"A pesar de todo mi padre seguía siendo fiel a su viejo principio pedagógico que consistía en no inmiscuirse y ejercer su influencia indirectamente con el ejemplo de su propia dignidad y su disciplina. (...) La política ocupaba un lugar secundario en mi drama personal, mi interés primordial seguían siendo los aspectos mórbidos de la existencia, el placer, la muerte, el éxtasis, la soledad, los anhelos insaciables y las intuiciones creativas."

Klaus Mann
Cambio de rumbo


"Alemania había recuperado su honor poniendo a comunistas y pacifistas en campos de concentración, matándolos en parte, y el mundo empezaba a temer a un pueblo que llamaba suyo aquel preocupante Führer."

Klaus Mann


"Cuando Marion cerró (magistralmente) la primera parte de su representación con un poema de Gottfried Keller titulado «Los detractores públicos», estos jóvenes alemanes fueron quienes más fuerte aplaudieron. En el intermedio, sólo Marcel tenía permiso para ir a ver a Marion. Le dijo lo maravilloso que había sido; la besó, estuvieron sentados uno junto al otro. En aquel cuartito, que estaba detrás del escenario, no podían oír el alboroto que se había formado abajo, en la sala. Alguien había traído periódicos recientes de la calle. Las noticias eran muy confusas. Todavía nadie sabía bien de qué se trataba. Pero parecía ser que se estaba preparando algo increíble, ahí fuera: en Alemania; o ya estaba a punto de suceder. Una especie de revolución en el palacio (así decían) había estallado en el Tercer Reich. ¿Había habido muertos ya? ¿Llegaría a una masacre? ¿Y quién caería? Todos hablaban a la vez. ¿Significaba esto la gran Revolución? ¿La caída del Régimen? «¡En cualquier caso, es el principio del fin!», exclamaron muchos. Se oyó citar el nombre del capitán Rohm. Había sido uno de los hombres de confianza del Führer. ¿Se había alzado contra su señor y maestro? Ni siquiera cuando Marion volvió a salir al escenario cesaron de inmediato los comentarios y los murmullos. Ella se quedó de pie, delante de los cortinajes del fondo, tan delgada y derecha con su traje largo negro, y esperó a que las excitadas voces se apagasen. Como notó que todavía no era objeto de la atención total, comenzó la segunda parte con especial vehemencia. Recitó un himno a la democracia de Walt Whitman: «¡Oh, democracia, esposa mía!». Mientras declamaba, abría los brazos con gran entusiasmo, y sus ojos brillaban más que nunca. La magia de su voz volvió a surtir efecto; tranquilizó y conmovió. Los que muy poco antes estuvieran absortos en las confusas noticias del día, la escucharon apaciguados y, al mismo tiempo, emocionados. Durante una hora se olvidaron del general Von Schleicher, del capitán Rohm y de aquel Hitler que tal vez ya había mandado liquidar a los dos primeros. Tal vez incluso habían quitado de en medio al presidente Von Hindenburg (como decían saber algunos entendidos), y la Reichswehr se había rebelado abiertamente. Todas estas noticias eran una auténtica bomba; sin embargo, de pronto, pasaron a un segundo plano, pues los lamentos y la sabiduría de quienes tanto tiempo llevaban muertos sonaron muy, muy cerca de sus oídos y les hablaron en un lenguaje sumamente hermoso y seductor por medio de la voz de Marion, que era revolucionaria o tierna, mortalmente triste o desmesuradamente alegre, chirriante o dulce."

Klaus Mann
El volcán


"¡Dios nos libre de que esos locos lleguen alguna vez al poder! ¡Entonces yo no podría vivir en este país! Se estremeció como si sintiera ya el contacto de la brutalidad y de la mentira que reinarían en Alemania si llegaran a gobernar los nazis."

Klaus Mann


"¿Dónde empezaba y dónde acababa la mentira en la personalidad de este hombre?"

Klaus Mann


"El futuro podía ser predicho con todo, solamente hacía falta saber los métodos adecuados. Todo estaba lleno de significación, a partir de cualquier cosa se podían interpretar las intenciones secretas de los dioses: a partir de las alas de los pájaros, sobre todo de las de las cigüeñas, del recorrido de las nubes, del balanceo de la niebla, de los destellos de los diamantes, del interior de ciertas flores y especialmente de los sueños."

Klaus Mann


"(...) El hecho de ser objeto del humor público le parecía signo de popularidad, justo lo que él deseaba. Como no sabía hablar con tanta fascinación como su rival, el demonio del departamento de propaganda, se tenía que hacer popular mediante masivas y muy costosas extravagancias."

Klaus Mann




"En este país la sucia mentira usurpa el poder."

Klaus Mann


"Era imposible mantener en secreto ante este hombre peligroso y listo algo que le afectara a él: se enteraba de todo gracias al pequeño ejército de soplones que mantenía. La Gestapo podía sentirse celosa de un sistema tan perfectamente organizado."

Klaus Mann


"Es el mando del crimen (...), el mundo del crimen que ansía el poder..."

