"A diferencia de lo que narran los cuentos, la vida real, cuando ha pasado, no se asoma a la claridad sino a la oscuridad."

Elena Ferrante seudónimo de Anita Raja



"Ahora que estaba muerta, alguien le había raspado los cabellos y le había deformado el rostro para reducirla a mi cuerpo. Sucedía después de que, durante años, por odio, por miedo, hubiera deseado perder todas sus raíces, hasta las más profundas: sus gestos, las inflexiones de su voz, el modo de agarrar un vaso o beber de una taza, cómo se ponía una falda, cómo un vestido, el orden de los objetos en la cocina, en los cajones, las modalidades de los lavados más íntimos, los gustos alimentarios, las repulsiones, los entusiasmos, y luego la lengua, la ciudad, los ritmos de la respiración. Todo rehecho, para convertirme en yo y separarme de ella.
Por otro lado, no había querido o no había logrado arraigar a alguien en mí. Después de un tiempo, también había perdido la posibilidad de tener hijos. Ningún ser humano se separaría de mí con la angustia con la que yo me había separado de mi madre solo porque no había logrado adherirme a ella definitivamente. No habría nadie más y nadie menos entre yo y otro hecho de mí. Seguiría siendo yo, hasta el fin, infeliz, descontenta de lo que había arrastrado furtivamente fuera del cuerpo de Amalia. Poco, demasiado poco, el botín que había logrado arrebatarle arrancándolo a su sangre, a su vientre y a la medida de su aliento, para esconderlo en el cuerpo, en la materia iracunda del cerebro. Insuficiente. ¡Qué maquillaje ingenuo y atolondrado había sido tratar de definir como "yo" esta fuga obligada de un cuerpo de mujer, aunque me hubiese llevado de él menos que nada! No era ningún yo. Y estaba perpleja: no sabía si lo que iba descubriéndome y contándome, desde que ella no existía y no podía rebatirlo, me producía más horror o más placer."

Elena Ferrante
El amor molesto



"Consumimos y perdemos nuestra vida solo porque hace mucho tiempo un tipo con ganas de descargarnos dentro su pene fue amable y nos eligió entre todas las mujeres. Tomamos por cortesías dirigidas solo a nosotras el banal deseo de follar. Nos gustan sus ganas de follar, estamos tan obcecadas con él que creemos que son ganas de follar precisamente con nosotras, solo con nosotras. Oh, sí, él, que es tan especial y que nos ha reconocido como especiales. Les damos un nombre a esas ganas de coño, las personalizamos, las llamamos «mi amor». ¡Al diablo con todo, menudo engaño, menudo estímulo infundado! Igual que una vez folló conmigo, ahora folla con otra, ¿qué pretendo? El tiempo pasa, una se va, otra viene. Hice el amago de ingerir unas pocas pastillas. Quería dormir arrellanada en el fondo más oscuro de mí misma, pero en aquel preciso momento surgió de la masa de árboles de la plazoleta la sombra violácea de Carrano con su instrumento a la espalda. Con paso incierto y sin prisa, el músico recorrió todo el espacio vacío de coches —la canícula había dejado la ciudad definitivamente deshabitada— y desapareció bajo la mole del edificio. Después de un momento oí el crujido del engranaje del ascensor, su zumbido. De repente me acordé de que aún tenía el carnet de aquel hombre. Otto gruñó entre sueños.
Fui a la cocina a tirar las pastillas y el coñac por el fregadero y me puse a buscar el documento de Carrano. Lo encontré sobre la mesita del teléfono, casi oculto por el aparato. Lo manoseé un poco y miré la foto del músico. En ella tenía el pelo negro, aún no habían aparecido las arrugas profundas que le marcaban la cara entre la nariz y las comisuras de la boca. Miré la fecha de nacimiento, intenté recordar qué día era, y entonces advertí que su cumpleaños estaba a punto de empezar: cincuenta y tres años.
Me sentía indecisa. Me apetecía bajar el tramo de escaleras, llamar a su puerta y usar el documento para entrar en su casa a medianoche; pero al mismo tiempo estaba asustada, asustada del extraño, de la noche, del silencio del edificio, de los aromas húmedos y sofocantes que llegaban del parque, del canto de los pájaros nocturnos."

