Así nos completamos 

"Al comienzo el amor, buena muchacha, 
al comienzo el amor, las soledades 
y las noches doradas. 

Al comienzo el amor. Y adivinabas 
que el pecho que nutría tus anhelos 
te invitaba a su marcha. 

Te trajo aquí el amor. Y nuestras ramas 
buscaron conseguir pronto la altura, 
pronto una tierra honrada. 

Bastó mirar alrededor. Y el alba 
entró resuelta a gobernar el fuego 
tibio de nuestras ansias. 

Te trajo aquí el amor. Y ya la casa 
del amor se inundaba con los sueños 
de libertad, amada. 

Levantaste los tajos. Te surcaba 
la misma chispa con que yo encendía 
la mecha de mis lámparas. 

Ya no hubo entonces soledad; ya nada 
pudo turbar esa quietud profunda 
que vive en tus palabras. 

Y hallaste lo que es hoy tu nueva patria: 
el sueño justo, el pretender sin tregua 
una firme esperanza. 

Así emprendemos ya, juntos, la marcha. 
Y nada es duro entre los dos, por dura 
que sea la batalla. 

Por triste y dura, pues la vida traza 
para los dos una fragante ruta 
radiante y fecundada. 

Así nos completamos. Somos altas 
simientes injertando otras simientes, 
otro sol, otras caras. 

Al comienzo el amor, buena muchacha, 
para lograr después, palpando el día, 
la libertad mañana!"

Elvio Romero


Cabellos

"Nocturno enmadejado en los destellos 
de sueltas ondas y esquivez ligera; 
casi fluvial, dormida enredadera, 
la espuma boreal de tus cabellos. 

Bosques de ríos conservando en ellos 
frescor de amaneceres bosque afuera, 
ramaje desmembrado en la ribera 
de luna llena de tus hombros bellos. 

Región undosa que la luz levanta, 
borrasca desceñida en tu garganta 
color mazorca virgen de maíz. 

Nubladas hebras, sombra en movimiento, 
rumor sobrecogido que en el viento 
fuera a buscar de pronto otro país."

Elvio Romero


Con tu nombre

"Por siete lunas me miré en tus fuentes, 
catorce en las orillas de vasija anhelante de tu sangre; 
dormí en tu piel con infinitas manos 
los largos ciclos de inundación del bosque, 
diez o veinte en tu red de vespertina fruta agreste y dulce, 
no sé cuánto en la rama 
fragante de tus brazos 
y toda la vida me llené con tu nombre. 

Rosa del Sur, me dije clavel de la cordillera, 
guitarra clara del amor, mujer suave como la lluvia 
que a veces llega apenas para tocar las hojas, 
tierra de siembra fértil del varón y el arado, 
honda como la brisa que despeina el maizal y la distancia, 
mi latido es el tuyo, mis ventanas abiertas al rumor de la noche. 

Si todo mi país, si mi comarca 
de taciturna estirpe se despierta en tu aliento, 
si el enjambre y la miel, la viga añosa 
de la casa, si el azahar del lecho de los enamorados 
me acercan a tu piel, si todo late, 
si todo vive en ti, 
todos mis años, toda mi vida llenaré con tu nombre."

Elvio Romero



El amor

"Sí, 
hoy me he puesto a encender el viejo fuego. 

El azar y los años 
me han llevado a pisar en el sendero 
que me ha impuesto el amor, que mi adorada 
impuso a mi corazón; ahora vuelvo 
al fervor inicial, a esa primera mañana 
en que el sol se ha instalado en nuestro pecho. 

Y así las cosas: 
la canción, la plenitud, el deseo 
me han alumbrado el rostro, se me han ceñido 
como un pañuelo verde sobre el cuello, 
y entro en la casa del fervor como antaño, 
asombrándome al ver reverdecer los sueños.

Es como si hubiesen atizado 
a mi sangre el verano, la intemperie, los vientos 
cordilleranos, o inundado sus cauces
un enérgico brío de panales repletos, 
los brazos encendidos al apretar sus brazos, 
las dos manos cargadas de un esplendor secreto. 

Sí, 
porque mi corazón no descansa en la noche, 
hoy me he puesto a encender el viejo fuego."

Elvio Romero



"... Honda como la brisa que despeina el maizal y la distancia,
mi latido es el tuyo, mis ventanas abiertas al rumor de la noche..."

Elvio Romero


Tormenta

La noche ha sido larga.

Como desde cien años
de lluvia,
de una respiración embravecida
proveniente de un fondo de vértigo nocturno,
de un cántaro colorado
jadeando en la tierra,
el viento ha desatado su tempestad violenta
sobre el velo anhelante de la ilusión
efímera, sobre los fatigados menesteres
y tú y yo, en la colina
más alta,
en el rincón de nuestros dos silencios,
abrazados al tiempo del amor, desvelándonos.

Deja que el viento muerda sobre el viento.
Yo te cerraré los ojos.

Elvio Romero