malas noticias provocan a veces una profunda incredulidad. Nos cuesta asimilar los hechos porque no queremos enfrentarnos a las posibles consecuencias."

Sue Taylor Grafton 



"Los fantasmas no se nos aparecen. No es así como son las cosas. Están presentes entre nosotros porque no dejamos que se vayan."

Sue Taylor Grafton 



"Los resultados negativos son a veces tan importantes como los positivos, dado que son callejuelas sin salida que, mientras se avanza a ciegas hacia el centro del laberinto, permiten reducir el radio de acción."

Sue Taylor Grafton 



"Los tíos son como las cajas de bombones surtidos. Me gusta picar unos pocos de cada y, antes de que se pongan rancios, abro otra caja."

Sue Taylor Grafton 


"Me gusta llenar los coches de trastos y aquel estaba lleno de fichas y libros jurídicos, más la cartera donde guardaba la automática, cajas de cartón y una lata de aceite para el motor que me había regalado un cliente."

Sue Taylor Grafton


“Me encanta estar soltera. Es casi como ser rico.”

Sue Grafton


"Me quedé sentada durante un rato en el aparcamiento, anotando datos en las fichas que siempre guardo en el bolso. Hubo una época en la que me fiaba más de mi memoria. Me crió una tía soltera muy partidaria del aprendizaje a lo loro: tablas de multiplicar, capitales de los estados, reyes y reinas de Inglaterra y sus reinados, religiones del mundo y la tabla periódica de elementos, que me enseñó mediante una disposición juiciosa de galletas decoradas con azúcar glaseado de color azul, rosa, amarillo y verde. Todas llevaban números escritos con la manga pastelera en colores distintos. Curiosamente, había olvidado aquel ejemplo de maltrato infantil hasta que, el pasado abril, entré en una panadería y vi un surtido de galletas de Pascua. En un instante, como si de una serie de fotografías se tratara, visualicé el hidrógeno, número atómico 1; el helio, número atómico 2; el litio, número atómico 3, y conseguí llegar hasta el neón, número atómico 10, antes de quedarme en blanco. Aún puedo recitar, a la más mínima provocación, largas parrafadas de la balada «El salteador de caminos» de Alfred Noyes. Por lo que he podido comprobar, no es que sea una habilidad demasiado útil.
Cuando era pequeña, aquellos ejercicios tan estériles de gimnasia mental constituían el entrenamiento perfecto para un juego muy popular en algunas fiestas de cumpleaños a las que asistí. Tras mostrarnos durante varios minutos una bandeja con distintos objetos, le daban un premio a la niña que recordara el mayor número de ellos. A mí aquel juego se me daba de maravilla. En cuarto de primaria gané un peine de bolsillo, un bálsamo labial, una bolsita de canicas, una caja de lápices de colores, una pastilla de jabón de hotel muy bien envuelta y un par de horquillas de plástico... La verdad es que, en mi opinión, no merecía la pena tanto esfuerzo. Al final, las madres se enfadaban y me insinuaban abiertamente que o bien compartía el botín o les cedía el protagonismo a otras niñas. Como incluso a esa edad ya tenía un sentido de la justicia muy desarrollado, yo me negaba, lo que redujo el número de invitaciones a cero. Desde entonces he aprendido que un recurso tan simple como el de escribir notas libra a la niña atribulada que hay en mí de las sobrecargas cerebrales. Aún me resisto a compartir cualquier botín que haya conseguido mediante métodos legítimos.
Cuando salía del aparcamiento, me puse a pensar en lo extraña que es la vida. Parecía mentira que algo tan insignificante como un papelito pudiera acabar provocando una reacción en cadena. Por razones que se me escapaban, el muerto había anotado mi nombre y mi número de teléfono y, a causa de esa nota, mi camino se cruzaba ahora con el suyo. Aunque ya era demasiado tarde para entablar conversación, no estaba dispuesta a encogerme de hombros y seguir adelante como si nada. Puede que el vagabundo hubiera intentado llamarme el día en que murió, y que la muerte le hubiera sobrevenido antes de conseguir hacer esa llamada. O puede que hubiera pensado en llamarme y luego hubiera cambiado de opinión. Pese a que yo no buscaba respuestas, no perdería nada investigándolo. En ningún momento pensé que mis pesquisas fueran a tener consecuencias a largo plazo. Me vi a mí misma haciendo algunas preguntas sin lograr avanzar demasiado, para luego olvidarme del asunto. A veces, un detalle menor pero trascendente puede acabar por trastocarlo todo."

Sue Grafton
W de whisky




"Mi método para enfrentarme a la depresión es dedicarme a faenas tan repelentes y asquerosas que, en comparación, la realidad parece agradable."

Sue Taylor Grafton 



"Mientras tengas suficiente papel higiénico, la vida no puede ser del todo mala."

Sue Taylor Grafton 



"No hay como la mirada indiferente de un extraño para darse cuenta del estado del propio entorno."

Sue Taylor Grafton 




"No hay nada más irritante que el desorden ajeno."



Sue Taylor Grafton 



"No puedes huir de las dificultades. Tienes que hacer lo que debes. - ¿No creerás que somos lo que hacemos? -Claro que lo creo."

Sue Taylor Grafton 


"No sé lo que es el amor y no estoy segura de creer en él."

Sue Taylor Grafton 


"Que todo tenga un motivo no quiere decir que siempre haya una finalidad."

Sue Taylor Grafton 



"Se mata a quien se odia, se mata en un arrebato de ira, se mata por venganza, pero no matamos a quien nos resulta indiferente."

Sue Taylor Grafton 



"Sé que hay gente que cree que deberíamos perdonar y olvidar. Que conste que soy muy partidaria de perdonar, siempre que me den la oportunidad de vengarme primero."

Sue Taylor Grafton 


"Si la sexualidad funciona bien tendemos a crear una relación que esté a su altura."

Sue Taylor Grafton



"Si uno tiene la mente bien abierta, también debe cerrar la boca."

Sue Taylor Grafton


"Volví al pasillo, el cual tenía forma de U y contaba con una escalera en cada extremo. Los tres ascensores para clientes se hallaban en un corredor transversal situado hacia la mitad del pasillo en forma de U. Conté veinticuatro habitaciones, unas sin duda más grandes que otras, suposición que más tarde confirmé al consultar el mapa de emergencia en caso de incendio que encontré en la puerta del armario de mi habitación. Una X indicaba dónde me encontraba, junto a una flecha que me dirigía a las escaleras. Se me advertía que no usara los ascensores en caso de incendio, así que juré solemnemente que no lo haría. Subí hasta la novena planta para asegurarme de que la distribución fuera idéntica y luego inspeccioné también la séptima.
Cuando volví a la habitación 812, me senté al escritorio, marqué el número de un teléfono externo y le dejé un mensaje a Henry en el que le resumía mi inesperado viaje a Beverly Hills. Le dije que no tenía ni idea de cuándo iba a volver, pero prometí llamarlo cuando llegara a casa. Después de colgar, abrí el cajón del escritorio y encontré una carpeta de piel que contenía papel de carta de dos clases: hojas de 12 x 20 con el membrete del hotel y tarjetas de 12 x 10, también con el membrete en relieve y el logotipo. Había seis sobres a juego."

Sue Grafton
X de rayos X






"(...) Ya sabes a qué me refiero. Un hombre en tu posición no puede permitirse el lujo de tener conciencia."

Sue Taylor Grafton