Elena Ferrante
Crónicas del desamor



"(...) De repente mi cuerpo se había despertado, era presa de la desesperación. Cuando me rendí, descubrí que estaba empapada de sudor, el camisón se me había pegado al cuerpo, pero me castañeaban los dientes. Tenía frío a pesar del calor."

Elena Ferrante



"El sueño de progreso sin límites es, en realidad, una pesadilla llena de ferocidad y muerte."

Elena Ferrante



"En qué desorden vivíamos, cuántos fragmentos de nosotros mismos salían volando como si vivir fuese estallar en esquirlas."

Elena Ferrante


"Era bonito solo vernos de vez en cuando para oír el sonido loco del cerebro de la una resonando dentro del sonido loco del cerebro de la otra."

Elena Ferrante



"¿Es posible que incluso los momentos felices del placer no resistan nunca un examen riguroso? Es posible."

Elena Ferrante
Un mal nombre



"Hay momentos en que recurrimos a fórmulas insensatas y planteamos exigencias absurdas para ocultar sentimientos lineales."

Elena Ferrante


"La explotación del hombre por el hombre y la lógica del máximo beneficio, antes consideradas una abominación, volvían a ser en todas partes las bases de la libertad y la democracia."

Elena Ferrante



"La infancia es una fábrica de mentiras que perduran imperfectamente; la mía al menos había sido así. Pero sentía las voces de los niños en la calle y me parecía que no eran diferentes de cómo yo había sido; chillaban en el mismo dialecto; cada uno de ellos se creía otra cosa; eran invenciones, mientras pasaban las tardes en las aceras desoladas bajo la mirada del hombre de la camiseta. Corrían en los triciclos e intercambiaban insultos alternándolos con gritos penetrantes de alegría. Insultos con fondo sexual; en su jerga obscena se insertaba a veces, con obscenidad aún más sangrienta, la voz del hombre de la barra."

Elena Ferrante



"Las cosas carentes de sentido son las más hermosas."

Elena Ferrante


"Las leyes funcionan con quien las teme, pero no con quien las viola."

Elena Ferrante


"Las mentiras son el mejor tranquilizante."

Elena Ferrante


"Los deprimidos no escriben libros. Los escriben las personas contentas, que viajan, que están enamoradas y que hablan, y hablan con la convicción de que de un modo u otro las palabras acaben siempre en el lugar correcto."

Elena Ferrante


"Los pequeños desconocen el significado del ayer, del anteayer, del mañana, todo se reduce a esto, al ahora: la calle es esta, el portón es este, las escaleras son estas, esta es mamá, este es papá, este es el día, esta la noche."

Elena Ferrante


"Me sentía aprisionada dentro de aquella mordaza junto con la masa de cosas y personas de cada día, y tenía mal sabor de boca, una permanente sensación de náusea que me consumía, como si todo, así comprimido, siempre más apretado, me triturara y me convirtiera en una crema repugnante."

Elena Ferrante




"No está escrito en ninguna parte que no puedas conseguirlo."

Elena Ferrante


"No tardé en descubrir que me estaba acostumbrando a sentirme feliz e infeliz a la vez, como si ese fuera el inevitable nuevo estado de mi vida."

Elena Ferrante


"Palabras, con ellas se hace y se deshace a voluntad."

Elena Ferrante


"Qué tontería había sido quererlo, amarlo, y pese a todo evitarlo siempre."

