Alhambra

"Estoy atrapado entre tus paredes.
Un desgastado anillo de oro y su perdida piedra
recuerdan mi misión
pero no mi nombre.
En un rosario de farolillos rojos,
aposentos fríos y hembras belicosas
intenté distintas denominaciones,
a fin de engañar, a fin de creerme.
Ahora estoy encerrado en ti,
para el último encuentro.

Las jugadas se fueron acumulando
en el tablero interminable
y nadie fue inocente.
Había que combatir
y a mí me tocó apenas empujar
para ver la muerte siempre de lejos.

Ahora he llegado a tus dominios,
luego de satisfacer por cuarenta ños
a un desierto de cal y exasperados vidrios,
corriendo delante de langostas y jaurías egipcias.

Todo cuanto percibo
a través de tus muros dementes y descascarados
son los preparativos del rayo sobre un cielo de carbón
mientras el follaje parece bailar sin música.

La carne, tu carne, es lo que me ha traído hasta aquí
a la incongruencia de este aposento de cielo blanco
que presiona en su bajura,
su fingida ausencia.

No tengo ojos, los dejé afuera
contemplando las líneas rojas y doradas
sobre fondo negro;
las líneas verdes,
rojas y negras, sobre fondo dorado.
No tengo ojos, no podrás sorprenderme.
Mi tacto está entumecido
por la tierra, la caídas y el goce furtivo.
Todos tus aceites no podrán realizar su engaño.

No soy el ballestero medieval
que soñaste cuando esperabas otra vida
cuando creías que la tierra podía ser un jardín hermoso,
lejos de la Alhambra.

No sé de qué modo habrán tejido las constelaciones
este anhelado encuentro
al que caminamos desde el primer día,
cuando mi civilización buscaba un dios y una patria
y la tuya descifraba el vuelo de los íbices
y comerciaba con jade.

Me iré sin hablar aunque no te vea.
Algo en mi cuerpo ha disfrutado algo.
Te agradeceré por el tul, la niebla que levantas.
Ya sabes que el insecto que traza su jerga
sobre los jeroglíficos de tus ventanales
es, de algún modo, mi guía,
la promesa de la extinción.

Ahora, y mientras me dices quién soy,
cuélgame en el pecho
mi nuevo destino."

 Cé (Carlos) Mendizábal 





En el reverso de tu balcón

Sonríe
Tras los vidrios desdibujados
Sostén la vieja casa
Tres o cuatro de la tarde,
Eso lo dicto yo
Tú decreta lo que guardas
En el reverso de tu balcón
El deseo arrebujado
Urdiendo sus indómitos arabescos
Inventándose una memoria
Espejo ciego
Que no niega los cuerpos
El uno en el otro
La risa tañendo voces en cada cuarto
En nuestro cuerpo el otro cuerpo
Lo que nunca fue, sino aquí
En la negra coalición de las palabras
Atizándose
Sobre el fuego blanco de la página.

Cé Mendizábal



Silencio

"Y la luz que se dispersa en el aire,
en medio de las espirales de la música
de los rostros que hablan del cansancio del alcohol
y ríen con placer.
De los labios que persiguen a su modo
las melodías.

Los pies ya son parte 
de un suelo que baila, mientras los sueños
son sección de una memoria que se evapora.

Al fondo, los fantasmas también bailan.

Y la razón de tanto silencio
a pesar de toda la música y de todas las voces,
son los muertos con su furia desatada
y son los vivos que de a poco mueren
con su furia contenida."

Cé Mendizábal