"Durante mucho tiempo no escribí nada más.
La vida cambia en un instante.
Un instante normal.
Empeñada en recordar lo que parecía más sorprendente de todo lo ocurrido, en algún momento, consideré añadir esas palabras: "un instante normal". Me di cuenta inmediatamente de que no era necesario añadir la palabra "normal" porque no podría olvidarla, pero la palabra jamás se me fue de la cabeza. En realidad, la normalidad de toda la situación anterior al suceso era lo que me impedía creer que hubiera sucedido realmente, asimilarlo, incorporarlo, superarlo. Ahora reconozco que aquello no tenía nada de extraordinario; enfrentados a un desastre repentino, todos señalamos lo normales que eran las circunstancias en las que lo impensable sucede: el cielo azul despejado desde el que se precipitó el avión, el recado rutinario que acabó sobre la espalda con el coche en llamas, los columpios en los que los niños jugaban como de costumbre cuando la cascabel salió de entre la hiedra y atacó. "Volvía a casa del trabajo, feliz, triunfador, sano y de repente, se acabó", leí en la declaración de una enfermera de psiquiatría cuyo marido había muerto en accidente de carretera. En 1966 tuve que entrevistar a mucha gente que había vivido en Honolulu la mañana del 7 de diciembre de 1941; todos ellos, sin excepción, empezaron su relato del ataque a Pearl Harbor diciéndome que era una "mañana de domingo como otra cualquiera". Era un hermoso día de septiembre como otro cualquiera", dice todavía la gente cuando se le pide que describa la mañana en Nueva York cuando el American Lines 11 y el United Airlines 175 se estrellaron contra las torres del World Trade. Incluso el informe de la Comisión del 11 del 9 empezaba con esta nota machaconamente premonitoria y aun así inmutable: "martes, 11 de septiembre del 2001, mañana templada y sin apenas nubosidad en el este de los Estados Unidos".
"Y de pronto... se acabó". En plena vida estamos en la muerte, dicen los episcopalianos junto a la tumba. Más adelante, me di cuenta de que debí de repetir los detalles de lo sucedido a todos los que vinieron a casa en aquellas primeras semanas; a todos aquellos amigos y familiares que traían comida y preparaban bebidas y ponían los platos en la mesa del comedor para los que estaban allí a la hora de comer o de cenar."

Joan Didion
El año del pensamiento mágico


"El carácter -la voluntad de responsabilizarse de la propia vida- es fuente de respeto por uno mismo."

Joan Didion


"Iba a ser una primavera difícil. Lily no había exagerado; él no le había querido creer, eso era todo. Al parecer su padre había estado mal durante meses antes de su derrame cerebral, y había perdido el interés en plantar nada en esas tierras a las que se aferraba con tanta tenacidad. Everett podía entenderlo; nunca culpó a su padre. En la práctica, aparte de ganar lo suficiente para vivir, él mismo tampoco tenía demasiado interés en explotar la tierra. Como su padre, solo quería tenerla. La finca de Braden era un buen ejemplo. Eran ochenta hectáreas, cerca de Auburn, prácticamente imposibles de arar, y llevaban años vacías. Habían formado parte de la herencia de su madre. Aunque Joe Templeton las había querido comprar, Everett había rechazado la oferta, supuestamente porque tenía planeado explotarlas él mismo. Ahora sabía por qué no había vendido la finca de Braden. Había pensado en eso en el baño de ese coche cama, mientras cruzaba el desierto. Toda la vida había querido subir a la finca de Braden, plantarse en la cima de la colina y contemplar el valle hasta los cuellos volcánicos de Maryville, y quería hacerlo en una tierra que fuera de su propiedad. No tenía nada que ver con cosechas, explotación ni beneficios. Entendía muy bien que su padre, estando enfermo, hubiera dejado que se echara a perder la finca del río. Había bajado un momento la guardia, eso era todo.
Inspirado por aquel ejemplo, ahora Everett estaba en guardia, armado de enérgica determinación, la semblanza de una administración eficiente. En 1942 el capataz japonés de la finca había sido evacuado, y su sustituto, a quien el padre de Everett había ido dejando cada vez más la gestión del día a día, había demostrado ser un incompetente. Al contratarlo, Everett había dicho que aquel hombre era un irresponsable; «eso no importa», había farfullado su padre, más trastornado de lo que estaba dispuesto a admitir por el traslado forzoso de los japoneses. «Esos malditos se lo buscaron». Era típico de él pensar que las pérdidas causadas por un capataz irresponsable serían para el gobierno; al parecer no había entendido en ningún momento que las pérdidas serían para él. Hectárea tras hectárea, los postes de secuoya y los emparrados de alambre se habían caído y allí se habían quedado, pudriéndose junto a las parras muertas que nadie había recolectado el verano anterior."

Joan Didion
El río en la noche


"La experiencia del dolor fue obsesiva para mí."

Joan Didion


"La vida cambia rápido. La vida cambia en un instante. Te sientas a cenar y la vida como la conoces termina."

Joan Didion
El año del pensamiento mágico



"Lo más difícil de la primera frase es que te atascas con ella. Todo lo demás va a salir de esa frase. Y en el momento en que eliges las dos primeras frases, te quedas sin opciones."

Joan Didion


"Nos contamos historias a nosotros mismos para vivir."

Joan Didion
El Álbum blanco