Elena Ferrante


"Regresó poco después con dos bandejas enormes repletas de pastas de almendra veteadas de azul y rosa, cada una de ellas rematada con un confitito plateado. Los feligreses se las disputaron, a mí me bastó con probar una para hastiarme, se me había cerrado el estómago, notaba el corazón en la garganta. Mientras tanto, don Giacomo trajo un acordeón, lo sostenía con ambos brazos como si fuera un niño blanco y rojo. Pensé que sabría tocar, pero se lo entregó con cierta torpeza a Vittoria, que lo cogió sin protestar —¿sería el mismo que había visto en un rincón de su casa?—, se sentó muy enfurruñada en una sillita y tocó con los ojos cerrados haciendo muecas.
Angela se me acercó por detrás y dijo muy alegre: Mira a tu tía, es feísima. En ese momento era verdad, mientras tocaba Vittoria torcía el gesto como una diabla, y aunque lo hacía bien y los feligreses la aplaudían, el espectáculo producía repulsión. Movía los hombros, fruncía los labios, arrugaba la frente, echaba atrás el tronco de tal modo que daba la impresión de tenerlo más largo que las piernas, abiertas como no hay que tenerlas. Por suerte, en un momento dado, un hombre de pelo canoso la reemplazó y se puso a tocar. Aun así, mi tía no se calmó, fue donde estaba Tonino, lo agarró de un brazo y, arrebatándoselo a Angela, lo obligó a bailar. Ahora parecía alegre, pero quizá no fuera más que el exceso de ferocidad que llevaba en el cuerpo y quería desahogarse con el baile. Al verla, los demás también bailaron, viejos y jóvenes, incluso don Giacomo. Yo cerré los ojos para borrarlo todo. Me sentí abandonada y por primera vez en mi vida, en contra de toda la educación recibida, intenté rezar. Dios, dije, Dios, por favor, si de veras lo puedes todo, haz que mi tía no le diga nada a mi padre, y cerré los ojos con mucha fuerza, como si apretar así los párpados sirviese para concentrar en la oración la fuerza suficiente y lanzarla hasta el Señor en el reino de los cielos. Después recé también para que mi tía dejara de bailar y nos llevara a tiempo a casa de Costanza, oración que fue milagrosamente atendida. Sorprendentemente, a pesar de las pastas, la música, los cantos, los bailes interminables, salimos a tiempo, dejamos a nuestra espalda la brumosa Zona Industrial y llegamos muy puntuales al Vomero, a via Cimarosa, delante de la casa de Angela e Ida.
Costanza también fue puntual, apareció con un vestido aún más bonito que el de la mañana. Vittoria bajó del Cinquecento, le entregó a Angela e Ida y la alabó de nuevo, de nuevo admiró todo su atuendo. Admiró el vestido, el peinado, el collar, la pulsera, que tocó, acarició casi, preguntándome: ¿Te gusta, Gianni?
A mí me pareció todo el rato que le hacía esos elogios para ridiculizarla aún más que por la mañana. La sintonía entre nosotras debió de haber alcanzado un punto tal que tuve la sensación de oír en la cabeza, con una energía destructiva, su voz pérfida, sus palabras procaces: Para qué te sirve arreglarte tanto, cabrona, si después tu marido va y se folla a la mamá de mi sobrina Giannina, ja, ja, ja. Por eso volví a rezarle a Dios nuestro Señor, en especial cuando Vittoria se subió al coche y nos fuimos. Recé durante todo el trayecto hasta San Giacomo dei Capri, un viaje interminable en el cual Vittoria no pronunció una sola palabra y yo no me atreví a pedirle de nuevo: No le digas nada a mi padre, te lo suplico; si quieres hacer algo por mí, échaselo en cara a mi madre, pero con mi padre mantén el secreto. Le supliqué a Dios, aunque no existiera: Dios, haz que Vittoria no me diga: Subo contigo, tengo que hablar con tu padre."

Elena Ferrante
La vida mentirosa de los adultos





"Sin amor, no solo se seca la vida de las personas, sino también la de las ciudades."

Elena Ferrante



"Su rapidez mental tenía algo de silbido, de brinco, de dentellada letal."

Elena Ferrante


"Tal vez estamos cortados por el mismo patrón, tal vez estamos realmente condenados sin culpa a la misma e idéntica mediocridad."

Elena Ferrante



"Toda relación intensa entre seres humanos está plagada de cepos y si se quiere que dure hay que aprender a esquivarlos. Lo hice también en esa circunstancia y al final tuve la sensación de haberme topado con una enésima prueba de lo espléndida y tenebrosa que era nuestra amistad, de lo largo y complicado que había sido el dolor de Lila, de que ese dolor aún duraba y duraría siempre."

Elena Ferrante


"(...) Todas las cosas del mundo pendían de un hilo, eran puro riesgo, y quien no aceptaba arriesgarse acababa deteriorándose en un rincón, sin confianza con la vida."

Elena Ferrante




"Todo es interesante si lo sabes trabajar."

Elena Ferrante



"(...) Tomaba los hechos y los expresaba de forma natural, cargados de tensión; Reforzaba la realidad mientras la traducía en palabras, le inyectaba energía."

Elena Ferrante
La amiga estupenda