Klaus Mann


"¡Esta es su carrera! El sueño se convierte en realidad. No hay más que saber soñar con la suficiente intensidad, piensa Hendrik, y del deseo surge la realidad. ¡Ah, es más fantástico de lo que nunca se hubiera atrevido a soñar! En todos los periódicos que ojea aparece su nombre, la experta Bernhard se ocupa de la publicidad, y ahora su nombre aparece escrito correctamente, en letras casi tan grandes como los nombres de las famosas estrellas cuya carrera seguía él, lleno de envidia, en la cantina del teatro de provincias. Una revista gráfica en primera página una foto de Hendrik. ¿Qué cara pondrá Kroge cuando la vea? ¿Y la viuda del cónsul Monkeberg? ¿Y el consejero Bruckner? Todos los que se mostraban escépticos con respeto a Hofgen seguirán ahora respetuosos su carrera, que asciende en una curva tan empinada que produce vértigo.
Al final de la temporada 1929-30 Hofgen está sin comparación mucho más arriba que al principio. Todo le sale bien, cada intento se convierte en un triunfo. En los teatros del Maestro tiene casi más influencia que el propio jefe, quien, por cierto, no pasa mucho tiempo en Berlín, sino mayormente en Londres, Hollywood o Viena. Hofgen domina al señor Katz y a la señorita Bernhard; desde hace mucho tiempo consigue de ellos lo que quiere, como antes lo conseguía de Schmitz y de Hedda. Hofgen decide qué obras se aceptarán, cuáles serán rechazadas, y junto con la Bernhard reparte los papeles a los actores. Lo adulan los autores que quieren ver sus obras en escena, lo adulan los actores que quieren trabajar, lo adula también la sociedad, o el montón de ricos snobs que se hacen llamar así. Es el hombre del momento.
Todo es de nuevo como había sido en Hamburgo, aunque con más estilo, en otras dimensiones. Dieciséis horas de trabajo al día, y en algunos intervalos interesantes crisis nerviosas. En el elegante club nocturno Zum Wilden Reiter, donde Hendrik reúne a sus admiradores entre la una y las tres de la mañana, cae de la alta banqueta junto a la barra con el vaso de coctel en la mano: es un ligero desvanecimiento, nada importante, para obligar a todas las damas a gritar; la señorita Bernhard está a mano con un frasco de sales, siempre hay en las cercanías alguna persona leal cuando a Hofgen le dan sus ataques. Estas pequeñas crisis de nervios se las permite muy a menudo, y le dan de muy diversas maneras: desde el suave temblor o el tranquilo desvanecimiento hasta los gritos acompañados de fuertes convulsiones. Le sientan bien, le refrescan como baños curativos y le procuran nuevas fuerzas para continuar su existencia pretensiosa, agotadora, llena de placeres."

Klaus Mann
Mephisto



"Están dispuestos a asaltar al mundo con sus guerras para después poderlo humillar y corromper, como hoy humillan y corrompen el país que ya dominan: nuestra patria."

Klaus Mann


"Este país ha sido contaminado, y nadie sabe cuándo podrá purificarse. ¿Cuántas penitencias y ayudas a la felicidad de la Humanidad serán precisas para expiar tan terrible vergüenza? La sangre y las lágrimas se mezclan con el fango en todas sus calles, en todas sus ciudades. Lo que había sido bello fue manchado, lo que había sido cierto fue arrasado por la mentira."

Klaus Mann


"Estoy cansado de todos los clichés, de todos los trucos literarios. Estoy cansado de todas las máscaras, de todas las mañas que sirven para disfrazarse. ¿Es del arte en sí mismo de lo que estoy cansado? Yo me quiero confesar."

Klaus Mann


"Gründgens tiene éxito: ¿Por qué iba usted a editar un libro que parece dirigido contra él? ¡No hay que arriesgarse! ¡Siempre con el poder! ¡Hay que nadar a favor de la corriente! Ya se sabe a dónde puede conducir lo contrario: a uno de aquellos campos de concentración, de los cuales después se pretende no haber sabido nada..."

Klaus Mann


"Las voces cantan y dicen en su corazón siempre lo mismo, lo que el Ministro de Propaganda y todos los periódicos dirigidos por él no se cansan de confirmar: Que es el enviado de Dios y que sólo necesita seguir su estrella para que Alemania, y con ella el mundo, llegue a ser feliz bajo su caudillaje."

Klaus Mann


"Le parecía que le gustaba a la muchacha. Las más bellas esperanzas llenaron su emocionado corazón."

Klaus Mann




"No sé lo que me decepciona más: si la bajeza de sus convicciones o la ingenuidad con que usted las confiesa."

Klaus Mann
Mefisto




"No se puede conseguir todo al mismo tiempo."

Klaus Mann
Mefisto


"No sólo los intelectuales, o los que se hacen llamar así, tienen esperanzas, exigencias. Más urgentes son las exigencias del proletariado."

Klaus Mann
Mefisto


"¿Por qué todo lo que tocan mis manos muere? ¿Por qué sólo puedo utilizarlas para asesinar? ¡Ah! A quien yo hubiera querido amar sobre todas las cosas, lo asesiné."

Klaus Mann
Alexander


"¿Pueden realizarse los sueños, las esperanzas, las exigencias del espíritu bajo la dictadura?"

Klaus Mann


"Se quejaban del mismo modo que lo haría un amante que suspira por su amada."

Klaus Mann


"Sobre él había caído ahora un destello del extraordinario fulgor que rodea al poder. Pues el colosal oficial de aviación, al que hace poco habían ascendido a general, pertenecía a la cima más alta del Estado autoritario y absolutista. Sobre él no se encontraba más que el propio Führer -al que apenas si se podía considerar como mortal-."

Klaus Mann


"Sólo el que lo ha conquistado todo, lo sabe todo."

Klaus Mann


"¡Tenéis plomo en las piernas! (...) Lo que estáis bailando no es una marcha fúnebre, es Offenbach."

Klaus Mann


"Uno no se hunde mientras tenga una misión."


Klaus Mann