Dime algo bueno


"Estás en el campo minado otra vez.
Alguien que ahora está muerto 

te dijo que es aquí donde aprenderás
a bailar. Nieve sobre los labios como una cortada 

con sal, saltas entre tus muertes, negro como la menstruación
de un dios. Tus brazos abren pequeñas heridas 

en el viento. Eres algo hecho. Y luego
te hicieron sobrevivir, lo cual quiere decir que eres 

hijo de alguien. Lo cual quiere decir que si abres los ojos habrás vuelto
a esa casa, estarás bajo una cobija estampada con veleros amarillos. 

El novio de tu madre, su calva anillada de pelo rojo
como un planeta incendiado, se hinca 

de nuevo junto a tu cama. Olor de whisky y Oreo
molido. La nieve entra por la ventana: cenizas que retornan 

de una fábula fallida. Su mano con tinta derramada
sobre tu pecho. Y sigues bailando dentro del campo minado 

sin moverte. Las cortinas aletean. La luz ambarina
bajo la puerta. Su respiración. Su cara azul y húmeda: la tierra 

girando en la órbita de nadie. Y tú quieres que alguien diga Oye… Oye…
creo que bailas precioso. Me muero por un poco de vals, 

querido. Quieres que alguien diga que todo esto
sucedió hace mucho. Que una noche, muy pronto, empacarás 

tu libro de bolsillo favorito y la .45 de tu madre,
que el refugio más seguro siempre fue el pensamiento 

sobre tu cabeza. Que es justo (tiene que serlo)
cómo nuestras manos nos lastiman y luego nos dan 

el mundo. Cómo puedes amar el mundo
hasta que no queda nada por amar 

más que uno mismo. Y luego puedes detenerte.
Luego puedes alejarte de nuevo, de vuelta a la niebla 

que empareda el campo minado, donde la arteria en tu cuello
te adora hasta cero. Puedes alejarte. Puedes ser nada 

y seguir respirando. Créeme."

Ocean Vuong 




Rompe hogares


"Y así fue como bailamos: arrastrando los vestidos
blancos de nuestras madres, agosto 

volvía nuestras manos rojo oscuro. Y así amamos:
medio litro de vodka y una tarde en el desván, tus dedos 

acariciando mi pelo; mi pelo un incendio.
Nos cubríamos los oídos y los arranques de tu padre

se convertían en latidos. Cuando nuestros labios se tocaron el día se cerró
como un ataúd. En el museo del corazón 

dos personas sin cabeza construyen una casa en llamas.
La escopeta siempre estuvo sobre la chimenea. 

Siempre hay tiempo para matar, sólo para rogarle a un dios
que lo devuelva. Si el desván no, el coche. Si el coche no,

el sueño. Si el chico no, su ropa. Si vivo no,
cuelga el teléfono. Porque el año es una distancia

que hemos recorrido en círculos. Es decir: así
bailamos: a solas en cuerpos dormidos. Es decir: 

así nos amamos: en la lengua un cuchillo que se vuelve
una lengua."

Ocean Vuong