"Buscando una explicación de la génesis de la burocracia que había ahogado toda vida real en las instituciones del Estado soviético, Trotsky no tiene empacho en exponer su concepción. En su libro LA REVOLUCIÓN TRAICIONADA dice que la razón principal residía en el hecho de que los jefes desmovilizados del ejército rojo habían ocupado los puestos dirigentes en los soviets locales y habían introducido en ellos las costumbres del ejército, mientras que el proletariado se encontraba fatigado después del flujo revolucionario. De ahí el nacimiento de la burocracia. Hay que añadir que Trotsky mismo intentó introducir estas costumbres en los sindicatos. ¿Era para evitar la fatiga al proletariado? Si éste se encontraba fatigado, ¿cómo es que todavía haya podido hacer huelgas casi generales en las ciudades más importantes e industriales? Y si el partido comunista era verdaderamente el pilar de la revolución social, ¿por qué no ha apoyado al proletariado en su lucha contra la joven, pero ya poderosa burocracia, en lugar de masacrarlo cuando ya estaba agotado por tres años de guerra imperialista y tres años de guerra civil? ¿Por qué este partido comunista se ha confundido con el Estado dictatorial?
Hay que admitir que este partido ya no era ni revolucionario ni proletario, y esto es lo que los cronstadianos le han reprochado. Su mérito es precisamente el haberlo dicho en 1921, cuando aún era tiempo de enderezar la situación y no haber esperado 15 años, cuando la derrota era definitiva.
De hecho, la burocracia es una tara hereditaria en Rusia, quizá tan vieja como el Estado ruso mismo. Los bolcheviques en el poder no han heredado la burocracia zarista misma, sino su espíritu y su atmósfera. Tenían que saber que el Estado, al ampliar sus funciones a los asuntos económicos, al convertirse en el propietario de las riquezas naturales y de la industria, creaba el riesgo inmediato de ver renacer y profundizarse el espíritu burocrático.
Un médico que cura a un enfermo que tiene malos antecedentes hereditarios, debe aplicarle un tratamiento que tenga en cuenta sus taras y aconsejarle que tome precauciones. ¿Qué precauciones tomaron los bolcheviques para combatir la tara burocrática evidente desde los primeros años de la revolución? ¿Qué otro medio había de combatirla sino ventilar la atmósfera a través de un poderoso soplo democrático y aplicarle un control riguroso y efectivo por las masas trabajadoras?
Ciertamente hubo control, pero en realidad el comisariado de la Inspección Obrera y Campesina que estaba encargado de él confió estas funciones a los mismos burócratas. Por tanto, no hay que buscar las causas del burocratismo muy lejos: residían en primer lugar en la concepción bolchevique del Estado absolutista mandado y controlado por un partido organizado él mismo sobre bases absolutistas y burocráticas; después estaban agravadas por la tradición burocrática propia de Rusia.
Es falso hacer recaer sobre el campesinado la responsabilidad de las derrotas de la Revolución y su degeneración en régimen burocrático. Sería demasiado fácil explicar todas las dificultades de Rusia por su carácter agrario. Se dice a la vez que la revuelta cronstadiana contra la burocracia era de origen campesino y que la burocracia era igualmente de carácter campesino. Con semejante concepción del papel del campesinado, se puede uno preguntar cómo osaron entonces los bolcheviques propagar la idea de la revolución social y luchar por su aplicación en un país agrario.
Sin duda creían poder permitirse tales gestas con la esperanza de una revolución mundial, al tiempo que se consideraban como su vanguardia.
Pero una revolución en otro país, ¿no habría sido influenciada por el espíritu de la revolución rusa? Cuando se evalúa su autoridad moral en el mundo, uno se pregunta si sus desviaciones no debían marcar eventualmente con su sello a otros países en revolución. Múltiples hechos históricos autorizan semejante juicio. Aun reconociendo la imposibilidad de hacer triunfar la verdadera construcción socialista en un solo país, se puede dudar que la plaga burocrática del régimen bolchevique pueda ser curada por un soplo proveniente de otro país en revolución.
La experiencia fascista en países como Alemania demuestra que un desarrollo capitalista muy avanzado, o tradiciones democráticas como en Italia, no constituyen aún garantías suficientes contra el arraigamiento de un espíritu absolutista y autocrático. Sin intentar explicar el fenómeno, hay que constatar, no obstante, la poderosa oleada de autoritarismo proveniente de países avanzados económicamente y que amenaza con engullir nuestras antiguas ideas y tradiciones. Ahora bien, es un hecho incontestable que el bolchevismo está emparentado moralmente con este espíritu absolutista; le había creado, por así decir, un precedente peligroso. Por tanto, nadie podría afirmar que, en lugar de democratizarse, el bolchevismo no se habría manifestado por su influencia absolutista en otra revolución que hubiese seguida a la de Rusia.
¿No presentaba la vía democrática un peligro real? ¿No había que temer la influencia reformista en los soviets gracias al libre juego de la democracia? Por supuesto pensamos que existía este peligro realmente, pero no había que temerlo más que a los resultados inevitables de la dictadura incontrolable de un solo partido que tenía ya a Stalin como secretario general.
Se nos dice que el país estaba al límite de sus fuerzas y había perdido sus capacidades de resistencia. El país estaba efectivamente cansado de guerra pero, por el contrario, estaba hinchado de fuerzas constructivas y provisto en el más alto grado del deseo de instruirse y de educarse. Apenas acabada la guerra civil, se constató una verdadera riada de obreros y campesinos hacia las escuelas, universidades obreras y la enseñanza técnica. ¿No era este deseo el mejor índice de la vivacidad y de la resistencia de estas clases? En un país en el que el analfabetismo alcanzaba un grado enorme, esta instrucción habría podido contribuir ampliamente a permitir el verdadero ejercicio del poder por las masas trabajadoras.
Pero, por esencia, la dictadura devora las fuerzas creadoras del pueblo y a pesar de los esfuerzos incontestables del poder central para difundir la instrucción entre los trabajadores, el instruirse se convirtió pronto en privilegio de los miembros del partido fieles a la fracción dirigente. Desde 1921 se comenzó a limpiar de sus elementos independientes las facultades obreras y las escuelas de enseñanza superior. Esta limpieza se acentuó más con el desarrollo de tendencias opositoras en el interior del partido. El esfuerzo de educación del pueblo fue comprometido cada vez más. El deseo de Lenin de que cada cocinera pudiese llegar a ser un hombre de Estado tuvo cada vez menos posibilidades de realizarse.
Las conquistas revolucionarias no podían desarrollarse más que con la participación real de las masas. Todo intento de reemplazar a esta masa por una “élite” era profundamente reaccionario."

Ida Mett