"Nos deslizamos hacia una catástrofe y la única solución para evitarla es
 provocar una crisis cultural. […]
 Las catástrofes, cuidado, no son solo el derrumbe: del desplome de un sistema puede emerger lo pequeño, lo que estaba oculto y sofocado bajo las inercias y las estructuras antiguas. Hay, por consiguiente, una oportunidad de aparición de novedades. Esto nos puede hacer pensar que sería entonces mejor esperar a que se venga todo abajo y que entre los escombros nazca algo nuevo; pero la catástrofe tiene tan altísimo riesgo que no puedes jugar a la ruleta rusa. Esa no es una opción sensata. A la catástrofe hay que adelantarse con una crisis. Y en el mundo de hoy la crisis tiene que ser cultural.
 Las catástrofes han modelado la Historia Natural. Pero lo significativo es que, cuando llega el ser humano, los cambios, la evolución, pueden ser conscientes y provocados, y no solo soportados con el fatalismo de las leyes naturales. Las catástrofes se dan con y sin la existencia del ser humano. En cambio, las crisis son humanas, fruto de la existencia de inteligencia y de su producción: el conocimiento.
 La crisis es, en primer lugar, un diagnóstico que genera la idea de que es necesario un cambio profundo. Una catástrofe puede venir por el estallido de un volcán o por un fallo tecnológico o por un desajuste creciente entre ser humano y entorno. Pero la crisis se diferencia de la catástrofe en que, como digo, la provoca el propio ser humano al darse cuenta de que lo que tiene no funciona y que, necesariamente, hay que dejarlo atrás.
 Empieza entonces el proceso de cambio, que consiste, inicialmente, en abandonar lo que se tiene antes de conseguir lo que se pretende. Aquí ya se produce una división entre, podríamos decir, conservadores y progresistas, en las múltiples formas en las que se manifiesta esta actitud ante la incertidumbre.
 Ante el precipicio de dejar lo que se tiene antes de conseguir lo que se pretende, el conservador piensa que más vale lo malo conocido que lo bueno por conocer, y da un paso atrás. Y, en el otro lado, están los que se lanzan, abandonando lo que tienen para buscar lo que imaginan, saltando a un vacío muy arriesgado, porque se pueden quedar sin nada o que lo que se obtenga no compense lo que se ha perdido.
 Ese es el riesgo. De otro modo los cambios serían acumulativos: lo que tengo más lo nuevo que llega. En un proceso así no habría catástrofe ni crisis. Pero el cambio, por ser crítico, supone siempre desprendimiento."

Antonio Rodríguez de las Heras