Con toda la médula me levanto

"Yo me resisto,
en la calle de los ahorcados,
a acatar la orden
de ser tibia y cautelosa,
de asirme a la seguridad,
de acomodarme en la costumbre,
de usar reloj y placidez,
aventura a cuerda,
palabra pálida y mortal
y ojos con límites.

Yo me resisto,
entre las muelas del fracaso,
a cumplir la ley de cansarme,
de resignarme,
de sentarme en lo fofo del mundo
mortecina de una espada lánguida,
esperando el marasmo.

Yo me resisto,
acosada por silbatos atroces,
a la fatalidad
de encerrarme y perder la llave
o de arrojarme al pozo.

Con toda la médula me
levanto, llevo, soy el miedo enorme,
y avanzo,
sin causa,
cantando entre ausentes."

 Amelia Biagioni


"en el nombre del orden
que comanda el desorden
engendra tu estallido."

 Amelia Biagioni



Mis ojos

"Antes de amar tenía
ojos de tierra seca.
Miraba inútilmente, como un ciego.
Una mañana pura,
mis ojos, como flores,
brotaron al brotar mi sentimiento.
Mientras amé en el gozo,
mis ojos, deslumbrados,
confundían la sangre con el sueño.
Mi amor llegó a la pena,
llegó con ojos rotos.
Mirar tan sólo fue un desangramiento.

Después entré a una muerte.
¡Oh, soledad! Cenizas,
mis ojos, se volcaban para adentro
Hasta que fui a una isla
desnuda, la del aire.
Y mis ojos volaban sin recuerdos.
Un día volví al mundo,
sonriendo con dos lágrimas,
con los ojos profundos del regreso.
Volví con estos ojos
intensamente humanos,
ojos de Dios volcados sobre el tiempo
Ahora alumbro si miro,
y miro como el agua,
y todo lo que miro es compañero."

 Amelia Biagioni


Oh tenebrosa fulgurante

Oh tenebrosa fulgurante, impía
que reinas entre cábala y quimera,
oh dura poesía
que hiciste mi imprevista calavera.

Por qué me diste huesos
sí yo era, entre lenguas, "la que nombra
muriendo transparente", y entre besos
"llovizna" desde el beso hasta la sombra.

Sí yo era la pálida costumbre
de cruzar el otoño trashumante,
 mientras tú suavemente, ave de lumbre,
alta volabas y constante.

Por qué bajaste oscura. Mis despojos
creas, desencadenas mi esqueleto.
Devoraste mis párpados, mis ojos,
mi corazón secreto.

Oh sacrílega maga que ceñiste
la gracia en hambre, alazo, pico y garra,
por qué en tu salamandra convertiste
a mi tristísima cigarra.

Por qué. Pero me ofrezco y apaciento
mis huesos, y mi cara se acostumbra
a ser tan sólo profecía y viento.
Come, cuerva. Y relumbra.

 Amelia Biagioni


"Y ardiendo en otro tiempo
acuden
las lenguas bífidas rosadas
carmesíes,
las sibilas convulsas
las mil
ardiendo guay
consumen,
las lenguas miserere
las euménides púrpuras
consuman
ardiendo amén,
las lenguas encarnadas
las perversas y santas inocentes
prosiguen
ardiendo azules escarlatas
mentidas hasta el gris
hasta el sangre verídicas
ardiendo
igualando
obedecen
las lenguas serviciales (…)"

 Amelia Biagioni